PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2266 ~ Domingo
2 de Febrero de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La Jornada Mundial
de la Vida Consagrada se celebra hoy 2 de febrero. El día en que María
presenta a su Hijo en el templo, y lo rescata con una ofrenda de pobres: un par
de pichones. Esa ofrenda de Jesús portado en brazos de su madre María,
acompañada de José, es todo un símbolo de lo que será la ofrenda de Jesús en el
Calvario para la redención del mundo, junto a su Madre que estuvo junto a él. Es
la fiesta de la Candelaria, la que lleva en su mano una candela, que es la luz
del mundo: Jesucristo, nuestro Señor, que es la Luz del mundo.
La vida consagrada es una prolongación de la luz de
Cristo en nuestro mundo, en nuestra época. La vida consagrada es luz, porque es
testimonio de Cristo, imitando a María su bendita madre. La vida consagrada no
se entiende si no se acoge la luz de Cristo, y al mismo tiempo esa vida
consagrada ilumina y da sentido a tantos interrogantes que se plantean nuestros
contemporáneos. La vida consagrada es una luz profética para nuestro tiempo.
Demos gracias a todos los consagrados. Que su testimonio
alumbre el corazón de tantos jóvenes, que conociéndolos puedan sentir la
llamada a seguir al Señor por el mismo camino. Agradezcámosle por su entrega,
de toda la vida. Que esta Jornada de la vida consagrada nos haga reconocer la
luz que aportan a la Iglesia y puedan seguir iluminando con la luz de Cristo, a
manera de la Candelaria –María-, para que todos los hombres y mujeres de
nuestro tiempo encuentren a Jesús, y participen de su misericordia.
Mons. Demetrio Fernández (España)
¡Buenos días!
La cáscara de banana
En los grupos
suele haber siempre un burlón que se siente importante cuando le festejan la
broma que hace a la víctima elegida. Con tiempo la venía estudiando, conoce lo
que no le gusta y cuáles son sus temores. Aprovecha cada debilidad y error.
Pierde tiempo para disfrutar la derrota de su imaginario rival al que a veces
llama compañero y amigo.
Aquel día en el zoológico había algunos
visitantes que en grupos se detenían a observar las jaulas: leopardos, leones, jirafas, monos y
monitos de toda clase. Los monos con sus monadas atraían al público y algunos
les tiraban maníes o frutas. Pero llegó un momento en que los monos quedaron
tranquilos comiendo los regalos. Un monito al terminar su banana, vio acercarse
un señor grande y obeso, arrojó la cáscara al camino y quedó a la expectativa.
Al pasar el gordo pisó la cáscara con tan mala suerte que se dio una sentada
terrible quedando con los pies al aire. Todos los monos corrieron a las rejas
gozando del espectáculo, riendo y aplaudiendo como nunca en su vida de
zoológico.
Sentirse objeto
de burla es molesto e irritante. Si alguno siente satisfacción en divertirse a
costa de los demás, recuerde que siempre encontrará a otro que lo hará con
él... y eso no le gustará. Antes de emprender un largo viaje, Tobías recibió de
su padre, entre otros consejos, éste que es una norma de oro: “No hagas a otro
lo que no te agrada a ti”, (4, 15).
Padre Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Cuando se cumplieron los días de la purificación de
ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al
Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será
consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos
pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y
estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el
Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para
cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios
diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya
en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista
de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo
Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está
puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con
su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba
del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se
presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los
que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas
según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño
crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba
sobre Él. (Lc
2,22-40)
Comentario
Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la
llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el
Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue
entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que
la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz»
(Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán
aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado»,
dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.
A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y
hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni
escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y
esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde
quiere (cf. Jn 3,8).
Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún
preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio.
José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas,
levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de
la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.
Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos
extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes,
según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos
tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para
iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).
Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de
ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo
tuyo y niño.
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
Palabras del Beato Juan Pablo
II
"Todo ser humano, desde su concepción, tiene derecho
a nacer, es decir, a vivir su propia vida. No sólo el bienestar, sino también,
en cierto modo, el ser mismo de la sociedad, dependen de la salvaguardia de
este derecho primordial. Si se niega al niño por nacer este derecho, resultará
cada vez más difícil reconocer sin discriminaciones el mismo derecho a todos
los seres humanos"
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Fe sencilla
El relato del nacimiento de Jesús es desconcertante.
Según Lucas, Jesús nace en un pueblo en el que no hay sitio para acogerlo. Los
pastores lo han tenido que buscar por todo Belén hasta que lo han encontrado en
un lugar apartado, recostado en un pesebre, sin más testigos que sus padres.
Al parecer, Lucas siente necesidad de construir un
segundo relato en el que el niño sea rescatado del anonimato para ser
presentado públicamente. ¿Qué lugar más apropiado que el Templo de Jerusalén
para que Jesús sea acogido solemnemente como el Mesías enviado por Dios a su
pueblo?
Pero, de nuevo, el relato de Lucas va a ser
desconcertante. Cuando los padres se acercan al Templo con el niño, no salen a
su encuentro los sumos sacerdotes ni los demás dirigentes religiosos. Dentro de
unos años, ellos serán quienes lo entregarán para ser crucificado. Jesús no
encuentra acogida en esa religión segura de sí misma y olvidada del sufrimiento
de los pobres.
Tampoco vienen a recibirlo los maestros de la Ley que
predican sus “tradiciones humanas” en los atrios de aquel Templo. Años más
tarde, rechazarán a Jesús por curar enfermos rompiendo la ley del sábado. Jesús
no encuentra acogida en doctrinas y tradiciones religiosas que no ayudan a
vivir una vida más digna y más sana.
Quienes acogen a Jesús y lo reconocen como Enviado de
Dios son dos ancianos de fe sencilla y corazón abierto que han vivido su larga
vida esperando la salvación de Dios. Sus nombres parecen sugerir que son
personajes simbólicos. El anciano se llama Simeón (“El Señor ha escuchado”), la
anciana se llama Ana (“Regalo”). Ellos representan a tanta gente de fe sencilla
que, en todos los pueblos de todas los tiempos, viven con su confianza puesta
en Dios.
Los dos pertenecen a los ambientes más sanos de Israel. Son
conocidos como el “Grupo de los Pobres de Yahvé”. Son gentes que no tienen
nada, solo su fe en Dios. No piensan en su fortuna ni en su bienestar. Solo
esperan de Dios la “consolación” que necesita su pueblo, la “liberación” que
llevan buscando generación tras generación, la “luz” que ilumine las tinieblas
en que viven los pueblos de la tierra. Ahora sienten que sus esperanzas se
cumplen en Jesús.
Esta fe sencilla que espera de Dios la salvación
definitiva es la fe de la mayoría. Una fe poco cultivada, que se concreta casi
siempre en oraciones torpes y distraídas, que se formula en expresiones poco
ortodoxas, que se despierta sobre todo en momentos difíciles de apuro. Una fe
que Dios no tiene ningún problema en entender y acoger.
José Antonio Pagola
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Recibimos un correo de Irene que nos dice: Muchas gracias
por sus oraciones, ¡Dios los bendiga! La
cirugía de Nidia, fue todo un éxito
para la Gloria de Dios.
Cecilia Claudia, de Argentina, agradece a Dios porque el miércoles 29-Enero ha festejado su cumpleaños número 55 junto a sus hijos en un hermoso clima de amor y unidad.
Desde Chile agradecen a Dios y a las personas que rezaron por Antonella, que ya está de alta en su casa. Demos gracias a Dios.
Desde Buenos Aires, Argentina, Liliana Z. agradece a Dios las fuerzas que le está dando para ganar la batalla contra el cáncer de mama. Ha terminado la quimioterapia y hará ahora la radioterapia. Agradece también por la constante compañía de su esposo Juan Ángel, y por sus hijos Matías y Natalia, para quienes ruega toda la ayuda del Señor en sus proyectos de vida.
Desde Tegucigalpa, Honduras, Lesbia agradece a Dios porque hoy cumple años su esposo Carlos P. R., y pide para él mucha salud y que sigan siempre unidos en el amor junto a sus hijos.
Desde Buenos Aires, Argentina, Lidia agradece a Dios Misericordioso por haberla ayudado en su nuevo trabajo, serenándola y conteniéndola para que lo pueda realizar bien y sin problemas.
Desde Chile agradecen a Dios y a las personas que rezaron por Antonella, que ya está de alta en su casa. Demos gracias a Dios.
Desde Buenos Aires, Argentina, Liliana Z. agradece a Dios las fuerzas que le está dando para ganar la batalla contra el cáncer de mama. Ha terminado la quimioterapia y hará ahora la radioterapia. Agradece también por la constante compañía de su esposo Juan Ángel, y por sus hijos Matías y Natalia, para quienes ruega toda la ayuda del Señor en sus proyectos de vida.
Desde Tegucigalpa, Honduras, Lesbia agradece a Dios porque hoy cumple años su esposo Carlos P. R., y pide para él mucha salud y que sigan siempre unidos en el amor junto a sus hijos.
Desde Buenos Aires, Argentina, Lidia agradece a Dios Misericordioso por haberla ayudado en su nuevo trabajo, serenándola y conteniéndola para que lo pueda realizar bien y sin problemas.
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por
correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo
tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío
(moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com con el título: “Suscripción a Pequeñas
Semillitas”.
Un estímulo todos los días
Febrero 2
Señor, muchas veces me entretengo lamentándome por los
pecados ajenos o por las cosas que me hacen los demás. Hoy quiero declararlos
inocentes por todas las cosas que me molestan de ellos. Liberarme de
condenarlos y de prejuzgarlos.
Esas personas que me molestan, que me perturban, que me
interrumpen, en el fondo no buscan hacerme daño, sólo me necesitan. O
simplemente expresan sus sufrimientos, sus miedos, sus angustias internas. Los
bendigo y te pido que me liberes de todo lo que me lleva a rechazar a los
demás.
Sé que algunas veces tendré que defenderme con astucia
para que no me hagan daño, pero quiero hacerlo sin odio.
Libérame, Señor, para que no alimente la impaciencia y el
desprecio. Te contemplo a ti, Jesús, tan comprensivo con los pecadores, tan paciente
y compasivo con las debilidades de tus discípulos, tan cercano a todos.
Ayúdame a reaccionar como lo harías tú, para que no me
aleje del camino del amor. Amén.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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