domingo, 29 de julio de 2012

Pequeñas Semillitas 1770


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1770 ~ Domingo 29 de Julio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Hoy en el Evangelio leemos y meditamos uno de los milagros más conocidos de Jesús: el de la multiplicación de los panes y los peces.
Dice Pagola: “La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita, un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado ahumado. Una comida fraterna servida por Jesús a todos…”
Es esta una ocasión impostergable para meditar en profundidad la necesidad que el mundo de hoy tiene de la solidaridad de todos para paliar el hambre que sacude cruelmente algunas regiones (mejor diría MUCHAS regiones) del planeta.
Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartir. Hemos dejado la marcha del mundo en manos del poder financiero, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.
Por eso tiene tanta vigencia el Evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. Jesús no sólo alimentaba el alma de las personas que acudían a escucharlo sino que también se preocupaba por alimentarlos físicamente.
El texto del Evangelio de este domingo está tomado de Juan. Pero si leemos el mismo episodio en Mateo 14, 13-21, vamos a ver que cuando los discípulos le pidieron a Jesús que despidiera a las gentes porque caería la tarde y no había comida, Jesús les respondió “Denles ustedes de comer”.
Y esa indicación de Jesús hoy sigue vigente para todos nosotros: comprometernos con nuestros hermanos atendiendo a sus necesidades con lo que tengamos, aunque sean solo cinco panes y dos pescados. El Señor hará el resto...


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.
(Jn 6,1-15)

Comentario
Hoy, podemos contemplar cómo se forja en nuestro interior tanto el amor humano como el amor sobrenatural, ya que tenemos un mismo corazón para amar a Dios y a los otros.
Generalmente, el amor va abriéndose paso en el corazón humano cuando se descubre el atractivo del otro: su simpatía, su bondad. Es el caso del «muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces» (Jn 6,9). Da a Jesús todo lo que lleva, los panes y los peces, porque se ha dejado conquistar por el atractivo de Jesús. -He descubierto el atractivo del Señor?
A continuación, el enamoramiento, fruto de sentirse correspondido. Dice que «mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos» (Jn 6,2). Jesús les escuchaba, les hacía caso, porque sabía lo que necesitaban.
Jesucristo siente un poderoso atractivo por mí y quiere mi realización humana y sobrenatural. Me ama tal como soy, con mis miserias, porque pido perdón y, con su ayuda, sigo esforzándome.
«Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo» (Jn 6,15). Les dirá al día siguiente: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). Escribe san Agustín: «¡Cuántos hay que buscan a Jesús, guiados solamente por intereses temporales! (...) Apenas se busca a Jesús por Jesús».
La plenitud del amor es el amor de donación; cuando se busca el bien del amado, sin esperar nada a cambio, aunque sea al precio del sacrificio personal.
Hoy, yo le puedo decir: «Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre a tu lado, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos» (San Josemaría).
Rev. D. Pere CALMELL i Turet (Barcelona, España)


Santoral Católico:
Santa Marta de Betania
Hermana de Lázaro y María


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Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“Cultiven un clima de caridad fraterna, vivida con radicalidad evangélica en el nombre de Jesús y de su amor, desarrollen un ambiente de relaciones de amistad, comunicación, corresponsabilidad, participación, conciencia misionera, disponibilidad y servicialidad; estén animados por actitudes de estima, acogida y corrección recíprocas, de servicio y ayuda, y de mutua edificación; de este modo, animados por la comunión, que es manifestación del amor de Dios, fundamento y razón de la esperanza que no defrauda, serán un reflejo más brillante de la Trinidad y un signo que interpela e invita a creer”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
A Jesús le basta con poco


El domingo pasado veíamos cómo Jesús, después del trabajo misionero de los apóstoles por aquellos pueblos, les quiso dar unas pequeñas vacaciones retirándose a un lugar tranquilo; pero veíamos cómo la multitud de gente, deseosa de escuchar la palabra de Jesús, les fue siguiendo, de modo que Jesús tuvo que comenzar de nuevo a enseñar su palabra y a instruirles sobre las cosas del Reino de Dios. Pues bien, así siguieron todo el día y, como estaban en terreno más bien desierto, se encontraron con un problema. Y es que la mayoría de la gente, por el deseo de seguir a Jesús, no había llevado comida y el hambre se cebaba en toda aquella multitud.

Hoy se nos narra el gran milagro de la multiplicación de panes y peces. Tuvo que hacer mucho impacto entre la primitiva cristiandad, pues es de las pocas cosas que narran los cuatro evangelistas, y dos lo narran dos veces. Hoy, después de la narración el día anterior del evangelio de Marcos, se nos expone este milagro narrado por san Juan. La razón principal es para continuar en los domingos siguientes exponiéndonos la proclamación de la Eucaristía que hará Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. San Juan emplea el milagro como un signo que le sirve para introducir esa proclama.

Jesús se da cuenta de la necesidad que tiene la gente y busca alguna solución. Esto ya es una enseñanza para nosotros. En el mundo hay muchas necesidades en todos los sentidos, materiales y espirituales. Algo debemos hacer. Seguramente podremos muy poco, pero eso poco es lo que nos pide el Señor. Jesús “ya sabía lo que iba a hacer”. Así nos dice el evangelista; pero quiere la colaboración de los suyos. Habla con Felipe y Andrés. Solían ir juntos, pues eran muy amigos y del mismo pueblo. Felipe calcula sobre la cantidad de dinero que haría falta, pero no tiene confianza. Andrés encuentra una solución, un muchacho tiene unos poquitos panes y peces; pero es una solución tan pequeña, que le falta confianza: “¿Qué es para tantos?” A Jesús le basta eso poco. Dios no suele hacer las maravillas del espíritu con grandes medios materiales. Así se ve en toda la Sagrada Escritura: lo débil vence a lo fuerte, no en el sentido material, sino en el espíritu. Porque lo débil material con la fuerza del espíritu hace maravillas. Así pasó con aquel muchacho y con aquellos pocos panes. El evangelista acentúa la pobreza de aquellos panes, diciendo que son de cebada. Hace más para la gloria de Dios quien, valiendo poco, lo da todo, que quien, valiendo mucho, se reserva egoístamente una parte para sí. A Dios le encanta la humildad entregada.

La gente al final quedó entusiasmada. Jesús había hecho algo que era muy bíblico: el dar milagrosamente de comer. Algo así como el maná del desierto o el agua o las codornices. Esto era señal de que era el Mesías. Esto era cierto; pero lo que no era verdadera era la idea que tenía la gente sobre la mesianidad. Muchos sólo tienen ansias materialistas y le quieren hacer rey a Jesús. Piensan que con tener a Jesús han solucionado el problema del hambre y de las ansias materiales. Pasa hoy día en algunos que se acercan a la religión y a la Iglesia, pensando sólo en solucionar problemas materiales. Dios quiere esto también. Por eso vemos cuántas cosas ha solucionado la religión, y específicamente la Iglesia, en problemas de hambre y de enfermedades. Pero Dios quiere el bien total, que no sólo es la salvación del alma, sino la fraternidad, la justicia y la paz. Todo ello se conseguirá si hay amor.

Es muy posible que los apóstoles participaran en este entusiasmo popular. El hecho es que Jesús, viendo todo ello, les mandó a los apóstoles que se fueran a la barca, despidió a la gente y se fue solo dentro del bosque para orar. Aquel entusiasmo materialista de la gente era como una tentación para Jesús. Muchas tentaciones debemos vencer con la oración, pues muchas veces de lo espiritual sólo buscamos soluciones materiales. Lo que Dios medirá al final y premiará será el grado de amor que hayamos puesto en la decisión de que Dios actúe a través de lo nuestro.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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Pensamientos sanadores


Pide al Señor el don de la prudencia

La prudencia es, entre las virtudes cardinales, la más importante, pues es la virtud que regula a las demás y las encamina hacia el fin del ser humano, hacia su progreso interior y exterior.
Las Sagradas Escrituras continuamente nos invitan a desearla y a trabajar desde nuestra experiencia, con los propios aciertos y errores, a fin de que siga desarrollándose día a día.
En las familias y en las comunidades en las cuales hay personas prudentes, la convivencia es armoniosa, y las dificultades se superan más fácilmente, mientras que todos los que la integran continúan creciendo.
Pídela, cada día, prudencia al Señor y verás cambios significativos en los resultados de tus palabras y acciones.

Si llamas a la inteligencia y elevas tu voz hacia el entendimiento, si la buscas como si fuera plata y la exploras como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y encontrarás la ciencia de Dios. Porque el Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia. Proverbios 2, 3-6.


Oración a San Miguel Arcángel


San Miguel Arcángel
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial
arroja en el infierno con tu divino poder
a satanás y demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para perdición de las almas.
Amén

La Festividad de San Miguel Arcángel se celebra el 29 de Setiembre.
Pero igualmente es una práctica muy recomendada el rezar esta oración
todos los días a la finalización de la Santa Misa.
Y también en estos tiempos para pedir por el Santo Padre
y por la santidad de todos los sacerdotes del mundo.
En "Pequeñas Semillitas" la publicaremos los días 29 de cada mes.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Damos gracias a Dios y a quienes rezaron porque Aron, de Venezuela, niño de 5 años, recibió su trasplante de riñón y evoluciona muy bien.

Agradecemos también las oraciones porque la evolución de Alejandra, trasplantada de médula en Córdoba, Argentina, es muy favorable.

También agradecemos al Señor por la rápida evolución de Mariana, de Rosario, Argentina, operada de urgencia hace unos días, y con una recuperación excelente, ya en su casa.

Damos gracias a Dios porque la operación de cervical a la que fue sometida la señora Ayda R. de Puerto Ordaz, Venezuela fue todo un éxito y ella se está recuperando muy satisfactoriamente de esta intervención.


"Intimidad Divina"

Domingo XVII del Tiempo Ordinario

El tema central de este día es la providencia de Dios que satisface todas las necesidades del hombre. En los herbosos altozanos de Galilea Jesús, subido a un monte con los discípulos, se ve rodeado de una gran muchedumbre que acudía a él… Aquí, sólo cinco panes y dos peces sacian a unos cinco mil y quedan las sobras –doce canastos– para demostrar que Dios no es avaro en proveer a las necesidades de sus criaturas. Entonces, ¿cómo es que hay tanto hambriento en el mundo? Reflexionemos. Dios omnipotente puede hacerlo todo de la nada, pero frente a su criatura libre normalmente no obra sin su concurso. Lo que el hombre puede hacer es siempre poco, pero Dios lo quiere y hasta lo exige como condición previa a su intervención. Si hoy hay tanta gente que no encuentra pan suficiente para su hambre, ¿no dependerá de que quien nada en la abundancia no sabe ofrecer para los hermanos al menos lo superfluo?

El muchacho que cedió lo poco que tenía para que Jesús lo multiplicase, no encuentra muchos seguidores ni siquiera entre los creyentes. Cuando el hombre hace lo que está de su parte, Dios –siempre misericordioso y omnipotente– no deja de intervenir haciendo fructificar sus obras buenas. Santos como el Cottolengo o Don Guanella lo han experimentado hasta milagrosamente. Jesús que se conmueve y se preocupa por la muchedumbre hambrienta, llama a los fieles a la comprensión diligente de las necesidades ajenas, que no se limite a buenas palabras, sino que llegue a una ayuda concreta.

El milagro de la multiplicación de los panes es preparación y figura de un milagro mucho más estrepitoso, el eucarístico. No casualmente la descripción de los gestos del Señor –“tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió” (Jn 6, 11)– anticipa casi a la letra los gestos y las palabras de la institución de la Eucaristía. Luego de haber proveído tan largamente al hambre de los cuerpos, Jesús proveerá de modo divino e inefable a la de los espíritus. Alimentados de un único pan, el Cuerpo del Señor, los fieles forman un solo cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo. Esta realidad basa el deber de la caridad y de la solidaridad cristiana de que habla San Pablo en la segunda lectura (Ef 4, 1-6) exhortando a los fieles a “mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”, porque “hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, un Señor, una fe” (ib 4-5).

Señor, tú que viendo la muchedumbre hambrienta en el desierto dijiste: “Siento compasión de esta multitud”, tú que con cinco panes quitaste el hambre a cinco mil personas, mira benigno a tus hijos hambrientos… y, luego de haber saciado su hambre corporal, dígnate saciar también el hambre de sus almas con el alimento celestial de tu doctrina, tú que vives y reinas Dios por todos los siglos de los siglos. Así sea. (Pablo VI, Enseñanzas)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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