PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1762 ~ Sábado
21 de Julio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber
que la trae consigo... sin darse cuenta que desde que nació viene con él. Pero el
hombre está tan ocupado en lo superficial que jamás es lo suficientemente
inteligente para mirar hacia el interior de otra persona, mucho menos en su
propio interior...
Ya San Agustín decía: "Te busqué entre las
criaturas, en los placeres del mundo, en el poder y en el tener, y no te
hallé... te busqué dentro de mí y te encontré".
Mucho se ha escrito sobre la felicidad, pero pareciera
que ésta siempre se escapa, como la neblina, de la mano que la intente tomar.
La llegaremos realmente a poseer el día en que
comprendamos que la felicidad no es exógena a nosotros.
Ni depende de la suerte, ni es mágica, sino que es más
fácil de obtenerse:
La felicidad es la capacidad de disfrutar todo lo que la
vida me depara.
La felicidad es una decisión: proponerme ser feliz con
todo lo que tengo.
La felicidad es disfrutar los pequeños momentos y los
detalles simples de la vida.
La felicidad implica aceptarme tal como soy, con mis
defectos y limitaciones.
La felicidad es disfrutar al máximo a mis hijos pequeños.
La felicidad es una sonrisa, un beso, una flor y una
caricia tierna.
La felicidad es amar y ser amado.
La felicidad es darlo todo, sin esperar nada a cambio.
La felicidad implica ser agradecido con la vida.
La felicidad es más dar que recibir.
La felicidad es gastarse y desgastarse por amor.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Él
para ver cómo eliminarle. Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron
muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran;
para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «He aquí mi Siervo, a
quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre
él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie
en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha
humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las
naciones su esperanza».
(Mt 12,14-21)
Comentario
Hoy encontramos un doble mensaje. Por un lado, Jesús nos
llama con una bella invitación a seguirlo: «Le siguieron muchos y los curó a
todos» (Mt 12,15). Si le seguimos encontraremos remedio a las dificultades del
camino, como se nos recordaba hace poco: «Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Por otro lado, se
nos muestra el valor del amor manso: «No disputará ni gritará» (Mt 12,19).
Él sabe que estamos agobiados y cansados por el peso de
nuestras debilidades físicas y de carácter... y por esta cruz inesperada que
nos ha visitado con toda su crudeza, por las desavenencias, los desengaños, las
tristezas. De hecho, «se confabularon contra Él para ver cómo eliminarle» (Mt
12,14). y... nosotros que sabemos que el discípulo no es más que el maestro
(cf. Mt 10,24), hemos de ser conscientes de que también tendremos que sufrir
incomprensión y persecución.
Todo ello constituye un fajo que pesa encima de nosotros,
un fardo que nos doblega. Y sentimos como si Jesús nos dijera: «Deja tu fardo a
mis pies, yo me ocuparé de él; dame este peso que te agobia, yo te lo llevaré;
descárgate de tus preocupaciones y dámelas a mí...».
Es curioso: Jesús nos invita a dejar nuestro peso, pero
nos ofrece otro: su yugo, con la promesa, eso sí, de que es suave y ligero. Nos
quiere enseñar que no podemos ir por el mundo sin ningún peso. Una carga u otra
la hemos de llevar. Pero que no sea nuestro fardo lleno de materialidad; que
sea su peso que no agobia.
En África, las madres y hermanas mayores llevan a los
pequeños en la espalda. Una vez, un misionero vio a una niña que llevaba a su
hermanito... Le dice: «¿No crees que es un peso demasiado grande para ti?».
Ella respondió sin pensárselo: «No es un peso, es mi hermanito y le amo». El
amor, el yugo de Jesús, no sólo no es pesado, sino que nos libera de todo
aquello que nos agobia.
Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Lorenzo de Brindisi
Sacerdote Capuchino. Doctor
de la Iglesia
Cesar de Rossi nació en Brindisi, ciudad del reino de
Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. A los
seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas
enteras, que declamaba en público.
Primero se educó en el convento de los franciscanos de su
ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San
Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista
intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de
los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió
que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El
joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?"
"Sí, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al
mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier
padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.
Durante sus estudios de filosofía y teología en la
Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas:
aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y
llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.
Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue
encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por
dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y
muchas eran las conversiones.
Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran
fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596,
pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente
VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo
en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo
conocimiento del hebreo.
Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se
debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él
respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte
a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo
mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo
el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro
misterioso venido del cielo".
Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar
salmos. Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de
recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor
con todos.
Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo
II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes
alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo
tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había
formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue
prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de
Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó
que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las
fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que
sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al
volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le
apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.
Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que
sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los
principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus
quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese
a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El
santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a
Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues,
prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su
elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar
del cargo de virrey al duque de Osuna.
San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció
el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en
el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.
Lo canonizó León XIII en 1881. Juan XXIII lo declaró
Doctor de la Iglesia en 1959, con el título de Doctor Evangélico, por lo
elevado de su inspiración evangélica.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“La felicidad no depende de lo que uno no tiene,
sino del buen uso que hace de lo que tiene.”
Thomas Hardy
Cuentos de Mamerto Menapace:
El zorzal y las antenas
Cuando uno parte, debe saber que jamás volverá a
encontrar las cosas tal como las dejó. Porque aquello de lo que uno se despide,
continúa viviendo. La evolución y el crecimiento suceden tanto para el que
parte como para los que quedan.
Que no te dé pena. Es la ley de la vida. Nadie puede
regresar a la primavera del pasado. Sólo el que avanza puede reencontrarse con
las primaveras; aquellas que también avanzan hacia nosotros. Diría que sólo la
vida permite el reencuentro.
Cada tanto retorno a Avellaneda. A la del norte. Aquella
que el nono gringo soñó cuando dejaba su Italia ancestral, y aceptaba como
terruño para sus hijos la tierra de los zorzales y los guazunchos.
Fue en enero de este año; en ese mes en que el Paraná
asolaba el litoral, y la sequía quemaba lo que la inundación no destruía.
Porque así es nuestro norte: tierra de contrastes, a veces violentos. Igual que
la juventud. Territorio fecundo con mucho de nostalgia y bastante de ansiedad.
Profundo deseo de comunión, y honda sensación de soledad. Algo así como si la
historia cinchara para adelante, y la geografía tironeara hacia atrás.
Cada vez que regreso a Avellaneda constato el brotar
pujante de las antenas. Casi de cada morada humana se levanta la mano abierta
de una antena de televisión, buscando atrapar la realidad novedosa que nos
comunica y nos masifica a la vez. Es ley de la vida. Necesidad de crecimiento.
Quizá fuera por eso que aquel zorzalito me impactó tanto.
Su canto llenaba todo el barrio en la madrugada caliente. Desde el camping,
frente a mi casa, hasta la misma Iglesia, su canto limpio aleteaba sobre la
confusa mezcla de los otros ruidos. Lo busqué rastrillando con la mirada los
árboles chicos y grandes. Y finalmente lo descubrí parado en la parrilla de una
antena. Pequeñito, allá en la altura, su voz joven y telúrica anunciaba algo
distinto y quizá más auténtico que todos los programas de televisión. Desde la
misma antena, también él proclamaba ingenuamente su gana de vivir y su
necesidad de amor.
Era un canto sano, que le nacía de adentro. Sólo que,
para captarlo no bastaba con conectar un aparato. Era preciso encender un
corazón.
Al partir de Avellaneda me traje dos temores y una
esperanza. Temor de que me lo silencien de un gomerazo, o de que lo sobornen
con alpiste para que cante desde una jaula.
La esperanza la convierto cada día en oración: ¡Señor
Dios: que mi zorzalito norteño no se muera nunca!
Me interesa vivamente el proceso que están realizando los
jóvenes del norte. Su integración es cada día más fuerte para con el resto del
país a través de sus estudios terciarios y de capacitación profesional. Muchos
de ellos, como yo, buscan en las aulas del sur una ampliación de sus
horizontes.
Pero es fundamental para la identidad de nuestra zona que
no se nos muera nunca dentro del alma, y por sobre las antenas de nuestra
inteligencia, el canto limpio de nuestros zorzales terruñeros.
¡Cuidado con el gomerazo!... aunque le tengo más miedo al
alpiste.
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Pensamientos sanadores
Pide al Señor que te dé sabiduría al hablar y al callar
Con frecuencia me encuentro a mí mismo quejándome
interiormente por tal o cual situación de torpeza humana o de injusticia ante
ciertas situaciones.
Sin embargo, mi ángel custodio me recuerda que con
lamentarme no cambio nada; que lo que debo hacer es orar por esa persona o
situación, amarla a través del corazón de Jesús, colmarme de su paciencia y
sabiduría, y recién allí puedo ocuparme, hablando, corrigiendo o iluminando esa
situación, si está a mi alcance hacerlo.
Pienso que si alguien hubiese tenido motivos para
quejarse, ésa hubiese sido la Virgen María. No obstante, de sus labios, jamás
surgió palabra alguna de amargura, queja o impaciencia.
Cuando los justos
son felices, se alegra la ciudad, cuando perecen los malvados, se oyen gritos
de alegría. Con la bendición de los hombres rectos, se levanta una ciudad, la
boca de los malvados la destruye. El que desprecia a su prójimo es un
insensato, y el hombre inteligente sabe callar. Proverbios 11, 10-12.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud de Enrique C., de City Bell,
partido de La Plata, Argentina, que será intervenido por un tumor en el
intestino, para quien rogamos la protección y la mano sanadora de nuestro amigo
Jesús.
Pedimos oración por María Inés A., de la ciudad de
Córdoba, Argentina, que el lunes 23 será operada de un tobillo dejándolo sin
articulación como consecuencia de un accidente automovilístico. Que el Señor
esté junto a ella.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas
Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las
suscripciones son gratuitas y se realizan únicamente por invitación. Hay que
solicitarlas a Melissa, la moderadora del Grupo a: picaflor05@gmail.com o a: picaflor.cl@gmail.com
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de días, siendo importante que no te suscribas desde una computadora de tu
oficina o lugar laboral, y que sólo te inscribas si de verdad estás dispuesto/a
a leer todos los días nuestros mensajes e incluso compartirlos con tus amigos y
conocidos reenviándoselos por correo electrónico.
Felipe de Urca
"Intimidad Divina"
El que cree tiene la vida eterna
El rito del bautismo insiste de modo particular sobre la
fe y especialmente sobre el compromiso de los padres de educar en ella a sus
hijos… Esto se convierte luego, con el uso de la razón, en el compromiso
personal y fundamental de todo bautizado. Es la fe, en efecto, la que introduce
en la vida cristiana y abre el camino a la vida eterna. Por la fe comienza el
cristiano a conocer a Dios como lo conocerá un día en el cielo… “Ahora –dice San
Pablo– vemos en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Ahora
conozco de un modo imperfecto; pero entonces conoceré como soy conocido” (1 Cr
13, 12). En el cielo cesará la fe porque empezará la visión directa de Dios;
pero mientras somos peregrinos en esta tierra, no tenemos otro modo de conocer
a Dios y entrar en relación con él, que la fe. “Esta es la vida eterna –dijo
Jesús en su oración al Padre– que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu
enviado, Jesucristo”.
San Juan de la Cruz emplea una comparación genial para
darnos a entender que la fe contiene ya en germen la visión del cielo. Narra el
hecho bíblico de los soldados de Gedeón, los cuales “tenían las luces en las
manos y no las veían; porque las tenían escondidas en las tinieblas de los
vasos, los cuales quebrados, luego pareció la luz”. Y contesta el santo: “Así
la fe, que es figurada por aquellos vasos, contiene en sí la divina luz; la
cual acabada y quebrada por la quiebra y fin de esta vida mortal, luego
parecerá la gloria y luz de la divinidad que en sí contenían”. Pero la vida
eterna no es sólo visión; es también comunión con Dios, comunión derivada de la
visión. Es análogo lo que pasa con la fe. Dios no se revela a los hombres sólo
por darse a conocer, sino para darse a ellos, “para invitarlos y recibirlos en
su compañía” (DV 2).
Esta es la grandeza inefable del don de la fe: que
elevando al hombre al plano del conocimiento divino, lo dispone a la amistad, a
la comunión y a la posesión eterna de Dios. “Esta es la voluntad de mi Padre
–dijo un día Jesús–: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida
eterna” (Jn 6, 40). Como la vida eterna aventaja a la terrena, así la fe
aventaja cualquier conocimiento natural de Dios. Un acto de fe sobrenatural
inmensamente más que toda la ciencia humana, sin excluir los estudios
teológicos. Es la fe la que justifica y salva. ¡Cuánto hemos de agradecer a
Dios este don que nos ha dado absolutamente gratis, y cómo hemos de procurar
conservarlo y acrecerlo! Muy oportunamente el Vaticano II exhorta a los
creyentes a que “se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe”
(GE 2), y a empeñarse en la oración y la acción “para poder dar a otros el don
de la fe, que ellos gratuitamente recibieron” (AG 41).
Sólo tu, oh fe,
eres el proporcionado medio para que el alma se una con Dios. Porque es tanta
la semejanza que hay entre ti y Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto
Dios y creído. Porque así como Dios es infinito, así tú nos lo propones
infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propones Trino y Uno, y así como es
tiniebla para nuestro entendimiento, así tú también ciegas y deslumbras nuestro
entendimiento. Y así, sólo por medio de ti se manifiesta Dios al alma en divina
luz que excede todo entendimiento. Aumento, pues, Señor, mi fe, porque cuanto
más fe tenga, más unido estaré contigo. (San Juan de la Cruz, Subida)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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