PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1756 ~ Jueves 5
de Julio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Me he preguntado muchas veces: ¿Por qué los hombres,
cuando van a un banquete, saben disfrutar del comer y del beber y, en cambio,
cuando van a una iglesia, se aburren soberanamente?
¿Será más importante alimentar el cuerpo que alimentar el
alma? El hombre es cuerpo y alma. El cuerpo es mortal, el alma no muere. Por
eso, lo lógico sería que, si siento gusto y apetito por comer y beber bien, debería
sentir un apetito infinitamente mayor por las cosas del espíritu, por alimentar
mi alma.
Pero, ¿por qué sentimos hambre y sed de las cosas
materiales, las cosas del cuerpo, y no sentimos hambre y sed de los valores del
espíritu? ¿Será porque nuestra alma está muy enferma?
Orar es amar y ser amado. Si te aburres, rezando, yendo a
misa, es que ya no amas.
P. Mariano de Blas LC
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la
otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en
una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo,
tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para
sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por
qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados
te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el
Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al
paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se
fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado
tal poder a los hombres.
(Mt 9,1-8)
Comentario
Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones
evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran
aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida
va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar
a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de
enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa
también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el
hijo pródigo.
El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del
Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante
la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella.
Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le
llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).
¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro
que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá
aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo,
experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto
temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere
tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus
corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer
la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.
Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por
justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que
sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos.
Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más
grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina
todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud:
«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el
gozo del pecador convertido sea completo.
Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero
sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.
Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Antonio María Zacarías
Presbítero y Fundador de la
Congregación
de Clérigos Regulares de San
Pablo
Amplia biografía clic acá
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“Vivir para dar.
Caminar para encontrar.
Sonreír para alegrar.
Tener para compartir.
Repartir para aliviar.
Esperar para abrazar...
Son actitudes saludables, que pregonan
la hermosa aventura de ser humano”
María Rilke
Aviso de breve ausencia
Por necesidad de descanso y recuperación física del autor
de esta página, “Pequeñas Semillitas” tendrá unos pocos días de receso y
volverá a editarse a fines de la próxima semana.
Felipe
Tema del día:
¿Es nuestra fe vivencial?
1) Para saber
Hace pocos días el Papa Benedicto XVI habló de la
importancia de tener una fe que se traduzca en una vida coherente con ella, y
señaló que no tenerla puede ser causa de que algunos se alejen de la fe y de la
Iglesia. ¿Qué puede hacer un católico hoy en día para evitar dicho alejamiento?
Tener una fe vivencial, afirma el Papa, pues quien se aleja muchas veces no lo
hace por una cuestión doctrinal, sino vivencial.
Una “fe vivencial” es, pues, no sólo creer en las
verdades divinas, sino, además, traducirla en obras. Consiste en obrar por amor
a Dios y al prójimo. Una “fe vivencial” llevará a vivir la fe en todos los
momentos y circunstancias de nuestra vida. En donde, además de hablar de la fe,
con nuestras obras bien hechas y honradas mostraremos que Dios inspira nuestro
actuar. Como nos invita nuestro Señor: “Alumbre así vuestra luz ante los
hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los Cielos” (Mt 5,16).
2) Para pensar
El que la fe sea algo muy personal, eso no significa que
se le tenga que ocultar. A veces inquieta que se silencie a Dios en diversos
ámbitos: educación, política, medios de comunicación o cine, entre otros. Se
cuenta la anécdota de un jugador de fútbol que afirmaba su descreimiento; sin
embargo, se hacía la señal de la cruz cada vez que metía un gol. Un periodista
le señaló esa incoherencia, y le contestó muy serio: “No tengo por qué estar de
acuerdo con mis creencias”.
Pero también hay gente famosa que sin vergüenza confiesa
sus creencias. Tal es el caso de un jugador de golf que ganó uno de los más
importantes torneos en Estados Unidos. Se trata del norteamericano Bubba
Watson. La prensa lo califica como un tipo simpático, familiar, normal y
religioso. Cuando ganó el torneo, lo primero que dijo es que le hacía especial
ilusión conseguirlo el mismo día en que Jesucristo resucitó. A continuación se
declaró católico y dijo que aquella mañana, al despertarse, lo primero que hizo
fue dar gracias a Dios, por ser Domingo de Resurrección, a continuación dio
gracias porque acababa de tener una hija, y sólo en tercer lugar le pidió ayuda
para ganar el Master.
Con esas palabras simples, mostrando que es un hombre de
fe, nos da una lección sobre el orden a seguir: primero está Dios, después los
demás y en último lugar nuestras cosas, para no considerarnos “el centro del
Universo”.
3) Para vivir
La fe es un gran don de Dios, un gran regalo que hemos de
conservar. Perderla sería una desgracia. Así como es deseo de los padres que
toda la familia esté unida, de igual modo es deseo de nuestro Señor Jesucristo
que la Iglesia, familia de Dios, se mantenga unida. Y si es doloroso que un
hijo abandone enemistado su hogar, también es triste que un hermano pierda la
fe y se aleje de la Iglesia.
¿Cómo cuidar nuestra fe y la de los demás? Al ser un don,
hay que pedírselo a Dios. Al confesarnos, comulgar o recibir otro sacramento,
al leer o escuchar la Palabra de Dios, crecemos y nos fortalecemos en la fe,
para luego vivirla en medio del mundo. Como dice el Papa, esa fe revitalizada
logrará que nadie se siente lejos ni excluido.
Pbro. José Martínez Colín
Pensamientos sanadores
Amándote a ti mismo como Dios te ama
Quien se ama a sí mismo según el amor de Dios, y está
bien relacionado con su propio ser, vivirá intensamente las pequeñas y simples
cosas de la vida, tal como una sencilla caminata por un parque o un paseo en
bicicleta.
Quien se ama a sí mismo respirará la vida, se sentirá
hijo de Dios, parte de la creación, se sentirá protegido, cuidado, vivo y
valioso, y encontrará en el amor del Señor todo lo que necesita para ser feliz.
Aunque como a todos nos sucede, atravesará días de
oscuridad, turbación y tormenta, sin embargo, antes o después, esas tormentas
han de superarse y nuevamente volverá a fluir la paz.
El amor hacia uno mismo es parte esencial de la enseñanza
cristiana y fuente de vida para nosotros y para todos aquellos que están a
nuestro alrededor.
Tú me alegras,
Señor, con tus acciones. Cantaré jubiloso por la obra de tus manos. Salmo 92,
5.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por María Esther C., que vive en
Glendale, Baja California, USA, por salud y trabajo.
Pedimos oración por la señora Gladys G., que vive en
Chile, y está con problemas renales.
Pedimos oración por las siguientes personas de San José
de Costa Rica, que se han quedado sin trabajo: Arturo C., Rodolfo P., Roger C.,
Andrés, Warner E. y Sandra G.
Pedimos oración por la salud de la señora Gonzalina L.
para que Nuestro Señor y su Divina Madre iluminen a los médicos que la
atienden.
Pedimos oración por Roberto E. que en estos días ha sido
operado de un tumor en el recto.
Pedimos oración por el señor Ralph M., residente en Guatemala
a quién intervendrán hoy de un tumor en el páncreas, pidiendo a Nuestro Señor
Jesucristo que le alcance con su mano misericordiosa para que salga bien de la
operación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. Se ruega no enviar nuevos pedidos durante esta semana de descanso de publicaciones.
"Intimidad Divina"
Escuchad la voz del Señor
Dialogar supone escuchar. Cuántas veces resuena en la
Escritura la invitación: “Oíd la palabra del Señor” (Jr 31, 10). Era el grito
incesante de los profetas que llamaban la atención a los hombres sobre su
vocación esencial: oír a Dios y seguirle. Pero la palabra de Dios fue
comunicada al mundo en toda su plenitud cuando el Verbo se hizo carne; la
Palabra se hizo hombre y moró entre los hombres para hablar con ellos y entre
ellos. Entonces se oyó una voz del cielo: “Este es mi Hijo muy amado…
Escuchadle” (Mt 17, 5). Todo el evangelio es una invitación a escuchar…
escuchando acogen los hombres el mensaje de Cristo, más aún a Cristo mismo…
Escuchar al Señor es cuestión de vida o muerte. Quien le escucha le sigue,
abraza su doctrina y entra a formar parte de su rebaño: sus ovejas “escuchan su
voz” (Jn 10, 2). No basta una escucha superficial, ni basta escuchar de vez en
cuando; hay que escuchar siempre. Quien ama está siempre atento a la voz de la
persona amada.
Cristo, Palabra del Padre, no es sólo el objeto de
nuestra escucha, sino que él mismo escucha al Padre; y es así modelo de nuestro
escuchar. “Lo que le he oído a él –dice– es lo que hablo al mundo… Lo que el
Padre me ha enseñado, es lo que hablo” (Jn 8 26-28). Jesús es la Palabra del
Padre y la dice al mundo porque tiene en sí toda la sabiduría del Padre, porque
escucha incesantemente al Padre y no hace sino transmitir lo que le oye a él.
Jesús es la escucha perfecta del Padre, el único hombre que le escucha de
manera adecuada. Al ir en seguimiento suyo, el hombre, el cristiano, ha de
mantenerse en continua escucha para ser instruido por Dios. Cristo que, a pesar
de vivir y hablar con los hombres, no cesa de escuchar al Padre, nos enseña que
nuestra escucha debe ser también incesante.
Aun en medio de las ocupaciones y del servicio a los
hermanos, es necesaria la atención vigilante del espíritu que sabe acoger la
voz de Dios. El mundo está lleno de su voz. Cuando los hombres, las circunstancias y los deberes
cotidianos exigen dedicación y sacrificio, es Dios quien lo exige a través de
ellos; cuando las personas y los acontecimientos ponen a dura prueba la virtud,
es Dios quien quiere probarla. Cuando la Iglesia, el Papa o los superiores
hablan, es Dios quien habla. Quien los escucha, a Dios escucha (Lc 10, 16).
Cuando se siente uno interiormente movido al bien, a perdonar, a olvidarse, a
darse a los otros o a un mayor recogimiento y unión íntima con Dios, es también
Dios quien habla. ¡Cuántas veces cae la voz de Dios en el vacío! “Por más que
os hablé asiduamente… no respondisteis” (Jr 7, 13). La voz omnipotente de Dios
no se pierde nunca; obra lo que se propone. Pero se pierden los hombres que no
la escuchan; los que no la acogen enteramente se quedan en la mediocridad.
Habla, Señor, que
tu siervo oye. Yo soy tu siervo; dame entendimiento para que comprenda tus
verdades. Inclina mi corazón a las palabras de tu boca; destile tu habla como
rocío. Decían en otro tiempo los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú y te
oiremos; no nos hable el Señor, porque quizás moriremos. Yo, Señor, no te ruego
así; mas con el profeta Samuel, con humilde deseo, te suplico: Habla, Señor,
que tu siervo escucha. No me hable Moisés, ni ninguno de los profetas; más
háblame tú, Señor, lumbre de todos los profetas, que tu solo sin ellos me
puedes enseñar perfectamente, mientras que ellos sin ti ninguna cosa
aprovechan. Pueden pronunciar palabras, más no dan espíritu; muy hermosamente
hablan, mas callando tú, no encienden el corazón; enseñan la letra, mas tú
abres el sentido; proclaman misterios, pero tú declaras el entendimiento de los
secretos. Pronuncian mandamientos, pero tú ayudas a cumplirlos; muestran el
camino, mas tú das esfuerzo para andarlo; obran por de fuerza solamente, mas tú
instruyes y alumbras los corazones; de fuera riegan, mas tú das la fertilidad;
ellos llaman con palabras, mas tú el entendimiento al oído… Habla, pues, tú, Señor,
que tu siervo oye; pues que ciertamente tienes palabras de vida eterna.
(Imitación de Cristo)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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