martes, 1 de diciembre de 2009

Pequeñas Semillitas 0919

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 0919 ~ Martes 1º de Diciembre de 2009
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)



Hola !!!
Iniciamos Diciembre, el último mes del año, el que nos conduce a la Navidad, para la cual estamos comenzando a prepararnos en estas cuatro semanas de Adviento. Por eso en este primer día del mes pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos dé el regalo de sus dones que harán de nosotros mejores cristianos con el corazón bien dispuesto para recibir a Jesús.


La Palabra de Dios :
Evangelio del día


En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
(Lucas 10, 21-24)

Comentario
Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio según san Lucas. El Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares adonde Él mismo ha de ir. Y regresan exultantes. Oyéndoles contar sus hechos y gestas, «Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).
La gratitud es una de las facetas de la humildad. El arrogante considera que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido, primero, hay que ser capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de las primeras palabras que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).
Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración, afirma que ella presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo más hondo del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede realizarse plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas las cosas».
Un alma sensible experimenta la necesidad de manifestar su reconocimiento. Es lo único que los hombres podemos hacer para responder a los favores divinos. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Desde luego, nos hace falta «dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo, en el Espíritu Santo; con la gran misericordia con la que nos ha amado, ha sentido lástima por nosotros, y cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos ha hecho revivir con Cristo para que seamos en Él una nueva creación» (San León Magno).
Abbé Jean GOTTIGNY (Bruselas, Bélgica)


Santoral Católico

San Eloy

San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo VII ya que Dios le concedió desde muy pequeño grandes cualidades para trabajar con mucho arte el oro y la plata. Nació en el año 588 en Limoges (Francia); su padre, que era también un artista en trabajar metales, se dio cuenta de que el niño tenía capacidades excepcionales para el arte y buscó formarlo mejor bajo la dirección de Abon, que era el encargado de fabricar las monedas en Limoges. Cuando aprendió bien el arte de la orfebrería se fue a París. Ahí, el rey Clotario II le encomendó la fabricación de un trono adornado con oro y piedras preciosas. El rey quedó admirado de la inteligencia y la habilidad de Eloy, nombrándolo jefe de la casa de la moneda.

Nuestro santo fabricó también los preciosos relicarios en los cuales se guardaron las reliquias de San Martín, San Dionisio, San Quintín, Santa Genoveva y San Germán.

El nuevo rey Dagoberto le regaló un terreno en Limousin, donde fundó un monasterio de hombres. Luego el rey le regaló un terreno en París y allá fundó un monasterio para mujeres. A sus religiosos les enseñaba el arte de la orfebrería y varios de ellos llegaron a ser muy buenos artistas.

Por sus grandes virtudes fue elegido obispo de Rouen, y se dedicó con todas sus energías a obtener que las gentes de su región se convirtieran al cristianismo, porque en su mayoría eran paganas. Se conservan 15 sermones suyos, en los que ataca fuertemente a la superstición

Murió el 1 de diciembre del año 660.


Pensamiento


"¿Quieres ayudar? Entonces involúcrate con quien necesita ayuda.
¿Quieres hacer la diferencia? Sé diferente.
¿Quieres ser usado por Dios? Ponte a disposición"


Tema del día :
¿Ir a Misa sin sentirlo?


Me preocupa haber encontrado no pocas personas a las que les han aconsejado -incluso algún sacerdote- no asistir a Misa el domingo si “no lo sentían”. De ser cierto estos consejos, significaría que el criterio moral para evaluar la conveniencia de la asistencia a Misa sería el siguiente: “Si lo sentís, tenéis el deber de ir a Misa; si no lo sentís no tenéis que ir (o al menos podrías no ir)”. Es un planteo que hace decisivos, desde el punto de vista moral, los sentimientos.

Si, con una pizca de ironía, nos colocamos en un contexto de buscar excusas para no ir a Misa, el asunto sonaría de tal manera que sentirse bien en Misa sería una carga, que me obliga a ir; y sentirse mal con la Misa, una fuerza liberadora del precepto. Ya se ve que hay algo que no funciona.

En efecto, si consideramos racionalmente la postura, nos daremos cuenta de que es sencillamente un disparate. Es lo que trataremos de analizar en estas líneas.

De entrada hay que decir que el criterio señalado es inaplicable. Para poder usarlo tendríamos que descubrir primero de qué sentimientos se trata: sentir ganas de ir a Misa, sentir emoción en Misa, aburrirse en Misa, sentir pereza, sentir simpatía o enojo con el sacerdote, sentir más ganas de otras cosas y un largo etcétera de posibles sentimientos. Una vez aclarado qué tipos de sentimientos aconsejarían no asistir a Misa; habría que preguntarse qué intensidad de sentimiento sería necesario para excusar de pecado o cometerlo. De más está decir que todo este planteo carece de sentido.

Sabemos qué nos pide Dios en primer lugar: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". No nos pide buenos sentimientos, sino que amemos "con obras y de verdad".

La superficialidad del argumento usado como justificante del abandono de la práctica religiosa, supone además ignorar varias realidades:

• Desconocer el valor salvífico de la Misa más allá de los sentimientos de los asistentes.
• Desconocer el valor de la obediencia a las leyes de la Iglesia.
• Desconocer el sentido del deber.
• Desconocer el valor del sacrificio como expresión de amor.
• Desconocer la psicología humana, ya que si dejo de hacer cosas buenas -está fuera de discusión la bondad del sacrificio Eucarístico- que me cuestan, difícilmente tendré ganas de hacerlas después. Y menos de apreciarlas.

El valor de la Misa

El consejo sería válido si la única función de la Misa fuera suscitar en quienes participan buenos sentimientos. Si fracasara en tal intento -que sería su única razón de ser- efectivamente sería inútil, y no nos serviría para nada la asistencia a la misma.
Pero la Misa es una acción divina, que santifica al mundo. Hay en ella mucho más de lo que veo, de lo que toco, de lo que siento. De manera que la Misa me sirve mucho más de lo que puedo darme cuenta, es más, no sólo me sirve, la necesito para tener vida eterna.

Preceptos y sentimientos

En el caso de la Misa dominical hay en juego algo más que la piedad: un precepto de la Iglesia. Y el cumplimiento de las leyes va más allá de los sentimientos. En este caso, además, se trata de un precepto que obliga gravemente (es decir, que su incumplimiento, en principio, es grave). Un legislador jamás contemplaría entre las causas excusantes del cumplimiento de la ley la carencia de sentimientos: los sentimientos no tienen lugar en el ámbito jurídico porque no pueden ser medibles objetivamente.

Si una persona flaquea y por debilidad falta a Misa el domingo, con humildad pedirá perdón al reconocer su falta, y Dios lo perdonará. El problema aparece cuando se intenta justificar la falta, para que deje de ser falta. Entonces, se confirma en el camino del abandono del cumplimiento de sus deberes religiosos. Y esto, lejos de acercarlo al amor de Dios, lo alejará de su presencia.

La falta de sentimientos puede ser ofensiva

En las relaciones humanas, la falta de sentimiento no exime del cumplimiento de deberes familiares o sociales. Por el contrario, si ése es el motivo del incumplimiento, lo hace más ofensivo. Si no asisto a la celebración del cumpleaños de un amigo, seguramente podrá entender las razones que me lo impiden. Pero si me justifico diciendo que no me dice nada su persona y su celebración, lejos de excusarme, la explicación hará más dolorosa mi ausencia, la convertirá en un auténtico desprecio.

Me parece que a Dios lejos de agradarle que un cristiano no vaya a Misa porque no lo siente, le resulta más ofensivo. Y le “duele” que no haga ningún esfuerzo por superar esa falta de sentimiento para estar con Él.

Sería muy egoísta la actitud de quien dejara de ir a Misa cuando deja de “sentir”: como si sólo buscara “sentirse bien” y cuando no lo consigue, la abandonara porque “ya no me sirve”. No vamos a Misa a sentirnos bien, sino a participar del mayor acto de amor de Dios por los hombres; no vamos a pasárnoslo bien, sino a dar Dios el culto que merece ofreciéndole nada menos que la entrega de Cristo y a buscar la gracia que necesitamos para ser buenos hijos de Dios. El valor de esto está mucho más allá de lo que yo pueda sentir. A Dios no le molesta que no sienta nada. Él sabe bien cómo es mi estado interior. Quiere que lo ame, incluso cuando mis sentimientos no me facilitan ese amor.

La solución verdadera

Quizá sea cierto que la mayor parte de la gente que deja de ir a Misa, lo haga por motivos “afectivos”: no siente nada, se aburre, no tiene ganas. Tienen fe, dicen amar a Dios, pero no los llena, no sienten nada. Y es la mayor donación de Dios a los hombres. Es una lástima, pero está muy lejos de justificar la falta de práctica religiosa.

Quienes están en esta situación tienen un problema, y tendrían que buscar cómo resolverlo. Quizá deberían plantearse que la Misa no tiene la “culpa”. Que la solución no es dejar de asistir, sino intentar que les diga algo, entenderla mejor, vivirla con más intensidad. Dejar de ir a Misa es la peor de todas las “soluciones” posibles a su falta de sentimientos, porque no soluciona nada. Nunca “gracias” a dejar de participar en la Misa conseguirán amar más a Dios, y sentir más intensamente ese amor.

Quien ama se lo pasa bien con el amado, pero no es eso lo que busca (el amor egoísta se busca a sí mismo). Quien busca dar gloria a Dios, sabe prescindir de sus sentimientos: busca agradarlo, aunque no saque nada de provecho personal.

Conclusión

Si faltas a Misa los domingos, por favor, no te justifiques diciendo que no te dice nada. No te excusará delante de Dios. Resulta evidente que a quien nos pide como primer mandamiento que lo amemos, no puede resultarle indiferente que le digamos que no sentimos nada por su compañía.

Si escuchas a alguien razonar de esta manera, decirle que lo piense mejor, porque es un razonamiento que carece de lógica por donde lo consideres.

Por otro lado, y para terminar, si ha habido tantas almas enamoradas de la Eucaristía, será que algo tiene, y habrá que ponerse en campaña para descubrirlo. Es todo un desafío.

Autor: P. Eduardo Volpacchio


Meditación breve


Una cosa es segura en la vida: que cambia constantemente. Justo cuando todo parece marchar a la perfección puedo enfrentarme súbitamente a un desvío. El cambio puede hacer que me sienta inseguro, pero mi confianza se recupera rápidamente cuando pongo la situación en manos de Dios.
Al recordarme que Dios está a cargo estoy aceptando esta verdad: el cambio contiene las semillas de algo que enriquecerá mi vida.
El cambio no es algo que deba temer. Simplemente significa que, por el momento, tomo un rumbo diferente. Cuando sé que Dios me acompaña en cada circunstancia, miro el cambio con expectativa.
A medida que aprendo a aceptar de buen grado el cambio, me resulta más fácil dejarme llevar por él. Sé que Dios está a cargo y que todo marcha bien. El orden divino trae cambios constantes a mi vida.


Pedidos de oración


Pedimos oración por Javier L., de Tres Lomas, Buenos Aires, Argentina, para que el Señor de los Milagros de Mailín lo acompañe para que pueda sanarse de su enfermedad renal y al mismo tiempo fortalezca a Martita, su esposa.


Pedimos oración por el eterno descanso del alma del señor Carlos F. que falleció el día 23 de noviembre en la ciudad de Panamá. Que el Señor lo reciba en su gloria.


Pedimos oración por el exito de la operación a la que será sometido mañana Omar M. en Puerto Rico, rogando al Buen Jesús que dirija las manos de los cirujanos para que el procedimiento tenga un final feliz.


Pedimos oración por la salud de Santo C. que habita en San Juan de la Concepción, Nicaragua, y está enfermo de cáncer de estómago. Que Dios Misericordioso le conceda la gracia de la sanación según sea Su voluntad.


Pedimos oración por la señora Juana F. G. que vive en Los Ángeles, California, afectada por un cáncer terminal, ya sin nada que hacer humanamente y en todo en manos de Dios, que seguramente dispondrá lo mejor para ella con la máxima paz y amor hasta el momento de recibirla en su Reino.


Pedimos oración por Sonia, que está radicada en Miami, USA, y padece de Diabetes que en estos últimos tiempos está descompensada y ademas ha tenido un accidente doméstico con esguince en su mano derecha. Que la Santísima Virgen interceda por ella para su pronta recuperación y que pueda gozar el feliz reencuentro con su familia.


Pedimos una oración por el matrimonio de Silvia G. y Omar Z., de Rosario, Argentina, que cumplen hoy 25 años de casados. Que la oración sea de acción de gracias por los años de unión bendecida por Dios y al mismo tiempo para pedir por muchos años más y por la felicidad de los hijos de este querido matrimonio.


Por dificultades laborales, pedimos oración por Sabrina, de Córdoba, Argentina.


Hoy se cumple un año de la partida hacia la Casa del Padre, del joven Eloy Matías B. que vivía en Avellaneda, Santa Fe, Argentina, y a los 22 años fue llamado por Dios luego de un accidente de tránsito. Su mamá Olga, lectora de esta página, agradece al Cielo por el regalo de haberlo tenido veintidos años en la familia irradiando amor y felicidad. Y nosotros nos unimos en oración para que el alma de Eloy Matías goce eternamente de la presencia de Dios en el cielo.


Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.


Espíritu Santo


Espíritu Santo, Amor de mis amores, ¡cuántas almas tienen grandes deseos de perfección pero no avanzan en la vida espiritual porque no te invocan a Ti, Espíritu Santo! Yo quiero ser del número de los que te invocan a cada momento, antes de emprender alguna tarea importante, antes de la oración, al levantarme y al acostarme. Quiero decirte todos los días la siguiente oración del Cardenal Mercier:
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma, te adoro! Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame; dime qué debo hacer, dame tus órdenes; te prometo someterme a todo lo que desees de mí y aceptar todo lo que permitas que me suceda; hazme tan solo conocer tu voluntad.


Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-


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