miércoles, 8 de agosto de 2018

Pequeñas Semillitas 3733

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 13 - Número 3733 ~ Miércoles 8 de Agosto de 2018
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
"Padre mío, permanece en mi mente desde el momento en que me despierte, y derrama Tu luz sobre mí todo el día. Que cada minuto sea una oportunidad más de estar Contigo. Y que no me olvide de darte las gracias cada hora por haber estado conmigo y porque siempre estás ahí presto a escucharme y a contestarme cuando te llamo. Y al llegar la noche, que todos mis pensamientos sigan siendo acerca de Ti y Tu Amor. Y que duerma en la confianza de que estoy a salvo, seguro de Tu cuidado y felizmente consciente de que soy Tu Hijo."
Así es como debería ser cada día. Practica hoy el final del miedo. Ten fe en Aquel que es tu Padre. Deja todo en Sus Manos, deja que Él te revele todo y no te desanimes, pues eres Su Hijo.

¡Buenos días!

Jueguen este número
¡Qué importante es tener un concepto claro de las prioridades de nuestra vida! Porque hay muchas cosas que debemos afrontar: sencillas o difíciles, urgentes o a largo plazo, importantes o secundarias. Urge, por lo tanto, una reflexión sobre lo que es para ti lo primero, lo imprescindible. Una vez Don Bosco dio una notable lección sobre este tema.

Iba Don Bosco caminando por el centro de Turín, cuando tres conocidos suyos le salieron al paso y le pidieron ansiosamente que les dijera qué número deberían jugar cada uno para salir premiados en una lotería. Sin inmutarse el santo les respondió de inmediato: Jueguen estos tres números: el diez, el cinco y el catorce. ¡La suerte es segura! Cuando, satisfechos por la indicación de quien sabían tenía el don de clarividencia, ya se iban a despedir, Don Bosco añadió: Voy a explicarles mi adivinación: el número diez son los mandamientos de Dios, el cinco, los preceptos de la Iglesia, y el catorce, las obras de misericordia. Jueguen siempre estos números y serán afortunados en esta vida y en la otra.

El santo tenía un concepto claro de las prioridades del hombre. Frente a la vida eterna que nos espera, es de tremenda importancia no perder el camino que conduce a la dicha sin fin con Dios. Jesús dijo claramente: “¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero –¡la lotería!– si pierde su vida (eternamente)?” Que esta luz oriente hoy tus tareas.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas de hoy 
Primera Lectura: Jer 31, 1-7

Salmo: Jer 31, 10-12b. 13

SANTO EVANGELIO: Mt 15,21-28
En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

Comentario:
Hoy, escuchamos a menudo expresiones como “ya no queda fe”, y lo dicen personas que piden a nuestras comunidades el bautizo de sus hijos o la catequesis de los niños o el sacramento del matrimonio. Esta palabra ve el mundo en negativo, muestra el convencimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor y que ahora estamos al final de una etapa en la que no hay nada nuevo que decir, ni tampoco nada nuevo por hacer. Evidentemente, se trata de personas jóvenes que, en su mayoría, ven con un cierto tono de tristeza que el mundo ha cambiado tanto, desde sus padres, que quizás vivían una fe más popular, que ellos no se han sabido adaptar. Esta experiencia les deja insatisfechos y sin capacidad de reacción cuando, de hecho, quizás están a la entrada de una nueva etapa que conviene aprovechar.
Este pasaje del Evangelio capta la atención de aquella madre cananea que pide una gracia para su hija, reconociendo en Jesús al Hijo de David: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada» (Mt 15,22). El Maestro queda sorprendido: «Mujer, grande es tu fe», y no puede hacer otra cosa que actuar a favor de aquellas personas: «que te suceda como deseas» (Mt 15,28), aunque parezca que no entran en sus esquemas. No obstante, en la realidad humana se manifiesta la gracia de Dios.
La fe no es patrimonio de unos cuantos, ni tampoco es propiedad de los que se creen buenos o de los que lo han sido, que tienen esta etiqueta social o eclesial. La acción de Dios precede a la acción de la Iglesia y el Espíritu Santo está actuando ya en personas de las que no hubiéramos sospechado que nos traerían un mensaje de parte de Dios, una solicitud a favor de los más necesitados. Dice san León: «Amados míos, la virtud y la sabiduría de la fe cristiana son el amor a Dios y al prójimo: no falta a ninguna obligación de piedad quien procura dar culto a Dios y ayudar a su hermano».
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santo Domingo de Guzmán
Sacerdote y Fundador
 
[Murió el 6 de agosto y su memoria se celebra el 8 del mismo mes]. Nació en Caleruega (Burgos, España) hacia el año 1171. Estudió teología en Palencia. Como sacerdote y canónigo de la diócesis de Osma, acompañó a su obispo al norte de Europa, y en aquellos viajes conoció los graves problemas de la Iglesia, los estragos que hacían las herejías, en particular la albigense en el sur de Francia, la deficiente preparación del clero, la vida poco ejemplar de clérigos y laicos. Consciente de la situación, se entregó a la predicación, y para dar mayor alcance a su tarea evangelizadora fundó, con los compañeros que se le adhirieron, la Orden de Predicadores o de los Dominicos, cuya influencia fue enorme en el siglo XIII y lo ha seguido siendo. Adoptó la Regla de San Agustín a la que se añadieron las Constituciones propias. La tradición ha unido en fraterno abrazo a santo Domingo y a san Francisco, símbolo de la comunión de sus dos familias al servicio de la Iglesia. Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221 y fue canonizado en 1234.
Oración: Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net

Pensamientos del día

“Con los pies descalzos salgamos a predicar [...]
Tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”.

“La Iglesia es enviada a proclamar el Evangelio,
anunciando a Jesucristo y dando testimonio de amor fraterno”.

“Jesucristo nos pide proclamar la Buena Nueva
con un lenguaje que haga más cercano
el mismo Evangelio de siempre
a las nuevas realidades culturales de hoy”.
Sto. Domingo de Guzmán

Tema del día:
El simple arte de bendecir 
Bendecir significa desear y querer incondicionalmente el bien ilimitado.

Al despertar, bendigan su jornada, porque está ya desbordando de una abundancia de bienes que sus bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del universo. Ese bien lo único que espera es una señal suya para poder manifestarse.

Al cruzar con la gente por la calle, en el autobús, en su lugar de trabajo, bendigan a todos. La paz de su bendición será la compañera de su camino, y el aura de su discreto perfume será una luz en su itinerario. Bendigan a los que los encuentren, derramen la bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás. Bendíganlos en sus bienes y en sus recursos. Bendíganlos de todas las formas imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de su propia vida.

Mientras pasean, bendigan su aldea o su ciudad, bendigan a los que la gobiernan y a sus educadores, a sus enfermeras y a sus barrenderos, a sus sacerdotes y a sus prostitutas. En cuanto alguien les muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, respondan con una bendición silenciosa. Bendíganlos totalmente, sinceramente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los protege de la ignorancia de sus maldades, y cambia de rumbo la flecha que les han disparado.

Bendecir significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado –para los demás y para los acontecimientos de la vida–, haciéndolo aflorar de las fuentes más profundas y más íntimas de su ser. Esto significa venerar y considerar con total admiración lo que es siempre un don del Creador, sean cuales fueren las apariencias. Quien sea afectado por su bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero. Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él con profundo reconocimiento, evocarle con gratitud. Significa además llamar a la felicidad para que venga sobre él, dado que nosotros no somos nunca la fuente de la bendición, sino simplemente los testigos gozosos de la abundancia de la vida.

Bendecirlo todo, bendecir a todos, sin discriminación alguna, es la forma suprema del don, porque aquellos a los que bendicen nunca sabrán de dónde vino aquel rayo de sol que rasgó de pronto las nubes de su cielo, y ustedes raras veces serán testigos de esa luz que ha iluminado su vida.

Cuando en su jornada surja algún suceso inesperado que los desconcierte y eche por tierra sus planes, exploten en bendiciones, porque entonces la vida está a punto de enseñarles una lección, aunque su copa pueda parecerles amarga. Porque ese acontecimiento que creen tan indeseable, de hecho lo han suscitado ustedes mismos para aprender la lección que se les escaparía si vacilaran a la hora de bendecirlo. Las pruebas son otras tantas bendiciones ocultas. Y legiones de ángeles siguen sus huellas.

Bendecir significa reconocer una belleza omnipresente, oculta a los ojos materiales. Es activar la ley universal de la atracción que, desde el fondo del universo, traerá a su vida exactamente lo que necesitan en el momento presente para crecer, avanzar y llenar la copa de su gozo.

Cuando pasen por delante de una cárcel, derramen la bendición sobre sus habitantes, sobre su inocencia y su libertad, sobre su bondad, sobre la pureza de su esencia íntima, sobre su perdón incondicional. Porque sólo se puede ser prisionero de la imagen que uno tiene de sí mismo, y un hombre libre puede andar sin cadenas por el patio de una prisión, lo mismo que los ciudadanos de un país libre pueden ser reclusos cuando el miedo se acurruca en su pensamiento.

Cuando pasen por delante de un hospital, bendigan a sus pacientes, derramen la bendición sobre la plenitud de su salud, porque incluso en su sufrimiento y en su enfermedad, esa plenitud está aguardando simplemente a ser descubierta. Y cuando vean a alguien que sufre y llora o que da muestras de sentirse destrozado por la vida, bendíganlo en su vitalidad y en su gozo: porque los sentidos sólo presentan el revés del esplendor y de la perfección última que sólo el ojo interior puede percibir.

Es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo. Mantengan en sí mismos, por tanto, ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa, porque de ese modo serán de esas personas que son artesanos de la paz, y un día descubrirán por todas partes el rostro mismo de Dios.

Posdata: por encima de todo, no se olviden de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor, que son ustedes mismos.
© Pierre Pradervand    

Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
 
¡María es una madre! Que todos se pregunten primero sobre su relación con su madre. Lo que ha sido vital, lo que ha sido constructivo, lo que pudo haber sido perjudicial en esta relación con ella. Y luego, ¿cuál es mi relación con Jesús?; ya que María nos reenvía hacia Su Hijo incesantemente. Nada le pertenece y las gracias que obtenemos de ella vienen de Jesús. Poco importa lo que le pidamos. Si le pedimos de corazón, la fe y el amor para una madre tan bella y perfecta, obtendremos gracias, incluso si ellas no siempre coinciden con la expectativa de partida.
¿Por qué suplicar a María en lugar de a Jesús? Cuando somos católicos, Jesús es el objetivo principal de nuestra oración, junto al Padre y al Espíritu Santo. Pero "el corazón tiene sus razones que la razón no sabe", y nos hace volvernos hacia su Madre y nuestra Madre. Orar a María es tal vez hacer que nuestra oración sea más concreta, más cercana a las realidades de nuestra vida cotidiana. Es creer en el amor por ella y así abrir cada vez más nuestros corazones de hijos e hijas. Finalmente, orar a María es contemplar a Jesús de manera diferente, como Hijo y como Hermano.
Padre Bertrand Cormier

Pedidos de oración 
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los pacientes internados en la Casa de la Bondad en  Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Cinco minutos del Espíritu Santo 
Agosto 8
Hoy la Iglesia celebra a Santo Domingo. En su vida podemos reconocer cómo el Espíritu Santo nos sorprende y a veces nos lleva a hacer cosas que no se entienden mucho, pero que son necesarias para el Reino de Dios.
Ese Reino ya está presente en el mundo, y está desarrollándose de manera misteriosa. Va creciendo aquí y allá, de diversas maneras. Como la semilla pequeña, que puede llegar a convertirse en un gran árbol (Mateo 13,31-32). Como el puñado de levadura, que fermenta una gran masa (Mateo 13,33). Y crece en medio de la cizaña (Mateo 13,24-30), también mientras dormimos, sin que lo advirtamos (Marcos 4,26-29). Por eso puede sorprendernos gratamente, y mostrar cómo nuestra cooperación con la gracia siempre produce frutos en el mundo. Pero es necesario cooperar con ese poder divino tratando de estar disponibles, liberados de los controles, esquemas y seguridades para dejarnos llevar donde el Espíritu Santo quiera y para anunciar el Evangelio sin demoras.
Esa urgencia es la que vemos plasmada en Santo Domingo. Él, dos años después de fundar su congregación, formada sólo por 16 personas, envió a los dominicos a París, Bolonia, Roma y España. En esos lugares debían fundar conventos, estudiar y predicar. Nadie entendía esa dispersión de pocas personas, con el riesgo de que la obra dominicana se acabara en poco tiempo. Pero el argumento de Domingo era el siguiente: "Amontonando el trigo, se arruina; esparcido, fructifica".
Esta opción arriesgada de Domingo, que podía acabar en poco tiempo con su recién nacida congregación, se explicaba por una convicción profunda: ya no bastaba con fundar monasterios, centros contemplativos donde los monjes vivían seguros y en calma. Ahora se trataba de anunciar el Evangelio por todas partes, y viviendo en la inseguridad de los caminos, pobres y confiados en la providencia. Él confió en el Espíritu Santo, que le hacía ver esta necesidad, aunque muchos no podían comprenderlo.
El mundo necesitaba profetas, y el ideal de Domingo era vivir predicando el Evangelio como los Apóstoles. En él y en sus compañeros el Espíritu Santo había derramado el carisma de la predicación, y entonces no tenía sentido quedarse quietos en unos pocos conventos. La Palabra de Dios era en ellos como un fuego que no se podía contener (Jeremías 20,9). Pidamos al Espíritu Santo que logremos experimentar esa hermosa pasión.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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