PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3571 ~ Martes 23 de Enero de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Jesús
es nuestro amigo más fiel e incondicional. Tengamos presente que:
Si
quieres curar tus heridas, Él es médico.
Si
estás ardiendo de fiebre, Él es manantial.
Si
estás oprimido por la iniquidad, Él es justicia.
Si
tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza.
Si
temes la muerte, Él es vida.
Si
deseas el cielo, Él es el camino.
Si
refugio de las tinieblas, Él es luz
Si
buscas manjar, Él es alimento.
¡Buenos días!
Enumera tus bendiciones
Hoy
te ofrezco un texto hermoso que me envió un amigo muy fiel en el día de mi
cumpleaños. Quiero hacerte participar de la sabiduría de su contenido y de esa
armonía que pareciera emanar de la magia de las palabras.
En este momento tan especial de tu vida… enumera tus
bendiciones. Vuelve a descubrir tus capacidades. Sonríe con gratitud por los
dones recibidos. Esparce alegría y buen humor. Olvida tus preocupaciones. Deja
en manos de Dios el cuidado de todos tus problemas. Reserva tiempo para ti
mismo. Ten disponibilidad para recibir a la gente. Goza las maravillas de cada
día. Percibe la belleza por doquier. Contempla las estrellas. Observa un
amanecer. Escucha llover sobre los techos. Acepta un riesgo. Prueba algo nuevo.
Alberga ideas renovadoras. Aminora la marcha. Ten paciencia. Sé prudente.
Cultiva la fe. Vive los mensajes de Dios. Confía en los otros. Celebra con entusiasmo el don de la vida.
¿Maravilloso,
verdad? La sugerencia fundamental está en habituarte a descubrir y enumerar las
bendiciones de cada día: para agradecerlas al Señor, fortificar tu confianza en
él y gozar de las delicadezas de su amor. Que la alegría del Señor sea tu
fortaleza.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le
envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!,
tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les
responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que
estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis
hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi
madre». (Mc
3,31-35)
Comentario:
Hoy
contemplamos a Jesús —en una escena muy concreta y, a la vez, comprometedora—
rodeado por una multitud de gente del pueblo. Los familiares más próximos de
Jesús han llegado desde Nazaret a Cafarnaum. Pero en vista de la cantidad de
gente, permanecen fuera y lo mandan llamar. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus
hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan» (Mc 3,31).
En
la respuesta de Jesús, como veremos, no hay ningún motivo de rechazo hacia sus
familiares. Jesús se había alejado de ellos para seguir la llamada divina y
muestra ahora que también internamente ha renunciado a ellos: no por frialdad
de sentimientos o por menosprecio de los vínculos familiares, sino porque
pertenece completamente a Dios Padre. Jesucristo ha realizado personalmente en
Él mismo aquello que justamente pide a sus discípulos.
En
lugar de su familia de la tierra, Jesús ha escogido una familia espiritual.
Echa una mirada sobre los hombres sentados a su alrededor y les dice: «Éstos
son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi
hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35). San Marcos, en otros lugares de
su Evangelio, refiere otras de esas miradas de Jesús a su alrededor.
¿Es
que Jesús nos quiere decir que sólo son sus parientes los que escuchan con
atención su palabra? ¡No! No son sus parientes aquellos que escuchan su
palabra, sino aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios: éstos son su
hermano, su hermana, su madre.
Lo
que Jesús hace es una exhortación a aquellos que se encuentran allí sentados —y
a todos— a entrar en comunión con Él mediante el cumplimiento de la voluntad
divina. Pero, a la vez, vemos en sus palabras una alabanza a su madre, María,
la siempre bienaventurada por haber creído.
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet, Barcelona,
España)
Santoral Católico:
San Ildefonso
Obispo de Toledo
Nació
en Toledo, de noble familia, sobre el año 606. De joven estuvo en Sevilla
estudiando junto a san Isidoro. Vuelto a su ciudad natal, profesó pronto en el
monasterio de Agalí, en las afueras de Toledo, uno de los más insignes de la
España visigoda, del que llegó a ser abad. El año 657, a la muerte de su tío
san Eugenio, lo eligieron para sucederle en la silla metropolitana. Pastor
celoso, reformador, lleno de espíritu de sabiduría y prudencia, desarrolló una
gran labor catequética. Escribió magníficos tratados de teología y libros
litúrgicos; su obra "De viris illustribus" es como una continuación
de las "Etimologías" de san Isidoro. Destacó por su devoción a la
Virgen María, cuya virginidad perpetua defendió. Según la tradición, la Virgen
se le apareció en la catedral, alabó su labor y le regaló una casulla preciosa.
Murió el 23 de enero del año 667. Su cuerpo fue trasladado a Zamora.
Oración: Dios todopoderoso, que hiciste a san
Ildefonso insigne defensor de la virginidad de María, concede a los que creemos
en este privilegio de la Madre de tu Hijo sentirnos amparados por su poderosa y
materna intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano - Aciprensa
Palabras del Papa Francisco
“Es importante tener amigos en quien poder confiar.
Pero es esencial tener confianza en el Señor, que
nunca falla.
Es nuestra amistad con Dios, donada desde Jesús,
una amistad que cambia nuestra vida
y nos colma de entusiasmo, de alegría”
Tema del día:
Jesús, el mejor amigo
Hay
una leyenda en la que se cuenta que un hombre cayó en un pozo. Pasó Buda y le
dijo: “Si hubieras cumplido lo que yo enseño, no te habría sucedido eso”. Pasó
Confucio, y le dijo: “Cuando salgas, vente conmigo y te enseñaré a no caer más
en el pozo”. Pasó Jesús, vio a aquel hombre desesperado, y bajó al pozo para
ayudarlo a salir. Jesús es el amigo que ha dado la vida por los amigos y
enemigos.
Jesús,
se hizo uno de nosotros por amor y toda su vida fue una total entrega de amor.
Veamos algunos rasgos: Así trata Jesús al joven desconocido que se acerca a él
buscando orientación: “Fijando en él su mirada, le amó” (Mc 20,21); a la mujer
pecadora que llora a sus pies: “Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha
salvado. Vete en paz” (Lc 7,48-50); a su discípulo Pedro: “Fijando su mirada en
él, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas” (Jn 1,42).
Encontramos también en Jesús el afecto, incluso emocionado, hacia las personas,
que no es signo de debilidad sino revelación de un sentimiento hondo de amor y
de amistad. Así reacciona ante unos ciegos que le piden su curación: “Jesús se
conmovió, tocó sus ojos, y al momento recobraron la vista y le siguieron” (Mt
20,34).
Es
conocida la escena de Betania; al acercarse a María, desconsolada por la muerte
de su hermano Lázaro, Jesús, “viéndola llorar… se conmovió profundamente y se
echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Miren cuánto lo quería!” (Jn 11,33-35).
El mismo afecto emocionado manifiesta Jesús ante la ciudad de Jerusalén: “Al
acercarse y ver la ciudad, se le saltaron las lágrimas por ella y dijo: ¡Si
también tú comprendieras lo que conduce a la paz! Pero no, no tienes ojos para
verlo” (Lc 19,41). Así es Jesús. Basta una palabra, una situación humana, un
sufrimiento, para que brote su afecto lleno de ternura.
Amistad
significa también benevolencia, es decir, un afecto que quiere y busca el bien
de las personas; así lo hace Jesús. “Al desembarcar, vio una gran multitud; se
conmovió porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas
cosas” (Mc 6,33). Esta amistad se manifiesta de forma más entrañable con las
personas por las que siente predilección especial; así sucede con la familia de
Marta. El evangelista señala que “Jesús quería a Marta, a su hermana y a
Lázaro” (Jn 11,5). Pero también con el discípulo que lo ha negado: “El Señor se
volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras que le había dicho el
Señor” (Lc 22,61).
La
amistad se convierte en compasión cuando las personas queridas sufren o se
encuentran mal; el amigo se acerca al sufrimiento del otro, lo acoge, se
identifica con su dolor y sus problemas, sufre, acompaña, ayuda. En cierta
ocasión se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: “Si quieres, puedes
limpiarme”. Conmovido, Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: “Quiero, queda
limpio” (Mc 1,40-41). En Naím, al ver a una viuda llorando la muerte de su hijo
único, Jesús se acerca. “Al verla el Señor se conmovió y le dijo: No llores”
(Lc 7,13).
Amistad
significa entrega, donación al otro. El amigo sabe dar gratuitamente, regalar
su tiempo, su compañía, sus fuerzas, su vida entera. Los evangelistas describen
a Jesús “desviviéndose” por los demás, entregando lo mejor de sí mismo a todos.
No busca su éxito, su prestigio o bienestar; es el amor lo que anima su vida
entera. “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su
vida en rescate por todos” (Mc 10,45). Su crucifixión no es sino la culminación
de esa entrega. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el extremo” (Jn 13,1).
Jesús
ofrece su amistad a todos, incluso a aquellos que son excluidos de la
convivencia social (leprosos) o separados de una relación amistosa (publicanos,
prostitutas); se acerca a ellos, se sienta a su mesa, los acoge y la gente lo
llama amigo de publicanos y pecadores. Los evangelistas destacan la amistad
particularmente honda y entrañable que Jesús vive y cultiva con sus discípulos;
Jesús les va revelando sus secretos más íntimos en una atmósfera de
comunicación amistosa. No los llama ya siervos porque un siervo no conoce lo
que hace su señor, a ellos los llama amigos, y les da a conocer lo que ha oído
del Padre (Jn 15,15).
De
esta forma se establece entre Jesús y sus discípulos una comunión de afecto y
amistad. Jesús llegará a decir que quien escucha a los otros, a él le escucha
(Lc 10,16). Incluso, el discípulo traidor viene llamado “amigo” hasta el final
(Mt 26,50). Jesús les muestra hasta qué extremo llega su amistad. “Nadie tiene
mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). Su muerte será un
don: “Nadie me quita la vida".
© P. Eusebio Gómez Navarro
Meditaciones
Algunos
años, apenas, después de la muerte y resurrección de Jesús, en el año 40 tuvo
lugar la primera aparición mariana. La Virgen María apareció a uno de los
apóstoles, Santiago el Mayor, hermano de San Juan, en Zaragoza, España. Esta
aparición es conocida como Nuestra Señora del Pilar.
En
los primeros días de la era cristiana, Santiago había partido a evangelizar la
provincia romana de Hispania, la futura España. Encontró numerosos obstáculos y
conoció un gran periodo de desánimo.
Una
noche, mientras rezaba en las orillas del rio Ebro, fue rodeado súbitamente por
una luz intensa y tuvo una visión: la Virgen María, de pie sobre una columna de
jaspe.
La
Virgen se dirigió a él con palabras de ánimo asegurándole que su apostolado
daría frutos. Le pidió que una iglesia fuese construida ahí donde ella se había
aparecido pues retirándose dejó la columna de jaspe así como una estatua de
ella que llevaba el niño Jesús en sus brazos. La Virgen en aquélla época vivía
en Jerusalén y se encontró en dos lugares diferentes simultáneamente: hubo
bilocación.
Santiago
hizo construir una capilla en el lugar designado por la Virgen. Actualmente se
ha convertido en una basílica conocida bajo el nombre de Nuestra Señora del
Pilar y se sitúa precisamente en el lugar donde la Virgen se apareció hace
aproximadamente 2000 años.
(Un minuto con María)
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos
oración por el eterno descanso del alma de Paola T., de Italia. Que el Señor ya
la haya recibido en el cielo y la familia encuentre la paz y el consuelo.
Pedimos
oración por las siguientes personas de Argentina: M. Victoria P. E., afectada de ataques de pánico y con problemas en
la vista; Matías P. E., por su
trabajo; M. T. y su mamá M. E., que atraviesan serios problemas
que los tienen muy alterados. Que nuestro Señor Jesucristo conceda a todas
estas personas las gracias que tanto necesitan.
Continuamos
unidos en oración por medio del rezo del Santo Rosario poniendo en Manos de
Nuestra Madre Bendita todas nuestras preocupaciones, alegrías y necesidades,
poniendo al mundo entero en Manos de nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para
el mundo. Al rezar por la paz, rezamos
por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia sea
desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no
encuentran el camino, paz para los deprimidos. Paz para los que no han tenido
la dicha de conocer al Amor. En fin rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras
debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención
del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Enero 23
Uno
de los aspectos más fuertes de nuestra existencia es el deseo de vivir
intensamente. Eso es lo que lleva a muchos jóvenes a tomar un auto y llevarlo a
toda velocidad, o a buscar drogas excitantes, o a desbocarse en relaciones
sexuales cada vez más desenfrenadas, etc.
Es
mejor que no nos engañemos con esas falsas fuentes de vida. Cultivemos lo más
grande y noble que tenemos, la vida interior. Si no lo hacemos, buscaremos cada
vez más esas falsas experiencias que nos engañan, y cada vez nos sentiremos más
muertos por dentro.
Algunos
viven confundidos, creyendo que entregarse al Espíritu Santo es peligroso, como
si él pudiera quitarles el entusiasmo por vivir. Nada más contrario a la
realidad. Porque el Espíritu Santo es vida, vida pura, vida plena, vida divinamente
intensa, vida total. Y si algo en este mundo tiene vida, es porque allí está el
Espíritu Santo derramando una gota de su vida infinita. Leamos cómo lo dice la
Biblia: "El Espíritu es el que da la vida" (Juan 6,63). "La
letra mata, pero el Espíritu da vida" (2 Corintios 3,6).
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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