PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3134 ~ Miércoles 21 de Setiembre de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Un
sacerdote, amigo mío, me manifestaba lo que le había pasado un día en el
momento de la consagración del vino. En ese momento, ante sus ojos asombrados,
vio cómo el vino del cáliz empezó a burbujear y miles de burbujas se movían,
mientras decía las palabras: “Este es el
cáliz de mi sangre...” Así Dios le hizo entender, de un modo
extraordinario, la maravillosa realidad de la conversión del vino en su sangre
divina. A partir de ese momento, su fe en la Eucaristía se reafirmó para
siempre.
No
dudemos, digamos como Santo Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Y procuremos, en
esos momentos, estar de rodillas ante nuestro Dios. No seamos meros
espectadores, indiferentes a lo que se celebra ¿Acaso estamos de pie para que
no se manche nuestra ropa? Alguien ha dicho que nunca es el hombre más grande
que cuando está de rodillas. No te avergüences de estar de rodillas ante tu
Dios.
* P. Ángel Peña
¡Buenos días!
Humor en el cuartel
Al
nacer se nos regaló un capital de tiempo, capacidad de trabajo, un temperamento
y carácter especial, y una vocación señalada por nuestras aptitudes e
inclinaciones… ¿Cómo usas estos dones? ¿Pasas por la vida haciendo el bien,
ayudando, ofreciendo tus capacidades? No las escondas con egoísmo, porque se
atrofiarían.
Reúnen a todos los soldados en el patio del cuartel y
forman una línea, y el sargento dice: —El que tenga una navaja, dé un paso al
frente. Y un soldado dijo: —Yo tengo una, mi sargento. Y el sargento dice:
—Okay, usted se va a Hawai por una semana, y todos los gastos pagados. Al
siguiente día, el sargento vuelve a preguntar: —El que tenga una navaja, dé un
paso al frente. Y todos dan un paso al frente y el sargento les dice: —¡Okay,
hoy, todos a pelar papas!
El
mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es negación
del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada día puedes empezar
a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica se te irá abriendo el
corazón, descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes
mucho más de lo que das.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, cuando Jesús se iba de allí, al pasar vio a un hombre llamado
Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó
y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron
muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro
con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico
los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué
significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he
venido a llamar a justos, sino a pecadores». (Mt 9,9-13)
Comentario:
Hoy
celebramos la fiesta del apóstol y evangelista san Mateo. Él mismo nos cuenta en
su Evangelio su conversión. Estaba sentado en el lugar donde recaudaban los
impuestos y Jesús le invitó a seguirlo. Mateo —dice el Evangelio— «se levantó y
le siguió» (Mt 9,9). Con Mateo llega al grupo de los Doce un hombre totalmente
diferente de los otros apóstoles, tanto por su formación como por su posición
social y riqueza. Su padre le había hecho estudiar economía para poder fijar el
precio del trigo y del vino, de los peces que le traerían Pedro y Andrés y los
hijos de Zebedeo y el de las perlas preciosas de que habla el Evangelio.
Su
oficio, el de recaudador de impuestos, estaba mal visto. Quienes lo ejercían
eran considerados publicanos y pecadores. Estaba al servicio del rey Herodes,
señor de Galilea, un rey odiado por su pueblo y que el Nuevo Testamento nos lo
presenta como un adúltero, el asesino de Juan Bautista y el que escarneció a
Jesús el Viernes Santo. ¿Qué pensaría Mateo cuando iba a rendir cuentas al rey
Herodes? La conversión de Mateo debía suponer una verdadera liberación, como lo
demuestra el banquete al que invitó a los publicanos y pecadores. Fue su manera
de demostrar el agradecimiento al Maestro por haber podido salir de una
situación miserable y encontrar la verdadera felicidad. San Beda el Venerable,
comentando la conversión de Mateo, escribe: «La conversión de un cobrador de
impuestos da ejemplo de penitencia y de indulgencia a otros cobradores de
impuestos y pecadores (...). En el primer instante de su conversión, atrae
hacia Él, que es tanto como decir hacia la salvación, a todo un grupo de
pecadores».
En
su conversión se hace presente la misericordia de Dios como lo manifiestan las
palabras de Jesús ante la crítica de los fariseos: «Misericordia quiero, que no
sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13).
* Rev. D. Joan PUJOL i Balcells (La Seu d'Urgell,
Lleida, España)
Santoral Católico:
San Mateo
Apóstol y Evangelista
Nacido
en Cafarnaún, era de profesión publicano o recaudador de impuestos cuando Jesús
lo llamó. Escribió en arameo el primero de los evangelios, que relata así su
vocación. Vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los
impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y estando en la
mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se
sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los
discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Y a partir de
entonces el nombre de Mateo figura entre los Doce elegidos por el Señor. En su
evangelio proclama principalmente que Jesucristo, hijo de David, hijo de
Abrahán, llevó a plenitud el Antiguo Testamento. Dos de los cuatro evangelistas
dan a San Mateo el nombre de Leví, mientras que San Marcos lo llama, "hijo
de Alfeo". Posiblemente Leví era su nombre original y adoptó el mismo el
nombre de Mateo cuando se convirtió en seguidor de Jesús. Por lo demás, poco
sabemos de su actividad apostólica y de las circunstancias de su martirio. Se dice
que predicó en el Oriente.
Oración: Oh Dios, que en tu infinita misericordia te
dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol,
concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte
siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa Francisco
““Hemos
venido a Asís como peregrinos en busca de paz” […]
“Nosotros
no tenemos armas.
Pero
creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración” […]
“Sólo
la paz es santa… no la guerra” […]
“No
nos cansamos de repetir que nunca se puede
usar
el nombre de Dios para justificar la violencia” […]
“En
esta jornada, la sed de paz
se
ha transformado en una invocación a Dios,
para
que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia”
Tema del día:
¿A quién admiras tú?
La
Iglesia católica reconoció recientemente en Roma la santidad de la Madre Teresa
de Calcuta. La santa de la sonrisa. La patrona de los pobres. La santa de las
cloacas. Y en ella reconoció la luz de Dios en su vida. La ventana abierta al
cielo en sus obras, en el misterio de su amor crucificado.
El
otro día leía: “Esa es la diferencia entre el ídolo y el icono. El icono
refleja algo que está más allá. Al ídolo lo admiramos en sí mismo. Se agota en
sí. Tiene algo de vacío. El santo es, para nosotros, un icono, una ventana
abierta a la divinidad”.
Los
santos tienen algo de frescura. Murieron pero siguen vivos. Vivos en sus
palabras, en sus obras. Vivos en aquellos que siguieron su estilo, su forma de
vida, su manera de amar. Vivos porque nunca muere aquel que vive para Dios.
El
icono vive vuelto hacia Dios. Sin Él su vida carece de sentido. No se ha
buscado a sí mismo. No quiere ser el santo más grande, el más famoso. No
pretende ser el hijo más valioso del Padre. Simplemente sabe que es amado por
Dios profundamente y ese amor lo sostiene.
Los
santos despiertan en nuestro corazón el deseo de aspirar a grandes cosas. Los
ídolos no nos llevan a Dios, se agotan en ellos mismos. Pasan y se olvidan con
el paso del tiempo. Sus gestas quedan en los libros de records, en las
estadísticas. Pero no han cambiado el mundo con su paso.
Todos
necesitamos ídolos a los que admirar. Y santos a los que seguir. La calidad de
nuestros ídolos determina nuestra propia calidad humana. ¿Quién es mi ídolo? ¿A
quién admiro? El ídolo refleja algo de esa belleza que anhelo.
Pero
al mismo tiempo necesito santos a los que seguir. Santos que sean una ventana
humana abierta al cielo. Una ventana de aire fresco en mi vida que me empuje a
realizar grandes gestas, a soñar alto. Santos vivos que me ayuden a cambiar mi
forma de vivir y de amar.
¿A
quién sigo? ¿A quién busco? ¿Cuáles son mis santos preferidos? Esos santos me
abren el corazón de Dios. Me muestran con sus vidas algo de la belleza de
Jesús. Pero no nos detenemos en ellos. Vamos más allá.
Dice
un aforismo: “Cuando el sabio apunta al cielo, el necio mira el dedo”. Miro a
los santos. Miro el dedo apuntando al cielo. Y voy más allá de sus límites
humanos.
Busco
al Dios que late en el corazón de la Madre Teresa. Al Jesús que cautivó
hondamente su corazón de hija. Busco a ese Dios que me ama a mí. Que late
también en mí.
Porque
sé que necesito la conversión del alma para vivir en plenitud. Necesito
escuchar que el cielo se alegra cuando yo me convierta de verdad.
Quiero
ser santo. No para ser canonizado. No para ser recordado. No para hacerlo todo
bien. Sino para vivir en esa ventana abierta, en esa puerta a la que Él llega a
darme un abrazo diario. A decirme que me quiere y acoge. Para recordarme todo
lo que valgo.
Quiero
ser santo para ser yo puente, ventana, puerta. Y no barrera que no deje ver el
rostro de Dios. Quiero ser trasparente de Dios. Fuente de la que otros puedan
beber esa agua que viene de Dios.
Santidad
no es perfección, ni hacer bien todo lo que me proponga. Un santo es un héroe
mortal y pecador, que siempre que cae se levanta de nuevo. Que se conoce y pone
a disposición de Dios las pasiones de su alma.
Como
decía el padre José Kentenich, es necesario “abordar la tarea de descubrir
nuestro mundo interior. Y hacerlo de la manera más plena posible. Nuestro mundo
interior que es más insondable que el mar. Las pasiones son las que nos pueden
convertir en canallas y también, cuando sabemos administrarlas rectamente, las
que nos pueden convertir en santos o al menos en apóstoles útiles”.
La
santidad consiste entonces más bien en dejarme hacer por Dios. Desde el barro
de mi alma, desde esas pasiones mías que me pueden llevar por un camino o por
otro.
Se
trata de no querer yo retener las riendas de mi vida. ¡Cuánto me cuesta dejar a
Dios el sitio desde el que gobierno mi vida! Me cuesta hacerme a un lado para
que mi vida sea la suya, en la que Él brille y yo esté oculto. En mi carne, su
luz. En mi vida, su fuego.
Veo
a la Madre Teresa canonizada y me dan ganas de ser más generoso, de buscar más
a Dios, de mirar con misericordia a los desamparados, a los abandonados.
No
quiero pasar de largo por la vida de los hombres. Quiero ser un signo del amor
de Dios para los que son más despreciados. No quiero esconderme en mi burbuja y
pensar que todo está bien, tranquilo. Hay tanta sed. Tienen tanta sed. Y yo no
tengo agua, pero el agua me viene de Jesús. Él, que también tiene sed, tiene el
agua viva que sacia mi sed. Lo miro a Él. Me dejo hacer por Él.
*Aleteia
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verlo tienes que ir al final de esta página
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"Juan Pablo II inolvidable"
recordando los 30 años de la reunión en Asís.
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Los cinco minutos de Dios
Setiembre 21
Hay
una persona a la que no es conveniente perdonarle nada; esa persona eres tú y
nadie más que tú.
Hay
una persona con la que debes ser en extremo exigente; esa persona eres tú, pero
nadie más que tú.
Hay
una persona con la que debes mostrarte rígido y duro; pero no te confundas: esa
persona eres tú, pero nadie más que tú.
Hay
una persona con la que nunca debes mostrarte indulgente; esa persona eres tú y
nadie más que tú.
¿No
alteras con frecuencia los términos, siendo indulgente contigo y duro con los
demás, suave y complaciente contigo y violento y áspero con los demás?
En
este caso el orden de factores sí que altera el producto y lo altera
fundamentalmente.
“Si no me escuchan y no cumplen todos estos
mandamientos; si desprecian mis preceptos y muestran aversión por mis leyes, si
dejan de practicar mis mandamientos y quebrantan mi alianza, yo, a mi vez, los
trataré de la misma manera” (Lv 26,14-46). Hay un compromiso entre tú y Diois;
si tú no eres fiel, no esperes que el Señor lo sea contigo: todo depende de ti:
ya que Dios nunca te fallará.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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