domingo, 18 de septiembre de 2016

Pequeñas Semillitas 3131

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 3131 ~ Domingo 18 de Setiembre de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La parábola de hoy se presta a mala interpretación. Cristo alaba al administrador infiel, pero como es lógico Cristo no alaba el fraude, lo que alaba es la sagacidad en asegurarse el futuro. Hay que ser previsor del futuro.
Cristo nos recomienda que nos preparemos para la vida eterna. Muchos viven en este mundo como si aquí se acabara todo, y va a llegar el día en que nos van a pedir cuentas de lo que hicimos aquí. Y de nuestra conducta en la vida de la tierra va a depender nuestra vida eterna.
Cristo advierte de los que adoran el dinero: «No podéis servir a dos señores». Los que adoran el dinero no aman a Dios sobre todas las cosas, como está mandado. Lo de adorar el dinero es algo sutil. El dinero es necesario para vivir. Preocuparnos por él es lógico y necesario. Lo desordenado es la preocupación excesiva, ponerlo por encima de todo, subordinarle a él valores superiores.
Otra idea del Evangelio de hoy es que «los hijos de las tinieblas son más diligentes que los hijos de la luz». Esto me recuerda la diligencia de los enemigos de la Iglesia en atacarla continuamente en los Medios de Comunicación Social, en la política, en las manifestaciones públicas, etc. Me da pena ver lo que luchan por una causa perdida, pues la Iglesia durará hasta el fin del mundo porque así se lo ha prometido Cristo-Dios, y contra Dios no puede nadie. Pero me da más pena la inactividad de muchos católicos, que lamentan estos ataques en privado, pero actúan poco públicamente para defender la verdad. ¿Hacemos lo que podemos para defender a Cristo y a su Iglesia?
* Padre Jorge Loring S.J.

¡Buenos días!

Portadores de paz
La paz del corazón es un tesoro tan grande que debemos cultivarla y defenderla. La ambición desmedida puede entregarnos de tal manera a una vida inquieta y agitada que, por lograr objetivos imprudentes, acabamos destruidos por dentro. La Reina de la Paz te orienta hoy a buscar decididamente el don de la paz, y llevarla a los demás.

“¡Queridos hijos! Que la vida de ustedes sea nuevamente una decisión por la paz. Sean portadores alegres de la paz y no olviden que viven en un tiempo de gracia, en el que Dios, a través de mi presencia, les concede grandes gracias. No se cierren, hijitos, más bien aprovechen este tiempo y busquen el don de la paz y del amor para su vida, a fin de que se conviertan en testigos para los demás. Los bendigo con mi bendición maternal. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”

Ojalá que, por propia experiencia, tengas la certeza que el mejor descanso, ese oasis interior de paz que necesitas al fin del día, son los brazos divinos de Dios. Allí está “la verde pradera donde recostarte, de él fluye la fuente tranquila que repara tus fuerzas agotadas”. La oración es la llave para cerrar sabiamente cada jornada. El Señor te bendiga y proteja.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús decía también a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: ‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando’. Se dijo a sí mismo el administrador: ‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas’.
»Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’. Respondió: ‘Cien medidas de aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’. Contestó: ‘Cien cargas de trigo’. Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.
»El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. Yo os digo: Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero». (Lc 16,1-13)

Comentario:
Hoy el Evangelio nos presenta la figura del administrador infiel: un hombre que se aprovechaba del oficio para robar a su amo. Era un simple administrador, y actuaba como el amo. Conviene que tengamos presente:
1) Los bienes materiales son realidades buenas, porque han salido de las manos de Dios. Por tanto, los hemos de amar.
2) Pero no los podemos “adorar” como si fuesen Dios y el fin de nuestra existencia; hemos de estar desprendidos de ellos. Las riquezas son para servir a Dios y a nuestros hermanos los hombres; no han de servir para destronar a Dios de nuestro corazón y de nuestras obras: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).
3) No somos los amos de los bienes materiales, sino simples administradores; por tanto, no solamente los hemos de conservar, sino también hacerlos producir al máximo, dentro de nuestras posibilidades. La parábola de los talentos lo enseña claramente (cf. Mt 25,14-30).
4) No podemos caer en la avaricia; hemos de practicar la liberalidad, que es una virtud cristiana que hemos de vivir todos, los ricos y los pobres, cada uno según sus circunstancias. ¡Hemos de dar a los otros!
¿Y si ya tengo suficientes bienes para cubrir mis gastos? Sí; también te has de esforzar por multiplicarlos y poder dar más (parroquia, diócesis, Cáritas, apostolado). Recuerda las palabras de san Ambrosio: «No es una parte de tus bienes lo que tú das al pobre; lo que le das ya le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo, y no solamente para los ricos».
¿Eres un egoísta que sólo piensa en acumular bienes materiales para ti, como el administrador del Evangelio, mintiendo, robando, practicando la cicatería y la dureza de corazón, que te impiden conmoverte ante las necesidades de los otros? ¿No piensas frecuentemente en las palabras de san Pablo: «Dios ama al que da con alegría» (2Cor 9,7)? ¡Sé generoso!

Palabras de San Juan Pablo II
“Nuestro tiempo tiene gran necesidad de hombres y mujeres que, como rayos de luz, comuniquen la fascinación del Evangelio y la belleza de la vida nueva en el Espíritu […] La santidad es una semejanza particular a Cristo. Es una semejanza mediante el amor. Mediante el amor permanecemos en Cristo, como Él mediante el amor permanece en el Padre. La santidad es la semejanza a Cristo que alcanza el misterio de su unción con el Padre en el Espíritu Santo: su unción con el Padre mediante el amor […] El compromiso principal de todo creyente debe ser el de tender a la santidad mediante la búsqueda apasionada de Dios y la contemplación amorosa de su rostro”

Predicación del Evangelio
Todos somos “administradores”
El Evangelio de este domingo nos presenta una parábola en cierto modo bastante actual, la del administrador infiel. El personaje central es el administrador de un propietario de tierras, figura muy popular también en nuestros campos, cuando regían sistemas usufructuarios.

Como las mejores parábolas, ésta es como un drama en miniatura, lleno de movimiento y de cambios de escena. La primera tiene como actores al administrador y a su señor y concluye con un despido tajante: «Ya no puedes ser administrador». Éste no esboza siquiera una autodefensa. Tiene la conciencia sucia y sabe perfectamente que de lo que se ha enterado el patrón es cierto. La segunda escena es un soliloquio del administrador que se acaba de quedar solo. No se da por vencido; piensa enseguida en soluciones para garantizarse un futuro. La tercera escena –el administrador y los campesinos— revela el fraude que ha ideado con ese fin: «“¿Tú cuánto debes?” Respondió: “Cien cargas de trigo”. Le dijo: “Toma tu recibo y escribe ochenta”». Un caso clásico de corrupción y de falsa contabilidad que nos hace pensar en frecuentes episodios parecidos en nuestra sociedad, si bien a escala mucho mayor.

La conclusión es desconcertante: «El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente». ¿Es que Jesús aprueba o alienta la corrupción? Es necesario recordar la naturaleza del todo especial de la enseñanza en parábolas. La parábola no hay que trasladarla en bloque y con todos sus detalles en el plano de la enseñanza moral, sino sólo en aquel aspecto que el narrador quiere valorar. Y está claro cuál es la idea que Jesús ha querido inculcar con esta parábola. El señor alaba al administrador por su sagacidad, no por otra cosa. No se afirma que se vuelva atrás en su decisión de despedir a este hombre. Es más, visto su rigor inicial y la prontitud con la que descubrió la nueva estafa, podemos imaginar fácilmente la continuación, no relatada, de la historia. Tras haber alabado al administrador por su astucia, el señor debe haberle ordenado que devolviera inmediatamente el fruto de sus transacciones deshonestas, o pagarlas con la cárcel si no podía saldar la deuda. Esto, o sea, la astucia, es también lo que alaba Jesús, fuera de parábolas. Añade, de hecho, casi como comentario a las palabras de ese señor: «Los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz».

Aquel hombre, frente a una situación de emergencia, cuando estaba en juego su porvenir, dio prueba de dos cosas: de extrema decisión y de gran astucia. Actuó pronta e inteligentemente (si bien no honestamente) para ponerse a salvo. Esto –viene a decir Jesús a sus discípulos— es lo que debéis hacer también vosotros para poner a salvo no el futuro terreno, que dura algunos años, sino el futuro eterno. «La vida –decía un filósofo antiguo— a nadie se le da en propiedad, sino a todos en administración» (Séneca). Somos todos los «administradores»; por ello debemos hacer como el hombre de la parábola. Él no dejó las cosas para mañana, no se durmió. Está en juego algo más importante como para confiarlo al azar.

El Evangelio a menudo hace diversas aplicaciones prácticas de esta enseñanza de Cristo. En la que se insiste más tiene que ver con el uso de la riqueza y del dinero: «Yo os digo: haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas». Es como decir: haced como aquel administrador; haceos amigos de quienes un día, cuando os encontréis en necesidad, puedan acogeros. Estos amigos poderosos, se sabe, son los pobres, puesto que Cristo considera dado a Él en persona lo que se da al pobre. Los pobres, decía San Agustín, son, si lo deseamos, nuestros correos y porteadores: nos permiten transferir, desde ahora, nuestros bienes en la morada que se está construyendo para nosotros en el más allá.
* P. Raniero Cantalamessa

Nuevo vídeo

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración. 

Este domingo, lamentablemente, no tenemos nada.

Los cinco minutos de Dios
Setiembre 18
"Un día más pasado en la virtud y un paso más hacia Dios"
Cuando escuché esa frase, había tenido un día lleno de amarguras, de dificultades de todo género, de pruebas íntimas y obstáculos exteriores.
Pero me había esforzado por permanecer fiel a mi conciencia, a mis convicciones, a mi deber.
Por eso, cuando escuché esa frase -"un día más en la virtud es un paso más hacia Dios"- no pude menos de sentir la sensación suave de la caricia de Dios a mi espíritu.
Y las penas se disiparon, la turbación se serenó, la amargura se endulzó, y la intranquilidad se calmó.
Porque acercarse a Dios es todo eso: serenidad, dulzura, paz.
“Todo el que tiene esperanza en Él, se purifica, así como Él, es puro. El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad. Pero ustedes saben que Él se manifestó para quitar el pecado y que Él no tiene pecado. Todo el que permanece en Él no peca” (1 Jn 3,3-6).
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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