PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3130 ~ Sábado 17 de Setiembre de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
“Gracias”,
es una de esas maravillosas palabras que utilizamos para expresar gratitud
especial; pero a veces esas palabras no puede expresarlo todo.
Cuando
viene del corazón, de muy adentro, del sentimiento más hermoso y del pensamiento
más sincero, “gracias” significa
tanto.
“Gracias”
significa, que siempre tienes tiempo para demostrarme que soy importante para
ti. Significa que me alegraste el día y a veces significa... que gracias a ti
cada día es especial. Significa que me haces tan feliz y quisiera que sintieras
lo mismo al decirte que te aprecio.
“Gracias”,
significa que no tenías que hacerlo pero te agradezco tanto que lo hicieras.
“Gracias”,
significa que has hecho algo especial que nunca olvidaré.
"Gracias,
de todo corazón"
¡Buenos días!
“Y tú te burlas”
En
la vida de algunos santos se narran hechos de bilocación: don de Dios por el
cual han estado en dos lugares al mismo tiempo. En la vida de Don Bosco se
cuenta que una noche estuvo en Turín durmiendo y al mismo tiempo en Barcelona
conversando con el P. Director del colegio salesiano a quien dejó unas órdenes
muy concretas para cumplir ese día.
Una devota del Padre Pío se arrodillaba todos los
días frente a la imagen del padre y le pedía su bendición. Su marido, a pesar
de ser también devoto del padre, se moría de la risa y se burlaba de ella pues
consideraba que aquello era una exageración. Todas las noches se repetía la
misma escena entre los esposos. Una vez fueron los dos a visitar al Padre Pío y
el señor le dijo: “Padre, mi esposa le pide su bendición todas las noches”. ‘Lo
sé”, contestó el Padre… “iY tú te burlas!”.
Sentirse
objeto de burla es molesto e irritante. Si alguno siente mucha satisfacción en
divertirse a costa de los demás, recuerde que siempre encontrará a otro que lo
hará con él... y eso no le gustará. Antes de emprender un largo viaje, Tobías
recibió de su padre, entre otros consejos, éste que es una norma de oro: “No
hagas a otro lo que no te agrada a ti”, (4, 15).
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a Él de todas las
ciudades, dijo en parábola: «Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al
sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo
se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no
tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos,
la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado».
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Le
preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y Él dijo: «A
vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás
sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.
»La
parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de a lo
largo del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de
su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son
los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz;
creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre
los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados
por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a
madurez. Lo que cae en buena tierra, son los que, después de haber oído,
conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia».
(Lc
8,4-15)
Comentario:
Hoy,
Jesús nos habla de un sembrador que salió «a sembrar su simiente» (Lc 8,5) y
aquella simiente era precisamente «la Palabra de Dios». Pero «creciendo con
ella los abrojos, la ahogaron» (Lc 8,7).
Hay
una gran variedad de abrojos. «Lo que cayó entre los abrojos, son los que han
oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las
riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez» (Lc 8,14).
—Señor,
¿acaso soy yo culpable de tener preocupaciones? Ya quisiera no tenerlas, ¡pero
me vienen por todas partes! No entiendo por qué han de privarme de tu Palabra,
si no son pecado, ni vicio, ni defecto.
—¡Porque
olvidas que Yo soy tu Padre y te dejas esclavizar por un mañana que no sabes si
llegará!
«Si
viviéramos con más confianza en la Providencia divina, seguros —¡con una
firmísima fe!— de esta protección diaria que nunca nos falta, ¡cuántas
preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos! Desaparecerían un montón de
quimeras que, en boca de Jesús, son propias de paganos, de hombres mundanos
(cf. Lc 12,30), de las personas que son carentes de sentido sobrenatural (...).
Yo quisiera grabar a fuego en vuestra mente —nos dice san Josemaría— que
tenemos todos los motivos para andar con optimismo en esta tierra, con el alma
desasida del todo de tantas cosas que parecen imprescindibles, puesto que vuestro
Padre sabe muy bien lo que necesitáis! (cf. Lc 12,30), y Él proveerá». Dijo
David: «Pon tu destino en manos del Señor, y él te sostendrá» (Sal 55,23). Así
lo hizo san José cuando el Señor lo probó: reflexionó, consultó, oró, tomó una
resolución y lo dejó todo en manos de Dios. Cuando vino el Ángel —comenta Mn.
Ballarín—, no osó despertarlo y le habló en sueños. En fin, «Yo no debo tener
más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor» (San Josemaría).
* Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
Santoral Católico:
San Roberto Belarmino
Obispo y Doctor de la Iglesia
Nació
el año 1542 en Montepulciano (Toscana, Italia), de familia noble. Ingresó en la
Compañía de Jesús en 1560, estudió en el Colegio Romano y luego en Padua y
Lovaina, donde también fue profesor. Recibió la ordenación sacerdotal en Gante
el año 1570. Vuelto al Colegio Romano, enseñó teología, mantuvo brillantes
disputas en defensa de la fe católica y publicó obras importantes. Fue
provincial de los jesuitas, teólogo del Papa y colaborador de varias
Congregaciones romanas. Estuvo relacionado con los grandes personajes y santos
de su tiempo, y entre sus amigos y dirigidos espirituales están Luis Gonzaga y
Juan Berchmans. Elegido cardenal y nombrado obispo de Capua, permaneció tres
años en su diócesis como solícito pastor, hasta que regresó a sus tareas en
Roma, donde murió el 17 de septiembre de 1621, día de las llagas de San
Francisco, cuya memoria había conseguido que se celebrara en toda la Iglesia.
Oración: Señor, tú que dotaste a san Roberto
Belarmino de santidad y sabiduría admirable para defender la fe de tu Iglesia,
concede a tu pueblo, por su intercesión, la gracia de vivir con la alegría de
profesar plenamente la fe verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
El pensamiento del Padre Pío
“Todo
lo podría resumir así:
me
siento devorado por el amor a Dios
y
el amor por el prójimo.
Dios
está siempre presente en mi mente,
y
lo llevo impreso en mi corazón.
Nunca
lo pierdo de vista:
me
toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones,
su
misericordia, su venganza o más bien el rigor de su justicia”
-Santo
Padre Pío-
Tema del día:
Ser santos
¿Qué significa ser santos?
Significa
estar unidos, en Cristo, a Dios, perfecto y santo.
“Sean por tanto perfectos como es perfecto su Padre
celestial” (Mt 5, 48), nos ordena Jesucristo,
Hijo de Dios. “Sí, lo que Dios quiere es su santificación.” (1 Ts 4, 3).
¿Por qué Dios quiere nuestra santidad?
Porque
Dios nos ha creado “a su imagen y semejanza” (Gn 1, 26), y de ahí que Él mismo
nos diga: “Sed santos, porque yo soy
santo” (Lv11, 44).
La
santidad de Dios es el principio, la fuente de toda santidad. Y, aún más, en el
Bautismo, Él nos hace partícipes de su naturaleza divina, adoptándonos como
hijos suyos. Y por tanto quiere que sus hijos sean santos como Él es santo.
¿Estamos todos llamados a la santidad?
Todo
ser humano está llamado a la santidad, que “es plenitud de la vida cristiana y
perfección de la caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en Él,
con la Santísima Trinidad. El camino de santificación del cristiano, que pasa
por la cruz, tendrá su cumplimiento en la resurrección final de los justos,
cuando Dios sea todo en todos” (Compendio, n. 428).
¿Cómo es posible llegar a ser santos?
-
El cristiano ya es santo, en virtud del Bautismo: la santidad está
inseparablemente ligada a la dignidad bautismal de cada cristiano. En el agua
del Bautismo de hecho hemos sido “lavados [...], santificados [...],
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro
Dios” (1 Cor 6, 11); hemos sido hechos verdaderamente hijos de Dios y
copartícipes de la naturaleza divina, y por eso realmente santos.
-
Y porque somos santos sacramentalmente (ontológicamente - en el plano de
nuestro ser cristianos), es necesario que lleguemos a ser santos también
moralmente, es decir en nuestro pensar, hablar y actuar de cada día, en cada
momento de nuestra vida. Nos invita el Apóstol Pablo a vivir “como conviene a
los santos” (Ef 5, 3), a revestirnos “como conviene a los elegidos de Dios,
santos y predilectos, de sentimientos de misericordia, de bondad, de humildad,
de dulzura y de paciencia” (Col 3, 12).
Debemos
con la ayuda de Dios, mantener, manifestar y perfeccionar con nuestra vida la
santidad que hemos recibido en el Bautismo: Llega a ser lo que eres, he aquí el
compromiso de cada uno.
-
Este compromiso se puede realizar, imitando a Jesucristo: camino, verdad y
vida; modelo, autor y perfeccionador de toda santidad. Él es el camino de la
santidad. Estamos por tanto llamados a seguir su ejemplo y a ser conformes a Su
imagen, en todo obedientes, como Él, a la voluntad del Padre; a tener los
mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual “se despojó de su rango,
tomando la condición de siervo (…) haciéndose obediente hasta la muerte” (Fil
2, 7-8), y por nosotros “de rico que era se hizo pobre” (2 Cor 8, 9).
-
La imitación de Cristo, y por lo tanto el llegar a ser santos, se hace posible
por la presencia en nosotros del Espíritu Santo, quien es el alma de la
multiforme santidad de la Iglesia y de cada cristiano. Es de hecho el Espíritu
Santo quien nos mueve interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda
el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas (cfr. Mc 12, 30), y a amarnos
los unos a los otros como Cristo nos ha amado (cfr. Jn 13, 34).
¿Cuáles son los medios para nuestra santificación?
El
primer medio y el más necesario es el Amor, que Dios ha infundido en nuestros
corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado (cfr. Rm 5, 5) y
con el cual amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimos por amor de Él.
Pero para que el amor, “como una buena semilla y fructifique, debe cada uno de
los fieles oír de buena gana la Palabra de Dios y cumplir con las obras de su voluntad,
con la ayuda de su gracia, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre
todo en la Eucaristía, y en otras funciones sagradas, y aplicarse de una manera
constante a la oración, a la abnegación de sí mismo, a un fraterno y solícito
servicio de los demás y al ejercicio de todas las virtudes. Porque la caridad,
como vínculo de la perfección y plenitud de la ley (cf. Col 3,14), gobierna
todos los medios de santificación, los informa y los conduce a su fin” (Lumen
Gentium, 42).
Cada
fiel es ayudado en su camino de santidad por la gracia sacramental, donada por
Cristo y propia de cada Sacramento.
¿Existen diversas maneras y formas de santidad?
Ciertamente.
Cada uno puede y debe llegar a ser santo según los propios dones y oficios, en
las condiciones, en los deberes o circunstancias que son los de su propia vida.
Las
vías de la santidad son por tanto múltiples, y adaptadas a la vocación de cada
uno. Muchos cristianos, y entre ellos muchos laicos, se han santificado en las
condiciones más ordinarias de la vida.
¿Por qué la Iglesia proclama santos a algunos de sus
hijos?
“Al
canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles
han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la
gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está
en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como
modelos e intercesores” (CEC, n. 828).
La
Iglesia, desde sus inicios, ha siempre creído que los Apóstoles y los Mártires
estén estrechamente unidos a nosotros en Cristo, los ha celebrado con
particular veneración junto con la santísima Virgen María y los santos Ángeles,
y ha implorado piadosamente la ayuda de su intercesión. Y a lo largo de los
siglos, ha siempre ofrecido para la imitación de los fieles, a la veneración y
a la invocación, a algunos hombres y mujeres, insignes por el esplendor de la
caridad y de todas las otras virtudes evangélicas.
* Por: Mons. Rafaello Martinelli | Fuente:
Catholic.net
Humor:
En el cine
Un
tonto llega a la boletería de un cine y compra una entrada. Así repite la misma operación cinco o seis
veces, hasta que el boletero intrigado le pregunta:
-
Perdón señor, es la sexta vez que compra la entrada. ¿Qué está haciendo?
-
Pero, es que cada vez que voy a entrar ese hombre que está parado en la puerta
me la rompe.
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Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos
oración para que nuestra Madre Santísima interceda ante Dios Todopoderoso por
la pronta recuperación de Jonathan M.,
de Guayaquil-Ecuador.
Pedimos oración para Gladys, de Chile, afectada de problemas
graves en la vista por muy alta presión ocular, que la está dejando ciega. Pronto
la van a volver a operar, por lo que rogamos al Señor que los tratamientos sean
eficaces para que ella pueda ver.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Los cinco minutos de Dios
Setiembre 17
Muchos
oyen hablar de los santos y no saben lo que es un santo.
Un
santo es una apacible mirada que se posa en todos con bondad y para repartir
bondad.
Es
un rostro abierto para recibir a cuantos se le acerquen.
Es
un par de oídos atentos siempre a escuchar la pena de los demás, los problemas
de los angustiados.
Es
un corazón que se hace lágrimas con el que llora y risas con el que goza.
Es
una mano que se tiende blanda y acariciadora para brindar la ayuda que el
prójimo necesita y que no se atreve a pedir.
Un
santo es un hombre que ha sabido convertirse en un crucifijo de la voluntad de
Dios.
¿Estás
camino de la santidad? Ves que el camino ni es imposible, ni es tan difícil que
digamos...
“Así como aquel que los llamó es santo, así también
ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo a lo que está escrito: Sean
santos, porque yo soy santo” (1 Pe 1,15-16). No basta ser bueno, con una bondad
intransigente; es preciso llegar a ser santo, es decir, un fiel cumplidor de la
voluntad de nuestro Padre y esto, por amor.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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