PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2710
~ Miércoles 17 de Junio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Un propósito no se consigue intentando
hacer algo, sino haciéndolo.
Intentar es una palabra, desde mi punto
de vista, muy negativa a la hora de conseguir algo en nuestra vida. Cuando
alguien dice: “lo voy a intentar”, es como si detrás encerrara una falta de fe
en que se pueda lograr. Para hacer que algo se suceda no hay que intentar sino
tener una decisión inquebrantable de hacerlo, ya que ello nos lleva al
compromiso y a una actitud de éxito. La intención no es suficiente, hay que
efectuar movimientos. Hace falta un propulsor.
Y también es necesario desterrar de
nuestro vocabulario (y de nuestro corazón) esas tan terribles palabras “no
puedo” que muchas veces son dichas sin siquiera haber hecho el menor movimiento
para lograr algo.
Todo lo que nos propongamos hacer, con
la ayuda de Dios, lo vamos a lograr.
¡Buenos días!
El hijo más sagaz
Un
cirio encendido es un hermoso símbolo de la sabiduría. En efecto, quien la
posee sabe guiarse a sí mismo y a los demás. La fe en Jesús es la sabiduría de
los bautizados. Por eso en el bautismo se te recomendó —mientras se entregaba
un cirio a tus padrinos— que lleves por
toda tu vida encendida esta luz hasta la venida de Jesús, corona, gloria y
descanso eterno.
En Etiopía cuentan la historia de un anciano
que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo: —No puedo dividir
en tres lo que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He
decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil e
inteligente. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa
una moneda para cada uno de ustedes. Tómenla. El que compre con esa moneda algo
con lo que llenar la casa, se quedará con todo. Se fueron. El primer hijo
compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo hijo
compró bolsas de pluma, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el
anterior. El tercer hijo —que consiguió la herencia— sólo compró un pequeño
objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa
de luz.
La fe
la regala Dios como una semilla. Te corresponde favorecer su desarrollo y
preservarla de todo peligro, para que llegue a madurez. El Señor espera recoger
los frutos de este regalo en el ambiente que te rodea. Tu fe prosperará y se
volverá fecunda si la cuidas con oración, Palabra de Dios, sacramentos y obras
de misericordia. El Señor cuenta contigo. No le falles.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro
Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por
delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin
de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú,
en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto,
te recompensará.
»Y cuando oréis, no seáis como los
hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas
bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben
su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará.
»Cuando ayunéis, no pongáis cara triste,
como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que
ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes,
perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los
hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará». (Mt 6,1-6.16-18)
Comentario
Hoy, Jesús nos invita a obrar para la
gloria de Dios, con el fin de agradar al Padre, que para eso mismo hemos sido
creados. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia: «Dios creó todo para el
hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle
toda la creación». Éste es el sentido de nuestra vida y nuestro honor: agradar
al Padre, complacer a Dios. Éste es el testimonio que Cristo nos dejó. Ojalá
que el Padre celestial pueda dar de cada uno de nosotros el mismo testimonio
que dio de su Hijo en el momento de su bautizo: «Éste es mi Hijo amado en quien
me he complacido» (Mt 3,17).
La falta de rectitud de intención sería
especialmente grave y ridícula si se produjera en acciones como son la oración,
el ayuno y la limosna, ya que se trata de actos de piedad y de caridad, es
decir, actos que —per se— son propios de la virtud de la religión o actos que
se realizan por amor a Dios.
Por tanto, «cuidad de no practicar
vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo
contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6,1). ¿Cómo
podríamos agradar a Dios si lo que procuramos de entrada es que nos vean y
quedar bien —lo primero de todo— delante de los hombres? No es que tengamos que
escondernos de los hombres para que no nos vean, sino que se trata de dirigir
nuestras buenas obras directamente y en primer lugar a Dios. No importa ni es
malo que nos vean los otros: todo lo contrario, pues podemos edificarlos con el
testimonio coherente de nuestra acción.
Pero lo que sí importa —¡y mucho!— es
que nosotros veamos a Dios tras nuestras actuaciones. Y, por tanto, debemos
«examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no
buscar nuestros intereses, si queremos servir al Señor» (San Gregorio Magno).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Avito
Abad
Información haciendo clic acá.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
“Nuestro seguimiento de Cristo tiene sus
exigencias de vida y la clave es el Amor a su estilo, no cualquier amor, sino,
el de la entrega hasta la Cruz como la expresión más grande del Amor. Esta es
la fuente de la alegría verdadera y de la auténtica paz, si dejamos actuar al
Espíritu en nosotros. ’Todos los que se
dejan conducir por el Espíritu de Dios esos son hijos de Dios’ (Rom 8,14)”
~ Mons. Baldomero Martini ~
Tema del día:
La misión de las
manos
No tenemos en nuestras manos las
soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo,
tenemos nuestras manos. Cuando el Dios de la historia venga, nos mirará las
manos.
El hombre de la tierra no tiene el poder
de suscitar la primavera. Pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos
con la primavera. Y así que la primavera lo encuentra sembrando. Pero no
sembrando la primavera; sino sembrando la tierra para la primavera. Porque cada
semilla, cada vida que en el tiempo de invierno se entrega a la tierra, es un
regalo que se hace a la primavera. Es un comprometer las manos con la historia.
Sólo el hombre en quien el invierno no
ha asesinado la esperanza, es un hombre con capacidad de sembrar. El contacto
con la tierra engendra en el hombre la esperanza. Porque la tierra es
fundamentalmente el ser que espera. Es profundamente intuitiva en su espera de
la primavera, porque en ella anida la experiencia de los ciclos de la historia
que ha ido haciendo avanzar la vida en sucesivas primaveras parciales.
El sembrador sabe que ese puñado de
trigo ha avanzado hasta sus manos de primavera en primavera, de generación en
generación, superando los yuyales, dejándolos atrás. Una cadena ininterrumpida
de manos comprometidas ha hecho llegar hasta sus manos comprometidas, esa vida
que ha de ser pan.
En ese momento es fundamental el
compromiso de siembra. Lo que ahora se siembra, se hunde, se entrega, eso será
lo que verdeará en la primavera que viene. Si comprometemos nuestras manos con
el odio, el miedo, la violencia vengadora, el incendio de los pajonales, el
pueblo nuevo sólo tendrá cenizas para alimentarse. Será una primavera de
tierras arrasadas donde sólo sobrevivirán los yuyos más fuertes o las semillas
invasoras de afueras.
Tenemos que comprometer nuestras manos
en la siembra. Que la madrugada nos encuentre sembrando. Crear pequeños
tablones sembrados con cariño, con verdad, con desinterés, jugándonos
limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer. Trabajo simple que nadie
verá y que no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la
da sólo la tierra y su historia, y se llama cosecha. En las mesas se llama pan.
Si en cada tablón de nuestro pueblo
cuatro hombres o mujeres se comprometen en esa siembra humilde, para cuando
amanezca tendremos pan para todos. Porque nuestra tierra es fértil. Tendremos
pan y pan para regalar a todos los hombres del mundo que quieran habitar en
nuestro suelo.
Si amamos nuestra tierra, que la mañana
nos encuentre sembrando…
© Fray Mamerto Menapace
El rincón del
lector
Desde hace años hemos tenido esta
sección llamada “El rincón del lector”
destinada a dar cabida a los mensajes, opiniones y comentarios de las personas
que leen Pequeñas Semillitas, que han podido expresarse libre y respetuosamente.
Ahora, con nuestra presencia en Facebook, la posibilidad de manifestarse es
mucho más abierta, directa y permanente.
Igual vamos a mantener esta sección para
los que deseen expresarse por esta vía. Para que tu mensaje se publique debes
dirigirlo por correo electrónico a feluzul@gmail.com con el título "El rincón del lector" y deberá ser muy breve y no
contener conceptos agraviantes para nada ni para nadie.
Los mensajes serán moderados por el
propietario de esta página y se publicarán a medida que el tiempo y el espacio
en la misma lo permitan, y no se admitirán réplicas o respuestas públicas a
mensajes anteriores de otros lectores.
Junio, mes del Corazón de Jesús
Día 17: Sembrar obras de bien
El
Corazón de Jesús habló claro y fuerte: Toda la ley divina se compendia en los
mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Sin estos dos amores es
imposible agradar al Señor, es imposible entrar en el Cielo. Pocos comprenden
bien en qué consiste el amor al prójimo. Si crees que amar al prójimo basta con
no odiarlo, no hacerle mal, sólo crees a medias. No, esto será de buenos
hombres, pero no de buenos cristianos. El amor es operativo y debe manifestarse
haciendo aquello que queremos y deseamos se nos haga a nosotros. La prueba
generosa de este amor viene dada por el ejercicio de las obras de misericordia.
Jesús
tiene como hecho a sí mismo todo lo que se hace a los pobres en su nombre. Y
cuando alguna persona está enferma, busca una media hora para visitarla, para
darle una palabra de ánimo, para consolarla en sus dolores, para animarla a la
paciencia, a la santa resignación a la voluntad de Dios.
Del Web Católico de Javier
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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