PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2707
~ Domingo 14 de Junio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Con la fuerza del Espíritu que se nos
vertió generosamente en Pentecostés,
asombrados por la gran familia de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu),
con el sabor que dejó en nuestro paladar
cristiano la Solemnidad del Corpus Christi nos
adentramos de lleno, sin demasiadas interrupciones, en el tiempo
ordinario. Un espacio que, aun siendo
normal, nunca dejará de ser extraordinario.
La Nueva Evangelización no depende tanto
del escenario que nosotros preparemos al mundo de la fe cuanto de las verdades que seamos capaces de
proponer, defender e impulsar aquí y
ahora. No lo tendremos fácil. Entre otras cosas porque, la realidad con la que
nos rozamos, está acostumbrada a ver
pronto lo que se siembra, a recoger antes que después lo que se trabaja o a
invertir con tal de ganar.
Cuando un agricultor derrama su semilla
en la tierra, prescindiendo de si está
dormido o despierto, esa semilla va robusteciéndose, explota y la tierra
la devuelve con creces en espiga o en un
fruto determinado. Así es el Reino de Dios.
Importante el factor humano pero, la tierra que lo hace fructificar,
crecer, desarrollarse y expandirse, es la
mano poderosa de Dios. Una cosa es decirlo (fácil) pero otra, muy distinta, creerlo con todas
las consecuencias: los condicionantes
externos ayudan, por supuesto, pero sin los internos (sin la fuerza del
Espíritu) todo quedaría relegado a lo
humano.
Al escuchar el evangelio de este domingo
se nos presenta ante nosotros un gran
reto: ¿estamos sembrando en la dirección adecuada? ¿Hemos estudiado a
fondo la tierra en la que caen nuestros
esfuerzos evangelizadores? ¿No estaremos
desgastando inútilmente nuestras fuerzas cuando, la realidad de las
personas, de la iglesia local, de las personas o de la sociedad es muy
diferente a la de hace unos años?
P. Javier Leoz
¡Buenos días!
¿Por qué envidiar?
Hay
quienes cuando están enfermos se resienten por los que rebosan salud, cuando la
pareja está hundiéndose, se disgustan de las que funcionan como el primer día y
cuando padecen problemas económicos sienten rencor contra los que nadan en la
abundancia.
Si colocas a los otros en una posición de
superioridad, abundancia y bienestar, surgirán en ti sentimientos de
impotencia, frustración, desánimo y la creencia de ser inferior. La rabia y la
ira acompañarán esta vivencia y te mantendrán en una enfermiza dependencia de
los demás. ¿Cómo superar estos sentimientos negativos? Piensa que no estás
perdiendo nada cuando a otras personas les va bien. Considera que si
quieres ser tú mismo, el único punto de referencia para superarte eres
tú. No necesitas compararte con nadie
más. Alégrate de lo que tienes. No vivas pendiente de lo que te falta. Trata de
sentirte feliz por la buena suerte de los demás, porque, en definitiva, vengan
de la mano de otros o de las nuestras propias, de lo que se trata es de vivir
el mayor número de momentos de felicidad y alegría.
Lo
correcto está en no compararte con los demás, porque todo humano tiene sus
cruces y falencias, sus días de sol y de nublados, su tiempo de reír y de
llorar. Enumera tus bienes y agradécelos al Señor. Valora incluso el dolor y el
fracaso, porque hay también la escondida sabiduría de convertir un menos en
más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y vida. Que el Espíritu
Santo te dé sabiduría y prudencia. Te espero
mañana aquí mismo.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús decía a la gente:
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se
levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La
tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo
abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la
hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué compararemos el
Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza
que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que
se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas
las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su
sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según
podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos
se lo explicaba todo en privado. (Mc 4,26-34)
Comentario
Hoy, Jesús nos ofrece dos imágenes de
gran intensidad espiritual: la parábola del crecimiento de la semilla y la
parábola del grano de mostaza. Son imágenes de la vida ordinaria que resultaban
familiares a los hombres y mujeres que le escuchan, acostumbrados como estaban
a sembrar, regar y cosechar. Jesús utiliza algo que les era conocido —la
agricultura— para ilustrarles sobre algo que no les era tan conocido: el Reino
de Dios.
Efectivamente, el Señor les revela algo
de su reino espiritual. En la primera parábola les dice: «El Reino de Dios es
como un hombre que echa el grano en la tierra» (Mc 4,26). E introduce la
segunda diciendo: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios (…)? Es como un grano
de mostaza» (Mc 4,30).
La mayor parte de nosotros tenemos ya
poco en común con los hombres y mujeres del tiempo de Jesús y, sin embargo,
estas parábolas siguen resonando en nuestras mentes modernas, porque detrás del
sembrar la semilla, del regar y cosechar, intuimos lo que Jesús nos está
diciendo: Dios ha injertado algo divino en nuestros corazones humanos.
¿Qué es el Reino de Dios? «Es Jesús
mismo», nos recuerda Benedicto XVI. Y nuestra alma «es el lugar esencial donde
se encuentra el Reino de Dios». ¡Dios quiere vivir y crecer en nuestro
interior! Busquemos la sabiduría de Dios y obedezcamos sus insinuaciones
interiores; si lo hacemos, entonces nuestra vida adquirirá una fuerza e
intensidad difíciles de imaginar.
Si correspondemos pacientemente a su
gracia, su vida divina crecerá en nuestra alma como la semilla crece en el
campo, tal como el místico medieval Meister Eckhart expresó bellamente: «La
semilla de Dios está en nosotros. Si el agricultor es inteligente y trabajador,
crecerá para ser Dios, cuya semilla es; sus frutos serán de la naturaleza de
Dios. La semilla de la pera se vuelve árbol de pera; la semilla de la nuez,
árbol de nuez; la semilla de Dios se vuelve Dios».
Fr. Faust BAILO (Toronto, Canadá)
Palabras de San
Juan Pablo II
“El Hijo de Dios, al asumir la
naturaleza humana, se encarnó en un determinado pueblo, aunque su muerte
redentora trajo la salación a todos los hombres, de cualquier cultura, raza y
condición. El don de su Espíritu y su amor van dirigidos a todos y cada uno de
los pueblos y culturas para unirlos entre sí a semejanza de la perfecta unidad
que hay en Dios uno y trino. Para que esto sea posible es necesario inculturar la predicación, de modo que
el Evangelio sea anunciado en el lenguaje y la cultura de aquellos que lo oyen.
Sin embargo, al mismo tiempo no debe olvidarse que sólo el misterio pascual de
Cristo, suprema manifestación del Dios infinito en la finitud de la historia,
puede ser el punto de referencia válido para toda la humanidad peregrina en
busca de unidad y paz verdaderas”
Tema del día:
Historias de
semillas
Hoy el evangelio nos presenta dos
parábolas de Jesús tratando de explicar dos facetas de lo que Él entiende por
“Reino de Dios”.
En la primera de las dos parábolas nos
dice Jesús que todos, al menos los que nos creemos discípulos suyos, somos
cooperadores en la obra de Dios, que es su Reino, porque todos debemos sembrar
y al final recoger frutos. Pero esta planta, que es el Reino de Dios, crece
aparentemente sola. Crece por la energía que tiene encerrada la semilla. El
sembrador poco adelanta o nada por el hecho de que esté vigilando o tire de la
mata para que crezca más rápidamente.
Es una invitación a tener paciencia.
Trata de exponer la diferencia abismal entre lo poco que puede hacer el hombre
y lo mucho que hace Dios. Y es una advertencia para comprender que el Reino de
Dios sigue el curso que Dios parece que quiere: lento pero seguro. Por lo tanto
ni las fuerzas del mal podrán contra el Reino, ni adelantaremos demasiado por
mucho que nos movamos.
Esto requiere explicación. En primer
lugar que no es lo mismo el Reino de Dios que la Iglesia. Ésta es “el principio
y germen” del reino, como dice el concilio Vaticano II. La Iglesia, aquí en la
tierra, está en vías de perfección, camina hacia, prepara el Reino; aunque a
veces los dos sentidos pueden significar o tender a una solo cosa.
El Reino crece de una manera sencilla,
sin ruido. Quizá Jesús dijo esta parábola contra algunos que buscaban de Jesús
unos hechos espectaculares y querían que el apostolado tuviera efectos
brillantes, a través quizá de cierta violencia. Todo ello nos debe dar una gran
confianza y optimismo, porque sabemos que Dios es el que verdaderamente está
actuando, no a la fuerza ni violentando la libertad humana.
La segunda parábola nos habla de la
mostaza, semilla sumamente pequeña que llega a convertirse en un arbolito, de
modo que los pájaros pueden poner sus nidos. Aquí Jesús nos quiere hablar de la
sencillez de la Iglesia. El profeta Ezequiel en la primera lectura nos dice
cómo Dios aborreció al pueblo de Israel cuando soberbio quiso ser muy grande en
lo material olvidando su espíritu. Así a veces ha pasado en cierta parte de la
Iglesia: Cuando ha buscado el poder y gloria material, se ha apartado del fin
que tiene, que es el de ayudar a fundamentar el reino de Dios.
Cuando Dios quiere hacer “grandes
cosas”, busca medios sencillos y pobres, como la Virgen María, como tantos
santos. Busca entre sus predicadores o sembradores de su palabra corazones
entregados a los dones del Espíritu. El justo es una plantación de Dios, nos
dice el salmo responsorial. Quiere decirnos Jesús que, aunque su Reino parece
poca cosa, tiene tanta potencialidad que, sin ser árbol soberbio, sus ramas
pueden acoger a todo aquel que se acerque con sincero corazón. Jesús comienza a
darnos ya un sentido universalista del Reino de Dios.
© P. Silverio Velasco (España)
Nuevo vídeo y
artículo
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas
Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de
esta página
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan
Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas
gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin
descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los
agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles
aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde
la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas
Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los
mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias
concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde México, Martha agradece las
oraciones hechas para su hermano Fernando
B. que está recuperándose favorablemente. Dios es amor y en sus manos está
el poder milagroso para sanarnos.
Desde San Salvador, en Centro América,
Anabella agradece a Dios misericordioso y a la Santísima Virgen que han
escuchado las oraciones por su hermano Mauricio
Alejandro que ha salido bien de la operación de urgencia por fractura en la
pierna derecha, y se sigue rezando para que pueda caminar bien.
Junio, mes del Corazón de Jesús
Día 14: Las tentaciones
Los
apóstoles se acercaron un día a Jesús y le dijeron: "Maestro, tú nos
invitas siempre a orar; nosotros somos ignorantes, enséñanos tú. Y Jesús
siempre bueno, respondió": Cuando oréis hacedlo así: Padre nuestro que
estás en los cielos; y les enseñó la estupenda oración del Padre nuestro.
¿Sabes por qué Jesús quiere que oremos al Padre para no dejarnos caer en la
tentación? Porque Él sabía que el demonio nos tentaría siempre y quería que
nosotros pidiésemos la ayuda celestial para no sucumbir a la tentación. Él
mismo permitió que el demonio le tentase para darnos ejemplo.
Del Web Católico de Javier
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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