PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2700
~ Domingo 7 de Junio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Todavía se sostienen en el aire las
palabras de Jesús en Jueves Santo: “Tomad
y comed; tomad y bebed”. Desde entonces, y han pasado muchos siglos, los
cristianos entramos, muy especialmente en comunión con Jesús, por el sacramento
admirable del altar. Nos fortalecemos cada vez que lo comulgamos. Nos hacemos
fuertes, cuando recibiéndolo, somos conscientes de que automáticamente nos
convertimos en sagrarios vivientes: ¡Dios ha entrado en nuestros corazones!
La festividad el Corpus Christi nos da
fuerza para seguir adelante. El Señor, en custodia y rodeado de la fidelidad y
del cariño de los suyos, nos precede. Nos comunica que se compromete con
nosotros. Que avanza a nuestro lado. Que no vive de espaldas a nuestras
pesadumbres. En definitiva, cada vez que celebramos esta fiesta, renovamos con
emoción y con firmeza lo que el sacramento encierra: Dios está aquí y es “la
fuente y la cumbre de nuestra vida cristiana” (L.G.11).
El amor de Jesús que fue
impresionantemente volcado, a los ojos de los apóstoles en aquel primer Jueves
Santo, se derrama, se desparrama un año más en una inmensa patena, en un
gigantesco cáliz a través de las calles y plazas. Allá donde los cristianos,
siendo patenas que reciben el clamor de los más pobres o cálices que acogen el
desconsuelo de las personas, lo hacen en nombre de Jesucristo muerto y
resucitado.
¡Qué gran sabor tiene el Corpus Christi!
¡Paladar de Eucaristía! ¡Aroma a Jesús! ¡Gusto a Espíritu! ¡Sabor a Dios!
¡Buenos días!
Vivir con todas las ganas
“Vive
cada día en plenitud. Aprovecha al máximo cada hora, cada día y cada época de
tu vida. Así podrás mirar al futuro con confianza y al pasado sin tristeza. Sé
tú mismo. Pero sé lo mejor de ti mismo. Ten valor para ser diferente y seguir
tu propio camino. Y no tengas miedo de ser feliz. Goza de lo bello. Ama con
toda tu alma y tu corazón”. Aquí tienes una excelente oración:
Señor, no quiero una vida a medias. Quiero
vivirla con todas las ganas. Aunque yo sea limitado y tenga mis debilidades, sé
también que has puesto en mí muchas cosas buenas, y tengo todas tus fuerzas
para salir adelante. Dame la potencia de tu gracia para que todo mi ser sea un
testimonio de la alegría del Espíritu Santo. Me entrego nuevamente a ti, Señor,
para servirte en los hermanos. Quiero estar dispuesto para lo que tú desees.
Acepto enfrentar cualquier desafío e iniciar nuevas etapas. Toca mi corazón para
que confíe en tu protección amorosa y no me deje vencer por los contratiempos.
Creo que tú serás mi poderoso salvador en toda dificultad. Gracias, Señor.
“Proclama
tu singularidad ante el mundo. No hagas intentos vanos de imitar a otros. Eres
una persona única, irrepetible. La verdad es que tienes un potencial ilimitado
y puedes realizar mucho más de lo que has realizado hasta ahora. Empezando por
este día que el Señor te concede, construye la base de una nueva y más plena
vida”. Contigo estoy mañana aquí mismo.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
El primer día de los Ázimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que
vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?».
Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá
al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde
entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde
pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior
una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para
nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal
como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y mientras estaban comiendo, tomó pan,
lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó
luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les
dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os
aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de
nuevo en el Reino de Dios».
Y cantados los himnos, salieron hacia el
monte de los Olivos. (Mc 14,12-16.22-26)
Comentario
Hoy, celebramos solemnemente la
presencia eucarística de Cristo entre nosotros, el “don por excelencia”: «Éste
es mi cuerpo (...). Ésta es mi sangre» (Mc 14,22.24). Dispongámonos a suscitar en
nuestra alma el “asombro eucarístico” (Juan Pablo II).
El pueblo judío en su cena pascual
conmemoraba la historia de la salvación, las maravillas de Dios para con su
pueblo, especialmente la liberación de la esclavitud de Egipto. En esta
conmemoración, cada familia comía el cordero pascual. Jesucristo se convierte
en el nuevo y definitivo cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en Pan
Eucarístico.
La Eucaristía es sacrificio: es el
sacrificio del cuerpo inmolado de Cristo y de su sangre derramada por todos
nosotros. En la Última Cena esto se anticipó. A lo largo de la historia se irá
actualizando en cada Eucaristía. En Ella tenemos el alimento: es el nuevo
alimento que da vida y fuerza al cristiano mientras camina hacia el Padre.
La Eucaristía es presencia de Cristo
entre nosotros. Cristo resucitado y glorioso permanece entre nosotros de una
manera misteriosa, pero real en la Eucaristía. Esta presencia implica una
actitud de adoración por nuestra parte y una actitud de comunión personal con
Él. La presencia eucarística nos garantiza que Él permanece entre nosotros y
opera la obra de la salvación.
La Eucaristía es misterio de fe. Es el
centro y la clave de la vida de la Iglesia. Es la fuente y raíz de la
existencia cristiana. Sin vivencia eucarística la fe cristiana se reduciría a
una filosofía.
Jesús nos da el mandamiento del amor de
caridad en la institución de la Eucaristía. No se trata de la última
recomendación del amigo que marcha lejos o del padre que ve cercana la muerte.
Es la afirmación del dinamismo que Él pone en nosotros. Por el Bautismo
comenzamos una vida nueva, que es alimentada por la Eucaristía. El dinamismo de
esta vida lleva a amar a los otros, y es un dinamismo en crecimiento hasta dar
la vida: en esto notarán que somos cristianos.
Cristo nos ama porque recibe la vida del
Padre. Nosotros amaremos recibiendo del Padre la vida, especialmente a través
del alimento eucarístico.
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa
(Barcelona, España)
Palabras de San
Juan Pablo II
"La Eucaristía, es, en cierto
sentido, anticipación del Paraíso y prenda de la gloria futura [...] Quien se
alimenta de Cristo en la Eucaristía no tiene que esperar el más allá para
recibir la vida eterna: la posee ya en la tierra como primicia de la plenitud
futura, que abarcará al hombre en su totalidad".
Tema del día:
Origen y sentido
del Corpus Christi
Hoy celebra la Iglesia la fiesta del
“Corpus Christi” o del Cuerpo y la Sangre de Cristo, o dicho más simplemente:
la fiesta de la Eucaristía. Siempre que vamos a la Misa celebramos la
Eucaristía, que es el sacramento de la Entrega de Jesús en sacrificio a su
Padre Celestial por nuestra Redención. Es el hacerse presente de nuevo el mismo
sacrificio de la Cruz. Pero es al mismo tiempo el recibir el alimento especial
para nuestra alma, que es el mismo Jesús, que se nos da en alimento. Y es también
la oportunidad de adorar a Jesús, que es nuestro Dios y Salvador, y que está
realmente presente en el Augusto Sacramento del Altar, que es Jesús en la
Eucaristía.
Esta presencia real de Jesús es lo que
se quiere resaltar principalmente en esta fiesta del “Corpus”. Jesús prometió
estar con nosotros hasta el final de los tiempos. Y está espiritualmente de
muchas maneras: en su palabra, en la reunión de fieles que están orando, en el
pueblo de Dios, en la caridad. Pero está de una manera muy especial y más real
en la Eucaristía. Esto nos dice nuestra fe. Hubo unos tiempos, por la edad
Media, en que unos herejes decían que Jesús estaba presente mientras la Misa,
pero luego ya no se quedaba, y hasta había sacerdotes que dudaban de la
presencia real de Jesús. Hubo un hecho muy conocido en el año 1264 en que un
sacerdote que, dudando había ido a Roma al sepulcro de los apóstoles para pedir
la fe, cuando retornaba a su tierra y celebraba misa en Bolsena, vio que de la
Sagrada Forma destilaba sangre de modo que quedó mojado todo el corporal. El
papa Urbano VI, que estaba en la ciudad cercana de Orvieto, supo el
acontecimiento y pidió dichos corporales. Al constatar la realidad del milagro,
quiso que todos lo supieran y que se adorase a Jesús presente en la Eucaristía
de modo más solemne. Por eso instituyó la fiesta del “Corpus Cristi” encargando los himnos de la fiesta a Sto. Tomás de
Aquino.
Desde entonces en esta fiesta se han
realizado solemnes procesiones para que el Señor pueda salir por las calles de
pueblos grandes y pequeños y todos puedan adorar a Jesús, que está presente
entre nosotros. No todos tendrán esta fe y este amor para adorar y agradecer
que Jesucristo pueda estar real en cuerpo y alma entre nosotros. Muchos están
ciegos en su espíritu. Ojalá haya muchos que, al saber que Cristo está entre
nosotros, puedan gritar como el ciego Bartimeo: “Señor, ten piedad de mi”. Que
Jesús tenga piedad, no sólo de males físicos, sino sobre todo de tantas
calamidades que nos circundan y que tenemos dentro de nuestro ser terrenal.
En este año (ciclo B) el evangelio es la
narración sencilla de la Institución de la Eucaristía según san Marcos. Lo
precede la preparación de la cena Pascual. Jesús se entrega para que nosotros
le podamos comer. No sólo cada uno, sino todos. Por esto la Eucaristía es signo
de unidad. San Pablo se quejaba a los cristianos de Corinto de que había mucha
división de clases, especialmente en la comida. Pone el ejemplo de unidad en la
comida eucarística que nos dio el Señor en la Ultima Cena, en la que todos
somos iguales y tenemos las mismas posibilidades de gracias. La diferencia
estaría en el amor. Aquel que muestre más amor por sus semejantes, podemos
decir que es el que mejor está adorando y venerando a Jesús en la Eucaristía.
P. Silverio Velasco (España)
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Junio, mes del Corazón de Jesús
Día 7: El pecado mortal
Jesús
llora ante la muerte de su amigo Lázaro. ¿Sabes tú por qué Jesús ante el
cadáver de su amigo llora, vibra, reza?
Porque
era cadáver. He aquí tu imagen cuando te duermes en el pecado. No bastan las
invitaciones del ángel custodio, las oraciones de la madre, los consejos de los
amigos, las correcciones del confesor. Queremos un milagro de Jesús. Es Jesús
mismo quien debe llorar, gritar, rezar por ti, alzar su voz. ¿Y tú tan fácilmente
te abandonas al pecado?
Con un
pecado mortal pierdes todo, todo está perdido. Tú eres sensible a todos los afectos
más tiernos y delicados. ¿No sientes nada al ofender a Dios, al ponerlo de
nuevo en la cruz? Sobre tu frente está esculpida la imagen de Dios y tú la
manchas para echarla en el fango.
Del Web Católico de Javier
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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