PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2703
~ Miércoles 10 de Junio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
El P. Darío Betancourt es un sacerdote
con un gran ministerio de sanación. Dice en su librito “La Eucaristía”: “Recién
ordenado sacerdote fui a la casa de unos campesinos a llevar la comunión. Había
un niño con un eczema, que era como una llaga al rojo vivo. Sus padres me
contaron que habían gastado todo su dinero en médicos y medicinas sin éxito
alguno. Yo impuse el relicario con la hostia consagrada, tocando al niño,
mientras todos pedíamos a Dios por su curación. Dos semanas más tarde, sus
padres me trajeron al niño para mostrarme cómo se habían secado las llagas. Me
contaron que, desde el momento de aquella oración, el pequeño había dejado de
rascarse y empezó la mejoría”...
“Otro día, me llamaron a un hospital de
Nueva York para atender a Ann Greer, que llevaba dos meses inconsciente. Yo me
acordé del caso que acabo de contar y le puse el relicario sobre su frente en
el lugar donde había sido golpeada en un terrible accidente automovilístico.
Por la noche, fuimos informados de que la niña había recobrado un poco de calor
y sus miembros estaban más fieles. Al día siguiente, los médicos estaban
admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos días más tarde,
reconocía y recordaba. Una semana después, Ann
dejaba el hospital totalmente recuperada”.
Y es que Jesús sigue sanando…
¡Buenos días!
El gigante y el pigmeo
Tú
eres parte de grupos humanos y tus tareas contribuyen a lograr los objetivos
que dan sentido a la empresa. Por lo tanto es importante que aprecies y
respetes a todos -incluso a los más humildes- porque todos llevan adelante la
organización. Y sientas la alegría y la responsabilidad de aportar lo que te
corresponde para tu propia satisfacción y la de tus compañeros.
Cuentan de un gigante que se disponía a
atravesar un río profundo y se encontró en la orilla con un pigmeo que no sabía
nadar y no podía atravesar el río por su profundidad. El gigante lo cargó sobre
sus hombros y se metió en el agua. Hacia la mitad de la travesía, el pigmeo,
que sobresalía por encima de la cabeza del gigante, alcanzó a ver escondidos
entre la vegetación de la otra orilla, a unos indios que los esperaban con sus
arcos preparados. El pigmeo avisó al gigante. Este se detuvo y comenzó a
alejarse hacia atrás. En aquel momento, una flecha se hundió en el agua cerca
del gigante, y así luego otras más, mientras gigante y pigmeo ganaban la
orilla, sanos y salvos. El gigante dio las gracias al pigmeo, pero éste le
replicó: "Si no me hubiese apoyado en ti, no habría podido ver más lejos
que tú”.
Una
vez Pío X recibió en audiencia a unos sacerdotes, profesores eminentes en Roma.
Pero entre ellos estaba también el Hermano cocinero. El Papa preguntó a éste en
qué se había doctorado y, muy confuso, dijo. En nada, no soy más que cocinero.
Entonces Pío X dijo: “¿Qué harían estos sabios profesores y que sería de su
ciencia, si usted no pensara en sus estómagos? Casi nunca lo más necesario es
lo más brillante”. ¡Qué sabiduría y qué humanidad!
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he
venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la
tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo
enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio,
el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos». (Mt
5,17-19)
Comentario
Hoy escuchamos del Señor: «No penséis
que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento»
(Mt 5,17). En el Evangelio de hoy, Jesús enseña que el Antiguo Testamento es
parte de la Revelación divina: Dios primeramente se dio a conocer a los hombres
mediante los profetas. El Pueblo escogido se reunía los sábados en la sinagoga
para escuchar la Palabra de Dios. Así como un buen israelita conocía las
Escrituras y las ponía en práctica, a los cristianos nos conviene la meditación
frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras.
En Jesús tenemos la plenitud de la
Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre (cf. Jn
1,14), que viene a nosotros para darnos a conocer quién es Dios y cómo nos ama.
Dios espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de
sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).
Del texto del Evangelio de hoy
encontramos una buena explicación en la Primera Carta de san Juan: «En esto
consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos
no son pesados» (1Jn 5,3). Guardar los mandamientos de Dios garantiza que le
amamos con obras y de verdad. El amor no es sólo un sentimiento, sino que —a la
vez— pide obras, obras de amor, vivir el doble precepto de la caridad.
Jesús nos enseña la malicia del
escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo
enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19).
Porque —como dice san Juan— «quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus
mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4).
A la vez enseña la importancia del buen
ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los
Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado
cristiano.
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
Santoral Católico:
Beato Juan
Dominici
Arzobispo
Nació en Florencia el año 1350. Ingresó
de joven en la Orden de Predicadores y recibió la ordenación sacerdotal.
Después de la Peste Negra puso gran empeño en la renovación y reforma de su
Orden. También fomentó la reforma en la rama femenina dominicana. Contribuyó a
la solución del Cisma de Occidente al obtener de Gregorio XII que abdicara.
Antes, en 1408, fue nombrado obispo de Ragusa o Dubrovnik y en 1418 el nuevo
papa lo envió a Bohemia, Polonia y Hungría para contrarrestar la predicación de
Juan Hus. Murió en Budapest (Hungría) el año 1419.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
"Para aquellos que creen,
ninguna prueba es necesaria.
Para aquellos que no creen,
ninguna cantidad de pruebas es
suficiente"
~ San Ignacio de Loyola ~
Historias:
Consagraba en su
mano
Trece años en la cárcel. Por el crimen
de ser sacerdote. Por el crimen de obedecer y ser fiel al Papa. Espero que
pronto alguien se anime a hacer una película de este sacerdote entregado y fiel
que ha conmovido a todos con su libro "Cinco panes y dos peces".
Su nombramiento como Obispo de Saigon
fue recibido como una ofensa por el Gobierno comunista de Vietnam. De inmediato
se ordenó su arresto, aunque no tenían pruebas de que hubiera cometido delito
alguno más que el de servir y predicar. Tampoco le permitieron llevarse nada.
La comunidad católica no tardó en reaccionar y para calmar un poco las aguas,
permitieron a Van Thuan escribir un mensaje en un papel. Al final del mensaje,
decía: "Por favor, necesito algo de vino, como medicina para el dolor de
estómago". Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una
botella pequeña de vino con la etiqueta "Medicina para el dolor de
estómago". Entre la ropa escondieron algunas ostias. El paquete llegó a la
cárcel y el policía que lo revisaba preguntó extrañado: "¿Le duele el
estómago? Pues aquí le mandan su medicina".
Cuando Van Thuan predicó los ejercicios
espirituales a Juan Pablo II, en marzo del 2000, recordó emocionado este
momento: "No podía expresar mi alegría al saber que ya podía celebrar
Misa. Cada día pude arrodillarme ante la cruz con Jesús y beber con él su
cáliz. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con
toda mi alma un nuevo pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre
mezclada con la mía".
Todos los días, con tres gotas de vino y
una gota de agua en la palma de la mano, celebraba la Eucaristía. Poco después
de su arresto, lo llevaron al norte de Vietnam en barco con otros mil 500
prisioneros hambrientos y desesperados. A las nueve y media de la noche,
celebraba la Misa en la cama común que compartía con otros cinco presos. De
rodillas, con los grilletes en las manos y en los pies, un poco encorvado y
repitiendo las palabras de memoria, consagraba y repartía la comunión a los que
le rodeaban.
Estuvo nueve años en aislamiento total,
encerrado entre cuatro paredes de cemento sin ventana alguna, con un foco
encendido por la Policía durante largas horas o apagado durante semanas, que le
provocaba una tortura mental, caminando de un lado a otro de la pequeña celda
para evitar enfermedades, teniendo sólo un pequeño agujero para la respiración
en la parte baja del muro, que cuando llovía se llenaba de agua y hacía entrar
todo tipo de insectos que le picaban y mordían porque no le quedaban fuerzas
para impedirlo.
Pasó cuatro años más trabajando en las
montañas que rodeaban la prisión. Un día pidió un alambre de la valla eléctrica
que los acorralaba y, ayudado por otros prisioneros, cortó el alambre en
pequeños pedazos, lo enzarzó y formó una pequeña cadena. Otro guardia le
permitió quedarse con un pedacito de madera en forma de cruz tomada de la leña
que él mismo había cortado. Y la cadena y la cruz formaron el pectoral que
llevaba siempre colgado el Obispo Javier Van Thuan, prisionero desde agosto de
1975 hasta el año 1988.
No supo guardar rencores. Logró
numerosas conversiones de guardias y de prisioneros compañeros suyos. Pregonó y
vivió el camino del perdón hasta el final. Un día, uno de los guardias de la
cárcel le preguntó: "¿Es verdad que usted nos ama? ¿Nosotros le hemos
tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo. Cuando quede en
libertad, seguro que enviará a sus fieles a quemar nuestras casas y a golpear a
nuestros familiares". Le respondió: "Sí, claro que los amo, aunque me
maten, porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos. Y si
no lo hago, no soy digno de llevar el nombre de cristiano".
Van Thuan vivió a fondo su vocación.
Como lo han hecho y lo siguen haciendo tantos hoy, en su respectiva vocación y,
gracias a ellos se mantiene izada la bandera de la santidad de la Iglesia. Son
los que nos permiten a los católicos presentarnos ante el mundo sin demasiada
vergüenza, porque la verdad es que quien juzgue a la Iglesia por el rostro que
ofrecemos la mayoría, tiene motivos para pensar que no somos gran cosa y que el
batallón de mediocres que formamos no refleja lo que Jesús quiso dejar en la
tierra como presencia de su amor.
¿Veremos pronto en cartelera una
película del padre Van Thuan? ¿Sólo valen para el cine los sacerdotes que meten
la pata y arman escándalo o también esa gran mayoría de ellos que son fieles a
su vocación y que se entregan día a día, sin hacer tanto ruido, como el padre
Van Thuan? Que esta película se haga realidad y, aunque no llene los bolsillos
de dinero, que pueda llenar muchos corazones con la alegría de la fe cristiana.
© Juan Pedro Oriol | Fuente: Catholic.net
Nota: Monseñor François-Xavier Nguyen Van Thuan murió en Roma, Italia, el
16 de septiembre de 2002 y está en proceso de beatificación.
Nuevo vídeo
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas
Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de
esta página
El rincón del
lector
Desde hace años hemos tenido esta
sección llamada “El rincón del lector”
destinada a dar cabida a los mensajes, opiniones y comentarios de las personas
que leen Pequeñas Semillitas, que han podido expresarse libre y
respetuosamente. Ahora, con nuestra presencia en Facebook, la posibilidad de
manifestarse es mucho más abierta, directa y permanente.
Igual vamos a mantener esta sección para
los que deseen expresarse por esta vía. Para que tu mensaje se publique debes
dirigirlo por correo electrónico a feluzul@gmail.com con el título "El rincón del lector" y deberá ser muy breve y no
contener conceptos agraviantes para nada ni para nadie.
Los mensajes serán moderados por el
propietario de esta página y se publicarán a medida que el tiempo y el espacio
en la misma lo permitan, y no se admitirán réplicas o respuestas públicas a
mensajes anteriores de otros lectores.
Junio, mes del Corazón de Jesús
Día 10: La murmuración
Toma
la vida de Jesús y léela a fondo: no verás en Él una palabra de murmuración. El
Sagrado Corazón es siempre Él mismo: tiene una palabra dulce para los justos y
los pecadores, una palabra de ternura para sus traidores, una palabra de perdón
para los que le crucifican. Sobre todos extiende el manto benigno de la
caridad. Por eso odia tanto la murmuración y establece una regla especial:
"No juzguéis y no seréis juzgados", dice.
En la
medida con la que juzguéis a los otros, seréis juzgados. ¿Por qué ves la mota
en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?
Del Web Católico de Javier
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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