PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3856 ~ Martes 18 de Diciembre de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy
celebramos la devoción de María de la Dulce Espera. La Virgen embarazada del
Niño Jesús, ya próxima al momento del parto.
A
Ella le rezan las madres que esperan un bebé y aquellas familias que anhelan
tener un hijo. A María se le pide la protección y el consejo, la sabiduría y la
capacidad de orar y tener fe para enfrentar este gran desafío en la vida del
hombre: ser padres.
Esta
devoción es muy antigua (ya hay referencias en el siglo V). De todos modos, en
Argentina, Chile y Uruguay, se reconoce una imagen a partir de una historia que
se narra en el siguiente vídeo:
¡Buenos días!
¿Y mi regalo?
Existe una inmensa alegría en poder alegrar a otros a
pesar de nuestra propia situación. La aflicción compartida disminuye la
tristeza, pero cuando la alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte
feliz y realizado, basta compartir tus bendiciones, esas que no se pueden
comprar con dinero.
Rebeca le dice a su
marido: —Oye, Isaac, llevamos treinta años de casados y nunca me compraste
nada. —Es cierto, –contesta Isaac– pero, no me diste oportunidad. Dime, ¿acaso
tú pusiste un negocio de algo?
San Pablo aconseja ser ricos en buenas obras, dar con
generosidad y saber compartir los bienes. “Así —dice— adquirirán para el futuro
un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida” (1Tm 6, 17-19).
Encerrarte en ti mismo te dejará atrofiado y no te realizarás jamás. Una señal
de madurez es entregarte más a los demás que a ti mismo.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera Lectura: Jer 23, 5-8
♥ Salmo: Sal 71, 1-2. 12-13. 18-19
♥ SANTO EVANGELIO: Mt 1,18-24
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su
madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos
ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como
era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se
le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a
María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus
pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por
medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le
pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”».
Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y
tomó consigo a su mujer.
♥ Comentario:
Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a
considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente
sacrificado y delicado con su prometida María.
No hay duda de que ambos eran personas excelentes,
enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que
reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por
circunstancias muy exigentes.
Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el
cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su
criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a
este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su
iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se
le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había
tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que
había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).
Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también
contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de
María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún:
necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para
defender la vida del “pequeño Redentor”.
Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos
detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos
versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la
delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar
a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt
1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido
desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le
desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de
la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su
ley.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
La expectación del Parto
Nuestra Señora de la Esperanza, La Expectación del
Parto de la Virgen, Santa María de la «O», son títulos de una fiesta de la
Virgen María que no figura en el calendario litúrgico de la Iglesia, pero que
tiene larga tradición en España, pues viene del Concilio X de Toledo, celebrado
el año 656, que quiso dar mayor relieve a la fiesta de la Anunciación y
Encarnación, sacándola del tiempo cuaresmal o pascual, y acercándola, en plena
celebración del Adviento, al momento decisivo del parto de la Virgen Madre, acontecimiento
esperado por la humanidad y muy especialmente por María. Esperanza, pues presenta a María en estado avanzado del embarazo
obrado por el Espíritu Santo. Expectación,
por el ansia e intensidad con que ella esperaba tener pronto en sus brazos al
que llevaba en su seno. El título de María
de la «O» hace referencia a las solemnes antífonas del Cántico de la
Virgen, el Magníficat, que en las Vísperas de los siete días anteriores a
Navidad empiezan por esa letra. En relación con estas advocaciones de la
Virgen, el arte suele representar a María en avanzado estado de gestación, con
su vientre abultado y la mano sobre el mismo, apuntando que allí está el Hijo
de Dios, que pronto nacerá.
Oración: Dios
y Señor nuestro, que en el parto de la Virgen María has querido revelar al
mundo entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu gracia, para que
proclamemos con fe íntegra y celebremos con piedad sincera el misterio
admirable de la encarnación de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de
los siglos. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Oración a la Virgen de
la Dulce Espera
“María, madre del amor hermoso,
dulce muchacha de Nazaret, tú que proclamaste la grandeza del Señor y, diciendo
que “si”, te hiciste Madre de nuestro Salvador y Madre nuestra: atiende hoy las
suplicas que te hago.
En mi interior una nueva
vida está creciendo: un pequeño que traerá alegría y gozo, inquietudes y
temores, esperanzas y felicidad a mi hogar.
Cuídalo y protégelo mientras
yo lo llevo en mi seno. Y que, en el feliz momento del nacimiento, cuando
escuche sus primeros sonidos y vea sus manos chiquitas, pueda dar gracias al
Creador por la maravilla de este don que Él me regala.
Que, siguiendo tu ejemplo y
modelo, pueda acompañar y ver crecer a mi hijo.
Ayúdame e inspírame para que
él encuentre en mí un refugio donde cobijarse y, a la vez, un punto de partida
para tomar sus propios caminos.
Además, dulce Madre mía,
fíjate especialmente en aquellas mujeres que enfrentan este momento solas, sin
apoyo o sin cariño.
Que puedan sentir el amor
del Padre y que descubran que cada niño que viene al mundo es una bendición.
Que sepan que la decisión
heroica de acoger y nutrir al hijo les es tenida en cuenta.
Nuestra Señora de la Dulce
Espera, dales tu consuelo y valor. Amén”
Tema del día:
Regalos para los hijos
Muchas veces observamos con preocupación cómo se
pierde el sentido de estas fiestas, y se comienzan a convertir en una época en
la que sólo importa lo material.
Nuestros hijos pueden verse envueltos en este
fenómeno: la emoción de abrir un regalo tras otro puede convertirse en una
adicción y comienzan a sentir que nunca es suficiente. Es por esto que debemos
tener muy en cuenta algunas maneras de hacerlos pausar y tomar conciencia de lo
que verdaderamente importa.
En primer lugar debemos conversar con los abuelos y
familiares para que las fiestas no se conviertan en una competencia de regalos.
Debemos entender que ellos quieren ver la cara de alegría de los niños al abrir
sus regalos, pero en ningún momento estos regalos deben ser desproporcionados o
ser un obstáculo en la buena educación de nuestros hijos. Debemos orientarlos
en las reglas del hogar, en lo que a nuestros hijos les gusta, y en lo que
necesitan, para que los regalos se ajusten lo más posible a su realidad.
También debemos esmerarnos en enseñar a nuestros
hijos que los regalos son algo que sale del corazón, y que le demuestran a una
persona que pensamos en ella. Es importante que participen en los regalos que
les hacemos a amigos, parientes o maestros. Podemos hornear con ellos algunas
galletas de Navidad y darlas de regalo, o hacer unas tarjetas con mensajes
personalizados para los abuelos. De esta manera nuestros hijos entenderán que
la importancia del regalo no está en su valor material, sino el amor y el
cariño con el que lo regalamos.
Al comprarles sus regalos podemos seguir estas cuatro
reglas:
1. Algo que desean: siempre es bonito mantener la ilusión
de los niños de recibir en Navidad algo que realmente desean. Cuando nos
concentramos en una cosa, los hacemos pensar en aquello que verdaderamente
quieren en vez de nombrar muchas cosas que les gustaría tener.
2. Algo que necesiten: puede ser unas nuevas zapatillas de
fútbol pues ya las que tienen no le quedan, o una nueva mochila para la
escuela. Recibir en Navidad algo que necesitan le da valor a las cosas que
tienen y quitan la costumbre de pensar que todo lo que necesiten hay que
comprárselos en el momento.
3. Algo para usar: los niños siempre necesitan algo del
armario. Aunque a algunos no les haga gracia el hecho de recibir ropa, pues hay
que esmerarse en conseguir algo que les haga ilusión y que comprendan que estos
regalos también suponen esfuerzo.
4. Algo para leer: es una linda costumbre que nuestros
hijos reciban un libro cada Navidad. Un libro es un excelente regalo pues les
abre la mente, fomenta su creatividad y genera el hábito de la lectura
frecuente. Hay que hacer el esfuerzo de conseguir algún libro que a nuestros
pequeños les guste y les ilusione recibir en Navidad.
Finalmente debemos esmerarnos en fomentar en nuestros
hijos el agradecimiento. Hay muchos niños que ni siquiera en Navidad reciben un
regalo. Debemos hacerles entender que son privilegiados y que un manera de
agradecer es dar. Es por esto que es bueno que en esta época participemos en
familia en alguna actividad de caridad, para que experimenten en primera
persona que la mayor alegría de la vida no se encuentra en recibir, sino en
dar.
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
María es ante todo «la que creyó», tal como lo
declara su prima Isabel en la Visitación. Si es importante enfatizar el lugar
determinante de la fe en la vida de la Virgen, es porque el pecado original es
primero una cuestión de fe antes que un asunto de actos transgresores y
reprensibles. En la historia de la caída de Adán y Eva del libro del Génesis,
la primera pareja de la historia cae porque cree en las afirmaciones de la
serpiente que presenta a Dios como un maestro celoso, suspicaz, desconfiado,
avaro y temeroso de la competencia. Al escuchar esta voz demoniaca, Adán y Eva
pierden la fe recta en la bondad de Dios, el cual deja de ser para ellos un
Padre lleno de solicitud y amor.
Por el contrario, si una nueva era de la historia de
la humanidad comienza con María, es porque quien se convertirá en la madre del
Hijo de la promesa, Jesús, creyó en las promesas de Dios cuando este le anunció
en la voz del ángel Gabriel, que daría a luz al Hijo del Altísimo. Del mismo
modo, creerá a los pies de la Cruz, ¡y en qué condiciones!
Para María, Dios sigue siendo el Padre de Israel y de
toda la humanidad. Nunca dudó de su profunda bondad, simplemente porque
permaneció ajena a las huellas del pecado original. Así, orar a la Virgen es
orar para crecer en la fe. Y cuanto más creemos en la paternidad amorosa de
Dios, más celosos estaremos de embellecer a la esposa que le ha dado a su Hijo:
la Iglesia.
Un minuto con María
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y
martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros
hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el
abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por
los pacientes internados en la Casa de la Bondad en Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer
y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por
los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las
víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para la señora Rafaela S. de M., persona de edad, de Colombia, abuela de un
sacerdote, la cual fue operada de diverticulosis y se encuentra ahora en
cuidados intensivos. Pedimos al Señor pose sus Santas Manos Sanadoras sobre
ella y haga su Santa Voluntad, siempre con la intercesión y el consuelo de
nuestra Madre, la Virgen Santísima.
Continuamos unidos en oración por medio del rezo del
Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras
preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de
nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz,
rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia
sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los
deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin
rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que
tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto
el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias
que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se
hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse
elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la
pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo
nuestro Señor.
Amén
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Diciembre 18
El Padre Dios y su Hijo Jesús viven en nosotros y nos
santifican, pero lo hacen regalándonos el Espíritu Santo. Por eso, podemos
decir que el Espíritu Santo es el que toca nuestro interior, el que hace la
obra más íntima, el que derrama el amor en nuestras fibras interiores.
Es cierto que el Espíritu Santo siempre nos une a
Jesús y al Padre Dios; pero es él quien nos transforma íntimamente para que
seamos parecidos a Jesús y nos volvamos cada vez más agradables al Padre.
Los santos padres de la Iglesia utilizaban algunos
ejemplos para destacar esa obra tan íntima del Espíritu Santo. Le llamaban, por
ejemplo, el dedo de Dios, porque él toma contacto con nuestro corazón y lo
sana, lo libera, lo purifica. También decían que es como la punta de un rayo.
Porque el Padre Dios es como la fuente oculta de energía que habita en el
cielo, el Hijo es el relámpago que lo manifiesta con su luz, y el Espíritu
Santo es como la punta de ese rayo que quema la tierra.
También decían que las tres Personas de la Trinidad
son como el agua que sacia nuestra sed. Pero el Padre es el manantial deseado
de donde brota el agua, el Hijo son los chorros de agua que lo manifiestan y
nos alegran, y el Espíritu Santo es el agua que nosotros bebemos y nos
refresca.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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