PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3697 ~ Martes 3 de Julio de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Amado
Padre, envía tu Espíritu Santo sobre mí ahora, a todo mi interior, para que yo
asuma con un compromiso firme, las cosas que no estoy haciendo bien. Te
necesito, Dios, en mi corazón, ven a vivir en él para que tenga una vida nueva.
Que tenga siempre un corazón puro para vivir de acuerdo con tu palabra. Quiero que
mi voluntad esté guiada por tu instrucción de vida para tomar nuevos caminos y
transformar algunas acciones que no me están haciendo bien. Lléname con la
fuerza de tu amor, para que tenga la valentía de ser diferente, aunque me
cueste mucho aceptar que me equivoco y que debo cambiar lo que no construye a
mi familia, eso que la lleva a la tristeza y a la desesperación de los
problemas. Amén.
¡Buenos días!
Acepta la realidad
Un
signo de madurez es aceptar la realidad y poseer suficiente solidez y
equilibrio para vivirla. La persona madura es objetiva: sabe valorarse a sí
mismo sin dejar de valorar a los demás. Es capaz de tomar una decisión y
sostenerla. Madurez es el arte de vivir en paz con lo que no se puede cambiar.
Ejercítate en la sabiduría de “poner siempre los pies sobre la tierra”.
Un profesor de química al mismo tiempo que hacía
experimentos solía dejar enseñanzas inolvidables. Una vez que tenía en la mano
una botella de leche, la dejó caer en la batea del agua. Quedaron los vidrios y
toda la leche se escurrió por el desagüe. “La leche está perdida, dijo. No
podemos rescatarla más. Seamos más cuidadosos y no lloremos nunca por la leche
derramada”.
Confía
en el Señor y vigila tu mente para que no echen raíces ideas o emociones
funestas que pueden dañarte y trabar las fuerzas de tu espíritu. Por una parte,
mantén la vigilancia y, por otra, fortalece con la meditación los valores
perdurables del amor, la paciencia, la serenidad y la alegría profunda. Que el
Señor te bendiga y proteja en este crecimiento.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera lectura: Ef 2, 19-22
♥ Salmo: Sal 116, 1-2
♥ SANTO EVANGELIO: Jn 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba
con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al
Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y
no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no
creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos
dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas
cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu
dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo
sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús:
«Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
♥ Comentario:
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de santo Tomás. El
evangelista Juan, después de describir la aparición de Jesús, el mismo domingo
de resurrección, nos dice que el apóstol Tomás no estaba allí, y cuando los
Apóstoles —que habían visto al Señor— daban testimonio de ello, Tomás
respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en
el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn
20,25).
Jesús es bueno y va al encuentro de Tomás. Pasados
ocho días, Jesús se aparece otra vez y dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y
mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino
creyente» (Jn 20,27).
—Oh Jesús, ¡qué bueno eres! Si ves que alguna vez yo
me aparto de ti, ven a mi encuentro, como fuiste al encuentro de Tomás.
La reacción de Tomás fueron estas palabras: «Señor
mío y Dios mío!» (Jn 20,28). ¡Qué bonitas son estas palabras de Tomás! Le dice
“Señor” y “Dios”. Hace un acto de fe en la divinidad de Jesús. Al verle
resucitado, ya no ve solamente al hombre Jesús, que estaba con los Apóstoles y
comía con ellos, sino su Señor y su Dios.
Jesús le riñe y le dice que no sea incrédulo, sino
creyente, y añade: «Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20,28).
Nosotros no hemos visto a Cristo crucificado, ni a Cristo resucitado, ni se nos
ha aparecido, pero somos felices porque creemos en este Jesucristo que ha muerto
y ha resucitado por nosotros.
Por tanto, oremos: «Señor mío y Dios mío, quítame
todo aquello que me aparta de ti; Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que
me acerca a ti; Señor mío y Dios mío, sácame de mí mismo para darme enteramente
a ti» (San Nicolás de Flüe).
Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santo Tomás
Apóstol
En los Evangelios recibe el sobrenombre de Dídimo o
Mellizo. Se hizo famoso en las apariciones de Jesús resucitado a los Apóstoles.
Su incredulidad cuando le hablaron de la primera aparición, que tuvo lugar
estando él ausente, desapareció a la vista de Cristo en la segunda, cuando
Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y sus manos llagadas por los
clavos. Entonces acabó proclamando: «¡Señor mío y Dios mío!». San Juan nos
refiere otras actuaciones de Tomás: cuando los otros temían acompañar a Cristo,
él dijo resuelto: «Vayamos también nosotros y muramos con él». Y en la Última
Cena, cuando Jesús les anuncia su partida, Tomás le pregunta: «No sabemos a
donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», a lo que Jesús responde: «Yo soy el
camino, la verdad y la vida». Tomás es símbolo del hombre en su lento pero
decidido caminar hacia la fe. Según la tradición, evangelizó los pueblos de
Persia y de la India, donde murió mártir.
Oración: Dios
todopoderoso, concédenos celebrar con alegría la fiesta de tu apóstol santo
Tomás; que él nos ayude con su protección, para que tengamos en nosotros vida
abundante por la fe en Jesucristo, tu Hijo, a quien tu apóstol reconoció como
su Señor y su Dios. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Pensamiento del día
"No podemos guiar a los
demás
para que entiendan el
verdadero significado de la vida;
necesitan descubrir solos
que algunas partes del árbol
suben hacia el cielo,
y otras se hunden en la
tierra".
(Khalil Gibrán)
Tema del día:
Por las Almas del Purgatorio
¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas
inexplicables: no pueden merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos,
nosotros, ingratos, no cuidamos de ellas!
Tienen ellas en el mundo tantos hermanos, parientes y
amigos, y no hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de aquella
profunda cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y
no encuentran un Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro
hermosísimo de Dios. Se abrasan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y
no hallan una solícita Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más
desgraciadas que el caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio. Pero no
encuentran un samaritano u otra persona compasiva que las consuele.
¡Pobres almas! ¡Qué gran tormento es para ustedes
este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente aliviarlas y libertarlas
del Purgatorio; bastaría una misa, una Comunión y un Vía Crucis, una
indulgencia que aplicasen; y nadie se preocupa de ofrecerlas por ustedes!
¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Son sus mismos
parientes y amigos, sus mismos hijos!. Ellos se alimentan y recrean con los
bienes o posibilidades que ustedes les dejaron, y ahora, como desconocidos, no
se acuerdan ya de ustedes.
¡Pobres almas! Con mucha más razón que David pueden
ustedes decir: si alguien que no hubiese nunca recibido ningún favor de mi
parte, si un enemigo me tratara así por doloroso que me fuera, podría
soportarlo con paciencia: ¡pero tú, hijo mío, hermano, pariente, amigo, que me
debes tantos beneficios; tú, hijo mío, por quien pasé tantos dolores y noches
tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas pruebas recibiste de mi amor,
siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis incesantes favores: que tú me
trates así; que, descuidando los sufragios que tanto te encargué me dejes en
este fuego, sin querer socorrerme! ¡Ésta sí que es una ingratitud y crueldad
superior a todo lo que podemos pensar!
¡Pobres almas! Pero más pobres e infelices seremos
nosotros, si no las socorremos. Acuérdate, nos gritan los difuntos a nosotros,
de cómo he sido yo juzgado: porque así mismo lo serás tú: A mí ayer; a ti hoy.
Tú también serás del número de los difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y
poderoso que seas, ¿qué sacarás de este mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada
más: las obras. Si son buenas, ¡qué consuelo! Si malas, ¡qué desesperación!
Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo.
¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible con las
benditas Almas del Purgatorio, duros e insensibles serán contigo los mortales,
cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer de un sabio; es el
oráculo de la Sabiduría infinita, que nos dice en San Mateo: Con la misma
medida con que midiereis, seréis medidos. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos
portado con las almas de nuestros prójimos, se portarán los mortales también
con nosotros.
¡Ay de aquel que no hubiese practicado misericordia,
porque le espera, dice el apóstol Santiago, un juicio sin misericordia. ¿Y no
tiemblas tú, insensible para con los difuntos? Si lleno de indignación, el Juez
supremo arroja al infierno al que niega la limosna a un pobre, que tal vez era
enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y rigor condenará al que
niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los bienes que les
pertenecían?
© Sitio Santísima Virgen
Mensaje de María Reina
de la Paz
Mensaje de María Reina
de la Paz del 2 de Julio de 2018
“Queridos hijos, soy Madre de todos vosotros, por eso
no tengáis miedo, porque yo escucho vuestras oraciones. Sé que me buscáis y por
eso oro por vosotros a mi Hijo; mi Hijo que está unido con el Padre Celestial y
con el Espíritu consolador, mi Hijo que guía a las almas hacia el Reino de
donde Él ha venido, el Reino de la paz y de la luz.
Hijos míos, os ha sido dada la libertad de elegir.
Por eso yo, como Madre, os pido que uséis la libertad para el bien. Vosotros,
con almas puras y sencillas, sois capaces de comprender; aunque algunas veces
no entendáis las palabras, dentro de vosotros sentís cuál es la verdad.
Hijos míos, no perdáis la verdad y la verdadera vida
por seguir la falsa. Con la verdadera vida el Reino Celestial entra en vuestros
corazones, este es el Reino del amor, de la paz y de la concordia. Entonces,
hijos míos, no existirá el egoísmo que os aleja de mi Hijo. En su lugar habrá
amor y comprensión por vuestro prójimo.
Por eso recordad -nuevamente os repito-: orar también
significa amar a los demás, al prójimo y darse a ellos. Amad y dad en mi Hijo y
Él obrará en vosotros y para vosotros. Hijos míos, pensad continuamente en mi
Hijo y amadlo inmensamente, así tendréis la verdadera vida y esto será por la
eternidad. ¡Os doy las gracias apóstoles de mi amor!”
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
Lo que he visto con toda claridad es que los miedos y
las tribulaciones se vuelven tanto más pequeñas cuanto más seguro está uno con
Dios.
Mientras las esperanzas y la confianza se pongan en
los hombres y en las cosas materiales, que tan fácilmente se quiebran y tan
rápido se desvanecen, lo único que hacemos es alimentar miedos y tribulaciones.
Sólo hizo falta que me decidiera por "Dios
sólo" para que perdieran su importancia todas las cosas que pasan por ser
tan necesarias.
Se revalorizaron los valores. Todo se volvió del revés, hasta que todo
estuvo en su sitio.
Comencé a desprenderme de los valores aparentes.
Desprendiéndome de todo fue como empezar de nuevo. Y cuanto más me desprendía de las cosas, tanto más libre me sentía, y tanto más capaz era de disfrutar de todo.
Desprendiéndome de todo fue como empezar de nuevo. Y cuanto más me desprendía de las cosas, tanto más libre me sentía, y tanto más capaz era de disfrutar de todo.
"Yo he experimentado a Dios en mi vida".
Eso de experimentar a Dios no es que le anden a uno
pellizcando el brazo.
Es una sensación mucho más profunda, es un
sentimiento tan singular que no se puede describir.
Es encontrarse con un ser al que no se ve, pero cuya
presencia se nota, hasta casi poderla agarrar en la honda paz y en la alegría
indecible que a veces le inunda a uno.
Phil Bosmans
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Julio 3
Es maravilloso detenerse a admirar cómo se hace
presente la vida del Espíritu en las relaciones humanas. Porque todo gesto de
amor humano es un pálido reflejo de ese Amor infinito que une al Padre y al
Hijo.
Toda experiencia de amor sincero es una chispa del
Espíritu Santo que se mete en este mundo.
Por eso, para imaginarme cómo es el Espíritu Santo
debo imaginarme un momento, una experiencia de amor humano generoso, sincero,
feliz. Eso mismo, infinitamente más grande, más precioso, es el Espíritu Santo.
Por eso puedo detenerme a admirar los luminosos
reflejos del Espíritu Santo en una pareja que se ama, en un abrazo de
reencuentro, en un gesto de servicio humilde y generoso, en una sonrisa que
busca hacer feliz a otro.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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