sábado, 30 de marzo de 2013

Pequeñas Semillitas 1989


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1989 ~ Sábado 30 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   
Alabado sea Jesucristo…
Sábado Santo. Jesús ha muerto. Todo el día de hoy, su Cuerpo reposa en el sepulcro, frío y sin vida. Ahora nos damos cuenta de lo que pesan nuestros pecados. Jesús ha muerto para redimirnos.
Estamos tristes. La Virgen María también está triste, pero contenta porque sabe que resucitará. Los Apóstoles van llegando a su lado, y Ella les consuela.
Pasa el día unido a la Virgen, y con Ella acompáñale a Jesús en el sepulcro. Haz el propósito de correr al regazo de la Virgen cuando te hayas separado de Él.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

Hoy no meditamos un evangelio en particular, puesto que es un día que carece de liturgia. Pero, con María, la única que ha permanecido firme en la fe y en la esperanza después de la trágica muerte de su Hijo, nos preparamos, en el silencio y en la oración, para celebrar la fiesta de nuestra liberación en Cristo, que es el cumplimiento del Evangelio.
La coincidencia temporal de los acontecimientos entre la muerte y la resurrección del Señor y la fiesta judía anual de la Pascua, memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto, permite comprender el sentido liberador de la cruz de Jesús, nuevo cordero pascual cuya sangre nos preserva de la muerte.
Otra coincidencia en el tiempo, menos señalada pero sin embargo muy rica en significado, es la que hay con la fiesta judía semanal del “Sabbat”. Ésta empieza el viernes por la tarde, cuando la madre de familia enciende las luces en cada casa judía, terminando el sábado por la tarde. Esto recuerda que después del trabajo de la creación, después de haber hecho el mundo de la nada, Dios descansó el séptimo día. Él ha querido que también el hombre descanse el séptimo día, en acción de gracias por la belleza de la obra del Creador, y como señal de la alianza de amor entre Dios e Israel, siendo Dios invocado en la liturgia judía del Sabbat como el esposo de Israel. El Sabbat es el día en que se invita a cada uno a acoger la paz de Dios, su “Shalom”.
De este modo, después del doloroso trabajo de la cruz, «retoque en que el hombre es forjado de nuevo» según la expresión de Catalina de Siena, Jesús entra en su descanso en el mismo momento en que se encienden las primeras luces del Sabbat: “Todo se ha cumplido” (Jn 19,3). Ahora se ha terminado la obra de la nueva creación: el hombre prisionero antaño de la nada del pecado se convierte en una nueva criatura en Cristo. Una nueva alianza entre Dios y la humanidad, que nada podrá jamás romper, acaba de ser sellada, ya que en adelante toda infidelidad puede ser lavada en la sangre y en el agua que brotan de la cruz.
La carta a los Hebreos dice: «Un descanso, el del séptimo día, queda para el pueblo de Dios» (Heb 4,9). La fe en Cristo nos da acceso a ello. Que nuestro verdadero descanso, nuestra paz profunda, no la de un solo día, sino para toda la vida, sea una total esperanza en la infinita misericordia de Dios, según la invitación del Salmo 16: «Mi carne descansará en la esperanza, pues tu no entregarás mi alma al abismo». Que con un corazón nuevo nos preparemos para celebrar en la alegría las bodas del Cordero y nos dejemos desposar plenamente por el amor de Dios manifestado en Cristo.
P. Jacques Philippe (Cordes sur Ciel, Francia)


Santoral Católico:
San Juan Clímaco
Abad

EL sobrenombre de Clímaco viene del célebre tratado de ascética escrito por Juan y que le había encomendado el abad del monasterio de Raithu, La Escalera del Paraíso (del griego clímax, que quiere decir escalera). Su biógrafo, el monje Daniel del monasterio de Raithu, al suroeste del Sinaí, escribe que Juan nació en Palestina y a la edad de seis años abandonó el pueblo natal para retirarse a un monasterio del Sinaí. Allí recibió la tonsura monacal a los cuatro años de su ingreso y vivió 19 años en comunidad bajo la guía de un santo anciano, llamado Martirio.

Cuando murió el maestro, Juan se retiró a una celda solitaria sobre el monte Sinaí, a pocas leguas del monasterio, a donde bajaba los sábados y los domingos para participar en las ceremonias litúrgicas con los demás hermanos. En la celda no había sino una gran cruz de madera, una mesa y un banco que servía de silla y de cama. Su única riqueza eran los libros de la Sagrada Escritura y las obras de los Padres de la Iglesia, entre ellos la Regula Pastoralis de San Gregorio Magno, traducida al griego por un patriarca de Antioquía hacia el año 600.

La alusión a esta obra no es casual. Es evidente que la Scala Paradisi depende de la Regula Pastoralis, aunque durante mucho tiempo esto fue inexplicable porque los estudiosos creían que san Juan Clímaco había vivido en el siglo V; después se encontraron nuevos documentos que permitieron establecer la fecha de su muerte, acaecida en el 649, aclarando así la influencia de san Gregorio Magno sobre la doctrina ascética del anacoreta del Sinaí, sobre todo en el epílogo, titulado “Liber ad Pastorem”. En ese epílogo están resumidos los deberes de los abades y de cuantos gobiernan una comunidad religiosa. Juan Clímaco escribió esa síntesis de la doctrina espiritual en los años siguientes a su experiencia de anacoreta, cuando fue sacado de su amada soledad para ponerlo al frente del monasterio del Monte Sinaí.

El santo anacoreta tenía sesenta años cuando, por obediencia, escribió el resultado de sus prolongadas meditaciones sobre la práctica de las virtudes cristianas. Así nació uno de los tratados de teología ascética más leídos y que desde su primera publicación ha sido muy difundido. Su Scala tiene tres escalones, es decir, treinta capítulos que corresponden a los años de la vida de Jesús, y desarrolla en tres partes el camino o progreso del alma hacia la perfección, partiendo de la renuncia al mundo para llegar, mediante la lucha contra los vicios y la adquisición de las virtudes, a la cima de la perfección interior, que es la unión con Dios por medio de la caridad.

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Palabras inspiradoras

Si piensas que tus sencillas palabras de cada día pueden ser como dulce música al oído y al corazón de los que están contigo, ¿no es verdad que controlarás mejor toda palabra que sale de tu boca para que resulte inspiradora, alegre y reconfortante para todos? Lee atentamente lo que hoy te presento.

El abuso verbal, aunque invisible, ataca la mente y el espíritu de los que lo sufren. Las palabras que se dicen con rabia o resentimiento lastiman profundamente con efectos prolongados. En verdad las palabras pueden doler como los golpes físicos. Especialmente los padres deben saber que la crítica, el desprecio y los insultos –aun cuando se los diga en broma– pueden lastimar el amor propio, o dañar la autoestima, o bien detener el crecimiento de una imagen sana de sí mismo en los niños. Las palabras dichas con amor ofrecen un real elemento constructivo de elogio, aliento, gratitud, disculpa a quien escucha.
Nuestras palabras pueden herir o reconfortar, impedir o ayudar, frustrar o inspirar a la acción. He aquí algunas frases que son dulce música al oído y al corazón: “¡Muy buen trabajo!”. “Déjame ayudarte”. “Cometí un error, perdóname”. “¡Felicitaciones!”. “Estamos orgullosos de ti”. “Gracias”. “Te quiero”. “Admiro tu capacidad”. “Tú puedes hacerlo muy bien”.

Para subrayar este mensaje, recuerda lo que escribió san Pablo a los cristianos de Éfeso (4, 29): “No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan”. Que el Señor te bendiga y te proteja.

Padre Natalio


La frase de hoy

"El grado más perfecto de humildad
es complacerse en los menosprecios y humillaciones.
Vale más delante de Dios un menosprecio
sufrido pacientemente por su amor,
que mil ayunos y mil disciplinas."

San Francisco de Sales


Tema del día: Sábado Santo
Dolor en la espera

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando en su Pasión y Muerte, y se abstiene de celebrar el sacrificio de la Misa, por lo que conserva el altar totalmente desnudo, las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. No puede darse la Sagrada Comunión (más que a modo de viático), hasta la Vigilia Pascual (“al caer el sol”).

Durante el día es importante recordar que Jesús compartió con nosotros a su madre para que acudamos a Ella en las alegrías y dificultades. Antes de morir y en presencia de María y Juan, Jesús expresó: “Madre, ahí tienes a tu hijo”  “Ahí tienes a tu Madre”  (Jn. 19, 26-27).

Dar el pésame a la Virgen es unirnos en su dolor y sufrimiento por la Pasión y Muerte de Jesús. María es una mujer que acaba de perder a su hijo, todo su ser se ha sacudido por lo que ha visto en los días que acaban de pasar. Ver a su hijo en la Cruz. En el corazón de María había un gran dolor.

Por la noche se celebra la Vigilia Pascual durante la cual, además de bendecir el fuego, se prepara el Cirio Pascual, se bendice el agua y se encienden velas en señal del paso de la oscuridad a la luz con la Resurrección del Señor, fundamento de nuestra fe.

Después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la resurrección, se desborda la alegría pascual que inunda los cincuenta días subsiguientes.

Fuente: Vive la Semana Santa


Meditación breve

Para hablar de la Pasión, mediante la cual fuimos rescatados todos, tomaré como tema las palabras del título que Pilatos hizo escribir sobre la Cruz: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
Jesús quiere decir Salvador, así que ha muerto porque es salvador y para salvar hacía falta morir.
Rey de los judíos, o sea que es Salvador y Rey al mismo tiempo. Judío significa "confesar"; por tanto es Rey pero de solo aquellos que le confiesen, y ha muerto para rescatar a los confesores; si, realmente ha muerto y con muerte de cruz.
Ahí tenemos pues, las causas de la muerte de Jesucristo: la primera, que era Salvador, santo y Rey; la segunda, que deseaba rescatar a aquellos que le confiesen.
Pero, ¿no podía Dios dar al mundo otro remedio sino la muerte de su Hijo? Ciertamente podía hacerlo; ¿es que su omnipotencia no podía perdonar a la naturaleza humana con un poder absoluto y por pura misericordia, sin hacer intervenir a la justicia y sin que interviniese criatura alguna?
Sin duda que podía. Y nadie se atrevería a hablar ni censurarle. Nadie, porque es el Maestro y Dueño soberano y puede hacer todo lo que le place.
Ciertamente pudo rescatarnos por otros medios, pero no quiso, porque lo que era suficiente para nuestra salvación no era suficiente para satisfacer su Amor.
Y qué consecuencia podríamos sacar sino que, ya que ha muerto por nuestro Amor, deberíamos morir también por Él, y si no podemos morir de amor, al menos que no vivamos sino sólo para Él.
San Francisco de Sales, Sermones.


“Intimidad Divina”

En espera de la Resurrección

El Sábado Santo es el día más indicado para contemplar en síntesis el misterio pascual de la pasión-muerte-resurrección del Señor, en el que converge y actúa toda la historia de la salvación. A esto invita Liturgia proponiendo una serie de lecturas escriturísticas que tocan las etapas más importantes de esta historia maravillosa, para después concentrarse en el misterio de Cristo. Ante todo, viene presentada la obra de la creación (1ª lectura), salida de las manos de Dios y por él contemplada con complacencia… De Dios, bondad infinita, no pueden salir más que cosas buenas, y si, demasiado pronto, el pecado viene a trastornar toda la creación, Dios, fiel en su bondad, planifica inmediatamente la restauración, que realizará por medio de su Hijo divino. De éste aparece una figura profética en Isaac, a quien Abrahán se dispone a inmolar para obedecer el mandato divino (2ª lectura). Otro hecho notable es el milagroso “paso” del Mar Rojo (3ª lectura) realizado con la intervención de Dios, por el pueblo de Israel, símbolo del bautismo, mediante el cual los que creen en Cristo, “pasan” de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad y a la vida de hijos de Dios. Siguen bellísimos texos proféticos sobre la misericordia redentora del Señor, quien a pesar de las continuas infidelidades de los hombres no cesa de desear su salvación.

La historia de la salvación culmina en el misterio pascual de Cristo, se hace historia en cada hombre mediante el bautismo que lo inserta en este misterio. Esto explica por qué ocupa tan alto lugar el bautismo en la Liturgia de la Vigilia pascual… celebrar la Pascua significa “pasar” con Cristo de la muerte a la vida, “paso” iniciado con el bautismo, pero que debe ser realizado cada vez más plenamente durante toda la vida del cristiano. “Porque si nuestra existencia está unida a él [Cristo] en muerte como la suya –apremia San Pablo–, lo estará también en una resurrección como la suya” (Rom 6, 5). No se trata de bellas expresiones, sino de realidades inmensas, de transformaciones radicales obradas por el bautismo y de las cuales los creyentes se olvidan demasiado, inconscientemente.

Participar en la muerte de Cristo quiere decir morir con él al pecado de una vez y para siempre, y por lo tanto morir cada día a las pasiones, a las malas inclinaciones, al egoísmo, al orgullo… renunciar cada vez más a Satanás, a sus obras, a sus seducciones. Y todo esto, no sólo con las palabras, ni por el tiempo que dura una función litúrgica, sino durante toda la vida. En virtud del bautismo, no sólo recibido, sino vivido, el pueblo cristiano se presenta como aquel pueblo preconizado por Ezequiel (36, 25-26; 7ª lectura), asperjado y purificado con un “agua pura” –agua que brota del costado traspasado de Cristo crucificado–, que recibe de Dios “un corazón nuevo” y “un espíritu nuevo”, dones eminentemente pascuales. Con estas disposiciones, cada uno de los fieles puede considerarse preparado y dispuesto a cantar el Aleluya, a asociarse al gozo de la Iglesia ante el anuncio de la resurrección del Señor, considerándose también él resucitado con Cristo para gloria de Dios.

¡Oh Dios!, a nosotros, que por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo en el bautismo, concédenos vivir con él una vida nueva. Acepta, por tanto, la renovación de nuestras promesas bautismales, con las que en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras, y ahora prométenos de nuevo servirte fielmente en la Santa Iglesia católica. Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo y que nos concedió la remisión de los pecados, guárdanos en tu gracia para la vida eterna. (Misal Romano).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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