martes, 19 de marzo de 2013

Pequeñas Semillitas 1978


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1978 ~ Martes 19 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   
San José

Alabado sea Jesucristo…
Hoy, con verdadera alegría, y en medio de esta verdadera “Primavera del Espíritu” que estamos viviendo a partir de la elección del Papa Francisco, celebramos a San José, Padre de la Iglesia. Se trata de un verdadero modelo de padre ejemplar, de esposo solícito, de trabajador esmerado. Ejemplo de prudencia, de obediencia heroica, de disponibilidad pronta, de justicia, desprendimiento y pureza, de amor y respeto por Dios y por los hombres. Elegido por el Padre del cielo para ser guardián, proveedor y protector de su Hijo y de su Madre Santísima.
Los lectores de “Pequeñas Semillitas” saben que San José es patrono de esta página, junto con la Santísima Virgen de Lourdes. Y ambos, junto a Jesús y al beato Juan Pablo II, son mis permanentes inspiradores a la hora de escribir cada día este boletín.
Y además de todo eso, que ya es mucho, también hoy es un día muy importante para la Iglesia Católica, pues hoy celebra su misa de entronización el nuevo Papa Francisco, que también se coloca bajo la protección de San José.
Recemos unidos, como Francisco nos pide, y pidamos a San José que nos cuide como cuidó siempre a Jesús, que cuide a Francisco Papa, y nos llene de bendiciones a todos… 
Felipe


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
(Mt 1,16.18-21.24a)

Comentario
Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma. Pero la alegría de esta fiesta no es un obstáculo para continuar avanzando en el camino de conversión, propio del tiempo cuaresmal.
Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.
Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.
No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).
La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).
Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)


Santoral Católico:
San José
Esposo de la Virgen


Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable.

La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Oración y trabajo

La oración es la llave que abre los tesoros del cielo. Es el puente siempre accesible por el que llegamos a Dios. El arte de orar es el arte de amar al Señor. Pero orar bien es un regalo del Señor. Como los apóstoles implorémoslo con frecuencia. Pidamos al Padre, por Jesús, que derrame sobre nosotros un Espíritu de oración y de alabanza, (Zac. 12, 10).

Un día el santo Abad Antonio, mientras estaba sentado en el desierto, fue presa del desaliento y de una densa tiniebla de pensamientos. Y decía a Dios: "¡Oh Señor!, yo quiero salvarme, pero los pensamientos me lo impiden. ¿Qué puedo hacer en mi aflicción?” Entonces, asomándose un poco, Antonio ve a otro como él, que está sentado y trabaja, después interrumpe el trabajo, se pone en pie y ora, después se sienta de nuevo y se pone a trenzar cuerdas, y después se levanta de nuevo y ora. Era un ángel del Señor, enviado para corregir a Antonio y darle fuerza. Y oyó al Ángel que decía: “Haz así y serás salvo”. Al oír aquellas palabras, cobró gran alegría y aliento: así hizo y se salvó.

Alexis Carrel, médico investigador, premio Nobel, famoso por su libro “La incógnita del hombre”, escribió: “Un constante y silencioso milagro acontece, de hora en hora, en los corazones de hombres y mujeres que han descubierto, con asombro, que la oración los enriquece con una continua corriente de fortaleza que los sostiene en sus vidas cotidianas”. El Señor te bendiga.

Padre Natalio


La frase de hoy

“A otros santos parece les dio el Señor
gracia para socorrer en una necesidad;
el Glorioso San José, tengo experiencia, que socorre en todas.
Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no creyere
y verá por experiencia cuan gran bien es recomendarse 
a ese glorioso Patriarca y tenerle devoción”

Santa Teresa de Jesús


Tema del día:
Invocaciones a San José


Padre de Jesús. Escogido por el Eterno Padre, con amor previsor, para ser un padre para Jesús, tú, oh san José, has sido uno de los principales interlocutores en el plan de la salvación, según las promesas de Dios a su pueblo.
Ayúdame, san José, a leer hoy, el proyecto de Dios sobre mi vida, conforme a su plan de salvación.

Hombre de los proyectos divinos. Durante tu vida, tú, san José, no te has preocupado por hacer cosas grandes, sino por cumplir bien la voluntad de Dios, inclusive en las cosas más sencillas y humildes, con mucho empeño y amor.
Enséñame, san José, la prontitud en buscar y realizar la voluntad de Dios.
 
Esposo de la Madre de Dios. Después de la perturbación inicial, oh san José, tu ‘sí’ a la voluntad de Dios fue claro y preciso, aceptando a María como tu esposa. Fue por tu ‘sí’ que Jesús formó parte, a pleno derecho, de la estirpe de David ante la ley y ante la sociedad. Te confiamos, oh san José, a todos los padres, para que, siguiendo tu ejemplo, acepten en los hijos el don inestimable de la vida humana.

Hombre del silencio. Junto a Jesús y a María, san José, fuiste hombre del silencio. Tu casa fue un templo. ¡Un templo donde lo primero fue el amor! Enséñame, oh san José, a dominar mi locuacidad y a cultivar el espíritu de recogimiento.

Hombre de fe. Aún más que Abraham, a ti, san José, te tocó creer en lo que es humanamente impensable: la maternidad de una virgen, la encarnación del Hijo de Dios. Fortalece, oh san José, a quien se desanima y abre los corazones para confiar en la Providencia de Dios.

Hombre de la esperanza. Oh San José, tú has vivido en una actitud de serena esperanza ante la persona de Jesús, de quien, durante tu vida, jamás pudiste vislumbrar algo que revelara su divinidad. Aumenta, san José, mi capacidad de esperanza, alimentando el aceite para mis lámparas de espera.

Hombre del amor a Dios. Oh san José, tú diste pruebas de entrega plena y total a tus seres queridos, Jesús y María, y con ello dabas gloria a Dios. Enséñame, oh san José, a amar a Dios con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas, y al prójimo como a mí mismo.

Hombre de la acogida. Oh san José, tu trabajo te llevaba a relacionarte a menudo con la gente, y en ello diste pruebas de atenta cortesía y de calurosa acogida. Oh san José, ¡que yo sepa descubrir aquellos gestos que me hacen imagen viva de la disponibilidad con que Dios nos recibe tal como somos!

Hombre del discernimiento. No te fue tan fácil, oh san José, discernir entre las circunstancias de la vida lo que Dios quería de ti para tu misión y tu familia. Ayúdame, oh san José, a intuir entre los acontecimientos del día el paso de Dios por mi vida.

Hombre de la docilidad. ¡Qué hermosa fue tu docilidad, oh querido santo, en actitud de constante atención a la Sagrada Escritura y a la voluntad de Dios! Aleja de mí, oh san José, la presunción, el apego tonto a mis opiniones, la obstinación de seguir sólo mis ideas.

Hombre de la entrega. Tú, oh san José, no perdías tiempo en cosas vanas e inútiles y no obrabas con disgusto o mala gana. Ayúdame, oh san José, a no ser flojo en mis responsabilidades, sino a dedicarme a mis quehaceres con la máxima entrega.

Hombre de la sencillez. Ser persona sencilla como tú, oh san José, no es sólo una dimensión del carácter, sino una virtud adquirida con el esfuerzo diario de hacerse disponible a los demás. Ayúdame, oh san José, a no ser persona complicada, retorcida, e inaccesible, sino amable, sencilla y transparente.

Hombre de la confianza. Tu seguridad, oh san José, se cimentaba en la atención y adhesión constante a la voluntad de Dios, tal como iba manifestándose día tras día. Haz, oh san José, que yo tenga la seguridad de quien confía en Dios, sabiendo que en cualquier situación, aunque adversa, estoy en sus manos.

Hombre de la paz. Tú, oh san José, como padre has educado a Jesús adolescente hacia aquellos valores que luego Él predicó, proclamando felices a “los que trabajan por la paz”. Oh san José, ayúdame a promover la paz en mi propia familia y en el ambiente donde vivo y trabajo.

Ejemplo de humildad. ¡Cómo te sentías pequeño a tus ojos, oh san José! ¡Cómo amabas tu pequeñez! Siempre en la sombra, mantuviste tu vida bien escondida para responder al proyecto de Dios. Ayúdame, oh san José, a huir de la vanagloria. Haz que encuentre gusto en la humildad y en relativizar mis intereses personales.

Ejemplo de fortaleza. Sin duda, oh san José, tu fortaleza, como jefe de familia, fue fundamental en los momentos cruciales que los Evangelios nos dejan entrever. Pero seguramente se consolidó luego en el trabajo de cada día. Ayúdame, oh san José, a no desfallecer frente a las tentaciones, fatigas y sufrimientos.

Ejemplo de obediencia. Fue admirable tu obediencia en lo poco que los Evangelios nos revelan. Obedecer, casi a ciegas, a lo que las circunstancias iban indicándote como querer de Dios. Aleja de mí, oh san José, todas las excusas que mi egoísmo y flojera me presionan para no cumplir la voluntad de Dios.

Ejemplo de justicia. El evangelio te definió hombre justo, querido san José. Lo cual para nosotros ahora significa ser persona que actúa para con Dios y los hombres con rectitud y honestidad. Alcánzame, oh san José, la ayuda para mantener actitudes sanas en mis relaciones con Dios y los hombres.

Ejemplo de prudencia. Tu prudencia, querido santo, se manifestó en la correcta valoración de las circunstancias para tomar en tu vida aquellas decisiones que mejor favorecían a tu propia familia. Haz, oh san José, que yo no tome decisiones importantes sin antes valorar bien a quienes realmente puedan afectar.

Ejemplo de pobreza. La vida pobre y escondida en Nazaret, a lado de tus seres queridos, te llevó, querido santo, a ser un trabajador responsable y activo, sin escatimar sacrificio alguno. Obtenme, oh san José, la gracia del espíritu de pobreza, siendo responsable en mis quehaceres.

Ejemplo de gratitud. Nadie después de tu esposa, querido san José, recibió, de la bondad de Dios, tanto como tú. Y después de María, nadie cultivó tanto un corazón agradecido por los dones recibidos. Haz, oh san José, que yo sea consciente de los dones que Dios me otorga cada día.

Ejemplo para los obreros. Como cada uno de nosotros, también tú, oh san José, sentiste la fatiga y el cansancio del trabajo de cada día. Ayúdame, oh san José, a valorar la dignidad de mi trabajo, sea cual sea, y a cumplirlo con entusiasmo y responsabilidad.

Ejemplo de la misión. Aunque con una vida escondida, tú, oh querido santo, has cumplido una misión específica, única e irrepetible en la historia. Haz, oh san José, que yo pueda con la palabra y con el testimonio de vida, colaborar en la misión de la Iglesia para la construcción del reino de Dios.

Custodio de la virginidad. Como esposo de la Madre de Dios cuidaste con amor casto su virginidad respondiendo así al proyecto de Dios. Haz, oh san José, que yo viva con responsabilidad mi vocación específica, educando y fomentando mi capacidad de amar.

Consuelo de los que sufren. Oh san José, tu vida no estuvo exenta de la sombra del dolor, que has asumido con mucha serenidad y paz del corazón. Ayúdame, oh san José, a darme cuenta de que una vida de amor no puede estar exenta de la sombra del sufrimiento para que encuentre el camino hacia la verdadera felicidad.

Esperanza de los afligidos. En tu vida, oh san José, no todo fue claro y fácil de comprender. Sin embargo, supiste ubicarte siempre con la seguridad que te daba la esperanza de estar en las manos de Dios. Te ruego, oh san José, de consolar hoy a todos los que están afligidos por cualquier causa. Llena sus días de personas amigas y desinteresadas.

Patrono de los moribundos. Tú, oh san José, tuviste la suerte de morir asistido por Jesús y tu esposa María. ¡Nadie podría desear algo mejor en el momento más decisivo de su vida! Asísteme, oh querido santo, en el momento de mi muerte.

Amparo de las familias. Oh san José, la Escritura afirma que a lado tuyo y de María, Jesús “crecía en edad, sabiduría y gracia”. Te ruego, oh san José, por los niños y los jóvenes para que encuentren en su familia y en la comunidad el ambiente ideal para crecer sanos y felices.

Modelo de vida doméstica. Oh san José, en la Familia de Nazaret asumiste plenamente tu responsabilidad, con espíritu de colaboración y de humildad. Haz, oh san José, que los padres sepan unir todas las potencialidades del amor humano con una buena vida cristiana.

Terror de los demonios. Oh san José, fortificado por la Palabra de la Escritura, has podido vencer las tentaciones siempre. Libera, oh san José, mi corazón y mi mente de toda tentación, para que sea un buen cristiano y un honrado ciudadano.

Patrono de la Iglesia universal. Oh san José, por la misión que te fue confiada, asistes a la Iglesia de Cristo, haciendo que camine siempre en la verdad y en el amor, para ser luz del mundo.

Desconozco autor


Cuaresma día por día:
Día 35º. Martes quinto

¿Puedo ayudarte en algo, Dios mío?

En una obra del escritor brasileño Pedro Bloch encuentro un diálogo con un niño que me deja literalmente conmovido.

- ¿Rezas a Dios? - pregunta Bloch.

- Sí, cada noche - contesta el niño.

- ¿Y qué le pides?

- Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo.

Y ahora soy yo quien me pregunto a mí mismo qué sentirá Dios al oír a este chiquillo que no va a Él, como la mayoría de los mayores, pidiéndole dinero, salud, amor o abrumándole de quejas, de protestas por lo mal que marcha el mundo, y que en cambio, lo que hace es simplemente ofrecerse a echarle una mano, si es que la necesita para algo.

Que muchos días le reces así a Dios.

Coméntale a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con una oración final.

P. José Pedro Manglano Castellary


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Gloria A., de Guatemala, con diagnóstico de isquemia cerebral transitoria, rogando al Señor que con su infinita misericordia permita que todo se resuelva bien para ellas sin que le queden secuelas.

Pedimos oración por María Teresa P., que vive en Santa Fe, Argentina a quien realizarán una biopsia de aparato urinario. Y por Nathalie I., de Córdoba, Argentina, que el próximo día 25 será operada de una recidiva de tumor cerebral. Ponemos a ambas en las santas manos de Jesús.

Pedimos oración por Fernando, de Maracaibo, Venezuela, que ha sido amenazado de muerte, rogando a la Santísima Virgen que en todo momento lo proteja y lo aleje de todo mal.

Pedimos oración por Eduardo L., 64 años, de Córdoba, Argentina, el que se encuentra internado por haber sufrido un infarto cardíaco y con posibilidades de que tenga que ser operado a corazón abierto. Que la Virgen de Lourdes lo acompañe y el Señor de la Divina Misericordia le conceda la gracia de curarse.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


“Intimidad Divina”

San José

La Liturgia de hoy en honor de San José, pone de relieve las características de este hombre humilde y silencioso que ocupó un puesto de primer plano en la inserción del Hijo de Dios en la historia. Descendiente de David –“hijo de David” como dice el Evangelio (Mt 1, 20)– emparenta a Cristo con la estirpe de la que Israel esperaba el Mesías. Por medio del humilde carpintero de Nazaret se realiza así la profecía hecha a David: “Tu casa y tu reina durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre” (2 Sm 7, 16; 1ª. Lectura). José no es el padre natural de Jesús porque no le ha dado la vida, pero es el padre virginal que por mandato divino cumple, para con él, una misión legal: le da un nombre, lo inserta en su linaje, lo tutela y provee a su sustento. Esta relación tan íntima con Jesús le viene de su desposorio con María. José es el hombre “justo” (Mt 1, 19) al que ha sido confiada la misión de esposo virgen de la más excelsa entre las criaturas y padre virginal del Hijo del Altísimo.

Toda la vida de José fue un acto continuado de fe y de obediencia en las circunstancias más oscuras y humanamente difíciles. Es a la letra “el administrador fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia” (Lc 12, 42), totalmente disponible a la voluntad de Dios, atento al menor gesto suyo y presto a su servicio. Una entrega semejante es prueba de un amor perfecto; José ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas. Su posición de jefe de la Sagrada Familia le hace entrar en una intimidad singular con Dios cuyas veces hace, cuyas órdenes ejecuta y cuya voluntad interpreta; con María, cuyo esposo es; con el Hijo de Dios hecho hombre, a quien ve crecer bajo sus ojos y sustenta con su trabajo.

Desde el momento en que el ángel le revela el secreto de la maternidad de María, José vive en la órbita del misterio de la encarnación; es su espectador, custodio, adorador y servidor. Su existencia se consume en estas relaciones, en un clima de comunión con Jesús y María y de oración silenciosa y adoradora. Nada tiene y nada busca para sí. Jesús le llama padre, pero José sabe bien que no es su hijo, y Jesús mismo lo confirmará: “¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49). María es su esposa, pero José sabe que ella pertenece exclusivamente a Dios y la guarda para él, facilitándole la misión de ser madre del Hijo de Dios. Y luego, cuando su obra ya no es necesaria, desaparece silenciosamente. Sin embargo, José ocupa todavía en la Iglesia un lugar importante, pues continúa para con la entera familia de los creyentes su obra de custodio silencioso y providente, comenzada con la pequeña familia de Nazaret. Así la Iglesia lo venera e invoca como su protector y así lo contemplan los creyentes mientras se esfuerza en imitar sus virtudes. En los momentos oscuros de la vida, el ejemplo de San José es para todos un estímulo a la fe inquebrantable, a la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios y al servicio generoso.

Oh José, varón prudente, esplendente de bondad…, teniendo en tus brazos a Cristo, fuiste santificado. Santifica a los que ahora celebran tu memoria, oh justo, oh José santísimo, esposo de la Madre de Dios la toda santa… ¡Oh tú, feliz!, pide sin cesar al Verbo libre de tentaciones a los que te veneran. Tú guardaste a la Inmaculada que conservó intacta su virginidad y en la cual el Verbo se hizo carne. Tú la guardaste después de la Natividad misteriosa. Junto con ella, oh José, portador de Dios, acuérdate de nosotros. (José el himnografo, de Les plus beaux textes sur S. Joseph).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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