sábado, 23 de marzo de 2013

Pequeñas Semillitas 1982


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1982 ~ Sábado 23 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera."
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.”
Señor, ayúdame a valorar los instrumentos humanos que tú eliges, más allá de las capacidades humanas que puedan tener; ayúdame a descubrir tu voz que también me habla a través de ellos.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.
Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.
(Jn 11,45-56)

Comentario
Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedosa ha sido su revelación —el anuncio del Reino— más amplia y más clara ha sido la división y la oposición que ha encontrado en los oyentes (cf. Jn 11,45-46).
Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación» (Jn 11,50), Jesús las asumirá positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, ¡en la Cruz muere por amor a todos! Muere para hacer realidad el plan del Padre, es decir, «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52).
¡Y ésta es la maravilla y la creatividad de nuestro Dios! Caifás, con su sentencia («Os conviene que muera uno solo...») no hace más que, por odio, eliminar a un idealista; en cambio, Dios Padre, enviando a su Hijo por amor hacia nosotros, hace algo maravilloso: convertir aquella sentencia malévola en una obra de amor redentora, porque para Dios Padre, ¡cada hombre vale toda la sangre derramada por Jesucristo!
De aquí a una semana cantaremos —en solemne vigilia— el Pregón pascual. A través de esta maravillosa oración, la Iglesia hace alabanza del pecado original. Y no lo hace porque desconozca su gravedad, sino porque Dios —en su bondad infinita— ha obrado proezas como respuesta al pecado del hombre. Es decir, ante el “disgusto original”, Él ha respondido con la Encarnación, con la inmolación personal y con la institución de la Eucaristía. Por esto, la liturgia cantará el próximo sábado: «¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!».
Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28,19).
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano (Cervera, Lleida, España)


Santoral Católico:
San Toribio de Mogrovejo
Obispo de Lima


En 1594, durante su tercera “visita” diocesana, escribiéndole al rey de España Felipe II, san Toribio Alfonso de Mogrovejo hacía un pequeño balance de su vida: 15.000 kilómetros recorridos y 60.000 confirmaciones administradas (Toribio no podía saber que entre ellos había tres santos: Rosa de Lima, Francisco Solano y Martín de Porres). La situación de América Latina sería muy distinta de la actual si sus sucesores y todos los cristianos hubieran tenido el mismo impulso y la misma coherencia de quien fue llamado “apóstol del Perú y nuevo Ambrosio” y a quien Benedicto XIV comparó con San Carlos Borromeo.

Toribio nació en España hacia el año 1538 de una noble familia; estudió en Valladolid, Salamanca y Santiago de Compostela, en donde obtuvo la licencia en derecho. Fue nombrado inquisidor en Granada. Gracias a la relación que cultivaba con Felipe II fue nombrado por Gregorio XIII, arzobispo de Lima, con jurisdicción sobre las diócesis de Cuzco, Cartagena, Popayán, Asunción, Caracas, Bogotá, Santiago, Concepción, Córdoba, Trujillo y Arequipa: de norte a sur eran más de 5.000 kilómetros, y el territorio tenía más de 6 millones de kilómetros cuadrados. Después de haber sido consagrado obispo en agosto de 1580, partió inmediatamente para América, a donde llegó en la primavera de 1581.

Durante 25 años vivió exclusivamente al servicio del pueblo de Dios. Decía: “¡El tiempo es nuestro único bien y tendremos que dar estricta cuenta de él!”. Fue un verdadero organizador de la Iglesia en América, cuya actividad abarcó también diez sínodos diocesanos y tres provinciales.

También fundó el primer seminario de América; intervino con energía contra los derechos particulares de los religiosos, a quienes estimuló para que aceptaran las parroquias más incómodas y pobres; casi duplicó el número de las “Doctrinas” o parroquias, que pasaron de 150 a más de 250.

Al final de su vida, Toribio recibió el viático en una capillita india, el 23 de marzo de 1606, un Jueves santo, y ahí expiró.

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

El reloj perdido

De vez en cuando y por un lapso de toda una mañana o de una tarde entera, sumérgete en baños de soledad y silencio. Es una disciplina excelente que fortalecerá tu espíritu y te ayudará a ir encontrándote con tu ser más profundo y verdadero. No le temas a la soledad. Aprende a amarla.

Unos trabajadores estaban almacenando aserrín en el depósito de una fábrica de hielo, cuando uno de ellos advirtió que se le había caído el reloj de su muñeca. Todos se pusieron a buscarlo. Después de una intensa búsqueda entre charlas y risas, decidieron dejarlo y se fueron a tomar un café. Un joven que los había observado, entró en el almacén y, al poco rato, se presentó ante los trabajadores con el reloj en su mano. “¿Dónde estaba?”, —le preguntaron. “¿Dónde?, pues en el almacén”, —les dijo el joven.  “No puede ser, —dijeron ellos—  lo hemos buscado por todas partes. ¿Cómo lo has encontrado? “Hice un silencio absoluto hasta que pude percibir el suave tictac del reloj y lo saqué de en medio del aserrín.”

Tampoco le temas al silencio. El silencio vitalizará tu mente y tu sistema nervioso, y dotará de solidez y fuerza expresiva a tus palabras cuando salgas de tus treguas de mutismo y vuelvas a hablar. Busca el equilibrio interno y el reencuentro contigo mismo. Regálate de vez en cuando estas saludables inmersiones en la soledad y el silencio.

Padre Natalio


La frase de hoy

"Con el Papa Francisco... ¿Hacia dónde vamos? ¿Quién lo sabe? ¡Oremos que el Espíritu nos lo revelará en su momento! Vamos tal vez no hacia el Concilio Vaticano II, sino hacia una Iglesia más conciliar y más reconciliada, con menos estrellas y más constelaciones."


Tema del día:
Un análisis profundo y serio


Llegó a la silla de San Pedro un buen hombre. El Papa del fin del mundo, como él mismo se llamó, se fue de Buenos Aires convencido de que volvería como cardenal. "No tengo ninguna posibilidad de ser papa. La edad me juega en contra esta vez", me dijo cuando nos despedimos pocos días antes de que viajara a Roma.

No escondía otra información. No es su estilo. Aunque siempre fue extremadamente prudente en sus referencias a los problemas de la Iglesia, sabía que la renuncia de Benedicto XVI había sacado a la luz varios conflictos irresueltos en el Vaticano. Los cardenales elegirían, dedujo, a un papa más joven que él, a pesar de que en el anterior cónclave resultó segundo, después de Ratzinger.

El papa Francisco es una mezcla equilibrada de pastor y de político. Sus primeras decisiones y palabras lo pintan de cuerpo entero. Eligió llamarse Francisco en homenaje a Francisco de Asís, el santo que pidió por una Iglesia más interesada por los pobres y que practicó la pobreza.

En su primer mensaje a la ciudad y al mundo rindió un cálido homenaje al papa Benedicto. Si hay algo que no ignora este jesuita con una cabeza intelectualmente bien formada, son las razones profundas de la renuncia del anterior papa. ¿Cómo podía desconocer él que "Dios parecía dormir", según la definición de Benedicto, en los últimos años? Seguramente, Francisco no necesita leer el voluminoso informe, de 300 páginas, que tres cardenales octogenarios le elevaron a Benedicto sobre las peores prácticas que ocurren en la curia vaticana.

Las conoce. Ese informe habría inducido al papa alemán a la renuncia. Viejo y, sobre todo, enfermo, Benedicto concluyó que no contaba con las fuerzas necesarias para hacer lo que debía hacer. Es decir, cambiar todo. Dejó esa obra necesaria y perentoria en manos de su sucesor. El papa Bergoglio tiene 76 años, pero parece más joven. Tiene una inmensa vocación del deber y una envidiable capacidad de trabajo. Nunca lo desalentó ningún desafío y está dispuesto a devolverle a la Iglesia la normalidad, a sacarla de los rumores palaciegos y a colocarla de nuevo en el corazón de su pueblo. Viajó con esas ideas, que ahora podrá poner en práctica.

Ya el entonces cardenal Bergoglio coincidía con el papa Ratzinger en que la corrupción debía ser desterrada de los palacios vaticanos. Y suscribía la política de que el IOR, el Banco Vaticano, debía ser sometido a una intensa y rápida operación de transparencia. Ese banco no es un problema sólo de los cardenales italianos, como éstos han tratado de imponer siempre ante el papado. "Es el banco de la Iglesia y debe actuar como tal", deslizó alguna vez el nuevo papa.

Bergoglio siempre supo, aunque nunca lo dijo, quiénes eran los cardenales de la curia romana más vinculados con las sospechas de prácticas inmorales. El reinado de Francisco estará marcado por las noticias de cambios, por las decisiones inesperadas en una corte que se había anquilosado y por el compromiso irrenunciable del Papa con los seres más desposeídos del mundo.

Incitó a sus curas en Buenos Aires a meterse en las villas miseria, a trabajar con los pobres por un destino mejor y a alejarlos del riesgo de las drogas. Francisco conoce la virtud de la caridad, pero detesta que los pobres terminen en el mercado del clientelismo político.

"Ésa es la práctica política más inhumana que conozco, porque condena a los pobres a la dependencia, a pedir siempre sin esperanzas", me resumió.

También coincidió con su antecesor en que la pedofilia no tiene perdón. "Tolerancia cero", me contestó una vez que le pregunté sobre ese conflicto. Entre Ratzinger y Bergoglio había una vieja correspondencia en ese tema. Ambos habían estado en desacuerdo cuando los colaboradores de Juan Pablo II protegieron al fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, acusado de innumerables abusos sexuales.

Puede predecirse, por lo tanto, que el decano de los cardenales, Angelo Sodano, secretario de Estado de Juan Pablo II, tropezará a sus 85 años con la definitiva jubilación. Lleva tres décadas de inmenso poder en el Vaticano.

Nunca se llevó bien con el kirchnerismo. Bergoglio cree en los beneficios del diálogo y en la búsqueda del consenso. ¿Hay algo más distinto a las prácticas políticas que gobiernan su país? También dio el ejemplo en esa prédica. Fue el cardenal argentino más cercano al pueblo judío y también entabló una buena relación con los referentes locales de la religión musulmana. La comunidad judía siente por él aprecio y admiración. "Siempre respetaré y protegeré al pueblo de mi Dios", me contestó cuando le pregunté por su relación tan estrecha con la comunidad judía.

Cristina Kirchner se resistió siempre a asistir a las misas del entonces cardenal, ni siquiera a los solemnes tedeums de las fechas patrias. Temía, en el fondo, sus homilías cargadas de mensajes sobre las prácticas políticas y sociales de la dirigencia argentina, llena de referencias sobre una realidad que el poder no quiere ver.

Ésa es otra faceta del papa Bergoglio: nunca calla ante lo que considera una injusticia, nunca teme decir su verdad ante claros errores morales o políticos.

Sufrió más de lo que se sabe cuando lo vincularon con hechos que nunca cometió y que él atribuyó a una campaña de desprestigio del oficialismo local. Luego la olvidó y la perdonó.

La distancia entre ellos era casi palpable, como eran evidentes las maniobras de la Presidenta para esquivar y ningunear al cardenal de Buenos Aires.

En diciembre pasado, Cristina Kirchner recibió al otro cardenal argentino, Leandro Sandri, un viejo exponente de la curia vaticana. Sandri llegó a Buenos Aires con una réplica del pesebre de San Pedro, que ese cardenal pretendió acompañar con un destacamento de la Guardia Suiza, el ejército que protege al papa. Bergoglio vetó esa iniciativa: "El pesebre no tiene nada que ver con la Guardia Suiza", dicen que expuso ante el Vaticano. Le dieron la razón. La Guardia Suiza no viajó a Buenos Aires. Bergoglio nunca supo por qué Sandri se esforzó en verla a la Presidenta rodeado de tanto boato, pero no le gustó que el pesebre no se haya expuesto en lugares de fácil acceso para todos los argentinos.

El tiempo del vasto poder de Sandri también se agota en el Vaticano. Nunca se llevó bien con Bergoglio. Sandri es un hombre de gustos refinados y caros, una expresión cabal de los cortesanos vaticanos. Bergoglio es austero hasta el extremo. Sólo por obligaciones protocolares en el Vaticano vestía las vistosas ropas de los cardenales. En Buenos Aires, se movía, a veces, en el subterráneo (el metro) o en el colectivo (el bus) ataviado con un traje oscuro y el cuello con la tira blanca de simple cura. Come frugalmente, nunca frecuenta los restaurantes caros. Él mismo se hacía sus llamadas telefónicas. "Soy Bergoglio", solía sorprender a los destinatarios de sus llamadas. Visitaba las parroquias de su diócesis sin avisar. Llegaba solo, sin asesores ni secretarios.

El papa Francisco prefiere, eso sí, que los problemas de la sociedad sean resueltos por el gobierno de la sociedad. La Iglesia sólo debe aportar su punto de vista cuando la doctrina, a la que él es muy fiel, resulta agredida.

No estuvo de acuerdo con la palabra "matrimonio" para las parejas homosexuales, pero no hubiera objetado el nombre de "unión civil". De hecho, no promovió ninguna reacción pública de la Iglesia cuando el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, autorizó en la Capital la primera unión civil de personas del mismo sexo. Eso le valió una muy fuerte crítica de los sectores más conservadores de la Iglesia.

Tiene una actitud de comprensión también hacia los divorciados, excluidos ahora de la comunión. "La Iglesia no debe rechazar a nadie; su misión es la de ayudar comprendiendo al hombre y sus problemas", ha dicho.

El papa Bergoglio ha marcado ayer varias metas: es el primer papa argentino, el primer latinoamericano y el primer jesuita. En la Compañía de Jesús aprendió una lección que lo marcó a fuego: la misión de los sacerdotes es la evangelización. Nunca se olvidó de que siendo cura, obispo o cardenal ésa era su primera responsabilidad. Debía cumplirla aun en los lugares y en las condiciones más desagradables e inhóspitas.

"Hay que acercar a Dios al hombre, pero, sobre todo, acercar al hombre a Dios", me dijo en nuestra última conversación. Ésa será también una prioridad del papa Bergoglio en Roma.

"Ruegue por mí", me dijo cuando nos despedimos en la puerta del ascensor, poco antes de que se fuera a Roma. Es su forma habitual de despedirse de las personas. Pero esa vez lo dijo con un énfasis distinto. Tuve la inspiración fugaz de que ese hombre sabía que no volvería a su país como un simple sacerdote o de que lo aguardaban los días más difíciles de su vida.

Autor: Joaquín Morales Solá
Periodista Político
Artículo publicado en "La Nación"

Nota de Redacción:
He decidido publicar este excelente artículo, más allá de algunos contenidos de tipo político que escapan un poco a la temática de “Pequeñas Semillitas”, porque creo que es una excelente síntesis acerca de quién es el Cardenal Bergoglio, ahora Papa Francisco, escrita por un periodista de notable idoneidad y honestidad intelectual. Creo que será de utilidad para que los lectores no argentinos comprendan el por qué de algunas acusaciones enteramente falsas y calumniosas que se han hecho desde Argentina en contra del nuevo Papa, originadas en círculos del gobierno que siempre han tenido una actitud de desprecio y rencor hacia la figura del prelado, por la sencilla razón de ser un hombre sencillo, humilde, comprometido con los pobres (que son muchísimos más de los que el gobierno argentino admite) y que nunca se ha callado cuando ha tenido que denunciar injusticias, actos de corrupción o simplemente decir verdades que a algunos políticos les molestan.
Felipe


Cuaresma día por día:
Día 39º. Sábado quinto

Cámbiate por Jesús.

Barrabás es un personaje del evangelio que no parece muy importante, pero si nos fijamos, cada uno de nosotros estamos representados por él. Cuando Barrabás iba a morir por haber matado a un soldado, Jesús apareció y le cambiaron por él, y murió Jesús en vez de Barrabás. El Señor se cambió por cada uno de nosotros para que no muriéramos a la vida del alma y para que pudiéramos nacer de nuevo a la vida de la gracia después del pecado, nacer a la vida para poder ir también al cielo. Todo lo que hizo fue para que tuviéramos la oportunidad de amarle.

Y los hombres hemos pagado ese amor tuyo, Señor, con pecados y faltas de amor. Jesús sabía que íbamos a pagarle así, que íbamos a serle desagradecidos, y aun así decidió entregarse para que le amáramos.

Puedes imaginarte ahora tú, cambiándote por Jesús en la Cruz de cada día: faenas que te hacen, enfados, cosas que no te salen, pequeñas contrariedades... y coger así tu cruz de cada día llevándola con alegría.

Continúa hablándole a Dios con tus palabras.

P. José Pedro Manglano Castellary


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Felipe


“Intimidad Divina”

¡Oh Cruz, única esperanza!

La profecía de Ezequiel (Ez 37, 21-26) tiene en el Evangelio de Juan una conmovedora verificación. Refiriendo a la sentencia por la que Caifás decretaba la muerte de Jesús: “os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera” (Jn 11, 50), el evangelista comenta: “por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos” (ib. 51-52). La intención de Caifás era la de deshacerse de Cristo para salvaguardar los intereses políticos de la nación; pero en los planes de Dios la muerte de Jesús es un acontecimiento de trascendencia mayor y más amplia: de ella dependerá la salvación espiritual de Israel, y no sólo de Israel, sino la de todas las naciones, la de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo. Una vez más aparece como claro que la Cruz de Cristo se sitúa en el centro mismo de la historia del mundo; de ella depende la vida, la salvación, la felicidad de toda criatura. “Tu Cruz adoramos Señor –canta la Liturgia del Viernes Santo–, porque sólo por el madero ha venido la alegría al mundo entero” (MR).

“El mensaje de la Cruz es necesidad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación –para nosotros– es fuerza de Dios” (1 Cor 1, 18). Para quien no cree en Cristo la Cruz es un absurdo inaceptable; pero para los que le siguen y aman “es fuerza de Dios”, fuerza que redime, que salva, que santifica. Cuanto más una criatura aspira a la santidad, tanto más debe amar la Cruz, y no sólo la Cruz con la que fue redimida, sino la Cruz personal que la asocia al misterio de la muerte de Cristo para hacerla partícipe del misterio de la vida del mismo Cristo. El hombre está tan amasado de egoísmo y de orgullo, que para alcanzar la unión con Dios necesita ser purificado y transformado en el fondo de su ser. Sólo Dios puede realizar en él este trabajo de purificación y de transformación, y lo hace por medio de la Cruz. Por eso, cuando él irrumpe en la vida de una criatura con pruebas interiores y exteriores, atribulándola en el cuerpo y en el espíritu, entonces es precisamente cuanto le concede una de sus mayores gracias, índice de sus planes de amor y de santidad hacia ella.

Cristo cumplió la obra de la reconciliación del género humano con Dios “al tiempo y punto en que estuvo más aniquilado en todo…: acerca de la reputación de los hombres; porque como le veían morir, antes hacían burla de él que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues en ella se aniquilaba muriendo; y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó… Para que entienda el buen espiritual el misterio de la puerta y del camino de Cristo para unirse con Dios, y sepa que cuanto más se aniquilare por Dios… tanto más se une a Dios y tanto mayor obra hace” (San Juan de la Cruz). Cuanto más una criatura está convencida de esta verdad, tanto menos atrevidas le parecen las expresiones de San Pablo acerca de la Cruz de su Señor, sino que hace de ella el programa de la propia vida: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 6, 14).

¡Oh Dios Hombre sometido a pasión!, te suplico con toda mi alma, haz que nunca aparte mis ojos de ti. Si me mantengo apoyada en ti, tú me inflamarás toda entera. Procuraré, con todas mis posibilidades, dirigir y fijar en ti mi mirada. Quiero volver continuamente a ti y recorrer contigo el camino de la Pasión y de la Cruz. ¡Oh Dios Hombre afligido!, sé tú mi apoyo. Quien pudiese contemplarte tan pobre y colmado de inefable y continuo dolor, despreciado y anonadado, y esta visión fuese fruto de la gracia, ciertamente te seguiría por el camino de la pobreza, del continuo sufrir, del envilecimiento y del desprecio. Cuando nos alcanza el sufrimiento, es señal de que somos tus elegidos, amado Señor, de que nos das la prenda de tu amor. Fijemos pues, nuestra mirada en tu dolor y cualquier tormento nuestro  hallará su alivio. ¡Tú, Hijo de Dios, recibiste mal por bien! (Beata Ángela de Foligno)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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