PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1987 ~ Jueves
28 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Jueves Santo. La última Cena. Por la mañana del jueves,
Pedro y Juan se adelantan para preparar la cena en Jerusalén. A la tarde
llegaron al Cenáculo. Allí Jesús lavó los pies uno a uno. Luego, sentados a la
mesa celebra la primera Misa: les da a comer su Cuerpo y su Sangre y les ordena
sacerdotes a los Apóstoles para que, en adelante, ellos celebren la Misa. Judas
salió del Cenáculo antes, para entregarle. Jesús se despidió de su Madre y se
fue al huerto de los Olivos. Allí sudó sangre, viendo lo que le esperaba. Los
discípulos se durmieron. Llegó Judas con todos los de la sinagoga y le da un
beso. Entonces, le cogieron preso y todos los Apóstoles huyeron. Lo llevan al
Palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote. Le interrogan durante toda la noche: no
duerme nada.
Hazle tú hoy compañía al Señor, que está solo. Haz el
propósito de no abandonarle nunca, y de visitarle con frecuencia en el
sagrario.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Misa Vespertina de
la Cena del Señor
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había
llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el
diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el
propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus
manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se
quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un
lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la
toalla con que estaba ceñido.
Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a
mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora:
lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás».
Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón
Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le
dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y
vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por
eso dijo: «No estáis limpios todos».
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió
a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los
pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis
como yo he hecho con vosotros».
(Jn 13,1-15)
Comentario
Hoy recordamos aquel primer Jueves Santo de la historia,
en el que Jesucristo se reúne con sus discípulos para celebrar la Pascua.
Entonces inauguró la nueva Pascua de la nueva Alianza, en la que se ofrece en
sacrificio por la salvación de todos.
En la Santa Cena, al mismo tiempo que la Eucaristía,
Cristo instituye el sacerdocio ministerial. Mediante éste, se podrá perpetuar
el sacramento de la Eucaristía. El prefacio de la Misa Crismal nos revela el
sentido: «Él elige a algunos para hacerlos partícipes de su ministerio santo;
para que renueven el sacrificio de la redención, alimenten a tu pueblo con tu
Palabra y lo reconforten con tus sacramentos».
Y aquel mismo Jueves, Jesús nos da el mandamiento del
amor: «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,34). Antes, el amor se
fundamentaba en la recompensa esperada a cambio, o en el cumplimiento de una
norma impuesta. Ahora, el amor cristiano se fundamenta en Cristo. Él nos ama
hasta dar la vida: ésta ha de ser la medida del amor del discípulo y ésta ha de
ser la señal, la característica del reconocimiento cristiano.
Pero, el hombre no tiene capacidad para amar así. No es
simplemente fruto de un esfuerzo, sino don de Dios. Afortunadamente, Él es Amor
y —al mismo tiempo— fuente de amor, que se nos da en el Pan Eucarístico.
Finalmente, hoy contemplamos el lavatorio de los pies. En
actitud de siervo, Jesús lava los pies de los Apóstoles, y les recomienda que
lo hagan los unos con los otros (cf. Jn 13,14). Hay algo más que una lección de
humildad en este gesto del Maestro. Es como una anticipación, como un símbolo
de la Pasión, de la humillación total que sufrirá para salvar a todos los
hombres.
El teólogo Romano Guardini dice que «la actitud del
pequeño que se inclina ante el grande, todavía no es humildad. Es, simplemente,
verdad. El grande que se humilla ante el pequeño es el verdaderamente humilde».
Por esto, Jesucristo es auténticamente humilde. Ante este Cristo humilde
nuestros moldes se rompen. Jesucristo invierte los valores meramente humanos y
nos invita a seguirlo para construir un mundo nuevo y diferente desde el
servicio.
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa
(Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Sixto III
Papa
Fue elegido papa a la muerte de san Celestino I, en el
año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos de
exigencias.
Durante su vida se vio envuelto casi de modo permanente
en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que primeramente
detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al papa Zósimo. De
hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a Aurelio,
obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san Agustín. Se
libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia sobrenatural y su
necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir la salvación.
Pelagio fue un monje procedente de las islas Británicas.
Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de muchos por su
vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el hombre es
capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda de Dios
solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas disciplinares,
etc.,- ¡era un voluntarista! Además, la doctrina llevaba aneja la negación del
pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la redención de Jesucristo.
De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria. Todo un monumental lío
teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma no podía permitir.
Y no fue sólo esto. El Nestorianismo acaba de ser
condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser elegido papa
Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había sido
sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones
conciliares. Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla. Mantuvo
una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo conceptual,
afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad divina de la
Virgen María; fue condenada su enseñanza por contradecir la fe cristiana;
depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san Eutropio, en
Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la Iglesia. El papa
Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin conseguirlo y a
pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos sus palabras
afirmando que el papa no les era contrario.
Llovieron al papa las calumnias de sus detractores. El
propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un concilio para
devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho. Baso -uno de los
principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama al Sumo
Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le atiende
espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los sacramentos.
Como todo santo ha de ser piadoso, también se ocupó antes
de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la antigua
basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el papa Liberio, la de San
Pedro y la de San Lorenzo.
Fuente: Mercaba.org
¡Buenos días!
Para restaurar la paz
Al fin de una
jornada agitada de lucha y de trabajo, nada ayuda tanto a restaurar la paz en
el alma como una oración llena de confianza en el Señor. En efecto, en él
encontramos un refugio seguro, un guardián siempre vigilante, un pastor que nos
acompaña con solícito cuidado. El himno litúrgico que te ofrezco te introducirá
en este ambiente de celestial compañía.
Ya el sol del firmamento se retira, mas tu
fuego, Señor, alumbra siempre; en nuestros anhelantes corazones, derrama, ¡oh
Trinidad!, tu amor perenne.
Contentos te servimos en el día y fervientes
ahora suplicamos asocies nuestras almas y canciones al coro de tus ángeles y
santos.
La gloria y alabanza sempiterna tributamos al
Padre y a su Hijo, y a ti, Divino Espíritu de entrambos damos gracias por
siglos infinitos.
“Y ahora bendecid
al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor.
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor. El Señor te bendiga
desde Sión, el que hizo cielo y tierra (Salmo 134). “Suba, Señor, a ti mi
oración, como incienso en tu presencia” (Salmo 141). Que la gratitud y la
alabanza cierren cada día tu jornada.
Padre Natalio
La frase de hoy
"Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna y yo le resucitaré en el último día"
Juan 6, 54.
Tema del día:
Doce días con el papa
Francisco
"Necesitábamos una visión de más allá de
Europa", confiesa el cardenal canadiense Marc Ouellet a la revista
Maclean´s. Según su propia perspectiva Francisco es un pastor que llega de
América del Sur; muy cercano a su pueblo, como si fuese un párroco. Un hombre
de gran sencillez y radicalidad evangélica, con mucha experiencia y también con
capacidad de reforma.
Quien habla es el hombre que fue llamado por Benedicto
XVI a la cabina de mando de la Congregación para los obispos, un estupendo
conocedor de la situación eclesial en los cinco continentes, pero también de la
Curia romana. Por otra parte Ouellet, francófono y de formación muy europea,
conoce a las mil maravillas el catolicismo latinoamericano, y lo que es mejor,
aprendió a amarlo sobre el terreno, durante diez años como misionero en
Colombia. Fino teólogo de la misma escuela que Ratzinger, su entusiasmo por el
Papa Francisco descalifica la hipótesis de la ruptura aventada con cierto éxito
por determinados medios, dentro y fuera de la Iglesia. Para Marc Ouellet
Benedicto XVI es sencillamente "un gran Doctor de la Iglesia" y su
impresionante herencia alimentará a la Iglesia durante mucho tiempo.
Apenas llevamos doce días de pontificado y Francisco no
ha pretendido (como tampoco lo pretendió Benedicto) dibujar un mapa detallado
de gobierno. Ha sorprendido por una serie de gestos que reflejan más su
personalidad que un programa de gobierno. Bergoglio fue siempre un hombre de
marcada austeridad, un asceta en la secuela de Ignacio de Loyola. Un obispo al
que le gustaba pisar la calle, que disfrutaba entre la gente-gente; con un
verbo rápido y rico de sugerencias, a veces como un látigo, otras como una
brisa. Siempre fue más un misionero que un intelectual, un hombre que antes de
teorizar la nueva evangelización (como hacen tantos pastoralistas) la vive cara
a cara desde hace años empujando a sus curas a salir a los cruces de los
caminos, a crear nuevas formas de presencia.
Esto lo dijo ya a los cardenales en su primer discurso
tras la elección: "el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de
perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el
Evangelio hasta los extremos confines de la tierra; la verdad cristiana es
atrayente y persuasiva porque responde a la necesidad profunda de la existencia
humana, al anunciar de manera convincente que Cristo es el único Salvador de
todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy,
como lo fue en los comienzos del cristianismo, cuando se produjo la primera
gran expansión misionera del Evangelio".
En estos pocos días Francisco ha dejado ver, eso sí, el
principio y fundamento de su pontificado: caminar a la luz de Dios para llevar
una vida irreprochable, edificar la Iglesia sobre la sangre de Cristo, confesar
su Nombre sin renegar de la cruz. Porque de lo contrario las posibles
operaciones de reforma serán cosa de manicura, buscarán el aplauso de las
tribunas pero convertirían a la Iglesia en una "ONG piadosa"
(Bergoglio también sabía ser mordaz). Y sabemos que lo que más abomina es lo
que llama, en frase tomada de Henri de Lubac, "la mundanidad espiritual".
Es cierto que en estos doce días Francisco ha prodigado también la predicación
de la misericordia, de la bondad y la ternura de un Dios que nunca se cansa de
perdonar. Quizás este entretejido de severidad y dulzura sea uno de los signos
de identidad de su pontificado.
También era importante escuchar sus primeros mensajes
hacia el exterior de la Iglesia. Y precisamente ahí encontramos sendos juicios
de fondo sobre su ministerio petrino. La denuncia de la visión según la cual el
hombre se reduce a aquello que produce y a aquello que consume como una de las
insidias más peligrosas para nuestro tiempo; y de la dictadura del relativismo
que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia
porque no puede haber verdadera paz sin verdad. Asuntos en los que también se
hace evidente la continuidad de fondo con su predecesor.
Se espera con atención la forma en que Francisco va a
concretar el ejercicio de su ministerio de Sucesor de Pedro. Algunos signos
(por ejemplo su insistencia en denominarse obispo de Roma) indican el deseo de
proseguir y profundizar la senda señalada por Juan Pablo II en la encíclica Ut Unum Sint, en el sentido de encontrar
un ejercicio del Primado que sin reducir su exigencia teológica pueda ser mejor
entendido y aceptado por las Iglesias de Oriente y las comunidades de la
Reforma. Sin olvidar que Benedicto XVI, a lo largo de sus ocho años y sobre
todo con su última decisión, ha producido un movimiento en esa dirección cuya
magnitud aún no podemos evaluar totalmente.
Después de una semana de construcciones y
contraposiciones virtuales de los medios, y de un entusiasmo a veces
contaminado por la frivolidad, la imagen de dos hermanos que han sido
sucesivamente llamados a calzar las sandalias del pescador ha quedado para la
historia de una Iglesia que sigue caminando entre las persecuciones del mundo y
las consolaciones de Dios. Es una imagen que transmite de golpe la certeza
serena y pacífica que debería embargar a todo el pueblo de Dios. No sabemos lo
que Benedicto y Francisco han hablado. Pero hemos visto su abrazo y su mirada
común al que conduce la barca de la Iglesia. Aunque lo hace a través de hombres
que elige, "porque así lo ha querido".
Autor: José Luis Restán
Fuente: www.paginasdigital.es
Poesía:
Te quedas Señor
Te quedas Señor
En el pan, para calmar nuestra hambre espiritual
Y, cuando te vemos partir y repartir así la hogaza,
vemos que nos amas
hasta el extremo que tu Cuerpo,
se desangra y se derrama en sangre,
para que, nosotros tus amigos,
tengamos asegurado alimento en nuestro caminar.
Te quedas Señor
Y, al quedarte entre nosotros,
lo haces como el que siempre sirve y se da.
Como el que, arrodillándose o inclinándose
nos indica que el camino de la humildad
es el secreto para llegarnos hasta Dios
y para mitigar penas y sufrimientos.
Te quedas Señor
Con un amor tremendamente asombroso
nos enseñas el valor de la fraternidad
la clave para vivir contigo y por Ti.
La llave para, abriendo la puerta de tu casa
contemplar que, el interior de tu morada,
está adornado con el color del amor
y con la entrega de tu Sacerdocio
o con el sacrificio de tu vida donada.
Te quedas Señor
Para que, sin verte,
te adoremos en tu Cuerpo en tu Sangre.
Para que, al llevar el pan hasta tu altar,
nos acordemos que es signo de tu presencia.
Para que, al repartirlo entre los necesitados,
comprendamos que es sacramento de tu presencia.
Te quedas Señor
Y nos dejas un mandamiento: ¡Amaos!
Y nos sugieres un camino: ¡El servicio!
Y te quedas para siempre: ¡La Eucaristía!
Y eres, sacerdote que ofrece
Y eres, sacerdote que se ofrece
por toda la humanidad.
¡Gracias, Señor!
P. Javier Leoz
Meditación breve
Para cuestionarnos… ¿Cómo amar al prójimo al modo de
Jesús?
La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios.
Es la virtud por excelencia porque su objetivo es el mismo Dios y el motivo del
amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios.
Vivir la caridad significa… Como don de Dios, y amar en
medida superior a nuestras posibilidades humanas. Amar como Dios, no con la
perfección que él lo hace, pero sí al modo como él tiene. Nos ayuda a buscar el
bien de los demás por amor a Dios.
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa Francisco,
por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos,
seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de
Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre
y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las
misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas
Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por todos los sacerdotes en el día en que
recordamos la institución de ese sacramento por Jesús. Que Él les conceda la
fortaleza, la entrega generosa y la determinación necesarias para que,
siguiendo el mensaje del Papa Francisco, sean capaces de abrirse al mundo, caminar y
salir en busca de las gentes llevando la Iglesia a todos los ámbitos de sus
comunidades.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma del
Pastor Evangélico Daniel Annone, miembro del Comipaz (Comité Interreligioso por
la Paz), fallecido en Carlos Paz, Córdoba, Argentina, en el día de ayer.
Pedimos oración por dos personas de Argentina: María
Irene, internada por problemas cardíacos y pulmonares; y su hija Mariana que
está anémica y hoy tiene programada su cesárea. Rogamos a Jesús que las proteja
y las ayude a recuperarse de la mejor manera.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
La Cena del Señor
La celebración del misterio pascual, centro y vértice de
la historia de la salvación, se abre con la Misa vespertina del jueves santo,
que conmemora la Cena del Señor. Todas las lecturas se centran en el tema de la
cena pascual. El tramo del Éxodo (12, 1-8; 11-14) nos recuerda la antigua
institución, establecida cuando Dios ordenó a los Hebreos que inmolasen en cada
familia “un animal sin defecto [macho de un año, cordero o cabrito]”, que
rociasen con la sangre las dos jambas y el dintel de las casas para librarse
del exterminio de los primogénitos, y que lo comiesen a toda prisa y en atuendo
de caminantes. En aquella misma noche, preservados por la sangre del cordero y
nutridos con sus carnes, iniciarían la marcha hacia la tierra prometida. El
rito había de repetirse cada año en recuerdo de tal hecho: “Es la Pascua
[fiesta] en honor del Señor” (Ex 12, 11). Jesús elige la celebración de la
pascua judía para instituir la nueva, su Pascua, en la que él es el verdadero
“cordero sin defecto” inmolado y consumado por la salvación del mundo.
“Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo…
Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre” (MR). Si la
costumbre hubiera amortiguado en los creyentes la vitalidad de la fe, la
Liturgia de este día les invita a reavivarse, a penetrar con la más profunda y
amorosa de las miradas la inefable realidad del misterio que se realizó por
primera vez en el cenáculo ante las miradas atónitas de los discípulos y que
hoy se renueva del mismo modo concreto que entonces. Sigue siendo el Señor
Jesús quien, en la persona de su ministro, realiza el gesto consagratorio, y
hoy, aniversario de la institución de la Eucaristía y vigilia de la muerte del
Señor, todo eso adquiere una actualidad impresionante.
Pero juntamente con el sacramento del amor, Jesús deja a
la Iglesia el testamento del amor: su “mandato nuevo”. De repente, los Doce ven
que el Maestro se arrodilla delante de ellos en la actitud de un siervo; “echa
agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos”. La escena
se concluye con una advertencia: “Pues si yo, el Maestro y el señor, os he
lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. No se
trata tanto de imitar el gesto material, cuanto la actitud de humildad sincera
en las relaciones recíprocas, considerándose y comportándose los unos como
siervos de los demás. Sólo esta humildad hace posible el cumplimiento del
precepto que Jesús está a punto de dar: “Os doy un mandato nuevo: que os améis
mutuamente como yo os he amado”. El lavatorio de los pies, la institución de la
Eucaristía, la muerte de cruz, indican cómo y hasta qué punto hay que amar a
los hermanos para realizar y hacer verdad el precepto del Señor.
Ven, Jesús, que
tengo los pies sucios. Hazte siervo por mí. Echa agua en la jofaina; ven,
lávame los pies. Lo sé, es temerario lo que te digo, pero temo la amenaza de
tus palabras: “Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo”. Lávame,
pues, los pies, para que tenga algo que ver contigo. ¡Pero qué digo, ¿lávame
los pies?! Eso lo pudo decir Pedro, que no necesitaba lavarse más que los pies,
porque todo él estaba limpio. Yo, más bien, una vez lavado, necesito ese otro
bautismo del que tú, Señor, dices: “Tengo que pasar por un bautismo”.
(Orígenes, de Oraciones de los primeros cristianos).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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