jueves, 28 de marzo de 2013

Pequeñas Semillitas 1987


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1987 ~ Jueves 28 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Alabado sea Jesucristo…
Jueves Santo. La última Cena. Por la mañana del jueves, Pedro y Juan se adelantan para preparar la cena en Jerusalén. A la tarde llegaron al Cenáculo. Allí Jesús lavó los pies uno a uno. Luego, sentados a la mesa celebra la primera Misa: les da a comer su Cuerpo y su Sangre y les ordena sacerdotes a los Apóstoles para que, en adelante, ellos celebren la Misa. Judas salió del Cenáculo antes, para entregarle. Jesús se despidió de su Madre y se fue al huerto de los Olivos. Allí sudó sangre, viendo lo que le esperaba. Los discípulos se durmieron. Llegó Judas con todos los de la sinagoga y le da un beso. Entonces, le cogieron preso y todos los Apóstoles huyeron. Lo llevan al Palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote. Le interrogan durante toda la noche: no duerme nada.
Hazle tú hoy compañía al Señor, que está solo. Haz el propósito de no abandonarle nunca, y de visitarle con frecuencia en el sagrario.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


Misa Vespertina de la Cena del Señor
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».
(Jn 13,1-15)

Comentario
Hoy recordamos aquel primer Jueves Santo de la historia, en el que Jesucristo se reúne con sus discípulos para celebrar la Pascua. Entonces inauguró la nueva Pascua de la nueva Alianza, en la que se ofrece en sacrificio por la salvación de todos.
En la Santa Cena, al mismo tiempo que la Eucaristía, Cristo instituye el sacerdocio ministerial. Mediante éste, se podrá perpetuar el sacramento de la Eucaristía. El prefacio de la Misa Crismal nos revela el sentido: «Él elige a algunos para hacerlos partícipes de su ministerio santo; para que renueven el sacrificio de la redención, alimenten a tu pueblo con tu Palabra y lo reconforten con tus sacramentos».
Y aquel mismo Jueves, Jesús nos da el mandamiento del amor: «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,34). Antes, el amor se fundamentaba en la recompensa esperada a cambio, o en el cumplimiento de una norma impuesta. Ahora, el amor cristiano se fundamenta en Cristo. Él nos ama hasta dar la vida: ésta ha de ser la medida del amor del discípulo y ésta ha de ser la señal, la característica del reconocimiento cristiano.
Pero, el hombre no tiene capacidad para amar así. No es simplemente fruto de un esfuerzo, sino don de Dios. Afortunadamente, Él es Amor y —al mismo tiempo— fuente de amor, que se nos da en el Pan Eucarístico.
Finalmente, hoy contemplamos el lavatorio de los pies. En actitud de siervo, Jesús lava los pies de los Apóstoles, y les recomienda que lo hagan los unos con los otros (cf. Jn 13,14). Hay algo más que una lección de humildad en este gesto del Maestro. Es como una anticipación, como un símbolo de la Pasión, de la humillación total que sufrirá para salvar a todos los hombres.
El teólogo Romano Guardini dice que «la actitud del pequeño que se inclina ante el grande, todavía no es humildad. Es, simplemente, verdad. El grande que se humilla ante el pequeño es el verdaderamente humilde». Por esto, Jesucristo es auténticamente humilde. Ante este Cristo humilde nuestros moldes se rompen. Jesucristo invierte los valores meramente humanos y nos invita a seguirlo para construir un mundo nuevo y diferente desde el servicio.
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa (Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Sixto III
Papa


Fue elegido papa a la muerte de san Celestino I, en el año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos de exigencias.

Durante su vida se vio envuelto casi de modo permanente en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que primeramente detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al papa Zósimo. De hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a Aurelio, obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san Agustín. Se libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia sobrenatural y su necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir la salvación.

Pelagio fue un monje procedente de las islas Británicas. Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de muchos por su vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el hombre es capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda de Dios solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas disciplinares, etc.,- ¡era un voluntarista! Además, la doctrina llevaba aneja la negación del pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la redención de Jesucristo. De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria. Todo un monumental lío teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma no podía permitir.

Y no fue sólo esto. El Nestorianismo acaba de ser condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser elegido papa Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había sido sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones conciliares. Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla. Mantuvo una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo conceptual, afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad divina de la Virgen María; fue condenada su enseñanza por contradecir la fe cristiana; depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san Eutropio, en Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la Iglesia. El papa Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin conseguirlo y a pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos sus palabras afirmando que el papa no les era contrario.

Llovieron al papa las calumnias de sus detractores. El propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un concilio para devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho. Baso -uno de los principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama al Sumo Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le atiende espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los sacramentos.

Como todo santo ha de ser piadoso, también se ocupó antes de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la antigua basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el papa Liberio, la de San Pedro y la de San Lorenzo.

Fuente: Mercaba.org


¡Buenos días!

Para restaurar la paz

Al fin de una jornada agitada de lucha y de trabajo, nada ayuda tanto a restaurar la paz en el alma como una oración llena de confianza en el Señor. En efecto, en él encontramos un refugio seguro, un guardián siempre vigilante, un pastor que nos acompaña con solícito cuidado. El himno litúrgico que te ofrezco te introducirá en este ambiente de celestial compañía.

Ya el sol del firmamento se retira, mas tu fuego, Señor, alumbra siempre; en nuestros anhelantes corazones, derrama, ¡oh Trinidad!, tu amor perenne.
Contentos te servimos en el día y fervientes ahora suplicamos asocies nuestras almas y canciones al coro de tus ángeles y santos.
La gloria y alabanza sempiterna tributamos al Padre y a su Hijo, y a ti, Divino Espíritu de entrambos damos gracias por siglos infinitos.

“Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor. Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor. El Señor te bendiga desde Sión, el que hizo cielo y tierra (Salmo 134). “Suba, Señor, a ti mi oración, como incienso en tu presencia” (Salmo 141). Que la gratitud y la alabanza cierren cada día tu jornada.

Padre Natalio


La frase de hoy

"Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna y yo le resucitaré en el último día"

Juan 6, 54.


Tema del día:
Doce días con el papa Francisco


"Necesitábamos una visión de más allá de Europa", confiesa el cardenal canadiense Marc Ouellet a la revista Maclean´s. Según su propia perspectiva Francisco es un pastor que llega de América del Sur; muy cercano a su pueblo, como si fuese un párroco. Un hombre de gran sencillez y radicalidad evangélica, con mucha experiencia y también con capacidad de reforma.

Quien habla es el hombre que fue llamado por Benedicto XVI a la cabina de mando de la Congregación para los obispos, un estupendo conocedor de la situación eclesial en los cinco continentes, pero también de la Curia romana. Por otra parte Ouellet, francófono y de formación muy europea, conoce a las mil maravillas el catolicismo latinoamericano, y lo que es mejor, aprendió a amarlo sobre el terreno, durante diez años como misionero en Colombia. Fino teólogo de la misma escuela que Ratzinger, su entusiasmo por el Papa Francisco descalifica la hipótesis de la ruptura aventada con cierto éxito por determinados medios, dentro y fuera de la Iglesia. Para Marc Ouellet Benedicto XVI es sencillamente "un gran Doctor de la Iglesia" y su impresionante herencia alimentará a la Iglesia durante mucho tiempo.

Apenas llevamos doce días de pontificado y Francisco no ha pretendido (como tampoco lo pretendió Benedicto) dibujar un mapa detallado de gobierno. Ha sorprendido por una serie de gestos que reflejan más su personalidad que un programa de gobierno. Bergoglio fue siempre un hombre de marcada austeridad, un asceta en la secuela de Ignacio de Loyola. Un obispo al que le gustaba pisar la calle, que disfrutaba entre la gente-gente; con un verbo rápido y rico de sugerencias, a veces como un látigo, otras como una brisa. Siempre fue más un misionero que un intelectual, un hombre que antes de teorizar la nueva evangelización (como hacen tantos pastoralistas) la vive cara a cara desde hace años empujando a sus curas a salir a los cruces de los caminos, a crear nuevas formas de presencia.

Esto lo dijo ya a los cardenales en su primer discurso tras la elección: "el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos confines de la tierra; la verdad cristiana es atrayente y persuasiva porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, al anunciar de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy, como lo fue en los comienzos del cristianismo, cuando se produjo la primera gran expansión misionera del Evangelio".

En estos pocos días Francisco ha dejado ver, eso sí, el principio y fundamento de su pontificado: caminar a la luz de Dios para llevar una vida irreprochable, edificar la Iglesia sobre la sangre de Cristo, confesar su Nombre sin renegar de la cruz. Porque de lo contrario las posibles operaciones de reforma serán cosa de manicura, buscarán el aplauso de las tribunas pero convertirían a la Iglesia en una "ONG piadosa" (Bergoglio también sabía ser mordaz). Y sabemos que lo que más abomina es lo que llama, en frase tomada de Henri de Lubac, "la mundanidad espiritual". Es cierto que en estos doce días Francisco ha prodigado también la predicación de la misericordia, de la bondad y la ternura de un Dios que nunca se cansa de perdonar. Quizás este entretejido de severidad y dulzura sea uno de los signos de identidad de su pontificado.

También era importante escuchar sus primeros mensajes hacia el exterior de la Iglesia. Y precisamente ahí encontramos sendos juicios de fondo sobre su ministerio petrino. La denuncia de la visión según la cual el hombre se reduce a aquello que produce y a aquello que consume como una de las insidias más peligrosas para nuestro tiempo; y de la dictadura del relativismo que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia porque no puede haber verdadera paz sin verdad. Asuntos en los que también se hace evidente la continuidad de fondo con su predecesor.

Se espera con atención la forma en que Francisco va a concretar el ejercicio de su ministerio de Sucesor de Pedro. Algunos signos (por ejemplo su insistencia en denominarse obispo de Roma) indican el deseo de proseguir y profundizar la senda señalada por Juan Pablo II en la encíclica Ut Unum Sint, en el sentido de encontrar un ejercicio del Primado que sin reducir su exigencia teológica pueda ser mejor entendido y aceptado por las Iglesias de Oriente y las comunidades de la Reforma. Sin olvidar que Benedicto XVI, a lo largo de sus ocho años y sobre todo con su última decisión, ha producido un movimiento en esa dirección cuya magnitud aún no podemos evaluar totalmente.

Después de una semana de construcciones y contraposiciones virtuales de los medios, y de un entusiasmo a veces contaminado por la frivolidad, la imagen de dos hermanos que han sido sucesivamente llamados a calzar las sandalias del pescador ha quedado para la historia de una Iglesia que sigue caminando entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios. Es una imagen que transmite de golpe la certeza serena y pacífica que debería embargar a todo el pueblo de Dios. No sabemos lo que Benedicto y Francisco han hablado. Pero hemos visto su abrazo y su mirada común al que conduce la barca de la Iglesia. Aunque lo hace a través de hombres que elige, "porque así lo ha querido".

Autor: José Luis Restán
Fuente: www.paginasdigital.es


Poesía:
Te quedas Señor


Te quedas Señor
En el pan, para calmar nuestra hambre espiritual
Y, cuando te vemos partir y repartir así la hogaza,
vemos que nos amas
hasta el extremo que tu Cuerpo,
se desangra y se derrama en sangre,
para que, nosotros tus amigos,
tengamos asegurado alimento en nuestro caminar.

Te quedas Señor
Y, al quedarte entre nosotros,
lo haces como el que siempre sirve y se da.
Como el que, arrodillándose o inclinándose
nos indica que el camino de la humildad
es el secreto para llegarnos hasta Dios
y para mitigar penas y sufrimientos.

Te quedas Señor
Con un amor tremendamente asombroso
nos enseñas el valor de la fraternidad
la clave para vivir contigo y por Ti.
La llave para, abriendo la puerta de tu casa
contemplar que, el interior de tu morada,
está adornado con el color del amor
y con la entrega de tu Sacerdocio
o con el sacrificio de tu vida donada.

Te quedas Señor
Para que, sin verte,
te adoremos en tu Cuerpo en tu Sangre.
Para que, al llevar el pan hasta tu altar,
nos acordemos que es signo de tu presencia.
Para que, al repartirlo entre los necesitados,
comprendamos que es sacramento de tu presencia.

Te quedas Señor
Y nos dejas un mandamiento: ¡Amaos!
Y nos sugieres un camino: ¡El servicio!
Y te quedas para siempre: ¡La Eucaristía!
Y eres, sacerdote que ofrece
Y eres, sacerdote que se ofrece
por toda la humanidad.

¡Gracias, Señor!

P. Javier Leoz


Meditación breve

Para cuestionarnos… ¿Cómo amar al prójimo al modo de Jesús?
La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objetivo es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios.
Vivir la caridad significa… Como don de Dios, y amar en medida superior a nuestras posibilidades humanas. Amar como Dios, no con la perfección que él lo hace, pero sí al modo como él tiene. Nos ayuda a buscar el bien de los demás por amor a Dios.


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por todos los sacerdotes en el día en que recordamos la institución de ese sacramento por Jesús. Que Él les conceda la fortaleza, la entrega generosa y la determinación necesarias para que, siguiendo el mensaje del Papa Francisco, sean capaces de abrirse al mundo, caminar y salir en busca de las gentes llevando la Iglesia a todos los ámbitos de sus comunidades.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma del Pastor Evangélico Daniel Annone, miembro del Comipaz (Comité Interreligioso por la Paz), fallecido en Carlos Paz, Córdoba, Argentina, en el día de ayer.

Pedimos oración por dos personas de Argentina: María Irene, internada por problemas cardíacos y pulmonares; y su hija Mariana que está anémica y hoy tiene programada su cesárea. Rogamos a Jesús que las proteja y las ayude a recuperarse de la mejor manera.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


“Intimidad Divina”

La Cena del Señor

La celebración del misterio pascual, centro y vértice de la historia de la salvación, se abre con la Misa vespertina del jueves santo, que conmemora la Cena del Señor. Todas las lecturas se centran en el tema de la cena pascual. El tramo del Éxodo (12, 1-8; 11-14) nos recuerda la antigua institución, establecida cuando Dios ordenó a los Hebreos que inmolasen en cada familia “un animal sin defecto [macho de un año, cordero o cabrito]”, que rociasen con la sangre las dos jambas y el dintel de las casas para librarse del exterminio de los primogénitos, y que lo comiesen a toda prisa y en atuendo de caminantes. En aquella misma noche, preservados por la sangre del cordero y nutridos con sus carnes, iniciarían la marcha hacia la tierra prometida. El rito había de repetirse cada año en recuerdo de tal hecho: “Es la Pascua [fiesta] en honor del Señor” (Ex 12, 11). Jesús elige la celebración de la pascua judía para instituir la nueva, su Pascua, en la que él es el verdadero “cordero sin defecto” inmolado y consumado por la salvación del mundo.

“Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo… Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre” (MR). Si la costumbre hubiera amortiguado en los creyentes la vitalidad de la fe, la Liturgia de este día les invita a reavivarse, a penetrar con la más profunda y amorosa de las miradas la inefable realidad del misterio que se realizó por primera vez en el cenáculo ante las miradas atónitas de los discípulos y que hoy se renueva del mismo modo concreto que entonces. Sigue siendo el Señor Jesús quien, en la persona de su ministro, realiza el gesto consagratorio, y hoy, aniversario de la institución de la Eucaristía y vigilia de la muerte del Señor, todo eso adquiere una actualidad impresionante.

Pero juntamente con el sacramento del amor, Jesús deja a la Iglesia el testamento del amor: su “mandato nuevo”. De repente, los Doce ven que el Maestro se arrodilla delante de ellos en la actitud de un siervo; “echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos”. La escena se concluye con una advertencia: “Pues si yo, el Maestro y el señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. No se trata tanto de imitar el gesto material, cuanto la actitud de humildad sincera en las relaciones recíprocas, considerándose y comportándose los unos como siervos de los demás. Sólo esta humildad hace posible el cumplimiento del precepto que Jesús está a punto de dar: “Os doy un mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado”. El lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía, la muerte de cruz, indican cómo y hasta qué punto hay que amar a los hermanos para realizar y hacer verdad el precepto del Señor.

Ven, Jesús, que tengo los pies sucios. Hazte siervo por mí. Echa agua en la jofaina; ven, lávame los pies. Lo sé, es temerario lo que te digo, pero temo la amenaza de tus palabras: “Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo”. Lávame, pues, los pies, para que tenga algo que ver contigo. ¡Pero qué digo, ¿lávame los pies?! Eso lo pudo decir Pedro, que no necesitaba lavarse más que los pies, porque todo él estaba limpio. Yo, más bien, una vez lavado, necesito ese otro bautismo del que tú, Señor, dices: “Tengo que pasar por un bautismo”. (Orígenes, de Oraciones de los primeros cristianos).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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