domingo, 17 de marzo de 2013

Pequeñas Semillitas 1976


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1976 ~ Domingo 17 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Según su costumbre, Jesús ha pasado la noche a solas con su Padre querido en el Monte de los Olivos. Comienza el nuevo día, lleno del Espíritu de Dios… De pronto, un grupo de escribas y fariseos irrumpe trayendo a "una mujer sorprendida en adulterio" . No les preocupa el destino terrible de la mujer. Nadie le interroga de nada. Está ya condenada. Los acusadores lo dejan muy claro: " La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?
Jesús, que está sentado, se inclina hacia el suelo y comienza a escribir algunos trazos en tierra. Seguramente busca luz. Los acusadores le piden una respuesta en nombre de la Ley. Él les responderá desde su experiencia de la misericordia de Dios: aquella mujer y sus acusadores, todos ellos, están necesitados del perdón de Dios.
Los acusadores sólo están pensando en el pecado de la mujer y en la condena de la Ley. Jesús cambiará la perspectiva. Pondrá a los acusadores ante su propio pecado. Ante Dios, todos han de reconocerse pecadores. Todos necesitan su perdón.
Como le siguen insistiendo cada vez más, Jesús se incorpora y les dice: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra". ¿Quiénes sois vosotros para condenar a muerte a esa mujer, olvidando vuestros propio pecados y vuestra necesidad del perdón y de la misericordia de Dios?
Los acusadores "se van retirando uno tras otro". El diálogo de Jesús con la mujer arroja nueva luz sobre su actuación. Los acusadores se han retirado, pero la mujer no se ha movido. Parece que necesita escuchar una última palabra de Jesús. No se siente todavía liberada. Jesús le dice "Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante no peques más".
Le ofrece su perdón, y, al mismo tiempo, le invita a no pecar más. El perdón de Dios no anula la responsabilidad, sino que exige conversión. Jesús sabe que "Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva".
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».
(Jn 8,1-11)

Comentario
Hoy vemos a Jesús «escribir con el dedo en la tierra» (Jn 8,6), como si estuviera a la vez ocupado y divertido en algo más importante que el escuchar a quienes acusan a la mujer que le presentan porque «ha sido sorprendida en flagrante adulterio» (Jn 8,3).
Llama la atención la serenidad e incluso el buen humor que vemos en Jesucristo, aún en los momentos que para otros son de gran tensión. Una enseñanza práctica para cada uno, en estos días nuestros que llevan velocidad de vértigo y ponen los nervios de punta en un buen número de ocasiones.
La sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores. En nuestra vida diaria, con ocasión del trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios de valor. Más de alguna vez, nuestros juicios son erróneos y quitan la buena fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a reparar, tarea no siempre fácil. Al contemplar a Jesús en medio de esa “jauría” de acusadores, entendemos muy bien lo que señaló santo Tomás de Aquino: «La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción».
Hemos de llenarnos de alegría al saber, con certeza, que Dios nos perdona todo, absolutamente todo, en el sacramento de la confesión. En estos días de Cuaresma tenemos la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia en el sacramento de la reconciliación.
Y, además, para el día de hoy, un propósito concreto: al ver a los demás, diré en el interior de mi corazón las mismas palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno» (Jn 8,11).
Pbro. D. Pablo ARCE Gargollo (México, D. F., México)


Santoral Católico:
San Patricio
Obispo y Patrono de Irlanda

Información ampliada haciendo clic acá

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Si no hubiera sido por él...

Ningún trabajo es insignificante, ninguna tarea es despreciable, cualquier ocupación merece que pongamos todas nuestras fuerzas y nuestra creatividad en ella. “Si alguien está llamado a ser barrendero, debería barrer las calles como Miguel Ángel pintaba, como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía versos”, (M. L. King).

—¿Y cómo está tu hijo mayor, Joaquín?  —Pues, estudió y obtuvo un doctorado de Literatura Inglesa en una universidad de Inglaterra. —¿Y tu hija, tan dispuesta? —Esa hizo una maestría en artes y un doctorado en lenguas en una universidad de España. —Dime, ¿y el menor, cómo es que se llamaba?  —Oh, te refieres a Pepito. Ese tomó un curso de plomería y se la pasa destapando cañerías. Pero, gracias a Dios, porque si no fuera por él, nos hubiéramos muerto de hambre.

El trabajo honrado y responsable nos libera del aburrimiento, de entregarnos a los vicios, y nos proporciona los recursos para remediar nuestras necesidades fundamentales. Es una bendición de Dios. Trabaja con gusto y acabarás sintiendo gusto por el trabajo. “El que no quiera trabajar, que no coma”, escribió san Pablo a los de Tesalónica. Que tengas un día de acción.

Padre Natalio


Palabras del Beato Juan Pablo II

“Jesús, una vez resucitado, fundó la Iglesia confiándole la verdad eterna que debe transmitir y la gracia renovadora que debe difundir gratuitamente… Cristo instituyó una estructura jerárquica y ministerial de la Iglesia, formada por los Apóstoles y sus sucesores; esta estructura no deriva de una comunidad anterior ya constituida, sino que fue creada directamente por él. Dicha estructura pertenece a la naturaleza misma de la Iglesia, según el designio divino realizado por Jesús”

Beato Juan Pablo II


Oración por el Papa Francisco
y por la Iglesia de Jesucristo


Padre Bueno,
que siempre escuchas el clamor de tu pueblo,
te pedimos por nuestro pastor, el papa Francisco.

Anímalo y dale fuerzas con tu Espíritu,
para que unido a los obispos pastores
de todas las iglesias diocesanas del mundo,
guíe la vida de los cristianos
por las huellas del camino de Jesús.

En el espíritu de san Francisco de Asís, Señor,
te pedimos ser una Iglesia pobre y fraterna,
con un corazón abierto y compasivo a los que sufren,
a los que no tienen lugar, a los que son excluidos,
a los que padecen violencia, a los enfermos de toda dolencia,
a los que dejan su tierra como migrantes,
y a los niños, jóvenes y mayores que mueren por la droga,
en todos ellos, y en muchos otros, vemos tu rostro sufriente,
y queremos, como enseñó Francisco al besar al leproso,
dar muestras concretas de un amor que haga crecer la vida.

Queremos ser, con el papa Francisco,
con nuestros obispos pastores,
con todas las comunidades cristianas,
una Iglesia sencilla y servidora,
que anuncie con alegría el Evangelio de Jesús,
que ame y cuide la naturaleza y la Tierra, casa de todos,
que trabaje junto a otros para hacer un mundo de hermanos,
que se alegre con María, y con Ella se haga fuerte en la fe y la esperanza,
porque para Dios “no hay nada imposible”.

Que así sea

Marcelo A Murúa
Buenas Nuevas


Tema del día:
Un mirada llena de misericordia


Jesús estaba en uno de los patios exteriores del templo enseñando a bastantes personas, cuando llega un grupo de escribas y fariseos trayendo una mujer adúltera. Ellos, según sus leyes, ya habían determinado matarla; pero les parece que es buena ocasión para poner una trampa a Jesús. Le dicen que la ley de Moisés ordena apedrearla; pero él ¿qué dice? El evangelista acentúa que se trataba de una trampa.

Esa trampa se parece al momento en que le dijeron si era lícito pagar el tributo al César. Si Jesús la condena va contra la autoridad romana, pues el procurador romano era el único que podía condenar a muerte; pero si la perdona, va contra la ley de los judíos. Dicen algunos que la pregunta trataba sobre el modo de matarla, ya que había diversos pareceres, si apedreamiento o estrangulación, ya que ellos daban por supuesto que merecía la muerte. De todas las maneras el pecado de aquellos era muy grande, porque no sólo querían matar por una ley externa, sin mirar las intenciones y otras leyes positivas, sino que querían hacer caer a Jesús. No buscaban un parecer, pues ya sabían lo que debían hacer. Hoy también se dan leyes a veces que van contra la dignidad humana, sabiendo que por encima está la ley del amor y la caridad. Hoy se siguen condenando a mujeres a ser apedreadas por adúlteras, sin examinar los motivos y mucho menos sin ser justos cuando salvan a quienes han sido peores.

Tampoco se puede matar en nombre de Dios, que es sobre todo bondad y misericordia. Y sin embargo es un pecado muy actual: Muchos  se “inmolan” para matar a muchas personas, cuantas más mejor para su causa. Matar en nombre de Dios es una contradicción. Nosotros a veces nos parecemos a aquellos fariseos cuando buscamos y nos alegramos en sorprender a los demás en acciones malas, cuando enjuiciamos vanamente a los demás o aireamos en la conversación estas acciones, sin examinar los problemas de la persona que ha hecho el mal. Y quizá somos peores. ¿Quién puede tirar la primera piedra?

Jesús va a darles a aquellos fariseos una gran lección, sin humillarlos. Por eso quizá, como dando largas al asunto, se pone a escribir en la tierra. ¿Escribiría los pecados de aquellos, o quizá la ley del amor, o simplemente serían signos sin sentido para quitar tensión a la escena? Aquellos se impacientan, siguen buscando la respuesta, hasta que Jesús les dice: “Quien esté sin pecado que tire la primera piedra”. Ellos no se habían dado cuenta que eran tan perversos como aquella mujer. Se encuentran frente a la misma Misericordia, que actúa con plena libertad y plena paz. El evangelista parece que tiene un detalle de ironía cuando dice que fueron marchándose “comenzando por los más viejos”. Podemos considerar que Jesús les ha librado de haber hecho una obra tan malvada.

Y queda la pecadora frente a Jesús. Él es el único que podría condenarla, ya que no tiene pecado. Quizá aquella mujer estaba acostumbrada a ver en los hombres miradas de malos deseos o de codicia o de condena. Ahora se encuentra con una mirada llena de misericordia. Jesús no aprueba el pecado, pero perdona a quien ha pecado. Perdona sin humillar. Perdona con respeto, pues aunque una persona sea pecadora, se merece un respeto como hechura de Dios. Jesús comprende los atenuantes del pecado, ya que nosotros no podemos conocer el grado de maldad de cada persona. No sólo la perdona, sino que la dignifica con la gracia. Eso sí: la recomienda que no vuelva a pecar. Prevalece la gracia contra la justicia.

Se parece esta escena a la parábola del hijo pródigo. Esta mujer es como el hijo pequeño; mientras que los fariseos son como el hijo mayor, que no sabe perdonar. En estos días cercanos ya a la Semana Santa acudamos a hacer una buena confesión, ya que Jesús nos perdona por medio del sacramento. Y cuando sintamos que Dios nos ha perdonado, no volvamos a pecar.

P. Silverio Velasco (España)


Cuaresma día por día:
Día 33º. Domingo quinto

Perdonar siempre.

Un día, la Madre Teresa de Calcuta, encontró sobre un montón de basura una mujer moribunda que le dijo que su propio hijo la había dejado abandonada allí. La Madre la recogió y la llevó al hogar de Kalighat. Aquella mujer no se quejaba de su estado sino de que hubiera sido su propio hijo quien la dejó allí. No podía perdonarle... La Madre Teresa, que quería que aquella mujer muriese en gracia de Dios, trataba de convencerla:

¿Debe perdonar a su hijo? le decía. Es carne de su carne y sangre de su sangre... Sin duda hizo lo que hizo en un momento de locura y ya estará arrepentido... Pórtese como una verdadera madre y perdónelo... Si ha pedido a Dios que le perdone sus pecados debe perdonar el que su hijo cometió con usted. Si lo hace, Dios recompensará su generosidad con un lugar en el Cielo. La mujer se resistía, pero la gracia terminó venciendo. -Le perdono, le perdono... dijo por fin llorando. Poco después moría.

Dios mío, dame gracia y amor para perdonar siempre: que ningún día me acueste guardando rencor a alguien, aunque me parezca que tengo motivos. ¡Me has perdonado Tú a mí!

Coméntale a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con una oración final.

P. José Pedro Manglano Castellary


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Que nuestro primero y más grande agradecimiento en este domingo sea para Dios por habernos dado al Papa Francisco. Y que este hombre santo pueda, con la ayuda del Señor y el apoyo de nuestras oraciones, conducir con amor, humildad y energías, la barca de la Iglesia, para que navegue mar adentro hacia un tiempo de Nueva Evangelización.

Desde Colombia, Margarita agradece a Dios y a quienes rezaron por ella, ya que su operación de hernias ha sido un éxito. Nos sumamos en la oración agradecida al Señor.

Desde la provincia de Santa Fe, Argentina, Elsa escribe para agradecer a Dios y a las personas que rezaron por su hijo David que hace nueve meses tuvo un accidente con la motocicleta y se lesionó malamente una pierna. Él se va recuperando y le pedimos a Jesús que pronto su vida vuelva a la normalidad.

Desde Miami (USA), Araceli agradece a Dios y a quienes rezaron por su hija Lisette, que ha conseguido el trabajo que tanto anhelaba.


“Intimidad Divina”

Domingo 5 de Cuaresma

La Liturgia de la Palabra propone hoy la consideración de la Pascua, ya muy próxima, bajo el aspecto de la liberación del pecado. Merecida, una vez para siempre y para todos, por Cristo, esta liberación debe todavía actuarse en cada hombre; es más, este hecho exige un continuo repetirse y renovarse, porque durante toda la vida los hombres están expuestos a caer y nadie puede considerarse impecable. Dios, que tiempo atrás, había multiplicado los prodigios para librar al pueblo elegido de la esclavitud egipcia, los promete nuevos y mayores para liberarlo de la cautividad babilónica (1ª. Lectura)… La profecía [de Isaías] ilumina el futuro mesiánico, en el que Dios hará en favor del nuevo Israel –la Iglesia–  cosas absolutamente nuevas. No un camino material, sino que entregará su Unigénito al mundo para que sea el “camino” de la salvación; no agua para apagar la sed en las fauces resecas, sino el agua viva de la gracia que brota del sacrificio de Cristo para purificar al hombre del pecado y saciar la sed que tiene de lo infinito.

Esta novedad de cosas viene ilustrada, de un modo concreto, por el episodio evangélico de la adúltera, mujer arrastrada a los pies de Jesús para que éste la juzgue: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos anda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?” (Jn 8, 4). Y el Salvador hace algo absolutamente nuevo, no contemplado por la ley antigua; no pronuncia una sentencia, sino que tras de una pausa silenciosa, cargada de tensión por parte de los acusadores y de la acusada, dice sencillamente: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra” (ib. 7). Todos los hombres son pecadores; nadie, por lo tanto, tiene el derecho de erigirse en juez de los demás. Sólo uno lo tiene: el Inocente, el Señor; más ni siquiera él lo usa, prefiriendo ejercer su poder de Salvador: “¿Ninguno te ha condenado?... Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más” (ib. 10-11). Su palabra lleva en sí la gracia que se deriva de su sacrificio. En el sacramento de la penitencia se renueva, para cada uno de los creyentes, el gesto liberador de Cristo, que confiere al hombre la gracia para luchar contra el pecado, para “no pecar más”.

La segunda lectura sugiere un ahondamiento de estas reflexiones. San Pablo, que ha sacrificado las tradiciones, la cultura, el sistema de vida que le ligaban a su pueblo, estimando todo eso “basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3, 8), anima al cristiano a que renuncie, por el mismo fin, a todo lo que no conduce al Señor. Este es el camino para librarse completamente del pecado y para asemejarse progresivamente a Cristo “muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección” (ib. 10, 11). Es un camino que lleva consigo continuas y nuevas superaciones, y nuevas liberaciones, para alcanzar una adhesión cada vez más profunda a Cristo. Nadie puede pensar “estar en la meta”, sino que debe lanzarse, seguir corriendo “para conseguirla”; para ganar a Cristo como él mismo fue ganado por Cristo (ib. 12).

¡Oh Jesús mío!, ¿qué he hecho yo? ¿Cómo he podido abandonarte y despreciarte? ¿Cómo he podido olvidar tu nombre, pisotear tu ley, transgredir tus mandatos? ¡Oh Dios mío, Criador mío! ¡Salvador mío, vida mía y todo mi bien! ¡Infeliz de mí! ¿Miserable de mí! Infeliz porque he pecado… porque me he convertido en un animal irracional, Jesús mío, tierno pastor, dulce Maestro, socórreme, borra mis pecados, cura mis llagas, fortalece mi debilidad, sálvame o pereceré. Confieso ser indigno de vivir, indigno de la luz, indigno de tu socorro… sin embargo tu misericordia es muy grande, ten piedad de mí, ¡oh Dios que tanto amas a los hombres! Última esperanza mía, ten piedad de mí, conforme a la grandeza de tus misericordias. (Beato Luis de Blois, Guía espiritual, 4).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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