miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pequeñas Semillitas 1224

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 1224 ~ Miércoles 24 de Noviembre de 2010
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Hola !!!
Todos sabemos que no importa el temporal que se avecina, el sol sigue brillando. No importa cuántas veces dejamos de ver sus rayos, pues el sol volverá a aparecer otro día para brillar con más fulgor. Se necesita determinación para sobrevivir los nubarrones que a veces oscurecen tu vida, y paciencia para seguir brillando sin importar lo que se viene encima. Pero a la larga ese esfuerzo merece la pena. Uno de estos días, cuanto menos lo esperes, superarás todas tus dificultades, porque tú y el sol tienen mucho en común: ambos van a seguir brillando a pesar de todo.


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
(Lucas 21, 12-19)

Comentario
Hoy ponemos atención en esta sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?
Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.
La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana.
Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.
Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, nuestra Madre del Cielo, nos ayudará también a nosotros a comprenderla.
Rvdo. D. Manuel COCIÑA Abella (Madrid, España)


Santoral Católico:
San José Pignatelli
Restaurador de los Jesuitas


De familia italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Ingresó a la comunidad jesuita y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad, especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los presos. En 1767 la masonería mundial estableció un acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los padres Jesuitas. El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y expulsó de territorio español y de sus colonias respectivas a todos los jesuitas.

El Padre José Pignatelli y su hermano por pertenecer a una familia aristocrática recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de renunciar a su vocación jesuita; los hermanos no aceptaron y prefirieron el destierro en la Isla de Córcega. Sin embargo, los franceses invadieron la isla, y ambos también fueron expulsados del lugar.

En 1774 Clemente XIV por petición de los reyes españoles emitió un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús; como resultado del decreto, aproximadamente 23 mil jesuitas fueron obligados a abandonar sus respectivos conventos y monasterios. San José Pignatelli junto con sus demás compañeros obedecieron humildemente y durante los 20 años siguientes soportaron pacientemente sufrimientos y humillaciones.

Más adelante, el santo con permiso del Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la ayuda de ellos empezó a organizar a los jesuitas en Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia para su formación y preparación. El jefe de los jesuitas de Rusia lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, aunque fuera a paso lento y en secreto. El santo oraba y trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a renacer, y en 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles fuera restablecida la congregación. Al poco tiempo y con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró restablecer conventos jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en Cerdeña.

A pocos meses de conseguir la aprobación Pontificia y así restablecer la Compañía de Jesús, el Padre José falleció en 1811. Tres años después, libre del destierro de Napoleón, el Papa Pío XI retorna a Roma y decretó instituida la Compañía de Jesús en el mundo.


Pensamiento

“En lugar de ser un hombre de éxito,
busca ser un hombre valioso:
lo demás llegará naturalmente”

Albert Einstein


Temas Médicos:
Amores que matan


Los adeptos a la filosofía “pro choice” quieren controlar la muerte igual que deciden cualquier otro acontecimiento de la vida, desde un aborto a un divorcio. De ahí que la eutanasia y el suicidio “asistido” se presenten como un ejercicio de autonomía del paciente, que decide apearse de la vida en un gesto digno y soberano. En vez de una muerte sufrida, buscan un procedimiento higiénico, rápido e indoloro, con la asistencia de un experto.

A lo mejor esto funciona así en algunos casos de gente adinerada, que puede permitirse hacer turismo de muerte rápida en una clínica suiza. Pero la experiencia de países que han legalizado la eutanasia demuestra que en cuanto se admite la idea de que hay vidas que no merecen ser vividas, la voluntariedad del paciente pasa a ser algo secundario. Si la avanzada edad, la enfermedad o la discapacidad se consideran razón suficiente para ayudar a alguien a morir, el mensaje es que los viejos, los incurables y los discapacitados son prescindibles, lo sepan o no. Alguien decide por ellos.

Así lo decidió el celador del geriátrico “La Caridad” de Olot, Joan Vila, que ha confesado haber matado a tres ancianas, porque “le daban mucha pena”, ya que vivían en unas condiciones que “él no podría soportar”. Para exculparle, su abogado declara que el celador “pensó que lo tenía que hacer porque les hacía un bien y las quería”. En fin, el típico “ángel de la muerte” lleno de buenos sentimientos. La motivación revela esa tendencia tan habitual en los casos de eutanasia, en los que muchas veces se aduce los sufrimientos del paciente terminal cuando, en el fondo inconfesable, se trata de evitar las molestias y el sufrimiento que causan a los vivos.

Si es cierto lo que ha dicho su abogado, el celador era una persona que recibía tratamiento psiquiátrico por depresiones y ansiedades, y que “bebía en el trabajo” para darse ánimos. En tal caso, uno se pregunta qué hacía una persona así trabajando en un geriátrico. Según el letrado, el celador confesó ante el juez que en un momento de “euforia” se creía “que era Dios” y que para ayudar a las ancianas las enviaba “a la plenitud”. Pero, habida cuenta de que lo hizo administrándoles lejía y otros productos corrosivos, hablar de “buena muerte” aquí no es más que un eufemismo.

Pero la eutanasia involuntaria no es solo algo propio de estos casos extremos. Una de las razones que suelen invocarse para legalizar la eutanasia es que se trata de hacerla más trasparente para que la sociedad pueda controlarla. Así se hizo en Bélgica, donde se legalizó la eutanasia en 2002, con una serie de condiciones: debe ser realizada por un médico a petición del paciente; debe ser consultado otro médico; el propio médico ha de administrar la droga letal y hay que presentar a las autoridades un informe del caso. En suma, autonomía del paciente y trasparencia.

Sin embargo, según el estudio que acaba de ser publicado en el British Medical Journal, en 2007, en Flandes, solo el 52,8% de los casos de eutanasia fueron declarados a las autoridades. En los otros casos, los médicos no consideraron que el acto cometido fuera eutanásico, preferían no informar por el papeleo, temían no haber cumplido con todos los criterios legales o consideraban que la eutanasia es un asunto a resolver entre el paciente y el médico. En suma, en casi la mitad de los casos no hay constancia de que la eutanasia haya sido solicitada por el paciente.

También en Holanda, en la investigación de la Comisión Remmelink, el 27% de los médicos indicaron que habían terminado con la vida de algún paciente por propia decisión, porque ni el paciente ni los familiares estaban en condiciones de hacerlo.

Seguro que lo hicieron de manera más profesional que el celador de Olot. Pero actuaron también “como si fueran Dios”, decidiendo sobre la vida y la muerte. Fue su autonomía, no la del paciente, la que se puso en ejercicio.

Ignacio Aréchaga
Aceprensa - Fluvium


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Meditación breve

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En la vida espiritual uno no puede quedar en el mismo lugar, estancado, sino que: o avanza o retrocede. Así que no nos hagamos ilusiones, porque la santidad, el Cielo, es de los esforzados, porque los perezosos nunca lo alcanzarán.
Si Jesús nos ha dicho que tenemos que negarnos a nosotros mismos, no es porque Él nos quiera torturar, sino que Jesús, por ser Dios, conoce bien cómo estamos hechos, y qué inclinaciones al mal ha dejado en nosotros el pecado original y los pecados propios, y por eso nos manda a que no demos gusto a nuestros caprichos y veleidades, sino que nos pongamos firmes en las buenas resoluciones y propósitos.
Tenemos solo esta vida para ser santos, para ser héroes. No la desaprovechemos, sino estemos tensos hacia el Cielo, con la mirada puesta en las cumbres del monte de la santidad, y así llegaremos a lo alto. Porque es como la trayectoria de una bala, que después que sale del cañón va decayendo. Así también nosotros, si apuntamos al Cielo, daremos al menos en el Purgatorio; pero si apuntamos al Purgatorio, es muy probable que terminemos en el Infierno.


Pedidos de oración


Desde Cuba, Olga Lidia R. nos pide oraciones por su hermano que está enfermo de alcoholismo, circunstancia que ya se ha dado con anterioridad en otros miembros de su familia con finales trágicos en sus vidas. Oramos por esta familia para que el Señor Misericordioso les ayude a superar el dolor de los ausentes y fortalezca a quienes aún padecen esta penosa enfermedad.


Pedimos oración por Clara O., de Corrientes, Argentina, que será sometida a una compleja operación de la vista en el día de mañana. También por Matías J., también de la misma ciudad, para que el Señor lo ayude en sus exámenes.


Desde la ciudad de México, nos escribe Maricarmen para pedir oraciones por su nieta de 10 meses que está internada con neumonía, y por su hijo mayor que ha sido operado de hernia hital. Que la Virgen de Guadalupe y el Buen Jesús estén junto a ambos y les ayuden a recuperarse pronto.


Pedimos oración por la señora Marilú V., de San Salvador, El Salvador, para que el Señor le otorgue la sanación física y espiritual, ya que hace algún tiempo viene arrastrando diversas dolencias físicas que a la vez le provocan tristeza y depresión. Que su fe se fortalezca y sienta la alegría de vivir con el amor de Dios en su vida.


Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén


Ven Espíritu Santo...!


Espíritu Santo, Tú modelaste a María dándole un corazón todo ternura, todo compasión, todo amor; por eso le decimos siempre en la Salve: Oh Clementísima, oh Piadosa, oh Dulcísima Virgen María. Danos la gracia que después de haber participado en esta tierra de su inmensa ternura de Madre y después de haberla amado con inmenso cariño de hijo podamos contemplarla con gloria en el cielo. Así sea.
P. Florentín Brusa cmf


Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-


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