domingo, 13 de enero de 2019

Pequeñas Semillitas 3882

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 14 - Número 3882 ~ Domingo 13 de Enero de 2019
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy cerramos el tiempo litúrgico de Navidad. El Verbo de Dios hecho carne asumió nuestra humanidad pecadora y la lavó en las aguas del Jordán el día de su bautismo, por lo cual lo reconocemos como Dios y Señor. De este modo, le pedimos “que él nos transforme interiormente, ya que lo reconocemos semejante a nosotros en su humanidad”.
En momentos de fuerte crisis de fe de nuestros contemporáneos, que recurren al trámite de apostasía, debe brillar firme nuestra fe bautismal, que es la base de nuestro seguimiento del Señor y el testimonio de la caridad.

¡Buenos días!

Mentiroso al infierno
El salmista identifica a los malvados, porque “en su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua”. Por otra parte, sabe muy bien que “Dios detesta al mentiroso y aborrece al hombre sanguinario y traicionero” (Sal 5). En la Biblia el malvado y perverso es siempre falso, mentiroso y fraudulento. Una anécdota humorística al respecto.

Antes de llegar al Infierno, el alma del difunto protestó violentamente:
— En vida yo fui noble, generoso y bien intencionado. ¿Se puede saber por qué me mandan aquí?
— No sé —respondió el encargado de recibir a los que iban llegando—. Lo único que puedo decirle es que tengo órdenes de ubicarlo en la sección “Mentirosos”.

Desgraciadamente la mentira es una puerta abierta a otras transgresiones más graves. No hay ladrón, ni adúltero, ni orgulloso que no sean mentirosos, porque necesitan ocultar las obras de las tinieblas. Sin embargo, es experiencia común que la verdad tarde o temprano sale a la luz. “Vivir en la verdad nos hace realmente libres” (Juan 8, 32).
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
Primera Lectura: Is 40, 1-5.9-11

Salmo: Sal 103, 1b-4.24-25.27-30

Segunda Lectura: Tit 2, 11-14; 3, 4-7

SANTO EVANGELIO: Lc 3,15-16.21-22
En aquel tiempo, como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego».
Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; el Amado, en ti me he complacido».

Comentario:
Hoy contemplamos a Jesús ya adulto. El niño del Pesebre se hace un hombre completo, maduro y respetable, y llega el momento en el que ha de trabajar en la obra que el Padre le ha confiado. Así es como le encontramos en el Jordán en el momento de empezar esta labor: uno más en la fila de aquellos contemporáneos suyos que iban a escuchar a Juan y a pedirle el baño del bautismo, como signo de purificación y renovación interior.
Allí, Jesús es descubierto y señalado por Dios: «Puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado’» (Lc 3,21-22). Es la etapa preparatoria del gran camino que está dispuesto a emprender y que le conducirá hasta la Cruz. Es el primer acto de su vida pública, su investidura como Mesías.
Es también el premio de su modo de actuar: no obrará con violencia, ni con gritos y asperezas, sino con silencio y suavidad. No cortará la caña quebrada, sino que la ayudará a mantenerse firme. Abrirá los ojos a los ciegos y librará a los cautivos. Las señales mesiánicas que describía Isaías, se cumplirán en Él. Nosotros somos los beneficiarios de todas estas cosas porque, como leemos hoy en la carta de san Pablo: «Él nos salvó, no por nuestras buenas obras, sino en virtud de su misericordia, por medio del bautismo regenerador y la renovación del Espíritu Santo que derramó abundantemente sobre nosotros (...). De este modo, salvados por su gracia, Dios nos hace herederos conforme a la esperanza que tenemos de alcanzar la vida eterna» (Tit 3,5-7).
La fiesta del Bautismo de Jesús debe ayudarnos a recordar nuestro propio Bautismo y los compromisos que por nosotros tomaron nuestros padres y padrinos al presentarnos en la Iglesia para hacernos discípulos de Jesús: «El Bautismo nos ha liberado de todos los males, que son los pecados, pero con la gracia de Dios debemos cumplir todo lo bueno» (San Cesáreo de Arlés).
Rev. D. Joan BUSQUETS i Masana (Sabadell, Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
¡Gloria a ti, oh Padre, Dios de Abraham, Isaac y Jacob!
Tú has enviado a tus siervos, los profetas a proclamare tu palabra de amor fiel y a llamar a tu pueblo al arrepentimiento. A las orillas del Río Jordán, has suscitado a Juan el Bautista, una voz que grita en el desierto, enviado a toda la región del Jordán, a preparar el camino del Señor, a anunciar la venida de Cristo.
¡Gloria a ti, oh Cristo, Hijo de Dios!
Has venido a las aguas del Jordán para ser bautizado por manos de Juan. Sobre ti el Espíritu descendió como una paloma. Sobre ti se abrieron los cielos, y se escuchó la voz del Padre: "¡Este es mi Hijo, el Predilecto!" Del río bendecido con tu presencia has partido para bautizar no sólo con el agua sino con fuego y Espíritu Santo.
¡Gloria a ti, oh Espíritu Santo, Señor!
Por tu poder la Iglesia es bautizada, descendiendo con Cristo en la muerte y resurgiendo junto a él a una nueva vida. Por tu poder, nos vemos liberados del pecado para convertirnos en hijos de Dios, el glorioso cuerpo de Cristo. Por tu poder, todo temor es vencido, y es predicado el Evangelio del amor en cada rincón de la tierra, para la gloria de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
A Él todo honor en este Año Jubilar 2000 y en todos los siglos por venir. Amén.

Predicación del Evangelio:
Un Bautismo de fe
Han pasado las navidades, y con el Bautismo del Señor, se inicia su andadura y su misión. ¿Qué andadura? ¿Qué misión? Ni más ni menos que aquello, que nosotros los cristianos, olvidamos con frecuencia: ser discípulo de Jesús es ser conocedor de su vida, entusiasta de Dios y orientar nuestra vida desde el Evangelio. ¿Lo  hacemos?

El Papa Benedicto XVI, en esa misma dirección y con motivo del Año de  la Fe, nos recordaba que para ser testigos de Cristo, primero, hay que conocerlo, sentirlo y vivirlo personalmente. Y es que, el Bautismo, lejos de ser un rito, ha de ser un punto de salida de una vida de fe cimentada, asentada, consolidada y enriquecida en Cristo.   

El Niño, al que visitaron humildemente los pastores; al que reverenciaron los magos para abrir su historia y su nombre a todos los pueblos de la tierra, inicia con su bautismo personal aquello para lo que ha nacido: ha venido para estar junto a nosotros, para enseñarnos el camino de la vida y del amor de Dios, y sobre todo, para dignificar nuestra existencia, divinizarla y darle otro color.   

Se involucra de lleno en aquello que Dios le pide. Se abre el cielo, una vez más, no para entrar en el seno virginal de María, y sí para caminar por las entrañas de la tierra ofreciendo esperanza e ilusión a todo aquel que la ha perdido. Aquel Niño que nació en una noche estrellada y silenciosa, hablará con fuerza sobre el amor y la justicia. Nos dirá que, el perdón, es distintivo de aquellos que  se dicen amigos suyos y, sobre todo, nos invitará a ser testigos de lo que Él dice, forja y enseña.

El Bautismo del Señor es la inauguración de una gran obra. De una tarea que, además, sacude nuestras conciencias y nos ofrece muchas posibilidades.   

- Sacude nuestras conciencias. Nos invita a plantearnos varios interrogantes. ¿Es nuestra fe operativa, profunda, convencida, creativa y activa? ¿No la tenemos demasiado dormida y arrinconada por vicisitudes o por vergüenza a exhibirla? ¿Por qué tanta bravura para hablar de lo superfluo, de aquello que pasa, y tanto miramiento o timidez para expresar aquello que decimos creer y sentir?

- Nos da muchas posibilidades. Escuchamos, una vez más, que somos hijos preferidos por parte de Dios, que nos ama pero, que hemos de intentar practicar aquello que Jesús nos dice. Y que, su misión, es nuestra misión. Que su locura, ha de ser nuestra locura. Que su fin, ha de ser nuestro fin. Que su camino, ha de ser el nuestro. El Bautismo del Señor es descubrir el sentido de nuestro propio  bautismo. No se construye una casa para nunca habitarla. Ni, tampoco, se descorcha una botella de buen vino para desperdiciar su contenido. Ni, mucho menos, compramos un artículo de belleza para nunca lucirlo. 

Me gusta pensar en aquel momento del Bautismo del Señor: “Jesús haciendo cola para ser bautizado por las manos de Juan Bautista”. Pero lo hacía con todas las consecuencias. Sabedor del compromiso que adquiría. Consciente de las dificultades que le esperaban en el recorrido del anuncio de su reino. Y, también, me preocupa –por comparación– recordar la escena de tantos cristianos que se acercan (con muy poca paciencia, sin hacer cola y si puede ser, sin preparación alguna) para ser bautizados pero muy poco  conscientes de lo que implica el vivir y sentirse como bautizados.   

A una con el Señor, renovemos en el inicio de este año, nuestro deseo de que la presencia de Dios en nuestra vida sea algo real, vivo, visible y testimonial. Y nos pongamos de una vez por todas las pilas y sepamos en quién creemos, por qué creemos y qué es lo que estamos llamados a  ser en medio de este complicado mundo: algo distinto y con tintes divinos.
Padre Javier Leoz

Nuevo vídeo y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

 La familia de Agustín, el bebé de la provincia de Córdoba, Argentina, por quien pedimos oración hace pocos días, agradece a Dios y a las personas que rezaron pues la operación ha salido muy bien.

Igualmente de la provincia de Córdoba, Argentina, Mary agradece a María Reina de la Paz y a Jesús por una gracia recibida. También a las personas que se sumaron oportunamente el pedido de oración.

Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Una noche un hombre tuvo un sueño. Él soñó que caminaba a la orilla de la playa con el Señor. Cruzando el cielo aparecían escenas de su vida. Por cada escena, él notaba dos pares de huellas: una que pertenecía a él, y otra al Señor.
Cuando la última escena de su vida apareció ante él, miró hacia las huellas en la arena. Él notó que muchas veces en el transcurso de su vida había un solo par de huellas. Notó también que esto sucedía en los más depresivos y tristes momentos de su vida. Esto realmente le molestó y le preguntó acerca de ello:
“Señor, tú dijiste que una vez que yo decidiera seguirte, tú caminarías conmigo toda la senda. Pero noté que durante los tiempos más difíciles de mi vida había sólo un par de huellas. No entiendo por qué me abandonaste”.
El Señor le contestó:
“Mi precioso hijo, yo te amo y nunca te dejaré. Cuando pasaste por tiempo de sufrimiento y viste solo un par de huellas, entonces yo te llevé en mis brazos”. 

Cinco minutos con Jesús
Enero 13
El Dios del Evangelio no es el Dios gélido de la razón, la Causa Primera de la filosofía, el Primer Motor de la metafísica, el Dios inmutable e impasible, el Dios interesado o comerciante, el Dios almacenero, el Dios policía; no, Él no es nada de eso.
El Dios del Evangelio es el Dios cálido, como unos brazos de Padre, el Dios Padre de los hombres, el Dios providente que cuida a sus hijos, el Dios que ama tanto a la humanidad, que entrega a su propio Hijo para salvarla, el Dios que nos espera con los brazos abiertos, para perdonarnos o premiarnos, el Dios que quiere repartir con nosotros en rebanadas infinitas el pan de la felicidad. El Dios-Hijo que muere para salvarnos, el Dios-Espíritu Santo que nos consuela y nos llena de amor.
Este es el Dios del Evangelio.
(Padre Alfonso Milagro) 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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