PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3796 ~ Miércoles 10 de Octubre de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Nunca
una noche ha vencido al amanecer y nunca un problema ha vencido a la esperanza.
Si
deseas el éxito no lo busques; limítate a hacer lo que amas y en lo que crees. El
éxito vendrá por añadidura.
Recuerda
que el fracaso consiste en no persistir, en desanimarse después de un error, en
no levantarse después de caer.
¡Buenos días!
Creciendo
La aceptación libera al hombre, porque rompe las
cadenas de la autocompasión y del miedo. Una vez que se acepta el golpe, la
desilusión, uno está libre; libre para acometer nuevas empresas que pueden
darle resultados magníficos.
Temía estar solo, hasta
que aprendí a quererme a mí mismo. Temía lo que la gente opinara de mí, hasta
que advertí que de todos modos opinarán de mí. Temía al dolor, hasta que me convencí
que éste es necesario para crecer. Temía al ridículo, hasta que intenté reírme
de mí mismo. Temía a la muerte, hasta que consideré que no es el final, sino
más bien el comienzo. Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba
sabiduría día a día. Temía al pasado, hasta que reflexioné que no podía herirme
más. Temía al cambio, hasta que observé que aún la mariposa más hermosa
necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar…
Un signo de madurez es aceptar la realidad y poseer
suficiente solidez y equilibrio para vivirla. La persona madura es objetiva:
sabe valorarse a sí mismo sin dejar de valorar a los demás. Es capaz de tomar
una decisión y sostenerla. Madurez es el arte de vivir en paz con lo que no se
puede cambiar. Ejercítate en la sabiduría de “poner siempre los pies sobre la
tierra”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera Lectura: Gál 2, 1-3. 6-14
♥ Salmo: Sal 116, 1-2
♥ SANTO EVANGELIO: Lc 11,1-4
Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar,
cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como
enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre,
santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan
cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a
todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».
♥ Comentario:
Hoy vemos cómo uno de los discípulos le dice a Jesús:
«Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos» (Lc 11,1). La respuesta
de Jesús: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu
Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer
en tentación» (Lc 11,2-4), puede ser resumida con una frase: la correcta
disposición para la oración cristiana es la disposición de un niño delante de
su padre.
Vemos enseguida que la oración, según Jesús, es un
trato del tipo “padre-hijo”. Es decir, es un asunto familiar basado en una
relación de familiaridad y amor. La imagen de Dios como padre nos habla de una
relación basada en el afecto y en la intimidad, y no de poder y autoridad.
Rezar como cristianos supone ponernos en una
situación donde vemos a Dios como padre y le hablamos como sus hijos: «Me has
escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’. —¿De qué? De Él, de ti:
alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones
diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.
En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!’» (San Josemaría).
Cuando los hijos hablan con sus padres se fijan en
una cosa: transmitir en palabras y lenguaje corporal lo que sienten en el
corazón. Llegamos a ser mejores mujeres y hombres de oración cuando nuestro
trato con Dios se hace más íntimo, como el de un padre con su hijo. De eso nos
dejó ejemplo Jesús mismo. Él es el camino.
Y, si acudes a la Virgen, maestra de oración, ¡qué
fácil te será! De hecho, «la contemplación de Cristo tiene en María su modelo
insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial (...). Nadie
se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de
Cristo» (San Juan Pablo II).
Fr. Austin Chukwuemeka IHEKWEME (Ikenanzizi, Nigeria)
Santoral Católico:
San Daniel Comboni
Obispo
Nació en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el año
1831, en el seno de una familia de campesinos pobres. Desde niño, en la escuela
de Don Mazza, se despertó en él la vocación misionera. Ordenado de sacerdote en
1854, salió en la primera expedición misionera organizada por Don Mazza para
África, donde permaneció hasta 1859 en que lo destinaron a la formación de los
jóvenes africanos del colegio de Don Mazza. Entregó su vida a las misiones del
África negra e hizo proyectos que presentó a Pío IX y al Concilio Vaticano I.
En 1872 fue nombrado Vicario apostólico de África Central y en 1877 fue elevado
a la dignidad episcopal, siendo el primer obispo de África Central. Es uno de
los grandes misioneros de la historia de la Iglesia, fundador de los Misioneros
Combonianos y de las Misioneras Combonianas. Murió en Jartum (Sudán) el 10 de
octubre de 1881. Fue canonizado por San Juan Pablo II en 2003.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Pensamiento del día
“No dejes apagar el
entusiasmo,
virtud tan valiosa como
necesaria;
trabaja, aspira, tiende
siempre hacia la altura”
Rubén Darío
Aviso de ausencia
Se
informa a los lectores que “Pequeñas
Semillitas”
no se
editará desde el 11 al 19 de octubre inclusive
por
breve período de descanso y viaje del autor.
Regresamos,
si Dios lo permite, el sábado 20 de octubre.
Historias:
La Virgen y el Santo
Rosario
Mientras Santo Domingo predicaba el Rosario cerca de
Carcasona, le presentaron un albigense poseído del demonio. Lo exorcizó el
Santo en presencia de una gran muchedumbre. Se cree que estaban presentes más
de doce mil hombres. Los demonios que poseían a este infeliz fueron obligados a
responder, a pesar suyo, a las preguntas del Santo y confesaron:
1. Que eran quince mil los que poseían el cuerpo de
aquel miserable, porque había atacado los quince misterios del Rosario.
2. Que con el Rosario que Santo Domingo predicaba
causaba terror y espanto a todo el infierno y que era el hombre más odiado por
ellos a causa de las almas que arrebataba con la devoción del Rosario.
3. Revelaron, además, muchos otros particulares.
Santo Domingo arrojó su Rosario al cuello del poseso
y les preguntó que de todos los santos del cielo, a quién temían más y a quién
debían amar más los mortales.
A esta pregunta los demonios prorrumpieron en
alaridos tan espantosos que la mayor parte de los oyentes cayó en tierra,
sobrecogidos de espanto. Los espíritus malignos, para no responder, comenzaron
a llorar y lamentarse en forma tan lastimera y conmovedora, que muchos de los
presentes empezaron también a llorar movidos por natural compasión. Y decían en
voz dolorida por la boca del poseso: “¡Domingo! ¡Domingo! ¡Ten piedad de
nosotros! ¡Te prometemos no hacerte daño! Tú que tienes compasión de los
pecadores y miserables, ¡ten piedad de nosotros! ¡Mira cuánto padecemos! ¿Por
qué te complaces en aumentar nuestras penas? ¡Conténtate con las que ya
padecemos! ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Misericordia!”
El Santo, sin inmutarse ante las dolientes palabras
de los espíritus, les respondió que no dejaría de atormentarlos hasta que
hubieran respondido a sus preguntas. Le dijeron los demonios que responderían,
pero en secreto y al oído, no ante todo el mundo. Insistió el Santo, y les
ordenó que hablaran en voz alta. Pero su insistencia fue inútil: los diablos no
quisieron decir palabra. Entonces, el Santo se puso de rodillas y elevó a la
Santísima Virgen esta plegaria: “¡Oh excelentísima Virgen María! ¡Por virtud de
tu salterio y Rosario, ordena a estos enemigos del género humano que respondan
a mi pregunta!” Hecha esta oración, salió una llama ardiente de las orejas,
nariz y boca del poseso. Los presentes temblaron de espanto, pero ninguno
sufrió daño. Los diablos gritaron entonces: “Domingo, te rogamos por la pasión
de Jesucristo y los méritos de su Santísima Madre y de todos los santos, que
nos permitas salir de este cuerpo sin decir palabra. Los ángeles, cuando tú lo
quieras, te lo revelarán. ¿Por qué darnos crédito? No nos atormentes más: ¡Ten
piedad de nosotros!”
“¡Infelices sois e indignos de ser oídos!”, respondió
Santo Domingo. Y, arrodillándose, elevó esta plegaria a la Santísima Virgen:
“Madre dignísima de la Sabiduría, te ruego en favor del pueblo aquí presente
–instruido ya sobre la forma de recitar bien la salutación angélica–. ¡Obliga a
estos enemigos tuyos a confesar públicamente aquí la plena y auténtica verdad
al respecto!”
Había apenas terminado esta oración, cuando vio a su
lado a la Santísima Virgen rodeada de multitud de ángeles que con una varilla
de oro en la mano golpeaba al poseso y le decía: “¡Responde a Domingo, mi
servidor!” Nótese que nadie veía ni oía a la Santísima Virgen, fuera de Santo
Domingo.
Entonces los demonios comenzaron a gritar:
“¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra!
¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso
que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh
camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante
de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros!
¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!
¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es
omnipotente, y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como
un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre
nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras
tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su
servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro que Ella presente a la
Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos
los santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada
podemos contra sus fieles servidores.
Tened también en cuenta que muchos cristianos que la
invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se
salvan gracias a su intercesión. ¡Ah! Si esta Marieta –así la llamaban en su
furia– no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo
habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la
infidelidad a todas sus jerarquías! Tenemos que añadir, con mayor claridad y
precisión –obligados por la violencia que nos hacen–, que nadie que persevere
en el rezo del Rosario se condenará. Porque Ella obtiene para sus fieles
devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y
alcancen el perdón e indulgencia de ellos.”
Entonces, Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todos
los asistentes muy lenta y devotamente. Y a cada avemaría que recitaban –¡cosa
sorprendente!– salía del cuerpo del poseso gran multitud de demonios en forma
de carbones encendidos. Cuando salieron todos los demonios y el hereje quedó
completamente liberado, la Santísima Virgen dio su bendición –aunque
invisiblemente– a todo el pueblo, que con ello experimentó sensiblemente gran
alegría.
Este milagro fue causa de la conversión de muchos
herejes, que llegaron hasta ingresar en la Cofradía del Santo Rosario.
(De "El Secreto admirable del
Santísimo Rosario" - San Luis M. G. de Monfort)
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"Juan
Pablo II inolvidable"
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Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
Cuando rezamos el Rosario, vemos nuevamente los
momentos importantes y significativos de la historia de la salvación;
recorremos de nuevo las diferentes etapas de la misión de Cristo. Con María,
uno vuelve el corazón al misterio de Jesús.
Colocamos a Jesús en el centro de nuestra vida, de
nuestro tiempo, de nuestras ciudades, a través de la contemplación y meditación
de sus santos misterios de gozo, luz, dolor y gloria...
Que María nos ayude a recibir en nosotros la gracia
que emana de estos misterios, para que a través de nosotros pueda «irrigar» a
la sociedad, partiendo de nuestras relaciones cotidianas, y purificarla de
tantas fuerzas negativas, abriéndola a la novedad de Dios.
El Rosario, cuando se reza con auténtica devoción, no
de una manera mecánica y superficial, sino profunda, trae ciertamente paz y
reconciliación. Contiene en sí mismo el poder sanador del Santísimo Nombre de
Jesús, invocado con fe y amor en cada Avemaría.
Papa Benedicto XVI: Discurso del 3 de
mayo de 2008
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y
martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros
hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el
abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por
los pacientes internados en la Casa de la Bondad en Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer
y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por
los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las
víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Continuamos unidos en oración por medio del rezo del
Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras
preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de
nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz,
rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia
sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los
deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin
rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Octubre 10
El Espíritu Santo nos hace nacer y nos hace renacer.
Nos hizo nacer en el Bautismo, pero eso es sólo un germen, una semilla que se
tiene que desarrollar permanentemente. El Espíritu Santo es el que realiza ese
permanente renacimiento.
Jesús le dijo a Nicodemo: "Te aseguro que si uno
no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios... No te
extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo" (Juan 3,5.7).
Pero descubrimos que ese nacimiento tiene que ser
permanente porque en Juan 3,18 y en 1 Juan 3,9; 5,18 advertimos que allí se
habla de los que han renacido de un modo pleno, y ya no pecan, porque han
nacido perfectamente de Dios.
Por lo tanto, el Espíritu Santo nos ha hecho renacer
en el Bautismo, pero quiere hacernos renacer cada día hasta que seamos
plenamente renovados y transformados.
Vivamos cada día de esa manera, como una nueva
oportunidad para nacer de nuevo, para seguir renaciendo a una vida más bella y
más buena. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos haga renacer cada día más,
porque sólo con su poder es posible morir cada día al hombre viejo y dejar
nacer el hombre nuevo.
No podemos contentarnos con la vida recibida en el
Bautismo, que es como un germen, sino a permitir su desarrollo hasta alcanzar
una plenitud de vida tal, que el pecado ya no pueda tener poder alguno sobre la
propia existencia.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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