miércoles, 1 de noviembre de 2017

Pequeñas Semillitas 3488

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3488 ~ Miércoles 1 de Noviembre de 2017.
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Estamos muy felices de regresar con las publicaciones habituales de “Pequeñas Semillitas” luego de haber superado los inconvenientes técnicos que no nos permitieron estar durante una semana. A partir de ahora, el horario de publicación todos los días será a media mañana (hora argentina). Y ya que estamos regresando en la Festividad de Todos los Santos, iniciamos la edición con una oración relativa a ellos:
Señor, enséñanos a mirar como los santos.
Señor, enséñanos a mirar. Los santos te miraron mucho, Señor, y de tanto mirar se les pegó tu mirada, porque quisieron fijarse en Ti y Tú quisiste fijarte en ellos.
Señor, enséñanos a mirar.  Los santos miraron mucho a la gente y de tanto mirar la quisieron con toda el alma. Así salieron de alegres, sencillos y generosos. Y la gente también les miró como amigos.
Señor, enséñanos a mirar.  En la Iglesia tenemos un santo para cada día y cada uno de nosotros tenemos nuestro santo. Son como mil retratos tuyos, en los que aprendemos a verte y conocer tu rostro.
Señor, enséñanos a mirar. Señor, enséñanos a mirar y a mirarte, a fijarnos en las personas y en las cosas buenas, y ayúdame a ser yo también de los que van pareciéndose cada día más a Ti.

¡Buenos días!

Las dos cartas
La humildad consiste en el reconocimiento de que Dios es el autor de todo bien. De él proviene todo cuanto tenemos y somos. Y también cuanto tiene y es nuestro prójimo. Por eso no cabe el sentido competitivo de la vida, que está en el fondo de la actitud soberbia y envidiosa. El que quiere sobresalir no busca tanto alcanzar una meta, sino crear distancia respecto de los otros.

El Cura de Ars dijo en cierta ocasión: “He recibido dos cartas en el mismo correo; una decía que yo era un gran santo, y la otra, que era un hipócrita y un impostor. La primera no me hacía mejor de lo que soy y la segunda no me hacía peor de lo que soy. Delante de Dios, todos somos lo que somos, nada más ni nada menos”.

Ubicarse ante Dios significa ser conscientes de nuestra pequeñez y dependencia, porque “El Señor es un Dios grande, tiene en su mano los abismos de la tierra, son suyas las cumbres de los montes, suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos” (Sal 95). Ante él “somos polvo y ceniza”, como le dijo Abrahán.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».  (Mt 5,1-12a)

Comentario:
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.
Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)

Santoral Católico:
Fiesta de Todos los Santos
La Iglesia celebra esta solemnidad en honor de todos los santos, o sea, de todos los fieles que murieron en Cristo y con Él han sido ya glorificados en el cielo. Esta fiesta nos recuerda, pues, los méritos de todos los cristianos, de cualquier lengua, raza, condición y nación, que están ya en la casa del Padre, aunque no hayan sido canonizados ni beatificados; nos invita a pedirles su ayuda e intercesión ante el Señor; y nos estimula a seguir su ejemplo, múltiple y variado, en nuestra vida cristiana.
Oración: Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano - Aciprensa    

Pensamiento del día

“El camino de nuestra santificación personal
pasa, cotidianamente, por la Cruz:
no es desgraciado este camino,
porque Cristo mismo nos ayuda
y con Él no cabe la tristeza”.
San Josemaría Escrivá de Balaguer

Tema del día:
Los Santos nos iluminan
¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.

El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes; para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.

Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos los bienes de arriba, pongamos nuestro corazón en los bienes del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.

El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no  coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con él. Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.

Deseemos, pues, esta gloria con esfuerzo seguro y total. Pero, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también, en gran manera, la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.
© P. Max Alexander

Meditaciones
El demonio sabe que cuando probamos un bocado de la santidad, estamos irremediablemente perdidos para él. Es por eso que nos distrae con multitud de pretextos y nos muestra la religión católica como algo aburrido o molesto. Pero tenemos que saber que aquí sucede como cuando los primeros discípulos encontraron a Jesús y le preguntaron dónde vivía, y Él les respondió “Vengan y lo verán”. Y esto mismo nos dice a cada uno de nosotros, ya que en el mismo caminar es que iremos descubriendo las maravillas de este camino, a cuyo término está el Cielo con su felicidad eterna.
No hay nada más importante que nuestra santificación, porque si trabajamos por ser santos, estamos trabajando por la gloria de Dios, por la salvación de las almas, por nuestra patria y por el mundo, porque un alma que se santifica atrae el bien sobre todo y sobre todos, así como un alma que peca daña a todos, porque todos formamos un cuerpo.
Lancémonos entonces a la conquista del monte de la santidad. Tenemos solo esta vida para hacerlo. No pasemos el tiempo en balde, sino aprovechémoslo para ser cada día un poco mejores que el día que pasó. Vivamos bien y confiados solo el momento presente, sin preocuparnos por el futuro ni por los pecados del pasado.
El demonio solo teme esta decisión nuestra de ser santos, porque sabe que nos escaparemos de sus manos y arrastraremos junto a nosotros a muchas almas en la ascensión hacia lo alto. A pesar del mundo, del demonio y de la carne, ¡seamos santos!

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para las siguientes personas: por el eterno descanso del alma de Fabiola C., de Costa Rica, 24 años, que luego de un accidente automovilístico estuvo en coma mucho tiempo hasta ser llamada ahora por el Padre celestial; por Marissa S. G., de ciudad de México, que tiene más de un mes en Neurología y no saben por qué le dan convulsiones; Javier H. T., de Toluca, México, para que su corazón se sane y no necesite cirugía; Omán K. L. de ciudad de México, para que el Señor lo proteja en su salud; Claudia R.B. y Virginia B. L., de Querétaro, México, para que Dios escuche sus súplicas y atienda sus necesidades; Ana T., de Buenos Aires, Argentina, para que pronto esté bien y tengamos buenas noticias de ella; Raúl  S., de California, USA, que tiene mal el corazón y los pulmones, rogamos al Señor que pronto se recupere; por la mamá de Aisha R., de Costa Rica, que está en el hospital con cáncer de pulmón avanzado y agresivo; Adriana A., de Florida, USA, que sufre del colon desde hace varios meses entrando y saliendo de hospitales y es probable una cirugía; Héctor T., de ciudad de México, que curse un proceso febril y no tienen diagnóstico todavía, rogando a Dios que no sea nada grave, por los damnificados de los desastres naturales del mundo entero, para que recuperen  sus pertenencias, su salud y reciban ayuda de los gobiernos.

Pedimos oración para: Marisa O., de Córdoba, Argentina, que tuvo dos infartos no diagnosticados, ahora está con cardiomegalia, y le harán cateterismo el lunes 6 de noviembre, que Jesús Misericordioso la asista y la Santísima Virgen de Lourdes la cubra con su manto; también rezamos por Amelie, de Córdoba, Argentina, de 4 añitos que será operada de hernia inguinal hoy, por lo que la dejamos en las manos del Divino Niño.

Pedimos oración para Omar, de La Plata, Argentina, 86 años, que será operado mañana y es una cirugía delicada. Lo encomendamos a la intercesión de la Virgen de Luján.

Continuamos unidos en oración por medio del rezo del Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo, al rezar por la paz; rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser abortados.  Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de María
Noviembre 1
María es la Reina de los santos y los ángeles por ser la Madre de Dios y haber tenido parte activa en los misterios salvíficos de Cristo; por eso la distinguimos con el superlativo: “Santísima”. Desde siempre ha sido honrada en la Iglesia con un culto superior al de los santos y ángeles pero nunca igual al culto de “adoración” tributado sólo a Dios.
La Iglesia, al venerar así a la Madre, desea que el Hijo sea mejor conocido, amado y glorificado. La verdadera devoción a María no es un vago sentimentalismo o una pura necesidad psicológica, sino que es nuestra confesión de fe; así la reconoceremos como la Madre de Jesús. La auténtica devoción nos lleva a amarla como hijos e imitar sus virtudes, sobre todo su disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios.
“¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo… Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!”
* P. Alfonso Milagro
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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