lunes, 3 de octubre de 2016

Pequeñas Semillitas 3146

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 3146 ~ Lunes 3 de Octubre de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Dice el Señor: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48). El Señor no sólo se dirige a los Apóstoles sino a todos los que quieren ser de verdad sus discípulos. Para todos, cada uno según sus propias circunstancias, tiene el Señor grandes exigencias. El Maestro llama a la santidad sin distinción de edad, profesión, raza o condición social. Esta doctrina del llamamiento universal a la santidad, fue, por inspiración divina, uno de los puntos centrales de la predicación de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, al recordar que el cristiano, por su Bautismo, está llamado a la plenitud de la vida cristiana, a la santidad. Más tarde, el Concilio Vaticano II ha ratificado para toda la Iglesia esta vieja doctrina evangélica: el cristiano está llamado a la santidad, desde el lugar que ocupa en la sociedad. Hoy podemos preguntarnos si nos basta solamente con querer ser buenos, sin esforzarnos decididamente en ser santos.
La santidad, amor creciente a Dios y a los demás por Dios, podemos y debemos adquirirla en las cosas de todos los días, que se repiten muchas veces, con aparente monotonía…
La Iglesia nos recuerda la tarea urgente de estar presentes en medio del mundo, para conducir a Dios todas las realidades terrenas. Así lo hicieron los primeros cristianos. Esto sólo será posible si nos mantenemos unidos a Cristo mediante la oración y los sacramentos. El Señor pasó su vida en la tierra haciendo el bien (Hechos 10, 38). El cristiano ha de ser “otro Cristo”. Esta es la gran fuerza del testimonio cristiano. Pidamos a Nuestra Madre que nos ayude ser testigos de su Hijo, mientras nos esforzamos en buscar la santidad en nuestras circunstancias personales.
P. Francisco Fernández Carvajal

¡Buenos días!

El Cura de Ars
El sacramento de la confesión puede ser una experiencia profundamente liberadora que nos ayude a crecer y a vivir mejor. Sin embargo, nuestras confesiones no siempre son un momento intensamente vivido. A veces las sentimos como una molestia necesaria, o como un ejercicio de rutina. Bien preparada y recibida con frecuencia, la confesión ayuda a conocerse mejor.

Que un hombre en vida sea visitado en peregrinación, que las multitudes acudan a venerarlo como a una reliquia, es un hecho más único que raro. Durante 30 años, la humilde aldea de Ars fue testigo de una tal maravilla: multitudes, que sin cesar se iban renovando, se postraban de rodillas para confesarse. Desde 1827 a 1859, la iglesia no estuvo ni un momento vacía. Un día de 1829, después de la oración de la tarde, el Cura de Ars acababa de subir a su habitación. De repente, un recio puñetazo conmueve la puerta del patio. Después de dos o tres sacudidas a cuál más violenta, el Cura se decide a bajar y abrir. Un carretero le está aguardando. Ha dejado los animales delante de la iglesia. “Venga, le dice, es un asunto delicado; quiero confesarme y enseguida”.

La confesión tranquiliza la conciencia, consuela el corazón, ayuda a superar la fuerza del mal y del pecado en nosotros, es una respuesta coherente al llamado a la conversión que nos hace la Palabra de Dios y es ocasión para experimentar el amor infinitamente paciente y misericordioso de Dios. Anímate a recibirlo, al menos una vez año, durante el tiempo pascual.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo». (Lc 10,25-37)

Comentario:
Hoy, el mensaje evangélico señala el camino de la vida: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, (…) y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Y porque Dios nos ha amado primero, nos lleva a la unión con Él. La beata Teresa de Calcuta dice: «Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. ¿Y cómo podemos conseguirla? A través de la oración». Estando en unión con Dios empezamos a experimentar que todo es posible con Él, incluso el amar al prójimo.
Alguien decía que el cristiano entra en la iglesia para amar a Dios y sale para amar al prójimo. El Papa Benedicto subraya que el programa del cristiano —el programa del buen samaritano, el programa de Jesús— es «un corazón que ve». ¡Ver y parar! En la parábola, dos personas ven al necesitado, pero no paran. Por esto Cristo reprochaba a los fariseos diciendo: «Tenéis ojos y no veis» (Mc 8,18). Al contrario, el samaritano ve y para, tiene compasión y así salva la vida al necesitado y a sí mismo.
Cuando el famoso arquitecto catalán Antonio Gaudí fue atropellado por un tranvía, algunas personas que estaban de paso no pararon para ayudar a aquel anciano herido. No llevaba documento alguno y por su aspecto parecía un mendigo. Seguramente que si la gente hubiese sabido quién era aquel prójimo, hubiese hecho cola para auxiliarlo.
Cuando practicamos el bien, pensamos que lo hacemos por el prójimo, pero realmente también lo hacemos por Cristo: «Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mi lo hicisteis» (Mt 25,40). Y mi prójimo, dice Benedicto XVI, es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Si cada uno, al ver al prójimo en necesidad, se detuviera y se compadeciera de él una vez al día o a la semana, la crisis disminuiría y el mundo devendría mejor. «Nada nos asemeja tanto a Dios como las obras buenas» (San Gregorio de Nisa).
* Rev. P. Ivan LEVYTSKYY CSsR (Lviv, Ucrania)

Santoral Católico:
San Francisco de Borja
Presbítero Jesuita
Nació en Gandía, provincia de Valencia (España), el año 1510. Gran privado del Emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La vista del cadáver de la emperatriz le impulsó a despreciar las vanidades de la corte. Suya es la frase famosa: «No quiero servir a señor que se me pueda morir». Fue virrey de Cataluña y duque de Gandía. En 1529 contrajo matrimonio con Leonor de Castro, y tuvieron ocho hijos. Después de la muerte de su esposa, acaecida en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, fue recibido por san Ignacio en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general, después de haberse dedicado, ya sacerdote, al apostolado y a los asuntos de la naciente Compañía. Se distinguió, sobre todo, por su profunda humildad. Dio gran impulso a las misiones, especialmente de América. Murió en Roma el 30 de septiembre de 1572 pero su memoria litúrgica se celebra el 3 de octubre.
Oración: Señor y Dios nuestro, que nos mandas valorar los bienes de este mundo según el criterio de tu ley, al celebrar la fiesta de san Francisco de Borja, tu siervo fiel y cumplidor, enséñanos a comprender que nada hay en el mundo comparable a la alegría de gastar la vida en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano    

El pensamiento del día

“Arrepentimiento no es cuando usted llora.
Arrepentimiento es cuando usted cambia”

Tema del día:
El camino hacia la santidad
Muchos piensan que la vida cristiana es complicada, que hay que saber muchas cosas, hacer muchas cosas… pero no; la vida cristiana es sencilla; podrá ser difícil, pues implica una lucha constante, pero no complicada. El camino espiritual tiene tres elementos: 1º tener clara la meta, 2º caminar hacia esa meta y 3º comenzar cada día.

La meta hacia la cual nos dirigimos es la transformación en Cristo (cfr. Rm 8,29), la unión con Dios-Trinidad, la santidad. Una meta que nos atrae y orienta nuestros pasos. El caminar hacia la meta puede expresarse de diversas maneras: vivir en atención amorosa a Dios, ser dóciles al Espíritu Santo, amar y actuar como Jesucristo, hacer la voluntad del Padre, creer en el amor de Dios y dejar que Él realice su obra en nosotros, vivir la fidelidad simple de hoy… Todo esto, con María y como ella. Y, por último, “comenzar todos los días, como si fuera el primero”, sin preguntarnos qué tanto avanzamos el día anterior o si nos detuvimos, nos desviamos o retrocedimos. Y si caímos, pues levantarnos, pedir perdón y volver a caminar. Estrenar a diario nuestra vida espiritual; tomar cada día nuestra cruz y reemprender el seguimiento de Jesús y la construcción del Reino.

Hemos de aplicar estos elementos en todos los ámbitos de nuestra vida: en la relación con nosotros mismos, en la relación con los demás (en la casa, la escuela, el trabajo, los amigos, la comunidad cristiana…), en la relación con Dios, en nuestra vida de ciudadanos, en el trabajo, en nuestro apostolado, en el cuidado y cultivo de la creación… Esto vale para la vida cristiana de un niño, un joven, un adulto o un anciano. También se aplica en el proceso espiritual de un laico, una religiosa o un sacerdote.

La Santidad es obra de Jesús pero Él no la impone. Requiere la respuesta libre del hombre: quien ama a Dios desea responderle con todo el corazón, se esfuerza y persevera con la ayuda de la gracia para vencer la tendencia de la carne.
        
Para ser santos

A. Empieza con Jesucristo. Él es quien te puede santificar. Heb 10: 9-10 “He aquí vengo, Dios para hacer tu voluntad”… en esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre.  La Biblia nos dice que la santidad es liberación completa del pecado. “La sangre de Jesucristo..., nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).
Lv 19:2 “Sean santos porque Yo el Señor soy Santo”. En estas palabras podemos entender que para acercarse a Dios se le exige al pueblo santidad, debemos hacer una reflexión de ¿Quién es Dios? No esforzándonos en ser nuestro propio dios sino permitiendo que Dios nos moldee más y más a su imagen día a día, es decir, acercarse a Dios implica que seamos transformados por su presencia al estar delante de Él.

B. Ver siempre a Cristo para seguir la santidad.  Heb 12: 1-2 “Fijemos nuestra mirada en Jesús en quien la fe empieza y termina”. 

C. Habite en Cristo. Tenga  fruto. Jn. 15:4,5 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer”.

La santidad no es la perfección absoluta, que sólo pertenece a Dios; ni es la perfección angelical, ni la perfección adámica, —porque indudablemente Adán tendría un modo de pensar perfecto, tanto como un corazón perfecto, antes que pecara contra Dios— sino que es perfección cristiana: aquella perfección y obediencia del corazón que llega a serle posible a una criatura caída a la cual auxilian el poder supremo y la gracia sin límites.

Es ese estado del corazón y vida que consiste en ser y hacer, todo el tiempo, —y no de vez en cuando y a saltos, sino de manera permanente— exactamente aquello que Dios quiere que seamos y hagamos.

Isaías 35:8 “Y habrá allí calzada y camino el cual será llamado camino de santidad… él mismo estará con ellos”.

Jesús nos dijo que Él es el camino, la verdad y la vida. El camino de la santidad es seguir  las huellas que Jesús nos dio para poder llegar a estar  un día con Él.

* Fuentes: La familia cristiana y Cristiano joven.


Mensaje de María Reina de la Paz 
Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de octubre de 2016

“Queridos hijos, el Espíritu Santo, por el Padre Celestial, me ha hecho Madre, la Madre de Jesús y con esto, también vuestra Madre. Por eso vengo para escucharos, para abriros mis brazos maternos, para daros mi Corazón y para invitaros a permanecer conmigo. Porque desde lo alto de la Cruz mi Hijo os ha confiado a mí. Pero lamentablemente, muchos hijos míos no han conocido el amor de mi Hijo y muchos no desean conocerlo. ¡Oh hijos míos!, qué mal hacen aquellos que, para poder creer necesitan ver o razonar.
Por eso hijos míos, apóstoles míos, en el silencio de vuestro corazón, escuchad la voz de mi Hijo, para que vuestro corazón sea Su morada, para que no sea un corazón oscuro ni triste, sino iluminado por la luz de mi Hijo. Con la fe buscad la esperanza, porque la fe es la vida del alma. Nuevamente os invito: orad. Orad para poder vivir la fe en humildad, en la paz del alma e iluminados por la luz.
Hijos míos, no os esforcéis en comprenderlo todo de una vez, porque tampoco yo lo comprendía todo, sin embargo, he amado y he creído en las palabras divinas que mi Hijo decía, Él, que ha sido la primera luz y el origen de la redención.
Apóstoles de mi amor, vosotros que oráis, que os sacrificáis, vosotros que amáis y no juzgáis, id y difundid la verdad: las palabras de mi Hijo, el Evangelio, porque vosotros sois el evangelio vivo, vosotros sois los rayos de la luz de mi Hijo. Mi Hijo y yo estaremos a vuestro lado, os alentaremos y os pondremos a prueba. Hijos míos, pedid siempre la bendición de aquellos, y solo de aquellos, cuyas manos ha bendecido mi Hijo, de sus pastores. ¡Os doy las gracias!”

Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas

Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir el power point y los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com 
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de José Manuel G. V., de México, que el día 30 de septiembre partió a la presencia de Dios Nuestro Señor.

Pedimos oración por Álvaro M. B., de Colombia, a quien se le ha descubierto un tumor maligno en la vejiga, situación que ha alterado seriamente la tranquilidad de la familia y su salud se ha visto seriamente deteriorada. El Señor Jesús pose sus Santas Manos Sanadoras sobre él con la intercesión de nuestra Señora de Lourdes para que su padecimiento disminuya y la intervención que le harán sea exitosa. Rogamos por Cecilia, su esposa y la familia toda, para que el Señor les de la fe, la esperanza y la fortaleza que tanto necesitan en estos momentos de angustia.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de Dios
Octubre 3
No basta reflexionar acerca de las relaciones entre hacer y ser; necesitamos también analizar la inter relación entre "tener" y "ser".
Indudablemente, hoy se valora más al que "tiene" que al que "es"; en la escala de valores el tener está por encima del ser.
Sin embargo, el hecho de tener más o menos no cambia fundamentalmente al ser, que sigue siendo sustancialmente el mismo.
No podré enorgullecerme de tener si este tener no me sirve para ser más y mejor.
En efecto, el tener tiene valor en tanto me sirve como medio e instrumento para ser más, para realizarme más, para perfeccionarme más: es un medio; debe ser un medio y no un fin.
El tener comporta un verdadero valor, siempre que no se lo saque del campo de la instrumentalidad.
“No se fíen de la violencia, ni se ilusionen con lo robado; aunque se acrecienten las riquezas, no pongan en ellas el corazón” (Sal 62,11). No está el hombre al servicio de las riquezas sino éstas para el servicio del hombre; no debe ser esclavo el hombre, sino esclavas las riquezas; no son malas, no deben tomarse como malas, porque también los bienes de la tierra son bienes de Dios puestos en las manos del hombre para su perfeccionamiento; pero cuando en lugar de servir para ese fin se convierten en obstáculo, ya son algo malo. ¿Tienes apegado tu corazón?
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.