domingo, 2 de octubre de 2016

Pequeñas Semillitas 3145

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 3145 ~ Domingo 2 de Octubre de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
 
Alabado sea Jesucristo…
De manera abrupta, los discípulos le hacen a Jesús una petición vital: «Auméntanos la fe». En otra ocasión le habían pedido: «Enséñanos a orar». A medida que Jesús les descubre el proyecto de Dios y la tarea que les quiere encomendar, los discípulos sienten que no les basta la fe que viven para responder a su llamada. Necesitan una fe más robusta y vigorosa.
Han pasado más de veinte siglos. A lo largo de la historia, los seguidores de Jesús han vivido años de fidelidad al Evangelio y horas oscuras de deslealtad. Tiempos de fe recia y también de crisis e incertidumbre. ¿No necesitamos pedir de nuevo al Señor que aumente nuestra fe?
¡Señor, auméntanos la fe!  Sólo tú eres quien "inicia y consuma nuestra fe". Danos una fe centrada en lo esencial, purificada de adherencias y añadidos postizos, que nos alejan del núcleo de tu Evangelio. Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y Señor, eres lo primero, lo mejor, lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia. Haznos vivir identificados con tu proyecto del reino de Dios, colaborando con realismo y convicción en hacer la vida más humana, como quiere el Padre. Enséñanos a vivir convirtiéndonos a una vida más evangélica, sin resignarnos a un cristianismo rebajado donde la sal se va volviendo sosa y donde la Iglesia va perdiendo extrañamente su cualidad de fermento. Despierta entre nosotros la fe de los testigos y los profetas. Enséñanos a seguirte tomando nuestra cruz cada día. Que te experimentemos resucitado en medio de nosotros  renovando nuestras vidas  y alentando nuestras comunidades.
* José Antonio Pagola

¡Buenos días!

“Cambio de dirección”
La conversión es un “cambio de dirección” en nuestra vida. Supone ir puliendo, día a día, los errores, los malos hábitos, las transgresiones que nos alejan de la felicidad que Dios pensó para nosotros. Volvemos así a lo más puro de nuestra identidad cristiana: a nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los hombres.

A primera vista la palabra “conversión” puede resultar antipática. Sin embargo, a nadie que va por una ruta equivocada le resulta antipático que alguien le advierta su equivocación. Puede resultar molesto, fastidioso tener que dar vuelta atrás, desandar el camino para tomar el camino correcto. Pero sin duda es lo más ventajoso que nos puede suceder, porque seguir por el camino equivocado sería desviarse, más y más, de la ansiada meta.

La conversión es un cambio de mentalidad para dar a cada cosa la importancia relativa que tiene, y poner a Dios en primer lugar. Es un giro del alma que desea encontrar al Señor. Es un impulso del Espíritu a dejar un itinerario equivocado o inferior y seguir un camino mejor y más feliz: el de Jesús. Él te invita a convertirte.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido.
»¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».  (Lc 17,5-10)

Comentario:
Hoy, Cristo nos habla nuevamente de servicio. El Evangelio insiste siempre en el espíritu de servicio. Nos ayuda a ello la contemplación del Verbo de Dios encarnado —el siervo de Yavé, de Isaías— que «se anonadó y tomó la condición de esclavo» (Flp 2,2-7). Cristo afirma también: «Yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lc 22,27), pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). En una ocasión, el ejemplo de Jesús se concretó realizando el trabajo de un esclavo al lavar los pies de sus discípulos. Quería dejar así bien claro, con este gesto, que sus seguidores debían servir, ayudar y amarse unos a otros, como hermanos y servidores de todos, tal como propone la parábola del buen samaritano.
Debemos vivir toda la vida cristiana con sentido de servicio sin creer que estamos haciendo algo extraordinario. Toda la vida familiar, profesional y social —en el mundo político, económico, etc.— ha de estar impregnada de este espíritu. «Para servir, servir», afirmaba san Josemaría Escrivá; él quería dar a entender que para “ser útil” es preciso vivir una vida de servicio generoso sin buscar honores, glorias humanas o aplausos.
Los antiguos afirmaban el “nolentes quaerimus” —«buscamos para los cargos de gobierno a quienes no los ambicionan; a quienes no desean figurar»— cuando había que hacer nombramientos jerárquicos. Ésta es la intencionalidad propia de los buenos pastores dispuestos a servir a la Iglesia como ella quiere ser servida: asumir la condición de siervos como Cristo. Recordemos, según las conocidas palabras de san Agustín, cómo debe ejercerse una función eclesial: «Non tam praeesse quam prodesse»; no tanto con el mando o la presidencia sino, más bien, con la utilidad y el servicio.
* Rev. D. Josep VALL i Mundó (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
“La fe es la búsqueda amorosa del Dios escondido que se revela en Cristo, el Amado. Nuestra fe es escucha humilde de la Palabra divina; es profesión de la fidelidad a aquel que se define el Camino, la Verdad y la Vida; es proclamación gozosa de su victoria sobre el pecado y la muerte; y es acogida incondicional de su ley. La fe es anuncio de un Mesías sufriente que, para redimir al género humano, se sometió, sin oponer resistencia, a la prueba humillante de la pasión”.

Predicación del Evangelio:
La Fe, don de Dios
Tiempos difíciles para la fe. ¿Qué fe es buena y sólida si, previamente o en alguna situación, no ha sido probada? En algunos continentes nos hemos acostumbrado a vivir una fe “entre celofanes”. Sin más complicaciones ni más compromisos que el saber que Dios estaba ahí y con una Iglesia que, en más de una ocasión, ha sido entendida como una especie de “estación de servicios”; me sirvo cuando quiero, donde quiero y como quiero.

Ahora es el momento de la verdad. Sobran bancos vacíos en muchas iglesias y, en cambio, hacen falta (más que nunca y urgentemente) cristianos y católicos comprometidos en la causa y por la causa de Jesús: en la política y en la economía, en la familia y en el círculo de amistades, en la enseñanza y en la medicina, etc.

* ¡Si tuvierais fe!  Si la tuviésemos lucharíamos a tiempo y destiempo contra aquellos que pretenden reducir la vivencia de la fe a un ámbito personal y privado.

* ¡Si tuvierais fe!  Si la tuviésemos nos resistiríamos con todo el vigor que ella nos aporta ante aquellas otras tendencias que pretenden visionarla desde un concepto meramente popular o cultural.

* ¡Si tuvierais fe! Si la tuviésemos daríamos ese paso del catolicismo vergonzante y atrincherado a un cristianismo militante y activo, sorprendente y cautivador, entusiasta y prometedor, rompedor e inquietante.

* ¡Si tuvierais fe! Dejaríamos a un lado, aun cuando a veces sea necesario, el aspecto íntimo de la fe para hacerlo público. ¿Acaso el sol se ha creado para que esté permanentemente oculto detrás de las nubes? ¿Acaso desde el laicismo, interesado y trasnochado, se nos puede amordazar a los que sabemos que Dios es una instancia superior a todos los que proyectan leyes y normas?

* ¡Si tuvierais fe! El testimonio de nuestra vida ha de ser, además de palabra, avalado con hechos y propuestas (no imposiciones pero tampoco cesiones) para que el mensaje de Jesús no sea recluido en la cómoda sacristía o “soltado” puntualmente entre los cuatro muros blanqueados de una iglesia.

Es apasionante el momento que estamos viviendo en nuestra iglesia. Es el diálogo fe y cultura, Cristo y maligno, espiritualidad y laicismo, iglesia y mundo. Lejos de infundirnos miedo o simple temor, todo ello, nos debe de llevar a purificar esta Iglesia nuestra en la que muchos están pero no saben ni porqué están ni en lo que creen ni por qué creen. Es la hora de plantearnos si nuestra fe es una fe sólida en Jesucristo o si, tal vez, quedó dibujada y encorsetada en una religiosidad que no es transformadora de la realidad personal ni social.

Apasionante, este momento crucial, y por supuesto penetrado de un sano realismo y de optimismo. Seremos menos pero más comprometidos y dispuestos a mojarnos hasta donde haga falta por Cristo, con su Iglesia y arropados por la fuerza del Espíritu Santo.

¿Tenemos fe? Como dice San Pablo es el momento de tomar parte -y partido también- en esta dura tarea, y un reto también, de guardar y predicar el Evangelio.
* Padre Javier Leoz

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde México, Nelly nos escribe para dar gracias a Dios y a las personas que rezaron por Alonso I. que ha superado la operación de oídos y está muy bien.

Del mismo país recibimos un mensaje de agradecimiento a Dios porque Luz María ya se ha recuperado de su problema de esófago.

Desde Bogotá, Colombia, Carlos C. dice: “Deseo agradecer a Dios y a nuestra Señora de Lourdes, así como las oraciones que se hicieron por mi amigo Camilo C. T. y su familia. Él ya fue dado de alta y se encuentra en su apartamento disfrutando de la compañía de sus padres y seres queridos”.

Desde Buenos Aires, Argentina, Liliana escribe y dice: “Doy gracias al Señor y la Santísima Virgen por la recuperación del Omar C. de Monte Grande, Buenos Aires, esposo de mi amiga-hermana Su Su, que se va recuperando del Gillain-Barré que ha sufrido poco más de un mes. Ya en su casa, todavía sin poder trabajar. Sigamos pidiendo por ellos ya que no resulta fácil la recuperación, y para que Su Su tenga fuerzas para seguir trabajando. ¡Gracias Señor por escuchar nuestros ruegos!”

Desde Argentina llega un agradecimiento a Dios y a los que rezaron por la recuperación o mejoría de la salud de las siguientes personas: Ramón G., Patricia I., Diana C. y María Angélica G. Nos sumamos en el agradecimiento por los favores concedidos.

Desde Buenos Aires, Argentina, agradecen oraciones hechas en favor de Sergio, que fue operado y se recupera favorablemente. Demos gracias a Dios.

Los cinco minutos de Dios
Octubre 2
En el siglo de la productividad incentivada, los hombres nos estamos fijando más en hacer que en ser. Sin embargo, el hacer no tiene sentido si no es una exigencia del ser.
El hacer puede convertirse en un activismo, en un dinamismo, en una acción descontrolada, siempre que a ese hacer no responda un ser íntimo y profundo.
Porque, en ese caso, ese hacer se convierte en un estéril aparecer.
El ser exige una transformación sincera y profunda, que cambia toda mi vida y en consecuencia, también el hacer; y cambiar el hacer, porque entonces el hacer es legítimo, auténtico, profundo, apostólico.
Y el único que puede juzgarme si "soy" de verdad es mi propia conciencia.
Siempre que no la tenga o acallada o deformada; y mi conciencia, en último término no es sino la voz de Dios.
“Muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante” (Cant 2, 14). Es bueno hablar a Dios pero no es menos bueno, ni menos provechoso, oír la voz de Dios; nada de cuanto nosotros le podamos decir a Dios lo ignora Él; en cambio, Él puede decirnos muchas cosas ignoradas u olvidadas por nosotros.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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