domingo, 19 de abril de 2015

Pequeñas Semillitas 2659

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2659 ~ Domingo 19 de Abril de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Metidos de lleno en este tiempo, si se nos preguntase lo qué ha ocurrido en la Pascua, tal vez contestaríamos que nada, que no sabemos nada. Que hemos vivido al margen de las horas de pasión, muerte y resurrección de Jesús y que, por lo tanto, lo único que nos ha acompañado han sido las ganas de disfrutar, de subir a la montaña, de pasear a la orilla del mar o de volar a otros continentes. ¡No comment! ¡Sin comentario!
Los de Emaús iban explicando y recordando el gran acontecimiento acaecido en Jerusalén. Algunos cristianos del siglo XXI, vamos glosando -días después- lo que nos ha sucedido al tomar el sol, al visitar monumentos y ciudades o aquellas sensaciones que nos causaron los días de asueto.
No podemos permanecer mudos ante tanto signo de muerte. Los amigos de Jesús, entre otras cosas, o somos testigos de su resurrección o nos quedaremos en la amarga derrota de un Jesús que, por cierto, nunca quedó en la cruz. ¿De qué sirve un pregón si no se lee con voz clara y nítida, guste o no guste?
Jesús, con su muerte y resurrección, disipa toda duda. Acrecienta la fe y la esperanza del hombre. Nos hace volver de caminos equivocados y nos hace sentir el perdón, inmenso y gratuito, de Dios Padre.
Necesitamos de la Pascua para que, Jesús, ponga en paz nuestro corazón. No nos podemos dejar perturbar por las contradicciones que salen a nuestro encuentro ni, mucho menos, por las guerras que el maligno entabla en nuestro interior y exterior.
Ojala, salgamos de esta gran sala de invitados, comentando la alegría que hemos tenido de compartir nuestra fe; de expresarla y escucharla; de cantarla y celebrarla en torno a Jesús Resucitado fuente de paz y de perdón. P. Javier Leoz

¡Buenos días!

Polvo y ceniza
El lenguaje de la Biblia es rico en símbolos. Si te familiarizas con ellos comprenderás y gozarás más sus mensajes. Para describir la abismal distancia entre Dios y el hombre, compara a éste con el vil y despreciable polvo del camino y con las cenizas. Ante la inmensidad, sabiduría y poder del Señor que nos ha creado nos corresponde un actitud de profunda humildad, en otras palabras, saber ubicarnos correctamente.

Génesis 18, 27: Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor”.
Eclesiástico 10, 9: ¿De qué se ensoberbece el que es polvo y ceniza, si aún en vida sus entrañas están llenas de podredumbre?
Job 42, 5-6: Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.

Por otra parte la actitud humilde del hombre atrae y seduce a Dios que acude en su auxilio: “En ése fijaré mis ojos —dice Dios— en el humilde y abatido, en el que se estremece ante mis palabras” (Is. 66,2).  La humildad es la madre de todos los bienes. Paciencia, dulzura, dominio de sí mismo, confianza en los otros, todos estos frutos del Espíritu, de los cuales habla san Pablo, crecen en un árbol cuya raíz es la humildad. Jesús, manso y humilde de corazón, te enseñe a apreciar esta sólida virtud.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas». (Lc 24,35-48)

Comentario
Hoy, el Evangelio todavía nos sitúa en el domingo de la resurrección, cuando los dos de Emaús regresan a Jerusalén y, allí, mientras unos y otros cuentan que el Señor se les ha aparecido, el mismo Resucitado se les presenta. Pero su presencia es desconcertante. Por un lado provoca espanto, hasta el punto de que ellos «creían ver un espíritu» (Lc 24,37) y, por otro, su cuerpo traspasado por los clavos y la lanzada es un testimonio elocuente de que se trata del mismo Jesús, el crucificado: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo» (Lc 24,39).
«Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor», canta el salmo de la liturgia de hoy. Efectivamente, Jesús «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24,45). Es del todo urgente. Es necesario que los discípulos tengan una precisa y profunda comprensión de las Escrituras, ya que, en frase de san Jerónimo, «ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo».
Pero esta compresión de la palabra de Dios no es un hecho que uno pueda gestionar privadamente, o con su congregación de amigos y conocidos. El Señor desveló el sentido de las Escrituras a la Iglesia en aquella comunidad pascual, presidida por Pedro y los otros Apóstoles, los cuales recibieron el encargo del Maestro de que «se predicara en su nombre (...) a todas las naciones» (Lc 24,47).
Para ser testigos, por tanto, del auténtico Cristo, es urgente que los discípulos aprendan -en primer lugar- a reconocer su Cuerpo marcado por la pasión. Precisamente, un autor antiguo nos hace la siguiente recomendación: «Todo aquel que sabe que la Pascua ha sido sacrificada para él, ha de entender que su vida comienza cuando Cristo ha muerto para salvarnos». Además, el apóstol tiene que comprender inteligentemente las Escrituras, leídas a la luz del Espíritu de la verdad derramado sobre la Iglesia.
Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II

“Se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad de la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy”

Tema del día:
Creer por experiencia propia
No es fácil creer en Jesús resucitado. En última instancia es algo que sólo puede ser captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección.

Algo de esto nos viene a decir Lucas al describirnos el encuentro de Jesús resucitado con el grupo de discípulos. Entre ellos hay de todo. Dos discípulos están contando cómo lo han reconocido al cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha aparecido. La mayoría no ha tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué pensar.

Entonces «Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”». Lo primero para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos nada fáciles para la fe.

El relato de Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma». En el interior de otros «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por la alegría». Otros siguen «atónitos».

Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi sólo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?

Según el relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en su nombre».

Creer en el Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas.
© José Antonio Pagola

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Lamentablemente hoy no se han recibido agradecimientos para publicar. Y no creo que sea por falta de gracias concedidas... sino más bien porque somos muy ágiles para pedir, pero muy lentos para agradecer. Perdón Señor Jesús...

"Pequeñas Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío (moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com  con el título: “Suscripción a Pequeñas Semillitas”.

Unidos a María
Si la Virgen es nuestra Capitana, es lógico que nos dé las armas con las que tenemos que combatir a los enemigos del alma. Y el arma que Ella especialmente nos recomienda en todas sus apariciones es el Santo Rosario. Rezándolo obtendremos la paz en nuestra alma y en nuestra familia, en la sociedad y en el mundo. Contraatacaremos al mal y sembraremos semillas de bien en muchas partes. Además, recibiremos innumerables gracias y, si lo rezamos completo, la Virgen nos tomará como a sus hijos predilectos y nos colmará con toda clase de favores celestiales. Otra arma que nos da la Virgen, y más que arma es un escudo, es la consagración a su Corazón Inmaculado, que todos debemos hacer para no ser abatidos en esta lucha entre Cielo e Infierno y en la que nosotros estamos implicados.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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