sábado, 11 de abril de 2015

Pequeñas Semillitas 2651

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2651 ~ Sábado 11 de Abril de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En la historia del Evangelio en que los apóstoles se ven atrapados en aquella repentina y violenta tormenta en el mar de Galilea, encontramos una lección para los pacificadores de hoy en día.
Cuando empezaron a encresparse las olas y el bote empezó a balancearse, los apóstoles trabajaron con ahínco y con la esperanza de sobrevivir a la tormenta que los amenazaba. Pero después perdieron el entusiasmo y dejaron que la tormenta exterior los invadiera.  Es fácil imaginarse a los apóstoles frenéticos, desconectados, descontrolados. En su desesperación despiertan a un Jesús tranquilo que cuestiona su fe y hace que la tormenta se calme proyectando su quietud interior, su armonía interior, su paz interior.
Algunas veces nosotros, los que pacificamos nos parecemos más a los apóstoles.  Hemos permitido que la guerra a nuestro alrededor forme parte de nosotros. 
Con demasiada frecuencia nada más hacemos que empeorar la situación proyectando nuestro temor, culpabilidad y desesperación.
Lo que queremos hacer es llegar a ser iguales que Jesús: tener ese punto de calma que nada puede alterar.  De esta manera somos verdaderos conciliadores, personas que proyectamos paz allí por donde vamos.

¡Buenos días!

Oración Pascual
En la alegría de esta Pascua, nuestra fe nos reúne en torno a Jesús resucitado, eternamente vivo, para cantar el poder de Dios que ha hecho maravillas. Que la resurrección de Jesucristo renueve nuestras vidas, nos llene de su amor y de su paz, y nos lleve a ser luz de esperanza para nuestros hermanos. Aquí tienes una oración adecuada para expresar tus sentimientos en este día.

Gracias, Jesús, porque eres resurrección y vida eterna para todos los que creen en ti. Alabado y bendito seas porque has resucitado lleno de gloria por el poder del Padre. Seas bendito y alabado por siempre, vencedor de la muerte, que me has abierto las puertas del cielo para gozar de la misma vida de Dios. Gracias, Jesús, porque tu resurrección me trae alegría, paz y esperanza. Gracias, Jesús, que me has hecho pasar de la muerte a la vida y me alientas a vivir como resucitado. Gracias, porque vives resucitado en medio de nosotros alentando mi alegría pascual y fortaleciendo mi fe y esperanza. Jesús, que vives para siempre junto al Padre, ayúdame a ser alegre testigo de tu resurrección en medio de los hombres, mis hermanos. Amén

Proclamamos hoy nuestra fe en Cristo muerto y resucitado; proclamamos nuestra esperanza en el hombre redimido y hecho hijo de Dios. Damos testimonio hoy del Amor que nos salva y que alienta en nosotros el amor fraterno. Por todo esto comparto contigo la vivísima alegría de la Pascua, deseándote de corazón, los dones y la gracia de Jesús resucitado.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». (Mc 16,9-15)

Comentario
Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de meditar algunos aspectos de los que cada uno de nosotros tiene experiencia: estamos seguros de amar a Jesús, lo consideramos el mejor de nuestros amigos; no obstante, ¿quién de nosotros podría afirmar no haberlo traicionado nunca? Pensemos si no lo hemos mal vendido, por lo menos alguna vez, por un bien ilusorio, del peor oropel. En segundo lugar, aunque frecuentemente estamos tentados a sobrevalorarnos en cuanto cristianos, sin embargo el testimonio de nuestra propia conciencia nos impone callar y humillarnos, a imitación del publicano que no osaba ni tan sólo levantar la cabeza, golpeándose el pecho, mientras repetía: «Oh Dios, ven junto a mí a ayudarme, que soy un pecador» (Lc 18,13).
Afirmado todo esto, no puede sorprendernos la conducta de los discípulos. Han conocido personalmente a Jesús, le han apreciado los dotes de mente, de corazón, las cualidades incomparables de su predicación. Con todo, cuando Jesucristo ya había resucitado, una de las mujeres del grupo —María Magdalena— «fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos» (Mc 16,10) y, en lugar de interrumpir las lágrimas y comenzar a bailar de alegría, no le creen. Es la señal de que nuestro centro de gravedad es la tierra.
Los discípulos tenían ante sí el anuncio inédito de la Resurrección y, en cambio, prefieren continuar compadeciéndose de ellos mismos. Hemos pecado, ¡sí! Le hemos traicionado, ¡sí! Le hemos celebrado una especie de exequias paganas, ¡sí! De ahora en adelante, que no sea más así: después de habernos golpeado el pecho, lancémonos a los pies, con la cabeza bien alta mirando arriba, y... ¡adelante!, ¡en marcha tras Él!, siguiendo su ritmo. Ha dicho sabiamente el escritor francés Gustave Flaubert: «Creo que si mirásemos sin parar al cielo, acabaríamos teniendo alas». El hombre, que estaba inmerso en el pecado, en la ignorancia y en la tibieza, desde hoy y para siempre ha de saber que, gracias a la Resurrección de Cristo, «se encuentra como inmerso en la luz del mediodía».
P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)

Santoral Católico:
San Estanislao de Cracovia
Obispo y Mártir
Nació en Szczepanowski (Cracovia, Polonia) hacia el año 1030. Hizo sus estudios en París y fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia, Lamberto, a quien sucedió el año 1071, después de haber ejercido el ministerio como canónigo y predicador. Fue un buen pastor al frente de su diócesis, ayudó a los pobres y oprimidos y cuidó la formación de sus clérigos, a los que visitaba todos los años. Defendió con entereza la libertad de la Iglesia, la civilización y las costumbres cristianas frente a las injusticias de su tiempo. El 11 de abril de 1097, mientras celebraba la eucaristía, fue asesinado por el rey Boleslao, a quien había increpado por su mala conducta. Fue canonizado en Asís el año 1523 por Inocencio IV.
Oración: Señor, tú has otorgado a san Estanislao, tu obispo, la gracia de sucumbir en aras de tu gloria bajo la espada de los perseguidores; concédenos, por su intercesión, perseverar con firmeza en la fe, hasta la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano    

Palabras del Papa Francisco

“Dios, nuestro Dios es un Dios de las palabras,
es un Dios de los gestos, es un Dios de los silencios.
Pero el silencio más grande de Dios fue la Cruz:
Jesús sintió el silencio del Padre hasta definirlo 'abandono'...
Y después ocurrió aquel milagro divino,
aquella palabra, aquel gesto grandioso que fue la Resurrección” 

Tema del día:
¿Te cuesta creer en la Resurrección?
Reflexionesmos hoy en unas palabras de SS Francisco en su primera Catequesis durante el Año de la Fe:

(...) Los primeros testigos de la Resurrección fueron mujeres. Al amanecer, van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron al primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc. 16,1). Esto es seguido por un encuentro con un mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6.). Las mujeres se sienten impulsadas por el amor y saben cómo acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten; no lo retienen para sí mismas, sino que lo transmiten. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena su corazón, no se pueden contener.

Esto también debería suceder en nuestras vidas: ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la muerte! ¡Tengamos el valor de "salir" para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! La resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza… ¡Es el tesoro más preciado!

¿Cómo no compartir con otros este tesoro, esta certeza? No es solo para nosotros, es para transmitirlo, para dárselo a los demás, compartirlo con los demás. Es nuestro propio testimonio.

En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección se recuerda solo a los hombres, a los Apóstoles, pero no a las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble.

En los evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo, no hubiera estado ligado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras testigos.

Esto nos dice que Dios no escoge según los criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde; los primeros testigos de la resurrección son las mujeres. Y esto es hermoso. ¡Y esto es un poco la misión de las madres, de las mujeres! Dar testimonio a sus hijos, a sus nietos, que Jesús está vivo, que es la vida, que resucitó.

¡Mamás y mujeres, adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, el cuánto estamos abiertos a Él, si acaso somos como niños que se confían.

Pero esto también nos hace reflexionar sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en la apertura de las puertas al Señor, en el seguirlo y en el comunicar su Rostro, porque la mirada de la fe tiene siempre la necesidad de la mirada simple y profunda del amor.

A los Apóstoles y a los discípulos les resulta más difícil creer. A las mujeres no. Pedro corre a la tumba, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se confiesa con la boca y con el corazón, con la palabra y con el amor.

Después de las apariciones a las mujeres, les siguen otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino que lo hace en una condición nueva.

Al principio no lo reconocen, y solo a través de sus palabras y sus gestos sus ojos se abren: el encuentro con Cristo resucitado transforma, da nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. Incluso para nosotros, hay muchos indicios de que el Señor resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.

Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que también a través de nosotros en el mundo, los signos de la muerte den paso a los signos de la vida.
© Autor: SS Francisco - Fuente: Catholic.net

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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para Daniel V., joven estudiante de Bogotá, Colombia, que sufrirá la tercera intervención quirúrgica en su cerebro, por lo que lo dejamos en las manos de nuestro Señor Jesucristo y pidiendo también la intercesión de nuestra Madre de Lourdes. Que todo sea bendecido para él.

Pedimos oración por Mónica, de Managua, Nicaragua, 28 años, operada de hidrocefalia y en lenta recuperación, para que por los méritos de la sangre de Jesús alcance su plena recuperación.

Pedimos oración para Jandy P., en Alemania, que tuvo una mastectomía y casi enseguida la reconstrucción del seno, pero su organismo rechazo el implante y sobrevino una septicemia. Está estable ahora. Su hermana y sus padres ruegan oraciones para que el Señor omnipotente la toque y la cure

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Unidos a María
María no sólo nos ama a cada uno de los hombres en particular, sino que nos ama hasta la locura, porque por nosotros ha entregado a su Hijo único a la tortura y a la muerte, con tal de salvarnos a nosotros, que somos una nada.
Ella ha ofrecido a Dios todo lo que tenía, es decir, a su propio Hijo, y más que si se hubiera ofrecido Ella misma a la muerte, tuvo un amor más grande que quien da su propia vida, pues María dio la vida de quien más amaba: Jesús.
Pensando en esto, no podemos ya dudar de que la Virgen nos esté cuidando de la mañana a la noche, porque Ella no quiere que se pierda ni uno solo de los rescatados por el Sacrificio de Jesús, y por eso nos colma de favores, e incluso con los más pecadores y alejados, Ella sabe tener también sus delicadezas de Madre, de modo que incluso algunas personas sólo son amadas por María, pues nadie en el mundo las ama.
Cuando nos hemos ido de viaje a algún lugar lejano, y volvemos de noche y cansados, ¡qué alegría nos da ver la luz encendida en la casa, esperándonos! Y esta luz la ha encendido nuestra madre.
También nuestra Madre del Cielo, la Virgen, nos espera con la luz encendida, para que cuando retornemos de una vida de pecado, encontremos el calor acogedor de la casa materna y paterna, y nos refugiemos, ya sin miedos, en el seno de Aquella que nos ama hasta la locura.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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