domingo, 31 de mayo de 2015

Pequeñas Semillitas 2693

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2693 ~ Domingo 31 de Mayo de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Solemnidad de la Santísima Trinidad. Núcleo esencial de la fe cristiana: confesamos a un Dios Trino y Uno a la vez. Y, toda nuestra vida espiritual gira en torno a la Trinidad. En ella gozamos con el secreto más guardado por Dios Padre, Hijo y Espíritu: el amor.
La Santísima Trinidad es el hogar donde habitan tres personas que, aun siendo distintas, tienen un mismo fondo; los mismos pensamientos; los mismos ideales.
Cuando invocamos a Dios en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, sabemos que estamos llamando a la misma puerta de una misma casa: el cielo.
Demos gracias a Dios porque nos permite entrar en lo más hondo de sus entrañas y darnos cuenta de que, una comunidad formada por tres personas, habita en su interior de Padre.
Demos gracias a Dios porque, nos ha permitido conocerle más y mejor a través de Jesús. Lo vimos niño en Belén, profético en su defensa del hombre, humilde en la cruz y triunfante en la resurrección. Con Jesús hemos ido abriendo el libro de los grandes secretos de Dios, uno de ellos que es el más grande, el amor.
Demos gracias a Dios porque, el Espíritu Santo es quien nos hace proclamar que Dios –siendo uno– es familia de tres. Familia unida. Familia bien avenida. Familia que se entienden y se comprenden, entre otras cosas, porque el amor es el ceñidor que los une.
La Trinidad es la gran familia que vive en el corazón de Dios. Ojala que nosotros, llamándola tantas veces como lo hacemos: ¡En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!, nos sintiésemos también tocados para vivir como “uno” en el amor, en la caridad, en la esperanza, en la fe, en el compromiso y en la fidelidad a la Iglesia. ¡Gloria a la Trinidad!
P. Javier Leoz

¡Buenos días!

El P. Pío explica misterio de la Santísima Trinidad
— Padre, no he venido a confesarme sino para que se me aclaren algunas dudas que me atormentan. Me turba, sobre todo, el misterio de la Santísima Trinidad.
El padre, con sencillas palabras, comenzó a disipar las dudas: 
— Hija, ¿quién puede comprender y explicar los misterios de Dios? Se llaman misterios precisamente porque no pueden ser comprendidos por nuestra pequeña inteligencia. Podemos formarnos alguna idea con ejemplos.

¿Has visto alguna  vez preparar la masa para hacer el pan? ¿Qué hace el panadero? Toma la harina, la levadura y el agua. Son tres elementos distintos: la harina no es la levadura ni el agua; la levadura no es la harina ni el agua y el agua no es la harina ni la levadura. Se mezclan los tres elementos y se forma una sola sustancia. Por lo tanto, tres elementos distintos forman unidos una sola sustancia. Con esta masa se hacen tres panes que tienen la misma sustancia pero distintos en la forma el uno del otro. Eso es, tres panes distintos el uno del otro pero una única sustancia. Así se dice de Dios: Él es uno en la naturaleza, trino en las personas iguales y distintas la una de la otra. El Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Son tres personas iguales pero distintas. Sin embargo, son un solo Dios porque única e idéntica es la naturaleza de Dios.

Dos jóvenes universitarias habían entrado a San Pedro del Vaticano para confesarse. El sacristán estaba cerrando. Terminada la confesión, quisieron salir pero ya todo estaba cerrado. El sacristán se extrañó mucho de lo que decían porque no había ningún confesor. Pero fue a ver quién era. ¡No encontró a nadie en el confesonario! Las jóvenes aseguraban que había estado y hasta le repitió una la explicación del misterio de Santísima Trinidad. Años después en san Giovanni Rotondo la joven comprobó que había sido el P. Pío quien la había confesado en bilocación.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». (Mt 28,16-20)

Comentario
Hoy, la liturgia nos invita a adorar a la Trinidad Santísima, nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad aquí abajo, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la vida eterna. Por el Sacramento del Bautismo hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo. En el Bautismo ha comenzado nuestra vida cristiana, recibiendo la vocación a la santidad. El Bautismo nos hace pertenecer a Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces santo» (cf. Is 6,3).
El don de la santidad recibido en el Bautismo pide la fidelidad a una tarea de conversión evangélica que ha de dirigir siempre toda la vida de los hijos de Dios: «Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Tes 4,3). Es un compromiso que afecta a todos los bautizados. «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 40).
Si nuestro Bautismo fue una verdadera entrada en la santidad de Dios, no podemos contentarnos con una vida cristiana mediocre, rutinaria y superficial. Estamos llamados a la perfección en el amor, ya que el Bautismo nos ha introducido en la vida y en la intimidad del amor de Dios.
Con profundo agradecimiento por el designio benévolo de nuestro Dios, que nos ha llamado a participar en su vida de amor, adorémosle y alabémosle hoy y siempre. «Bendito sea Dios Padre, y su único Hijo, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada de la misa).
Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)

Palabras de San Juan Pablo II

“Es evidente que la Trinidad no es tanto un misterio para nuestra mente –como si se tratase de un teorema intrincado–, cuanto, y mucho más, de un misterio para nuestro corazón, puesto que es un misterio de amor. Y nosotros nunca captaremos, no digo tanto la naturaleza ontológica de Dios, cuanto más bien la razón por la que él nos ha amado hasta el punto de identificarse ante nuestros ojos como el Amor mismo.”

Tema del día:
Fiesta de la Santísima Trinidad
“La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con vosotros”. Así comenzamos en la misa y así comenzamos hoy, en esta fiesta de la Santísima Trinidad. Esta fiesta es como una coronación de todas las fiestas de Pascua en que vemos a Cristo resucitado y glorificado a la diestra de Dios Padre, que envió a su Hijo para salvarnos y que el Hijo juntamente con el Padre envían el Espíritu Santo para santificarnos. Tres personas en un solo Dios: Un misterio oscuro, pero muy cercano a nuestra vida, pues debe ser el centro de nuestra fe y nuestra vida.

Todo ser humano debe comprender que existe un Dios creador. Sin la fe en Dios, el mundo sería absurdo, no tendría sentido. Pero Dios no es ni tirano ni ajeno a nuestros planes y necesidades. Por eso se escogió una nación para ir revelando la esencia de su ser de amor. La Sagrada Escritura habla constantemente del gran amor de Dios a nosotros, que es una expresión de la unión íntima e infinita de amor entre las personas de la Santísima Trinidad. Pero el pueblo, en general, le rechazó. Y Dios Padre envió a su Hijo para salvarnos. Jesús nos fue desvelando el gran misterio de amor en Dios. Él con su Padre son una misma cosa. Y después de cumplir su misión, envió el Espíritu Santo, Dios Consolador, que con sus gracias y dones fructifica a la Iglesia.

Cuando iba a subir al cielo, Jesús envió a sus apóstoles a bautizar por todo el mundo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Es la expresión del amor, que es la esencia principal de Dios. Nunca podremos en esta vida comprender los misterios de la esencia de Dios; pero algo atisbamos al saber que es amor. Porque el amor une; y el amor infinito une infinitamente. Dios no es un Dios solitario, sino que es un Dios-familia. Son tres personas por donde circula la más entrañable corriente de amor. Por eso nosotros imitaremos más a Dios cuanto más nos sintamos unidos en comunidad, en familia o en pueblo. El amor es lo más importante en nuestra religión.

La Santísima Trinidad no es sólo un misterio para creer, sino que es vida para vivir. En el nº 44 del Compendio del catecismo de la Iglesia Católica se nos dice que el misterio de la Santísima Trinidad es el centro de la fe y de la vida cristiana. Yo creo que gran parte de cristianos hemos tenido este misterio por centro de nuestra fe, pero poco de nuestra vida cristiana. Muchas veces hemos orado a Dios de una manera abstracta o impersonal. No suele ser la comunicación de amor con un amigo, porque intentamos hablar a la esencia de Dios, no a las personas.

En este día de la Santísima Trinidad les exhorto a tener más comunicación con nuestro Padre Dios, a quien verdaderamente podemos llamar Padre, o si queremos, podemos llamarle “papá”, como hacía Jesús. Y sentir sus caricias porque siempre está con nosotros, “más íntimo que nuestra misma intimidad”. Y hablar con Jesús, que es Dios y quiere ser nuestro amigo, que para eso ha querido quedarse en la Eucaristía. Y hablar con el Espíritu Santo, que es Dios y nuestro Consolador, nuestro Abogado, que camina con nosotros precisamente para estar a disposición y dar abundantes gracias y dones a aquel que esté dispuesto.

Este es un descubrimiento que debemos ir haciendo. De hecho en la liturgia siempre nos dirigimos a alguna de las tres Divinas Personas; la mayor parte de las veces al Padre, a quien llamamos “Señor”, como al Espíritu Santo, a diferencia de Jesús a quien llamamos “Cristo”. Que cada vez que nos persignemos, nombrando a las tres Divinas Personas, agradezcamos su gran amor hacia nosotros, y procuremos dar a conocer ese inmenso amor con nuestra vida de caridad, “porque todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es amor”. No somos llamados para seres individualistas, sino a formar parte de una comunidad. Y siempre glorifiquemos a Dios Padre, que nos ha creado, a Jesucristo, que nos ha redimido y nos espera en el cielo, y al Espíritu Santo, que vive en nosotros para darnos la paz y alegría cristiana.
© P. Silverio Velasco (España)

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Córdoba, Argentina, Marta agradece a todos los que rezaron por Francisco, un bebé prematuro, mellizo de su hermanita que falleció al quinto día de vida, y al que han realizado una cirugía cardíaca correctiva de la que se recupera “asombrosamente” bien. Damos gracias a Dios por esta vida que ya tiene dos meses.

Desde Canadá, Elena da gracias infinitas a la Santísima Trinidad y a la Virgencita de la Encarnación por que no necesitará biopsia tiroidea y, los resultados médicos de la diabetes y otros análisis de sangre han salido normales.

Desde México agradecen porque el día 18 de mayo nació Mateo, hijo de Claudia D. M. Antes  de nacer, al bebé le realizaron una cirugía fetal y gracias a Dios nació perfectamente. Dicho por los médicos que milagrosamente está bien, pudieron retirarle el catéter al día siguiente sin complicaciones, le realizaron estudios para ver su estado y está muy bien. Una vez más tenemos la oportunidad de comprobar el inmenso poder de la oración y la gran misericordia de Dios. 

Mes de María
Flor del 31 de mayo: María Reina del Cielo
Meditación: “Apareció en el cielo una gran señal: una Mujer vestida de Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12,1). Ha sido coronada Reina del Cielo la Madre del Señor de cielos y tierras. Esposa de Dios y Madre del Redentor, quien aquí en la tierra Le demostró obediencia y siempre Su consejo contempló, ¿cómo no podremos nosotros no ser sus esclavos y servirle junto a ángeles y santos?. “En la Iglesia todos están llamados a la santidad, pues ésta es la Voluntad de Dios: vuestra santificación (conforme Primera Tesalonienses 4,3 y Efesios 1,4). María se entregó a ésta Voluntad Divina y será verdaderamente Madre y Reina nuestra si buscamos responder a su llamado de santidad. No la hagamos llorar más por los pecados que en el mundo hay, sino que entreguemos nuestra voluntad para sólo por Ella trabajar.
Oración: ¡Oh María, Reina del Cielo y de nuestro corazón! Haznos esclavos de tu amor para hacer la Santa Voluntad y llegar a la Patria Celestial. Que tengamos la humildad de la violeta, y estemos vestidos como ella, de penitencia. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Recitar el Regina Coeli (Reina del Cielo):
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque El que mereciste engendrar, aleluya,
resucitó como lo había dicho, aleluya.
Ruega por nosotros a Dios, aleluya.
Regocíjate y alégrate, Virgen María, aleluya,
porque verdaderamente resucitó el Señor, aleluya.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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