martes, 1 de julio de 2014

Pequeñas Semillitas 2395

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2395 ~ Lunes 1 de Julio de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy iniciamos la segunda mitad de este año. El mes de Julio tradicionalmente la Iglesia lo ha dedicado a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. E incluso, en el calendario litúrgico anterior a la reforma conciliar, el 1 de julio se celebraba dicha fiesta.
Instituida en 1849 por el papa Pío IX, la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, fue elevada al rango de doble de la clase por Pío XI, con ocasión del decimonono centenario de la muerte del Salvador.
Al recordarnos la escena del Calvario, con la lanzada que atravesó el costado del divino crucificado, quiere subrayar la liturgia de la fiesta el sentido y el alcance infinito del sacrificio del Calvario donde todos fuimos redimidos del pecado y de la muerte gracias a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor.

¡Buenos días!

Sé indulgente
Para amar como Jesús nos enseñó, debemos aprender a ser indulgentes, que es  “tener facilidad en perdonar las culpas ajenas”, como dice el diccionario. Es la disponibilidad y capacidad para perdonar las debilidades de nuestros prójimos una y otra vez, como le respondió Jesús a Pedro: “No siete, sino setenta veces siete debes perdonar”.

¡Qué fácilmente creemos que nos faltan nuestros prójimos, que no nos estiman, que no nos quieren! Basta ver el rostro de un amigo un poco más sombrío que de costumbre para persuadirnos de su indiferencia o de su frialdad. Sé indulgente. Olvida las pequeñas penas que te hayan podido causar; no conserves ningún resentimiento por las palabras inconsideradas o desfavorables que se han dicho contra ti; excusa los descuidos, las ligerezas de las cuales eres víctima. Muestra un semblante amable en todas las ocasiones. De esta manera estarás en paz con tu prójimo y practicarás de modo excelente la caridad cristiana, que es imposible practicar sin una indulgencia en todos los instantes.

Ser indulgentes siempre no es fácil. En verdad está por encima de nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia al Señor el don de la caridad para poder elevarnos sobre nuestros egoísmos y susceptibilidades… Pero cuando el amor de Dios nos invade podemos “perdonar y soportar sin límites”.
Padre Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?». (Mt 8,23-27)

Comentario
Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).
El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).
Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).
Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Santoral Católico:
San Simeón el Loco
Monje
En Emesa, ciudad de Siria, san Simeón, llamado “Salos”, que, impulsado por el Espíritu Santo, por amor a Cristo anheló ser tenido por los hombres como un tonto y un plebeyo. Conmemoración también de san Juan, ermitaño, que convivió durante casi treinta años con san Simeón, peregrinando con él y haciendo también a su lado vida eremítica junto al Mar Muerto.

Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

Palabras del Papa Francisco

“Mirando hacia adelante, el cristiano es un hombre y una mujer de esperanza. Y en el presente, el cristiano sigue el camino de Dios y renueva la Alianza con Dios. Le dice continuamente al Señor: ‘Sí, yo quiero los mandamientos, yo quiero tu voluntad, yo quiero seguirte’. Es un hombre de alianza y la alianza la celebramos todos los días en la Misa”.
Papa Francisco

Tema del día:
Sello de amor
Philip, era conocido en su pueblo como un muchacho ateo que vivía  burlándose de todos los que tenían fe en Dios.

En 1942 decidió escapar de su casa. Luego de marchar sin rumbo por algún tiempo, comenzó a sentirse cansado y sediento. A lo lejos divisó una pequeña choza, por lo cual pensó en pedir ayuda. Al llegar vio a una niña y Philip se acercó para pedirle un vaso de agua, pero ella, al ver su estado le pidió que entrara, para que también pudiera comer algo.

Philip  fue atendido muy amablemente por aquella familia, hasta ese momento nunca se había sentido tan aceptado y apreciado, por lo cual aceptó la invitación de quedarse a pasar la noche en esa casa.

Al día siguiente, cuando ya se despedía, vio que la niña se había levantado temprano y estaba muy concentrada en su lectura, Philip le preguntó; ¿Estás preparando tu tarea?, No señor, contestó la niña, estoy leyendo la Biblia. Philip respondió, ¿Por qué lo haces, acaso te impusieron como castigo leer unos capítulos al día?, la niña le respondió de inmediato, ¡no señor!, para mí leer la Biblia, es un placer.

El trato que recibió de aquella familia y esa breve plática tuvo tal efecto en el corazón de Philip James Eliot que lo motivó a leer la Biblia. Esto con el correr del tiempo, lo llevaría a convertirse en un valiente misionero, dispuesto a arriesgar su vida, por predicar el Evangelio de Jesucristo.  Fue así que en Enero de 1956 y desempeñando esta tarea, tristemente fue asesinado por la tribu Huaoraní, en Ecuador.

Es llamativo como la vida de Philip, no fue impactada por una elocuente predicación, ni por una mega campaña evangelística. Lo que transformó su corazón y derribó todos sus argumentos ateos, fue simplemente el amor de una familia. Un vaso de agua, un trozo de pan, pudieron mucho más que las palabras. Pablo escribe en 1° Corintios 13:1 “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe”.

No importa que tan elocuente sea tu forma de evangelizar, si tienes las suficientes bases científicas para demostrar un punto o si cuentas con poderosos recursos. Si todo esto no tiene el sello del amor de Dios, vienes a ser como un objeto que suena sin ningún sentido.

¿Cómo hablaremos del amor que tuvo Jesús al entregar su vida por la humanidad, sin que tengamos nosotros mismos ese amor por las personas que nos rodean?

Al igual que en la vida de Philip, el amor puede romper toda barrera, de manera tal, los hechos hablarán más alto que las palabras.  ¿Queremos compartir el Evangelio, queremos llegar al que no conoce a Jesús? Comencemos por amar, teniendo un corazón que sea capaz de aceptar al diferente. Quizás y como pasó con aquella familia, podamos impactar con amor a alguien que nos rodea, para que luego podamos hacer que el evangelio penetre hasta lo más profundo de sus corazones.

Que el amor sea un sello indispensable cada vez que presentes el Evangelio.

Nota: Philip James Elliot (8 de octubre de 1927 - 8 de enero de 1956) fue un misionero evangélico que, junto con otras cuatro personas, fueron asesinados al intentar llevar las Buenas Noticias de Salvación a la tribu Huaorani a través de esfuerzos y un plan conocido como la Operación Auca en Ecuador (Wikipedia).

Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas

Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail:  Si desean recibir el power point y los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com 
Solo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.

Estadísticas
El siguiente es el estado demostrativo de la cantidad de visitas registradas en los dos blogs que llevamos adelante en internet: "Pequeñas Semillitas" y "Juan Pablo II inolvidable". Esta información se publica el primer día de cada mes.

Debe recordarse que las visitas se cuentan desde el inicio de cada uno de ellos que ha sido en fechas distintas:

   Desde el 1º de Marzo de 2007 hasta hoy ha sido visitado por 2.023.246 lectores. Durante el último mes (junio 2014) registró 10.834 nuevas visitas.

   Desde el 25 de Diciembre de 2009 hasta hoy ha sido visitado por 402.795  lectores. Durante el último mes (junio 2014) registró 3.284 nuevas visitas.

Un estímulo todos los días
Julio 1
El amor, o caridad, es la más grande de todas las virtudes cristianas, la más bella, la que da sentido a todas las demás. Dice el Nuevo Testamento que, sin el amor, las demás virtudes, incluso la fe, son “nada” (1 Cor 13,1-3). El Papa Benedicto XVI afirma que en el fondo el amor es la única luz que “ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza necesaria para vivir y actuar” (Deus caritas est 39).
El amor es una unión afectiva del corazón, que te permite estar como abrazado a Dios, dejándote amar por él y depositando en él tu afecto. Al mismo tiempo, abre el corazón para que te consideres una sola cosa con los demás, sufriendo con los que sufren y gozando con os que están alegres.
El amor rompe las paredes del yo, de manera que ya no vivas sólo para ti mismo y te entregues a dar y a recibir, aunque no tengas ganas, aunque no estés en las mejores condiciones, aunque aquél que necesita tu ayuda no te agrade demasiado.
Jesús proponía hacer crecer el amor para que sea una entrega “hasta el fin”. Él dijo: “Éste es mi mandamiento, que se amen unos a otros como yo los amé” (Jn 15,12), es decir, hasta dar la vida. Inténtalo, pero ante todo pídele al Señor ese don.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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