PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2414 ~ Domingo
27 de Julio de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un
mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente
valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo:
venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la
perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.
¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de
cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica
religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”?
¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos
de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos
hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni
a Jesús?
Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación
rotunda: ”Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo”. Años
más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: “La Iglesia no es ella su propio
fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e
instrumento”. El Papa Francisco nos viene repitiendo: “El proyecto de Jesús es
instaurar el reino de Dios”.
Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos
que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba “reino de
Dios”? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón
de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto
humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?
La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no
descubre el “tesoro” del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos
a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que
vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero
núcleo del Evangelio.
El Papa Francisco nos está diciendo que “el reino de Dios
nos reclama”. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo
hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar
hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el
proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.
José Antonio Pagola
¡Buenos días!
Decídete por la oración
Hay signos de que
María, nuestra Madre celestial, se pone a nuestro lado de una manera especial
en estos tiempos difíciles para la fe. Nos conmueve comprobar que esta buena Madre
está preocupada por muchos hijos atrapados en las tinieblas del mundo, porque
no le dan a Dios un lugarcito en su vida y en su tiempo. Un mensaje de la Reina
de la Paz.
“¡Queridos hijos!" Los invito a la
entrega a Dios. En este tiempo, yo deseo especialmente que ustedes renuncien a
aquellas cosas a las que se han apegado y que perjudican su vida espiritual.
Por eso, mis queridos hijos, decídanse enteramente por Dios y no permitan que
Satanás entre en sus vidas a través de esas cosas que los dañan en su vida
espiritual. Mis queridos hijos, Dios se ofrece a ustedes en plenitud. Ustedes
sólo pueden descubrirlo y reconocerlo a él en la oración: por eso, decídanse
por la oración. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”
Quien vive
abandonado en el Señor crece en una relación filial con Dios, su Padre; está
disponible a todo lo que se presente, su corazón se vuelve simple y libre,
tiene facilidad para vivir con humildad de corazón los misterios de la vida, se
libera de toda ansiedad por el porvenir incierto: “Será lo que el Padre
quiera”, dice con total sumisión.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los
Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un
hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que
tiene y compra el campo aquel.
»También es semejante el Reino de los Cielos a un
mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran
valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.
»También es semejante el Reino de los Cielos a una red
que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la
sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los
malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los
malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el
llanto y el rechinar de dientes.
»¿Habéis entendido todo esto?». Dícenle: «Sí». Y Él les
dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es
semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». (Mt 13,44-52)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos quiere ayudar a mirar hacia dentro,
a encontrar algo escondido: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo» (Mt 13,44). Cuando hablamos de tesoro nos referimos a
algo de valor excepcional, de la máxima apreciación, no a cosas o situaciones
que, aunque amadas, no dejan de ser fugaces y chatarra barata, como son las
satisfacciones y placeres temporales: aquello con lo que tanta gente se extenúa
buscando en el exterior, y con lo que se desencanta una vez encontrado y
experimentado.
El tesoro que propone Jesús está enterrado en lo más
profundo de nuestra alma, en el núcleo mismo de nuestro ser. Es el Reino de
Dios. Consiste en encontrarnos amorosamente, de manera misteriosa, con la
Fuente de la vida, de la belleza, de la verdad y del bien, y en permanecer
unidos a la misma Fuente hasta que, cumplido el tiempo de nuestra
peregrinación, y libres de toda bisutería inútil, el Reino del cielo que hemos
buscado en nuestro corazón y que hemos cultivado en la fe y en el amor, se abra
como una flor y aparezca el brillo del tesoro escondido.
Algunos, como san Pablo o el mismo buen ladrón, se han
topado súbitamente con el Reino de Dios o de manera impensada, porque los
caminos del Señor son infinitos, pero normalmente, para llegar a descubrir el
tesoro, hay que buscarlo intencionadamente: «También es semejante el Reino de
los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas» (Mt 13,45). Quizá este
tesoro sólo es encontrado por aquellos que no se dan por satisfechos
fácilmente, por los que no se contentan con poca cosa, por los idealistas, por
los aventureros.
En el orden temporal, de los inquietos e inconformistas
decimos que son personas ambiciosas, y en el mundo del espíritu, son los santos.
Ellos están dispuestos a venderlo todo con tal de comprar el campo, como lo
dice san Juan de la Cruz: «Para llegar a poseerlo todo, no quieras poseer algo
en nada».
Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
Palabras de San Juan Pablo II
"Hay que alentar con firme determinación el camino
del diálogo y de la mutua comprensión en el respeto de las diferencias, de
forma que la auténtica paz pueda lograrse y tenga lugar el encuentro entre los
pueblos en un contexto de solidario acuerdo… La violencia y las armas no pueden
resolver nunca los problemas de los hombres… La guerra es siempre una derrota
de la humanidad"
San Juan Pablo II
Tema del día:
El Reino de Dios
El centro o tema principal de toda la predicación de
Jesús es el “Reino de Dios”, que es del otro mundo, pero ya comienza aquí y
está entre nosotros. Hoy en el evangelio consideramos algunas características
del “Reino de Dios”, que Jesús nos describe por medio de parábolas. Las dos
primeras, la del tesoro y la perla, vienen a decir lo mismo: El Reino de los
cielos es algo muy precioso, que suele estar escondido para la mayoría de la
gente; pero que si se le encuentra y se le consigue, es de tanto valor que nos
llena el alma y nos da la mayor felicidad.
En esta vida encontramos por desgracia en muchas personas
lo que se llama “una crisis existencial”. Hay muchas comodidades, mucho
progreso económico, mucha diversión; pero hay muchas enfermedades psicológicas
y muchos suicidios. Y sucede que cuanto más avanzados o progresistas son los
países, más suicidios hay. Y entre los jóvenes se da mucha droga y mucho
desencanto de la vida. Esto es porque les parece que la vida no conduce a nada,
que no vale la pena luchar por nada, que todo es lo mismo y llegan a pensar que
no hay que buscar nada porque nada encontrarán.
Han perdido el contacto con lo vital. Pero el corazón
humano tiene mayores exigencias que el solo “ir tirando”. Desde lo hondo del
corazón brota la pregunta por el sentido de la vida: Debe haber algo grande por
lo cual vale la pena gastarse y desgastarse. De hecho el sacrificio, el dar
generosamente la vida, llena más del sentimiento de felicidad que la comodidad
o la diversión. En medio de esa vida podemos encontrar el tesoro que nos llene
toda nuestra vida. Muchos santos lo encontraron al escuchar, con el corazón
abierto, alguna parte de la Palabra de Dios.
Para ello debemos preparar el corazón. Para encontrar el
amor de Dios debemos estar dispuestos a sacrificarnos por el bien de nuestros
prójimos. A veces vamos a Misa y no descubrimos el tesoro de la Eucaristía con
la presencia de quien puede llenarnos el alma de amor y felicidad. Recordamos
lo que nos dijo Jesucristo: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”.
Debemos tener una verdadera escala de valores: el Reino de Dios vale
inmensamente más que el dinero, el poder y el placer. Es difícil dar con ello,
pero hay que descubrirlo y pedirle gracia a Dios para comprenderlo.
En otra parábola nos dice Jesús que el Reino de Dios es
como una red barredera. En este mundo están juntos los buenos y los malos. No
tenemos porqué juzgar a nadie, sino trabajar para que los que están más flacos
en la gracia y en la fe, puedan llenarse más de este espíritu y poder un día
participar con los santos en el cielo. Al fin del mundo Dios hará la separación
oportuna. Mientras tanto trabajemos todos como hermanos unidos y trabajemos en
bien de los demás.
La última parábola de este día nos dice que en este
buscar el Reino de Dios debemos aprovechar todo lo bueno que encontramos a
nuestra alrededor. Hay gente que desprecia todo lo antiguo y los hay que
desprecian todas las novedades. Siempre ha habido cosas buenas provechosas y
salen a la luz nuevas cosas aprovechables. Es como en la Biblia: hay que saber
aprovechar el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Por eso el buscar el bien no es cosa de necios, sino de
inteligentes, que saben escoger lo bueno continuamente, y se quedan con lo
mejor. Jesús les había dicho poco antes a los apóstoles: “Dichosos vuestros
ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen”. Ojalá nuestros sentidos estén
atentos ante lo mejor, que es el Reino de Dios, que Jesús nos propone para
darnos la paz, la libertad y la plena felicidad.
P. Silverio Velasco (España)
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Nunca olvidemos agradecer
Una vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes
para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Buenos Aires, Argentina, nos escribe nuestra amiga
Liliana Z. para hacernos saber que el niño Nachito,
de dos años de edad, que está bajo tratamiento de quimioterapia (tercer ciclo),
evoluciona bien y el tumor se ha reducido en un cincuenta por ciento según la
última tomografía. ¡Damos gracias a Dios!... y seguimos orando para llegar a la
remisión total de la enfermedad.
Un estímulo todos los días
Julio 27
Todo pasa. Por eso decía Santa Teresa: “Nada te turbe,
nada te espante”. Si estoy sufriendo, ese dolor pasará, o aprenderé a vivir con
él. Si me humillan o me critican, eso también pasará. Quizás no me olvidaré,
pero podré aprender a estar en paz con ese recuerdo. Si me equivoqué o cometí
un gran error, eso también pasará.
Has atravesado muchos momentos duros en la vida y has
podido comenzar de nuevo, y el tiempo ha serenado las cosas. Eso mismo volverá
a suceder. Lo que en este momento te está lastimando pasará. Por eso, no
dediques demasiado tiempo a lamentarte, a preocuparte. Recuerda que eso no es
lo único que existe, que tu vida es más que eso, y dedica tiempo a otras cosas.
De esa manera no te prometo que dejarás inmediatamente de sufrir, pero sí que
sufrirás menos y el dolor se calmará más rápido. “Nada te turbe, nada te
espante, todo se pasa”.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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