PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
18 - Número 5320 ~ Domingo 21 de Mayo de 2023Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
Hoy celebramos una de las fiestas más grandes del año litúrgico: la
Solemnidad de la Ascensión.
Mateo nos transmite unas palabras decisivas de Jesús a sus Apóstoles, con
las que hace herederos de su misión y su gracia a todos los pueblos que serán
evangelizados. Haced discípulos a todos los pueblos, dice a los que le
escuchaban. Con lo que les otorga el poder de llamar a otros para que sean
también evangelizadores en su nombre. Y, Yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo. Afirmando así, de otro modo, su misteriosa presencia
-su inhabitación- en cada discípulo, además de garantizar para siempre la
eficacia de los que trabajen en su nombre.
Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da
culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la
comunidad creyente. El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando
nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando
la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está
todos los días, hasta el fin del mundo.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Hch 1,1-11
♡ Salmo: Sal 46,2-3.6-7.8-9
♡ Segunda Lectura: Ef 1,17-23
♡ Santo Evangelio: Mt 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron.
Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el
cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
♡ Comentario:
Hoy, contemplamos unas manos que bendicen —el último gesto terreno del
Señor (cf. Lc 24,51). O unas huellas marcadas sobre un montículo —la última
señal visible del paso de Dios por nuestra tierra. En ocasiones, se representa
ese montículo como una roca, y la huella de sus pisadas queda grabada no sobre
tierra, sino en la roca. Como aludiendo a aquella piedra que Él anunció y que
pronto será sellada por el viento y el fuego de Pentecostés. La iconografía
emplea desde la antigüedad esos símbolos tan sugerentes. Y también la nube
misteriosa —sombra y luz al mismo tiempo— que acompaña a tantas teofanías ya en
el Antiguo Testamento. El rostro del Señor nos deslumbraría.
San León Magno nos ayuda a profundizar en el suceso: «Lo que era visible
en nuestro Salvador ha pasado ahora a sus misterios». ¿A qué misterios? A los
que ha confiado a su Iglesia. El gesto de bendición se despliega en la
liturgia, las huellas sobre tierra marcan el camino de los sacramentos. Y es un
camino que conduce a la plenitud del definitivo encuentro con Dios.
Los Apóstoles habrán tenido tiempo para habituarse al otro modo de ser de
su Maestro a lo largo de aquellos cuarenta días, en los que el Señor —nos dicen
los exegetas— no “se aparece”, sino que —en fiel traducción literal— “se deja
ver”. Ahora, en ese postrer encuentro, se renueva el asombro. Porque ahora
descubren que, en adelante, no sólo anunciarán la Palabra, sino que infundirán
vida y salud, con el gesto visible y la palabra audible: en el bautismo y en
los demás sacramentos.
«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Todo
poder.... Ir a todas las gentes... Y enseñar a guardar todo... Y El estará con
ellos —con su Iglesia, con nosotros— todos los tiempos (cf. Mt 28,19-20). Ese
“todo” retumba a través de espacio y tiempo, afirmándonos en la esperanza.
* Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)
Palabras de Benedicto XVI «La Ascensión de Cristo significa que él ya no
pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que condiciona nuestra
vida. Significa que él pertenece completamente a Dios. Él no se ha alejado de nosotros,
sino que ahora, gracias a su estar con el Padre, está cerca de cada uno de
nosotros, para siempre. Aprendamos a vivir siempre en comunión con Cristo
crucificado y resucitado, dejándonos guiar por la Madre celestial suya y
nuestra»
Predicación del Evangelio: «¿Qué hacéis mirando al cielo?» En la primera lectura, un ángel dice a los discípulos: «Galileos, ¿qué
hacéis mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo
volverá como le habéis visto marcharse». Es la ocasión para aclararnos las
ideas sobre qué entendemos por «cielo». En casi todos los pueblos, por cielo se
indica la morada de la divinidad. También la Biblia usa este lenguaje espacial:
«Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra a los hombres».
Con la llegada de la era científica, todos estos significados religiosos
de la palabra «cielo» entraron en crisis. El cielo es el espacio en el que se
mueve nuestro planeta y todo el sistema solar, y nada más. Conocemos la
ocurrencia atribuida a un astronauta soviético, al regreso de su viaje por el
cosmos: «¡He recorrido el espacio y no he encontrado por ninguna parte a
Dios!».
Así que es importante que intentemos aclarar qué entendemos nosotros, los
cristianos, cuando decimos «Padre nuestro que estás en los cielos», o cuando
decimos que alguien «se ha ido al cielo». La Biblia se adapta, en estos casos,
al modo de hablar popular (también lo hacemos actualmente, en la era
científica, cuando decimos que el sol «sale» o «se pone»); pero ella bien sabe
y enseña que Dios «está en el cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él
quien «ha creado los cielos», y si los ha creado no puede estar «encerrado» en
ellos. Que Dios esté «en los cielos» significa que «habita en una luz
inaccesible»; que dista de nosotros «cuanto el cielo se eleva sobre la tierra».
Asimismo nosotros, los cristianos, estamos de acuerdo en decir que el
cielo, como lugar de la morada de Dios, es más un estado que un lugar. Cuando
se habla de él, carece de sentido alguno decir en lo alto o abajo. Con esto no
estamos afirmando que el paraíso no existe, sino sólo que a nosotros nos faltan
las categorías para poderlo representar.
Pidamos a una persona completamente ciega de nacimiento que nos describa
qué son los colores: el rojo, el verde, el azul... No podrá decir absolutamente
nada, ni otro será capaz de explicárselo, pues los colores se perciben sólo con
la vista. Así nos ocurre respecto al más allá y la vida eterna, que están fuera
del espacio y del tiempo.
A la luz de lo que hemos dicho, ¿qué significa proclamar que Jesús «subió
al cielo»? La respuesta la encontramos en el Credo: «Subió al cielo, y está
sentado a la derecha del Padre». Que Cristo haya subido al cielo significa que
«está sentado a la derecha del Padre», esto es, que también como hombre ha
entrado en el mundo de Dios; que ha sido constituido, como dice san Pablo en la
segunda lectura, Señor y cabeza de todas las cosas. En nuestro caso, «ir al
cielo» o «al paraíso» significa ir a estar «con Cristo» (Fil 1,23). Nuestro
verdadero cielo es Cristo resucitado, con quien iremos a encontrarnos y a hacer
«cuerpo» después de nuestra resurrección, y de modo provisional e imperfecto
inmediatamente después de la muerte.
Se objeta a veces que sin embargo nadie ha vuelto del más allá para
asegurarnos que existe de verdad y que no se trata sólo de una piadosa ilusión.
¡No es verdad!
Hay alguien que cada día, en la Eucaristía, regresa del más allá para
darnos garantías y renovar sus promesas, si sabemos reconocerle.
Las palabras del ángel: «Galileos, ¿qué hacéis mirando al cielo?»,
contienen también un reproche velado: no hay que quedarse mirando al cielo y
especulando sobre el más allá, sino más bien vivir en espera del retorno [de
Jesús], proseguir su misión, llevar su Evangelio hasta los confines de la
tierra, mejorar la vida misma en la tierra. Él ha subido al cielo, pero sin
dejar la tierra. Sólo ha salido de nuestro campo visual.
Precisamente en el pasaje evangélico Él mismo nos asegura: «He aquí que yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
* P. Raniero Cantalamessa
Poesía La Ascensión del SeñorCristo, el Ungido, sube al cielo,deja al mundo en su paz, su cercanía,en cuerpo y sangre está en la Eucaristíay es el sustento del piadoso anhelo. Arrastra con la estela de su vuelola esclavitud y la melancolía,recuperan los seres la alegría.convierte en esperanza el desconsuelo. Por milagro de amor se da cautivoen el pan y en el vino consagradoses legado de su despedida. Por su entrega total bajo el olivoenraíza en desiertos rescatadosy es el Camino, la Verdad y la Vida.-(¿autor?) Nuevo vídeo y artículo Hay un nuevo vídeo
subido al blogde "Pequeñas Semillitas" en internetreferido al Evangelio de
este Domingo.Para verlo tienes que ir
al final de esta página: Hay nuevo material
publicado en el blog"Juan Pablo II inolvidable"sobre el tema: "Ascensión del Señor"Puedes acceder en la
dirección: Agradecimientos Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para
tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las
gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
💕 Desde la provincia de Santa Fe, Argentina, llega el agradecimiento de la señora Carmen, tanto a Dios como a todos los orantes, por los buenos resultados de su cirugía de várices realizada hace tres días. Nos sumamos a la plegaria de gratitud.
Bendito seas, Dios mío, porque a
pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca
dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos
a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra
salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” La Ascensión del Señor al cielo supuso, sin duda, un enorme pesar para los
apóstoles. Cierto que el dolor de la separación quedaba mitigado por las
"presencias" de Cristo en la tierra -la Eucaristía, la Palabra, los
Apóstoles, el prójimo necesitado, su presencia en medio de los discípulos-, así
como por la asistencia maternal de la Virgen y por la esperanza en volverse a
encontrar con él en la vida eterna.
Pero, además del dolor, la ausencia de Cristo representaba un vacío que
ahora eran ellos, los apóstoles, los discípulos, los que habían de llenar. Es
como cuando muere una de esas grandes personalidades que lo han sido todo en la
vida de muchos, en la empresa o en la familia; da la impresión de que, con su
partida, todo se vendrá abajo, pues parece inimaginable que se pueda llenar el
hueco que ha dejado tan importante personaje. Si los que le rodean piensan así,
inevitablemente se producirá la crisis y la ruina. Si, en cambio, conscientes
de su pequeñez pero sin acobardarse por ella, intentan imitar al gran
personaje, quizá no logren las cotas que él alcanzó, pero todo irá adelante.
Además, esta lucha les hará crecer, lo mismo que crecen los árboles pequeños
cuando el gran árbol que les daba sombra desaparece.
Cristo está en el cielo y nosotros en la tierra. Debemos luchar por Él y
por su Reino. Con la ayuda del Espíritu Santo, de la Virgen, de los santos. Con
el alimento de la Eucaristía. Es la hora de nuestra mayoría de edad. Es la hora
de demostrarle al Señor que puede contar con nosotros, que hemos asimilado sus
enseñanzas, que -con la ayuda de su gracia, sin la cual no podemos hacer nada-
estamos dispuestos a llevar a cabo la tarea evangelizadora que nos confió.
(P. Santiago Martín)
Recordando al Padre Natalio Los cabellos de mamá
Los niños con sus salidas ingenuas son la alegría
del hogar. Su sinceridad y falta de inhibiciones sociales provocan el regocijo
de todos. Pero son siempre un llamado a ser más sinceros y sencillos, a
quitarnos las máscaras, a comprometernos con la verdad… y a tener una mirada
limpia, fresca y asombrada de las cosas, de la naturaleza, de las personas.
Una niñita observaba a su mamá lavar los
platos. Notó que tenía varios cabellos blancos en su cabellera obscura. Miró a
su mamá y le preguntó, —¿Por qué tienes algunos cabellos blancos, Mami? Ésta le
contestó: —Cada vez que te portas mal y me pones triste, uno de mis cabellos se
vuelve blanco. La niñita pensó un rato y luego dijo, —Mami, ¿por qué todos los
cabellos de mi abuelita están blancos?
Vivir con sinceridad es decidirme a hablar con la
verdad en la mano, aunque a veces me cueste; a no valerme de una mentira para
salir de una dificultad o librarme de una responsabilidad; a no mentir para que
los demás piensen algo bueno de mí; a reconocer con honestidad cuando me
equivoqué. He aquí un camino exigente de grandeza moral.
(P. Natalio)
FELIPE -Jardinero de Dios-(el más pequeñito de todos) BLOG ”PEQUEÑAS
SEMILLITAS”♡”JUAN PABLO II
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Recordando al Padre Natalio
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