PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3596 ~ Sábado 17 de Febrero de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Qué
tremendo problema es estar conviviendo con una dificultad en el corazón y
tenerla perfectamente tapada para no verla. Es una inquietud que sin embargo la
Iglesia nos invita a considerar y lo hace a través de la Cuaresma.
Durante
estos cuarenta días, cuando leemos el Evangelio de cada día o cuando vayamos a
Misa los domingos, nos daremos cuenta de cómo la Biblia está constantemente
insistiendo sobre este tema: “Purificar el corazón, examinar el alma, acercarse
a Dios, estar más pegado a Él. Todo esto, en el fondo, es darse cuenta de quién
es Dios y quién somos nosotros.
Recorramos
así el camino de nuestra Cuaresma, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en
nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestras conversaciones. Que el bajar
al corazón en esta Cuaresma sea el inicio de un camino que todos nosotros
hagamos, no solamente en este tiempo, sino todos los días de nuestra vida para
irnos encontrando cada día con el Único que da explicación a todo. Que la
Eucaristía sea para nosotros ayuda, fortaleza, luz, consuelo porque posiblemente
cuando entremos en nuestro corazón, vamos a encontrar cosas que no nos gusten y
podríamos desanimarnos. Hay que recordar que no estamos solos. Que no vamos
solos en este viaje al corazón sino que Dios viene con nosotros. Más aún, Dios
se ofrece por nosotros, en la Eucaristía, para nuestra salvación, para
manifestarnos su amor y para darse en su Cuerpo y en su Sangre por todos
nosotros.
© P. Cipriano Sánchez
¡Buenos días!
Respeto y comprensión
Respetar
las opiniones del otro es una de las mayores virtudes que un ser humano puede
tener. Las personas son diferentes, por lo tanto piensan y actúan de modo
diferente. Para una buena convivencia con todos necesitas comprensión:
"comprender es una palabra viva y la carne de esa palabra es amor”. Reflexiona, pues, con amor y comprenderás
mejor a los diferentes.
Un
día que Voltaire, pensador y filósofo francés, se paseaba por las calles de
Londres, viose de pronto rodeado de varias personas que, al reconocerlo,
comenzaron a vociferar: — ¡Colgad a este francés! ¡Matadlo! Sin prestar
atención a los insultos de ese público hostil, Voltaire siguió caminando
tranquilo, saludando ceremoniosamente con ligeras inclinaciones de cabeza.
Luego, encarándose con la muchedumbre, exclamó en voz alta: — Vosotros me queréis
matar porque soy francés; pero, respondedme: ¿acaso no es castigo bastante
grande no ser inglés? La multitud aplaudió al astuto filósofo y lo acompañó
hasta su domicilio entre vítores y aclamaciones.
Las
piedras de los cerros caen al lecho de los torrentes y allí rozándose entre sí,
pulen sus aristas, se suavizan y se vuelven brillantes. La convivencia
cotidiana nos ayuda a madurar y pulirnos. Es un taller donde se forma la
personalidad y se arraigan virtudes fundamentales, como la paciencia, la humildad
y la bondad. Aprovéchalo.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el
despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y
le siguió. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de
publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus
escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué coméis y bebéis con
los publicanos y pecadores?». Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que
están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a
justos, sino a pecadores». (Lc 5,27-32)
Comentario:
Hoy
vemos cómo avanza la Cuaresma y la intensidad de la conversión a la que el
Señor nos llama. La figura del apóstol y evangelista Mateo es muy
representativa de quienes podemos llegar a pensar que, por causa de nuestro
historial, o por los pecados personales o situaciones complicadas, es difícil
que el Señor se fije en nosotros para colaborar con Él.
Pues
bien, Jesucristo, para sacarnos toda duda nos pone como primer evangelista el
cobrador de impuestos Leví, a quien le dice sin más: «Sígueme» (Lc 5,27). Con
él hace exactamente lo contrario de lo que una mentalidad “prudente” pudiera
considerar si quisiéramos aparentar ser “políticamente correctos”. Leví —en
cambio— venía de un mundo donde padecía el rechazo de todos sus compatriotas,
ya que se le consideraba, sólo por el hecho de ser publicano, colaboracionista
de los romanos y, posiblemente, defraudador por las “comisiones”, el que
ahogaba a los pobres para cobrarles los impuestos, en fin, un pecador público.
A
los que se consideraban perfectos no se les podía pasar por la cabeza que Jesús
no solamente le llamara a seguirlo, sino ni tan sólo a sentarse en la misma
mesa.
Pero
con esta actitud de escogerlo, Nuestro Señor Jesucristo nos dice que más bien
es este tipo de gente de quien le gusta servirse para extender su Reino; ha
escogido a los malvados, a los pecadores, a los que no se creen justos: «Para
confundir a los fuertes, ha escogido a los que son débiles a los ojos del
mundo» (1Cor 1,27). Son éstos los que necesitan al médico, y sobre todo, ellos
son los que entenderán que los otros lo necesiten.
Hemos
de huir, pues, de pensar que Dios quiere expedientes limpios e inmaculados para
servirle. Este expediente sólo lo preparó para Nuestra Madre. Pero para
nosotros, sujetos de la salvación de Dios y protagonistas de la Cuaresma, Dios
quiere un corazón contrito y humillado. Precisamente, «Dios te ha escogido
débil para darte su propio poder» (San Agustín). Éste es el tipo de gente que,
como dice el salmista, Dios no menosprecia.
Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido (Cerdanyola
del Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
Los Santos Fundadores
de la Orden de los Servitas
Son
Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricóvero y Alejo Falconieri; éste
murió, último de todos ellos, el 17 de febrero de 1310, y en ese día los
celebramos a todos. Hacia el año 1233, cuando Florencia vivía agitada por las
luchas fratricidas, siete ciudadanos nobles, comerciantes, miembros de una
asociación seglar de devotos de la Virgen, unidos por el ideal evangélico de la
comunión fraterna y del servicio a los pobres, decidieron abandonar sus
negocios y retirarse a llevar vida eremítica en el monte Senario, cerca de
Florencia, con particular dedicación al culto de la Virgen. Más tarde se
dedicaron a predicar por toda la Toscana. Muchas personas acudían a ellos en
busca de consuelo o de consejo, y no pocos deseaban compartir su forma de vida.
Por eso decidieron fundar la Orden de los Siervos de la Virgen María, los
«Servitas», que adoptó la Regla de San Agustín y fue reconocida definitivamente
por la Santa Sede el año 1304.
Oración: Señor, infunde en nosotros el espíritu de
amor que llevó a estos santos hermanos a venerar con la mayor devoción a la
Madre de Dios, y les impulsó a conducir a tu pueblo al conocimiento y al amor
de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano - Aciprensa
Palabras del Santo Padre Pío
"Las
tinieblas que a veces obscurecen el cielo de vuestras almas son luz: por ellas,
cuando llegan, os creéis en la obscuridad y tenéis la impresión de encontraros
en medio de un zarzal ardiendo. En efecto, cuando las zarzas arden, todo
alrededor es una nubarrada y el espíritu desorientado teme no ver ni comprender
ya nada. Pero entonces Dios habla y se hace presente al alma, que vislumbra,
entiende, ama y tiembla"
Grandes
Biografías:
Beato
Papa Pablo VI
Giovanni
Battista Enrico Antonio María Montini nació en 1897 en Concesio, una población
cercana a Brescia, Lombardía, Italia. Fue el segundo de los tres hijos de
Giuditta Alghisi y del abogado Giorgio Montini, quien también fue director del
periódico “Il Cittadino di Brescia” y diputado al parlamento italiano.
Inicia
sus estudios teológicos en el seminario diocesano de Brescia en 1916 y recibe
su ordenación sacerdotal en la catedral de Brescia el 29 de mayo de 1920. Se
graduó en la Pontificia Universidad Gregoriana, la Pontificia Academia
Eclesiástica y la Universidad Estatal La Sapienza de Roma. Con un destino en la
nunciatura en Varsovia (Polonia), en 1923, inició en seguida una carrera en la
diplomacia vaticana (tanto en el exterior como en la curia) que habría de durar
más de treinta años. En 1937 el papa Pío XI lo nombró sustituto de la
Secretaría de Estado, llegando a ser la máxima autoridad en este dicasterio
cuando el papa siguiente, Pío XII, reservó para sí la titularidad del mismo.
Estrecho
colaborador, pues, de Pío XII, éste acabó alejándolo de la Curia romana al
nombrarlo arzobispo de Milán el 1 de noviembre de 1954. Pero Juan XXIII lo
recuperó y lo hizo cardenal presbítero del título de Ss. Silvestro e Martino ai
Monti el 15 de diciembre de 1958 (ya había renunciado al cardenalato que le
ofreció Pío XII en 1952) e incorporándolo a la preparación del Concilio
Vaticano II a partir del 11 de octubre de 1962.
La
temprana muerte del beato Juan XXIII dejó a su sucesor la difícil tarea de
llevar adelante el Concilio y aplicar sus innovaciones a la vida de la Iglesia.
A los dieciocho días de la muerte del papa, Montini resultó elegido para esa
tarea. Tomó el nombre de Pablo VI y fue coronado papa el 30 de junio de 1963
por el cardenal Alfredo Ottaviani, protodiácono de Santa María in Dominica.
A
él le correspondió la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II el
29 de septiembre de 1963 y las siguientes sesiones hasta su puesta en marcha a
partir del 7 de marzo de 1965. Su pontificado, por tanto, estuvo marcado por la
concreción del espíritu del Concilio en la renovación y modernización de la
Iglesia católica y de sus enseñanzas. Reestructuró las instituciones vaticanas,
internacionalizó el Sacro Colegio Cardenalicio y redujo el predominio abrumador
de los italianos, descentralizó el poder papal para impulsar una mayor
colaboración de los fieles en la vida de la Iglesia, viajó por todo el mundo
para redoblar la presencia pública de la Iglesia y dio un nuevo impulso al
diálogo ecuménico con las restantes confesiones cristianas.
Las
encíclicas de Pablo VI mostraron la preocupación de la Iglesia por problemas
del mundo moderno como el subdesarrollo (Populorum progressio, 1967) o el
control de la natalidad (Humanae vitae, 1968). Pero demostraron también
moderación ante las presiones que algunos sectores impulsaron tras el Concilio
Vaticano II: en contraste con el impulso progresista de los sectores más
radicalizados de la Iglesia, Pablo VI se mostró más conciliador, pragmático y
conservador. Así, por ejemplo, Pablo VI se negó a alterar el sistema
tradicional de elección de los papas para evitar que el cónclave se convirtiera
en una especie de Parlamento democrático (1975).
Este
aparente conservadurismo no impidió la aparición de enfrentamientos con un
grupo de católicos tradicionalistas franceses encabezados por Monseñor
Lefebvre, defensores de la misa en latín y de las doctrinas tradicionales de la
Iglesia defendidas por ésta antes del Concilio Vaticano II (1976).
Durante
su pontificado presidió la apertura de la puerta santa en la Basílica de San
Pedro desde el 24 de diciembre de 1974 dando inicio al año santo o jubileo, el
cual fue seguido por aproximadamente mil millones de personas en todo el mundo.
En
abril de 1978, Pablo VI se manifiesta ante las Brigadas Rojas por el secuestro
del político italiano demócrata-cristiano y amigo de juventud Aldo Moro, de
quien se conoce la noticia de su asesinato el 9 de mayo y preside su funeral en
la basílica de Letrán, mostrándose visiblemente conmovido y siendo posiblemente
esta una de las razones por las cuales se deterioró su salud, la cual se agrava
el 5 de agosto y fallece el día 6 a las 21.40 horas por un ataque cardíaco.
Pablo
VI fue beatificado el 19
de octubre de 2014 por el papa Francisco, y actualmente se ha aprobado el
milagro que permitirá su canonización para lo que todavía no hay fecha.
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del Evangelio.
Cada día de Cuaresma
Salvar lo que estaba perdido
I.
Los fariseos se escandalizan al ver a Jesús sentado a la mesa con gran número
de recaudadores y otros, y preguntan a sus discípulos: ¿Cómo es que coméis y
bebéis con publicanos y pecadores? Jesús replicó a los fariseos con estas
consoladoras palabras: No necesitan de médico lo sanos, sino los enfermos. No
he venido llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan
(Lucas 5, 31-32). Jesús viene a ofrecer su reino a todos los hombres, su misión
es universal: viene para todos, pues todos andamos enfermos y somos pecadores;
nadie es bueno, sino uno, Dios (Marcos 10, 18). Todos debemos acudir a la misericordia
y al perdón de Dios para tener vida (Juan 10, 28) y alcanzar la salvación. Las
palabras del Señor que se nos presenta como Médico nos mueven a pedir perdón
con humildad y confianza por nuestros pecados y también por los de aquellas
personas que parecen querer seguir viviendo alejadas de Dios.
II.
Cristo es el remedio de nuestros males: todos andamos un poco enfermos y por
eso tenemos necesidad de Cristo. Debemos ir a Él como el enfermo va al médico,
diciendo la verdad de lo que le pasa, con deseos de curarse. Señor, si quieres,
puedes curarme (Mateo 8, 2). Unas veces, el Señor actuará directamente en
nuestra alma: Quiero, sé limpio (Mateo 8, 3), sigue adelante, sé más humilde,
no te preocupes. En otras ocasiones, siempre que haya pecado grave, el Señor
dice: Id y mostraos a los sacerdotes (Lucas 17, 14), al sacramento de la
penitencia, donde el alma encuentra siempre la medicina oportuna. Contamos
siempre con el aliento y la ayuda del Señor para volver y recomenzar.
III.
Si alguna vez nos sintiéramos especialmente desanimados por alguna enfermedad
espiritual que nos pareciera incurable, no olvidemos estas palabras
consoladoras de Jesús: Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Todo
tiene remedio. Él está siempre muy cerca de nosotros, pero especialmente en
esos momentos, por muy grande que haya sido la falta, aunque sean muchas las
miserias. Basta ser sincero de verdad. No lo olvidemos tampoco si alguna vez en
nuestro apostolado personal nos pareciera que alguien tiene una enfermedad del
alma sin aparente solución. Sí la hay; siempre. Quizá el Señor espera de
nosotros más oración y mortificación, más comprensión y cariño. Muchos de los
que estaban con Jesús en aquel banquete se sentirían acogidos y comprendidos y
se convertirían a Él de todo corazón. No lo olvidemos en nuestro apostolado
personal.
© Francisco Fernández Carvajal
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Febrero 17
"Ven
Espíritu Santo, y mira todos los miedos que guardo dentro de mí. Te ruego que
sanes todo temor, para que pueda caminar seguro en tu presencia.
Mira
a esta creatura que te suplica, no me abandones, fortaleza mía. Tú eres como un
escudo protector, y si tu fuerza me rodea no tengo nada que temer.
Cúbreme
con tu potencia, y no permitas que ningún violento me haga daño, no dejes que
algún espíritu dominante pretenda adueñarse de mi vida.
Aleja
de mí a todos los que quieran aprovecharse de mí. Tú me protegerás de los
envidiosos y de los que no se alegran con mis éxitos y alegrías. Tú me
protegerás de los peligros imprevistos.
Deposito
en ti toda mi confianza. Yo acepto a Jesús como Señor de mi vida, todo mi ser
es suyo. Por eso confío en tu protección, Espíritu Santo, y dejo ante ti todos
mis temores.
Ven
Espíritu Santo. Amén".
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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