viernes, 16 de febrero de 2018

Pequeñas Semillitas 3595

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 13 - Número 3595 ~ Viernes 16 de Febrero de 2018
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La conversión cuaresmal no es simplemente obras de penitencia. La conversión es el cambio del corazón, es hacer que mi corazón, que hasta el momento pensaba, amaba, optaba, se decidía por unos valores, unos principios, unos criterios, empiece a optar y decidirse como primer principio, como primer criterio, por el esposo del alma que es Jesucristo.
Sólo cuando llega el corazón a tocar la dimensión interior se realiza, como dice el profeta, que “Tu luz surgirá como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas, se abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu mancha”.
Esta es la conversión del corazón: dejar que realmente Él llegue a entrar en todos los lugares de nuestro corazón. Convertirse a Dios es volverse a Dios y descubrirlo como Él es. Convertirse a Dios es descubrir a Dios como esposo de la vida, como Aquél que se me da totalmente en infinito amor y como Aquél al cual yo tengo que darme totalmente también en amor total.
Pidamos esta gracia a Jesucristo para que nuestra Cuaresma sea una Cuaresma de encuentro, de cercanía de profundidad en la conversión de nuestro corazón.
© P. Cipriano Sánchez

¡Buenos días!

El sentido de la vida
La vida es nuestro máximo valor y, a la vez, nuestro máximo problema. Tememos perderla; nos angustia la muerte física. Pero hay otra muerte más sutil que nos envuelve: no encontrarle sentido a la vida. ¿Es exagerado decir que el hombre de hoy ya no sabe a dónde va ni para qué vive? Vive nadando entre el placer y la comodidad... pero insatisfecho: no experimenta la alegría de vivir.

Santa Paula tuvo en Roma una juventud rodeada de lujos. Se casó muy bien. Continuó en el matrimonio aquella vida de esplendor y bienestar. Sentía asco de los pobres. Pero, un día, entró también en su palacio la tristeza y el luto. Paula perdió a su marido. Pasó varios días encerrada en su dolor. Cuando dejó su retiro, estaba transformada. Había encontrado a Cristo. Reapareció vestida con sencillez. Las puertas del palacio se abrieron a todos los pobres y enfermos. Andaba presurosa por Roma, en dirección al barrio de los pobres. Lavaba a los enfermos sus heridas purulentas. A los niños les limpiaba las cabezas llenas de parásitos. Antes de morir dejó, por testamento,  todos sus bienes a los pobres.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás. encuentra su madurez y plenitud. “Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada”.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán». (Mt 9,14-15)

Comentario:
Hoy, primer viernes de Cuaresma, habiendo vivido el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza, hemos procurado ofrecer el ayuno y el rezo del Santo Rosario por la paz, que tanto urge en nuestro mundo. Nosotros estamos dispuestos a tener cuidado de este ejercicio cuaresmal que la Iglesia, Madre y Maestra, nos pide que observemos, y a recordar que el mismo Señor dijo: «Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). Tenemos el deseo de vivirlo no sólo como el cumplimiento de un precepto al que estamos obligados, sino —sobre todo— procurando llegar a encontrar el espíritu que nos conduce a vivir esta práctica cuaresmal y que nos ayudará en nuestro progreso espiritual.
Buscando este sentido profundo, nos podemos preguntar: ¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo, cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y te acompañará el Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.
Cada año, el Santo Padre San Juan Pablo II nos escribía un mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el lema «Hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz. En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, papa).
Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer (Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santa Juliana (o Ileana)
Virgen y Mártir
Nació en Nicomedia (hoy Izmit, en Turquía). Era la única cristiana de su familia y, cuando su padre quiso casarla con el gobernador, ella se negó si antes no se bautizaba él. Éste la acusó de ser cristiana y, por no ceder ella en su exigencia ni querer a apostatar de su fe, la sometió a crueles tormentos y la condenó a morir decapitada. Era hacia el año 305, en tiempo del emperador Maximiano. Posteriormente sus restos fueron trasladados a la región de Nápoles (Campania, Italia)
© Directorio Franciscano    

Pensamiento del día
“Los santos, como hemos dicho, 
son los verdaderos reformadores.
Ahora quisiera expresarlo de manera más radical aún:
Sólo de los santos, sólo de Dios,
proviene la verdadera revolución 
del cambio decisivo del mundo”
(Benedicto XVI)

Temas Médicos:   
Esclerosis Múltiple una enfermedad de valientes
Historias de amor, superación y  valentía son las que más afloran alrededor de la dureza de una enfermedad que sufren pacientes, familiares, amigos, cuidadores, médicos.

Los relatos y testimonios se cuentan por miles cuando nos acercamos a la Esclerosis Múltiple (EM), una enfermedad degenerativa y crónica que afecta al sistema nervioso central (SNC) provocando el deterioro de las funciones que el cerebro ordena para activar nuestro cuerpo.

La EM es una enfermedad difícil de diagnosticar y, en sus fases iniciales, produce síntomas muy característicos: fatiga, falta de equilibrio, dolor, alteraciones visuales y cognitivas, temblores, dificultades del habla, etc.

Se trata de la patología neurológica más frecuente en adultos jóvenes y es la segunda causa de discapacidad en este grupo de población, después de los accidentes de tráfico.

Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) cada año se diagnostican 1.800 nuevos casos en España, de los cuales un 70% corresponderían a personas de entre 20 y 40 años.

La esclerosis múltiple afecta a 2,5 millones de personas en todo el mundo y sobre ella se dan miles de datos: epidemiológicos, cuáles son sus causas y síntomas, los tratamientos actuales y los que están por venir, las incontables pruebas que hay que hacer para llegar a un diagnóstico, etc.

Al revisar toda esta información y, por las características de esta enfermedad, he comprendido que a ella hay que acercarse y comprenderla en su magnitud humana. O sea, a través de la vivencia y la conciencia del enfermo y de todo su entorno familiar y social.

No hay un “tratamiento” médico curativo más allá de los cuidados físicos y del control de los síntomas ya que el avance de la enfermedad es inexorable.

Sí he podido constatar que, la EM es una enfermedad que da la oportunidad de extraer algunos ingredientes que componen el sentido de la vida: el amor, la familia, el perdón, el sentir lástima de uno mismo, el resentimiento, las emociones y la muerte.

El último curso de un viejo profesor

Recuperé de mi estantería a mi “profesor” y hoy es el día de compartirlo. En 1998, leyendo y releyendo reseñas leí un pequeño manuscrito que, fácilmente, podría haber pasado desapercibido. Sin embargo, mi intuición me dijo que había topado con una joya: “Tardes con mi viejo profesor”, un libro escrito por Mitch Albom, periodista y columnista en medios de comunicación americanos. Morrie Scharwtz, el protagonista de esta historia, su profesor de Sociología en la Universidad de Brandeis en Massachussets.

Según el relato del Profesor Scharwtz, “la EM es como una vela encendida: te consume los nervios y el cuerpo se convierte en un montón de cera”.

La EM empieza con síntomas de sospecha hasta que la enfermedad se confirma. En el paréntesis van apareciendo señales: dificultades al andar y caídas, cansancio, problemas de sueño, los brazos y las piernas pierden la fuerza muscular, etc. Casi siempre empieza por las piernas e inicia el camino cuesta arriba.

La creciente dependencia de los enfermos de EM respecto de los cuidados de los otros es una de las partes más complejas de aceptar por parte del enfermo y quizás la que exige mayor entereza. Necesitan ayuda para comer, para sentarse, para ir de un lado o del otro, para asearse, etc. Para prácticamente todo lo que implique “movimiento” hasta que este se apaga y todo se queda inmóvil y en silencio.

Y con toda la crudeza y el dolor del momento en que uno es consciente de que la muerte está presente, el Profesor dijo “decidí que viviría –o que al menos lo intentaría– de la manera que deseaba, con dignidad, coraje, con humor y compostura”.

-¿Si pudieras escoger, qué animal querrías ser?

-Una gacela, una gacela corriendo rápida y libre por la sabana.
© María Reales - Aleteia

Vía Crucis
Hoy viernes, invito a los lectores a rezar el Vía Crucis como oración eficaz de preparación en esta Cuaresma.
El Vía Crucis es la meditación de los momentos y sufrimientos vividos por Jesús desde que fue hecho prisionero hasta su muerte en la cruz y posterior resurrección. Literalmente, “vía crucis” significa "camino de la cruz". Al rezarlo, recordamos con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado durante su pasión y muerte. Dicho camino se representa mediante 15 imágenes de la Pasión que se llaman "estaciones". Te animarás a cargar con las cruces de cada día, si recuerdas con frecuencia las estaciones o pasos de Jesús hasta el Calvario.
Puedes conocer más detalles y rezarlo si entras en la página del Web Católico de Javier haciendo clic acá

Cada día de Cuaresma
Tiempo de penitencia
I. El ayuno era y es, una muestra de penitencia que Dios pide al hombre. “En el Antiguo Testamento se descubre el sentido religioso de la penitencia, como un acto religioso, personal, que tiene como término de amor el abandono en Dios” (Pablo VI, Const. Paenitemini). Acompañado de oración, sirve para manifestar la humildad delante de Dios (Levítico, 16, 29-31): el que ayuna se vuelve hacia el Señor en una actitud de dependencia y abandono totales. En la Sagrada escritura vemos ayunar y realizar otras obras de penitencia antes de emprender un quehacer difícil (Jueces 20, 26; Ester 4, 16), para implorar el perdón de una culpa (1 Reyes 21, 27), obtener el cese de una calamidad (Judit 4, 9-13), conseguir la gracia necesaria en el cumplimiento de una misión (Hechos 13, 2). La Iglesia en los primeros tiempos conservó las prácticas penitenciales, en el espíritu definido por Jesús, y siempre ha permanecido fiel a esta práctica penitencial, recomendando esta práctica piadosa, con el consejo oportuno de la dirección espiritual.

II. Tenemos necesidad de la penitencia para nuestra vida de cristianos y para reparar tantos pecados propios y ajenos. Nuestro afán por identificarnos con Cristo nos llevará a aceptar su invitación a padecer con Él. La Cuaresma nos prepara a contemplar los acontecimientos de la Pasión y Muerte de Jesús. Con esta devoción contemplaremos la Humanidad Santísima de Cristo, que se nos revela sufriendo como hombre en su carne sin perder su majestad de Dios, y lo acompañaremos por la Vía Dolorosa, condenado a muerte, cargando la Cruz en su afán redentor, por un camino que también nosotros debemos de seguir.

III. Además de las mortificaciones llamadas pasivas, que se presentan sin buscarlas, las mortificaciones que nos proponemos y buscamos se llaman activas. Son especialmente importantes para el progreso interior y para lograr la pureza de corazón: mortificación de la imaginación, evitando el monólogo interior en el que se desborda la fantasía y procurando convertirlo en diálogo con Dios. Mortificación de la memoria, evitando recuerdos inútiles, que nos hacen perder el tiempo (San Josemaría Escrivá, Camino) y quizá nos podrían acarrear otras tentaciones más importantes. Mortificación de la inteligencia, para tenerla puesta en aquello que es nuestro deber en ese momento (Ibídem), y rindiendo el juicio para vivir mejor la humildad y la caridad con los demás. Decidámonos a acompañar al Señor de la mano de la Virgen.
© Francisco Fernández Carvajal

Los cinco minutos del Espíritu Santo
Febrero 16
Sabemos que en toda la Escritura la palabra espíritu habla de dinamismo. Y si el Espíritu Santo tiene ese nombre es porque él derrama vida en movimiento, impulsa hacia adelante, no nos deja estancados o inmóviles. Él sopla, mueve, arrastra, libera de todo acomodamiento y de toda inmovilidad. Por eso mismo también en el Nuevo Testamento se lo asocia con el simbolismo del viento: Se dice que así como el viento sopla donde quiere, así es el que nace del Espíritu (Juan 3,8). Cristo resucitado sopla cuando derrama el Espíritu en los discípulos (Juan 20,22) y los impulsa hacia una misión. Por eso no es casual que se asocie el derramamiento del Espíritu en Pentecostés, sacándolos del encierro, con una ráfaga de viento impetuoso (Hechos 2,2).
El mismo impulso del Espíritu Santo nos lleva a buscar siempre más. En su carta sobre el tercer Milenio, el Papa atribuye particularmente al Espíritu la construcción del Reino de Dios "en el curso de la historia", preparando su "plena manifestación" y "haciendo germinar dentro de la vivencia humana las semillas de la salvación definitiva" (TMA 45b).
Por eso no sólo esperamos llegar al cielo, sino que deseamos vivir en esta vida algo del cielo.
No podemos ignorar que el Nuevo Testamento no habla sólo del Reino que ya llegó con Cristo, o del Reino celestial que vendrá en la Parusía, sino también del Reino que va creciendo (Marcos 4,26-28; Mateo 13,31-33; Efesios 2,22; 4,15-16; Colosenses 2,19). Y si va creciendo, esperamos que el Espíritu Santo nos ayude para ir a crear un mundo cada vez mejor.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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