PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3442 ~ Miércoles 6 de Setiembre de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Señor
mío, en este día acudo a tu infinita sabiduría, con mucha humildad, para que
capacites mi mente y espíritu, y así poder recibir cada una de las cosas que
vas a ofrecerme y sacarles el máximo provecho. Te doy gracias por elegirme y
darme la vida, porque me abrazas y me haces sentir que soy tu hijo y que no me
abandonas cuando cometo faltas y convierto mi corazón en terreno árido que no
da fruto. Quiero abrirte mi corazón de par en par, saber que siempre podré
fiarme de Ti y que me das razones para seguir luchando. Necesito de Ti, no
quiero perder el sentido que le das a mi vida. Ayúdame a desterrar de mi
corazón todas esas cosas pantanosas, pedregosas o espinosas, que no permiten
multiplicar la semilla de tu amor que has sembrado en mí. ¿Cómo podré amarte,
seguirte y obrar como Tú, sino he arrancado de mi vida la pereza, el egoísmo,
los vicios y la falsa idea que me ha vendido el mundo de que alcanzando el
éxito material podré disfrutar mejor mi vida?... ¡No!, de ninguna manera mi
Señor; por el contrario, esas cosas me estorban para poder amarte a Ti y a los
míos, esas cosas me corroen el alma y ahogan los dones que me has regalado.
Invoco la fuerza de tu Espíritu para que venga en mi auxilio y me transforme en
terreno fértil de tus gracias y haga germinar en mí la felicidad que sólo Tú
puedes dar. Mi confianza está puesta en Ti y tengo la certeza de que siempre
escuchas mis súplicas. Amén. (Píldoras
de Fe)
¡Buenos días!
Avalancha de nieve
María
Simma fue una sencilla campesina que desde pequeña oraba por las almas del
Purgatorio. A los 25 años fue favorecida con el carisma de ser visitada a
menudo por estas almas. Vivía sola en su casita de Sonntag en Austria. Fue
alentada en su tarea por el párroco y el obispo. Con generosidad María
respondía siempre a los pedidos de las almas benditas.
Una noche de 1954 un joven estaba en su casa, cuando
de improviso un terrible alud se abatió tan cerca que oía gritos que pedían
auxilio. De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas
personas. Pero su madre en la puerta quiso impedirle el paso. El joven,
conmovido por los gritos y resuelto a auxiliarlos, empujó a su madre y le dijo:
"¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!” y salió. Pero también él, a
lo largo del trayecto, fue alcanzado por otro alud y murió... Dos días después
se apareció a María Simma y le dijo: "Haz celebrar tres misas por mí, así
seré liberado del Purgatorio". Más tarde el joven le explicó que al
entregar su vida por esas personas, el Señor perdonó sus muchos y graves
pecados y pudo entrar rápidamente al Cielo porque la caridad cubre la multitud
de las culpas.
El
Purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque
están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar
al Cielo. Nosotros podemos ayudarlos ofreciendo expiaciones a Dios, como Misas,
oraciones, obras de misericordia, etc. Son actos excelentes que el Señor te
recompensará.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La
suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose
sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al
punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos
de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno
de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo:
«Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque
sabían que él era el Cristo.
Al
hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba
buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara.
Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva
del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las
sinagogas de Judea. (Lc 4,38-44)
Comentario:
Hoy
nos encontramos ante un claro contraste: la gente que busca a Jesús y Él que
cura toda “enfermedad” (comenzando por la suegra de Simón Pedro); a la vez,
«salían también demonios de muchos, gritando» (Lc 4,41). Es decir: bien y paz,
por un lado; mal y desesperación, por otro.
No
es la primera ocasión que aparece el diablo “saliendo”, es decir, huyendo de la
presencia de Dios entre gritos y exclamaciones. Recordemos también el
endemoniado de Gerasa (cf. Lc 8,26-39). Sorprende que el propio diablo
“reconozca” a Jesús y que, como en el caso del de Gerasa, es él mismo quien
sale al encuentro de Jesús (eso sí, muy rabioso y molesto porque la presencia
de Dios perturbaba su vergonzosa tranquilidad).
¡Tantas
veces también nosotros pensamos que encontrarnos con Jesús es un estorbo! Nos estorba
tener que ir a Misa el domingo; nos inquieta pensar que hace mucho que no
dedicamos un tiempo a la oración; nos avergonzamos de nuestros errores, en
lugar de ir al Médico de nuestra alma a pedirle sencillamente perdón...
¡Pensemos si no es el Señor quien tiene que venir a encontrarnos, pues nosotros
nos hacemos rogar para dejar nuestra pequeña “cueva” y salir al encuentro de
quien es el Pastor de nuestras vidas! A esto se le llama, sencillamente,
tibieza.
Hay
un diagnóstico para esto: atonía, falta de tensión en el alma, angustia,
curiosidad desordenada, hiperactividad, pereza espiritual con las cosas de la
fe, pusilanimidad, ganas de estar solo con uno mismo... Y hay también un
antídoto: dejar de mirarse a uno mismo y ponerse manos a la obra. Hacer el
pequeño compromiso de dedicar un rato cada día a mirar y a escuchar a Jesús (lo
que se entiende por oración): Jesús lo hacía, ya que «al hacerse de día, salió
y se fue a un lugar solitario» (Lc 4,42). Hacer el pequeño compromiso de vencer
el egoísmo en una pequeña cosa cada día por el bien de los otros (a eso se le
llama amar). Hacer el pequeño-gran compromiso de vivir cada día en coherencia
con nuestra vida cristiana.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del
Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Eleuterio
Abad
Fue
un santo abad del monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto. Debió ser
un hombre de grandes y probadas virtudes por los relatos que se conocen de su
vida a través del gran Papa Gregorio Magno que fue contemporáneo, conocido
personal, amigo y hasta una de las personas que salió beneficiada del trato con
el santo abad. De hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que, un buen día y con
una sola bendición, el abad Eleuterio consiguió curarlo de un vehemente deseo
de ingerir alimentos que él sufría. Además, refiere el mismo Papa, su santidad
era tan grande que hasta llegó a resucitar un muerto.
Pero
lo que llama la atención al relator de la vida del santo es un acontecimiento especial:
unas monjas habían confiado al santo abad la custodia de un niño atormentado
por el Diablo. Como pasaran varios días sin notarse fenómenos extraños, el abad
comentó a sus monjes que Satanás tenía asustadas a las pobres monjas, pero que
ahora estaba con miedo y por eso no se manifestaba. Al punto, el mal espíritu
se apoderó del niño y de inmediato comenzó a maltratarlo.
Eleuterio
cayó en la cuenta de que su expresión fue de soberbia y presunción. Lloró
dolorido su pecado y pidió a los monjes oraciones y penitencias para que cesaran
los embates del Demonio. Una simple frase con un poco de vanidad hizo que
Satanás se sintiese en terreno propio y se necesitase la oración y
mortificación de todos para expulsarlo.
© Catholic.net
Pensamiento del día
“Todo es difícil, hasta que se logra.
Todo da miedo, hasta que se conoce.
Todo importa poco, hasta que se pierde”
Historias:
El caracol y el rosal
Había
una vez... ... Una amplia llanura donde pastaban las ovejas y las vacas. Y del
otro lado de la extensa pradera, se hallaba el hermoso jardín rodeado de
avellanos.
El
centro del jardín era dominado por un rosal totalmente cubierto de flores
durante todo el año. Y allí, en ese aromático mundo de color, vivía un caracol,
con todo lo que representaba su mundo, a cuestas, pues sobre sus espaldas
llevaba su casa y sus pertenencias.
Y
se hablaba a sí mismo sobre su momento de ser útil en la vida: –¡Paciencia!
–decía el caracol–. Ya llegará mi hora. Haré mucho más que dar rosas o
avellanas, muchísimo más que dar leche como las vacas y las ovejas.
–Esperamos
mucho de ti –dijo el rosal–. ¿Podría saberse cuándo me enseñarás lo que eres
capaz de hacer?
–Necesito
tiempo para pensar –dijo el caracol–; ustedes siempre están de prisa. No, así
no se preparan las sorpresas.
Un
año más tarde el caracol se hallaba tomando el sol casi en el mismo sitio que
antes, mientras el rosal se afanaba en echar capullos y mantener la lozanía de
sus rosas, siempre frescas, siempre nuevas. El caracol sacó medio cuerpo
afuera, estiró sus cuernecillos y los encogió de nuevo.
–Nada
ha cambiado –dijo–. No se advierte el más insignificante progreso. El rosal
sigue con sus rosas, y eso es todo lo que hace.
Pasó
el verano y vino el otoño, y el rosal continuó dando capullos y rosas hasta que
llegó la nieve. El tiempo se hizo húmedo y hosco. El rosal se inclinó hacia la
tierra; el caracol se escondió bajo el suelo.
Luego
comenzó una nueva estación, y las rosas salieron al aire y el caracol hizo lo
mismo.
–Ahora
ya eres un rosal viejo –dijo el caracol–. Pronto tendrás que ir pensando en
morirte. Ya has dado al mundo cuanto tenías dentro de ti. Si era o no de mucho
valor, es cosa que no he tenido tiempo de pensar con calma. Pero está claro que
no has hecho nada por tu desarrollo interno, pues en ese caso tendrías frutos
muy distintos que ofrecernos. ¿Qué dices a esto? Pronto no serás más que un
palo seco... ¿Te das cuenta de lo que quiero decirte?
–Me
asustas –dijo el rosal–. Nunca he pensado en ello.
–Claro,
nunca te has molestado en pensar en nada. ¿Te preguntaste alguna vez por qué
florecías y cómo florecías, por qué lo hacías de esa manera y de no de otra?
–No
–contestó el rosal–. Florecía de puro contento, porque no podía evitarlo. ¡El
sol era tan cálido, el aire tan refrescante!... Me bebía el límpido rocío y la
lluvia generosa; respiraba, estaba vivo. De la tierra, allá abajo, me subía la
fuerza, que descendía también sobre mí desde lo alto. Sentía una felicidad que
era siempre nueva, profunda siempre, y así tenía que florecer sin remedio. Esa
era mi vida; no podía hacer otra cosa.
–Tu
vida fue demasiado fácil –dijo el caracol (Sin detenerse a observarse a sí
mismo).
–Cierto
–dijo el rosal–. Me lo daban todo. Pero tú tuviste más suerte aún. Tú eres una
de esas criaturas que piensan mucho, uno de esos seres de gran inteligencia que
se proponen asombrar al mundo algún día... algún día.... ¿Pero, ... De qué te
sirve el pasar los años pensando sin hacer nada útil por el mundo?
–No,
no, de ningún modo –dijo el caracol–. El mundo no existe para mí. ¿Qué tengo yo
que ver con el mundo? Bastante es que me ocupe de mí mismo y en mí mismo.
–¿Pero
no deberíamos todos dar a los demás lo mejor de nosotros, no deberíamos
ofrecerles cuanto pudiéramos? Es cierto que no te he dado sino rosas; pero tú,
en cambio, que posees tantos dones, ¿qué has dado tú al mundo? ¿Qué puedes
darle?
–¿Darle?
¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. ¿Para qué sirve el mundo? No significa nada
para mí. Anda, sigue cultivando tus rosas; es para lo único que sirves. Deja
que los avellanos produzcan sus frutos, deja que las vacas y las ovejas den su
leche; cada uno tiene su público, y yo también tengo el mío dentro de mí mismo.
¡Me recojo en mi interior, y en él voy a quedarme! El mundo no me interesa.
Y
con estas palabras, el caracol se metió dentro de su casa y la selló.
–¡Qué
pena! –Dijo el rosal–. Yo no tengo modo de esconderme, por mucho que lo
intente. Siempre he de volver otra vez, siempre he de mostrarme otra vez en mis
rosas. Sus pétalos caen y los arrastra el viento, aunque cierta vez vi cómo una
madre guardaba una de mis flores en su libro de oraciones, y cómo una bonita
muchacha se prendía otra al pecho, y cómo un niño besaba otra en la primera
alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue una verdadera bendición. Tales
son mis recuerdos, mi vida.
Y
el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el caracol dormía
allá dentro de su casa. El mundo nada significaba para él.
Y
pasaron los años. El caracol se había vuelto tierra en la tierra, y el rosal
tierra en la tierra, y la memorable rosa del libro de oraciones había
desaparecido... Pero en el jardín brotaban los rosales nuevos, y los nuevos
caracoles seguían con la misma filosofía que aquél, se arrastraban dentro de
sus casas y escupían al mundo, que no significaba nada para ellos.
Y
a través del tiempo, la misma historia se continuó repitiendo... ¿Empezamos
otra vez nuestra historia desde el principio? No vale la pena; siempre sería la
misma.
© Hans Christian Andersen
Meditaciones
Un
ermitaño se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer. La gente
preguntó cómo era eso de que en la soledad tuviera tanto trabajo. Les contestó:
"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos
a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".
“No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos
animales?”
Entonces
el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. “Porque estos animales
los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones, se lanzan
sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que
sólo se lancen sobre una presa buena, son mis ojos. Las dos águilas con sus
garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al
servicio y ayuden sin herir, son mis dos manos. Y los conejos quieren ir adonde
les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que
enseñarles a estar quietos, aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier
cosa que no me gusta, son mis dos pies.
Lo
más difícil es vigilar la serpiente, aunque se encuentra encerrada en una jaula
de 32 varillas. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean
apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, es mi lengua. El
burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado
y no quiere llevar su carga de cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito
domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso,
es mi corazón”.
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el éxito de la visita apostólica que inicia el papa Francisco a Colombia.
Pedimos oración para José G., de Santander, España, afectado de Parkinson y Alzheimer y por lo tanto incapacitado para valerse por sí mismo, rogando al Señor que lo ayude a superar esa situación, de modo que tanto él como su esposa puedan vivir una aceptable existencia en los años que les queden por delante.
Pedimos
oración por la salud de María Trinidad (Trini) y Carlos, de Bogotá,
Colombia, toda vez que últimamente han tenido algunos inconvenientes, pero
confiados siempre en que las Santas Manos Sanadoras de Jesucristo. Igualmente
por los proyectos de vida de Carlos
y María Paula, sus hijos.
Pedimos oración para el joven de 30 años Diego Andrés O. G., de Colombia, quien se encuentra padeciendo de un cáncer en las vías digestivas. Confiados en el Señor que le aliviará esa cruz y le dará el don de la salud, con la intercesión de nuestra Señora de Lourdes.
Pedimos oración para José G., de Santander, España, afectado de Parkinson y Alzheimer y por lo tanto incapacitado para valerse por sí mismo, rogando al Señor que lo ayude a superar esa situación, de modo que tanto él como su esposa puedan vivir una aceptable existencia en los años que les queden por delante.
Pedimos oración para el joven de 30 años Diego Andrés O. G., de Colombia, quien se encuentra padeciendo de un cáncer en las vías digestivas. Confiados en el Señor que le aliviará esa cruz y le dará el don de la salud, con la intercesión de nuestra Señora de Lourdes.
Continuamos
unidos en oración por medio del rezo del Santo Rosario poniendo en Manos de
Nuestra Madre Bendita todas nuestras preocupaciones, alegrías y necesidades,
poniendo al mundo entero en Manos de nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para
el mundo, al rezar por la paz; rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los
corazones, porque la violencia sea desterrada, por la paz para los niños que están
en peligro de ser abortados. Paz para
los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los deprimidos. Paz para los
que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin rezamos por la paz, y
sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras
debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Los cinco minutos de María
Setiembre 6
Reina
de los ángeles y de los hombres, yo creo que eres particularmente Reina de los
apóstoles de todos los tiempos. Porque tú eres la Mujer destinada a aplastar la
cabeza de la serpiente y a luchar contra
el mal. De ti se dice en la Iglesia que eres “Triunfadora en todas las batallas
de Dios”.
María
es la mujer vencedora del mal por su unión a Jesús triunfador del pecado y de
la muerte, porque el poder del Padre resucitó de entre los muertos.
Madre sin pecado, concédenos que, unidos al misterio
salvador de Jesús, podamos vencer el mal que anida en nuestro corazón y en las
estructuras del pecado de nuestra sociedad.
* P. Alfonso Milagro
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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