domingo, 28 de mayo de 2017

Pequeñas Semillitas 3341

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3341 ~ Domingo 28 de Mayo de 2017
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El Evangelio de San Mateo termina, en el capítulo 28, con la narración de la Ascensión del Señor. De su relato destacamos algunas particularidades:
- Jesús tiene todo el poder y nos lo ha dado.
- Nos envía para compartir ese don con todos los pueblos del mundo como discípulos y misioneros.
- Nos manda como evangelizadores suyos y nos pide bautizar a todos en el nombre de la Trinidad.
- Él promete que se queda con nosotros todos los días hasta el fin del mundo para ayudarnos en la misión.
Oremos entonces: Jesús, que con una presencia discreta pero eficaz, estás cada día entre nosotros, haz que, valerosa y calladamente, sigamos construyendo Tu obra de Amor

¡Buenos días!

Cosecha salvada
En el evangelio leemos que Jesús dijo: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”. El error del hombre consiste en buscar con afán en primer lugar las cosas de la tierra, los intereses propios, mientras le dan a Dios las migajas de su tiempo y de su amor. Y así le van sus asuntos… Una anécdota de Don Bosco.

En 1864 Don Bosco predicó por tres días antes de la fiesta de la Asunción en Montemagno. Una larga sequía amenazaba las cosechas. —Si vienen al sermón  —dijo el Santo—  los tres días y se confiesan y todos comulgan el día de la fiesta, la Virgen enviará una lluvia que salvará la cosecha. La gente acudió con fe al triduo, y se confesó, mientras los pueblos vecinos se burlaban. El día de la fiesta amaneció sin una nube. Todo el pueblo comulgó. Al atardecer se cantaron salmos, pero el cielo seguía limpio. Alguno pensó que Don Bosco había fallado. —Cantemos el Magníficat —dijo el santo— ¡Fe en la Virgen! Una lluvia mansa comenzó a repiquetear en las ventanas y techos. La alegría fue grande porque la cosecha estaba salvada.

Se trata de tener un amor tan firme a Dios que lo tengamos en el primer lugar de nuestro afecto, preocupaciones, tiempo… Hay un motivo fundamental: Dios nos ama tanto, se ha jugado tanto por nosotros, que no nos queda sino organizar toda nuestra vida como respuesta coherente a su inmensa bondad. Pide al Espíritu Santo te inflame en amor a Dios.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». (Mt 28,16-20)

Comentario:
Hoy, contemplamos unas manos que bendicen —el último gesto terreno del Señor (cf. Lc 24,51). O unas huellas marcadas sobre un montículo —la última señal visible del paso de Dios por nuestra tierra. En ocasiones, se representa ese montículo como una roca, y la huella de sus pisadas queda grabada no sobre tierra, sino en la roca. Como aludiendo a aquella piedra que Él anunció y que pronto será sellada por el viento y el fuego de Pentecostés. La iconografía emplea desde la antigüedad esos símbolos tan sugerentes. Y también la nube misteriosa —sombra y luz al mismo tiempo— que acompaña a tantas teofanías ya en el Antiguo Testamento. El rostro del Señor nos deslumbraría.
San León Magno nos ayuda a profundizar en el suceso: „«Lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado ahora a sus misterios». ¿A qué misterios? A los que ha confiado a su Iglesia. El gesto de bendición se despliega en la liturgia, las huellas sobre tierra marcan el camino de los sacramentos. Y es un camino que conduce a la plenitud del definitivo encuentro con Dios.
Los Apóstoles habrán tenido tiempo para habituarse al otro modo de ser de su Maestro a lo largo de aquellos cuarenta días, en los que el Señor —nos dicen los exegetas— no “se aparece”, sino que —en fiel traducción literal— “se deja ver”. Ahora, en ese postrer encuentro, se renueva el asombro. Porque ahora descubren que, en adelante, no sólo anunciarán la Palabra, sino que infundirán vida y salud, con el gesto visible y la palabra audible: en el bautismo y en los demás sacramentos.
«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Todo poder.... Ir a todas las gentes... Y enseñar a guardar todo... Y El estará con ellos —con su Iglesia, con nosotros— todos los tiempos (cf. Mt 28,19-20). Ese “todo” retumba a través de espacio y tiempo, afirmándonos en la esperanza.
Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)

Palabras de San Juan Pablo II
El misterio de la Redención es una incesante realidad mediante la cual Dios abraza al hombre en Cristo con su eterno amor, y el hombre reconoce este amor, se deja guiar e impregnar por él, permite ser interiormente transformado por él y por medio de él se convierte en una criatura nueva. De este modo el hombre creado de nuevo por el amor que le ha sido revelado en Cristo, levanta la mirada de su alma hacia Dios y profes con el Salmista: “en Él hay redención abundante”

Predicación del Evangelio:
¡Has cumplido, Señor!
Solemnidad de la Ascensión del Señor. Es el broche de oro al paso de Jesús por la tierra aunque, Pentecostés, nos deje una ráfaga de su Espíritu y nos anime a pregonarlo a los cuatro vientos.

Desde su Nacimiento en Belén hemos visto el brillo de sus ojos, la grandeza divina de sus obras, la profundidad de sus palabras, el Dios humanado.

Con los reyes y con los pastores, también nosotros un día le adoramos. Lo hemos visto crecer en Nazaret y hemos comprobado, en propia carne, en los “palestinas personales” lo difícil que resulta (cuando no se rebaja con agua o se adultera) el acoger y seguir su reino a rajatabla.

Y, por si todo ello fuera poco, nos hemos sentido dignificados y ayudados por Aquel que no ha hecho otra cosa sino hacer el bien.

Precisamente por eso, porque el hacer el bien no siempre cae a todos bien, fue injustamente incomprendido, malinterpretado y convertido en objeto de burla. ¿Acaso hemos olvidado sus horas más amargas de pasión y de muerte? El amor, ciertamente, tiene dos caras de una misma moneda: gratitud e ingratitud. Jesús, en la cruz, nos enseñó que en la prueba y en la soledad, en el abandono y en la obediencia es donde se puede dar la talla como siervo para llegar al límite de la perfección. La Resurrección, el triunfo de la vida sobre la muerte, fue el sello particular de un Dios que dejó al mundo boca abierto: ¡Si Jesús resucitó, el hombre correrá su misma suerte!

Pero hoy, en el día de la Ascensión, el sentimiento es contradictorio: duele que el Amigo se vaya. Duele y, seguramente, les dolió en las entrañas a aquel grupo de confidentes y de entusiastas que pensaban que el reino de Dios estaba a la vuelta de la esquina. Nos duele a nosotros; quisiéramos una presencia más impactante y sonora de Jesús en el mundo: ¡Son tantas cosas las que nos sacuden y preocupan! ¿Es ahora, Señor, cuando vas a instaurar tu Reino? ¿Ahora te vas, Señor, cuando en el mundo se debaten problemas que afectan a nuestro modo de concebir y estructurar la sociedad, la familia, el amor y hasta la misma escala de valores? ¿Ahora te elevas, Señor?

La Ascensión del Señor es el último misterio de su presencia terrena. Por el contrario, es el primero que nos toca a nosotros. La hora de partir, no hacia lejanos continentes (aunque también) y sí hacia esos lugares que están distantes del Evangelio; de descender a esos corazones tibios en la fe y que viven codo a codo con nosotros y a los cuales tan difícil nos resulta proponerles e invitarles al encuentro con Cristo.

Jesús asciende al encuentro de Dios pero se ha quedado de una forma entrañable, viva, alimentadora y transformadora en la Eucaristía. Que, ya desde ahora, le pidamos que el Espíritu Santo nos haga transmitir por los cuatro costados de nuestra vida la alegría de la fe. Que sepamos valorar aquella esperanza de la que San Pablo nos da buena cuenta y por la que dio hasta su misma vida.

Solemnidad de la Ascensión. No nos quedaremos con los ojos mirando al cielo. Entre otras cosas porque, sabemos que Dios, nos necesita como “otros cristos” anunciando sin temor ni vergüenza, con pasión y con entusiasmo la novedad del Evangelio.

Vete a los cielos, Señor, pues has cumplido más que sobradamente.
© P. Javier Leoz

Nuevo vídeo

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Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas

Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir el power point y los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com 
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.

Te vas Señor 
Te vas, Señor, pero te quedas en el Evangelio
Te vas, Señor, pero vives en los que te amamos
Te vas, Señor, pero hablas en los que dan testimonio de Ti
Te vas, Señor, pero te dejas comer en la Eucaristía
Te vas, Señor, pero te haces audible por la oración
Te vas, Señor, pero te dejas adorar en el Sagrario
Te vas, Señor, pero te dejas abrazar en el prójimo
Te vas, Señor, pero te dejas ver en el que sufre
Te vas, Señor, pero te haces visible en el amor
Te vas, Señor, pero gritas en el que habla en tu nombre
Te vas, Señor, pero vendrás en un nuevo soplo del Espíritu
Te vas, Señor, pero nos enviarás la fuerza de tu presencia
Te vas, Señor, pero nos darás el hálito de tu vivir
Te vas, Señor, pero andarás en los pies de tus enviados
Te vas, Señor, pero tu nombre será universalmente conocido
Te vas, Señor, pero vivirás en los que guardan tus mandamientos
Te vas, Señor, pero tu Iglesia es signo de tu presencia
Te vas, Señor, pero tu partida nos hace madurar
Te vas, Señor, pero tu Ascensión es suerte que nos aguarda
Te vas, Señor, pero tu vida en el cielo es plenitud de felicidad
Te vas, Señor, pero tu estar en el cielo, 
es garantía y seguridad de todo lo que nos espera
cuando se vive, como Tú lo has hecho, primero en la tierra
Te vas, Señor, pero más que nunca…vemos que te quedas.
Amén.
P. Javier Leoz

Los cinco minutos de María 
Mayo 28
María oraba y escuchaba la voz de Dios.
Repetidas veces en el Salterio y en el libro del Cantar de los Cantares leemos la invitación de Yahvé: “Escucha, hija mía, mis palabras, abre tu corazón”.
María fue toda oídos, porque fue toda Corazón, fue toda silencio, porque fue toda oídos; fue toda Corazón, porque fue toda amor a su Dios y a los hombres, sus hermanos.
¡Qué importante es saber escuchar a Dios! Eso es orar.
Madre de todos los pueblos y naciones, que no pongamos barreras donde Dios abrió el camino.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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