PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2748
~ Jueves 30 de Julio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Al despertarte en la mañana, no saltes
de tu cama violentamente, hazlo con serenidad, cancela los afanes y desesperos,
pues estos provocan desorden y confusión. Cuando actúas con afán, duplicas el
esfuerzo necesario y corres mayores riegos de equivocarte.
La naturaleza es una gran maestra, nunca
un minuto tendrá 59 ni 61 segundos, cada cosa a su tiempo y a su ritmo.
Entonces, cálmate, pues con calma podrás encontrar más oportunas soluciones.
Permite que la serenidad se apodere de ti y de esa manera inicia tu día sin
ansiedades ni apuros que no te llevarán por caminos seguros.
Ah… y no te olvides de agradecer el
nuevo día a Dios, tu Creador. Y encomiéndate a María, nuestra Madre, nuestra
estrella, nuestra guía y nuestra protección en todos los lugares y en todos los
momentos. Transita el día de la mano de Ella y nada malo te sucederá.
¡Buenos días!
La paz del corazón
“Me
saciarás de gozo en tu presencia, Señor, y de alegría perpetua a tu derecha”
(Sal 16). Esta dicha inmensa te está reservada si, adherido a Cristo por la fe
y el amor, lo sigues en el camino del Evangelio. “¡Qué bondad tan grande,
Señor, reservas para tus fieles! (Sal 31,19) Se nutren de lo sabroso de tu casa
(¡Dios!) y les das a beber del torrente de tus delicias”, (Sal 35). La Reina de
la paz te da la clave para lograrlo: ¡Santidad y oración!
“¡Queridos hijos! También hoy los invito a
poner en práctica y a vivir los mensajes que les doy. Decídanse por la
santidad, hijitos, y piensen en el paraíso. Sólo así tendrán paz en sus
corazones, la cual nadie podrá destruir. La paz es el don que Dios les da en la
oración. Hijitos, busquen y trabajen con todas sus fuerzas para que la paz
triunfe en sus corazones y en el mundo. ¡Gracias por haber respondido a mi
llamado! ”
La paz
y la serenidad son valores importantes que debes cuidar con diligencia. Con la
ayuda del Señor, no te dejes perturbar por pequeñeces que debes despreciar y
olvidar. Desde que te levantes elige conscientemente estar sereno y tranquilo.
La persistente interiorización de estos valores, producirá sus frutos.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente:
«También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y
recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se
sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin
del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los
echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba
que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una
casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó
Jesús estas parábolas, partió de allí. (Mt 13,47-53)
Comentario
Hoy, el Evangelio constituye una llamada
vital a la conversión. Jesús no nos ahorra la dureza de la realidad: «Saldrán
los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el
horno de fuego» (Mt 13,49-50). ¡La advertencia es clara! No podemos quedarnos
dormidos.
Ahora debemos optar libremente: o
buscamos a Dios y el bien con todas nuestras fuerzas, o colocamos nuestra vida
en el precipicio de la muerte. O estamos con Cristo o estamos contra Él.
Convertirse significa, en este caso, optar totalmente por pertenecer a los justos
y llevar una vida digna de hijos. Sin embargo, tenemos en nuestro interior la
experiencia del pecado: vemos el bien que deberíamos hacer y en cambio obramos
el mal; ¿cómo intentamos dar una verdadera unidad a nuestras vidas? Nosotros
solos no podemos hacer mucho. Sólo si nos ponemos en manos de Dios podremos
lograr hacer el bien y pertenecer a los justos.
«Por el hecho de no estar seguros del
tiempo en que vendrá nuestro Juez, debemos vivir cada jornada como si nos
tuviera que juzgar al día siguiente» (San Jerónimo). Esta frase es una
invitación a vivir con intensidad y responsabilidad nuestro ser cristiano. No
se trata de tener miedo, sino de vivir en la esperanza este tiempo que es de
gracia, alabanza y gloria.
Cristo nos enseña el camino de nuestra propia
glorificación. Cristo es el camino del hombre, por tanto, nuestra salvación,
nuestra felicidad y todo lo que podamos imaginar pasa por Él. Y si todo lo
tenemos en Cristo, no podemos dejar de amar a la Iglesia que nos lo muestra y
es su cuerpo místico. Contra las visiones puramente humanas de esta realidad es
necesario que recuperemos la visión divino-espiritual: ¡nada mejor que Cristo y
que el cumplimiento de su voluntad!
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell (Agullana, Girona,
España)
Santoral Católico:
San Pedro
Crisólogo
Obispo y Doctor de
la Iglesia
Nació hacia el año 380 en Imola
(Emilia-Romaña, Italia), y entró a formar parte del clero de aquella ciudad. El
año 424 fue elegido obispo de Ravena, e instruyó a su grey, de la que era
pastor celosísimo, con su ejemplo y con abundantes sermones y escritos;
poseemos unos 180 sermones suyos. Mantuvo unas fructíferas relaciones con la
emperatriz Gala Plácida, con los obispos de su tiempo y sobre todo con el papa
san León Magno. El título de Crisólogo, "palabra de oro", le fue dado
en consonancia con la erudición y elocuencia de sus sermones. Murió en Imola el
30 de julio, hacia el año 450.
Oración: Señor Dios, que hiciste de
tu obispo san Pedro Crisólogo un insigne predicador de la Palabra encarnada,
concédenos, por su intercesión, guardar y meditar en nuestros corazones los
misterios de la salvación y vivirlos en la práctica con fidelidad. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
“Queridos jóvenes, no tengan miedo del
matrimonio:
Cristo acompaña con su gracia a los
esposos que permanecen unidos a él”
Temas Médicos:
Carta desde un
geriátrico
Muy apreciado amigo:
Principio las líneas de esta carta para
agradecerle su visita. ¡Recibimos tan pocas…! Pero, en fin, no debo quejarme.
Antes bien, agradezco a Dios por tantos y tantos años de vida que me ha
otorgado.
Cumplí ya seis años en este asilo donde
por mi propia voluntad me he confinado. He conocido en esta larga estancia a
muchos viejos y a muchas ancianitas, y aunque sabemos que nuestra estancia en
este mundo es ya corta, eso no ha impedido que hayamos llegado a estimarnos y
extrañar a los que se van yendo; el día que hay una defunción se respira aquí
un silencio impresionante.
Mi estancia en el mundo exterior era ya
insostenible: creo que fue un error el haber invitado a mi hijo y su familia a
vivir en mi casa cuando enviudé… Pero me apenaba que él, a pesar de frisar ya
en los cuarenta, no tenía un ingreso fijo y mis nietos corrían el mismo peligro
que él, de quedarse sin estudiar… Por otra parte, mi nuera se había comportado
con respeto hacia mí, por lo que decidí ayudarlos. Me decía: “Tal vez sea lo
último que haga en esta vida”.
Cuando ellos hubieron tomado posesión de
la casa, poco a poco fui perdiendo terreno. Les molestaba que yo oyera mis
canciones antiguas, e iban hacia mi equipo de música y sin ninguna explicación
las cambiaban por canciones modernas que sencillamente no aguanto, pero que
ellos preferían…
Poco a poco fueron desapareciendo los
retratos de mis padres, de mi esposa, de los niños de mis hijos, e incluso los
míos. Les molestaba mi incipiente sordera lo cual no me impedía oírlos
cuchichear que yo era un viejo desaseado y latoso y se lamentaban que no me
muriera pronto.
Me parecieron injustificados los
calificativos sobre mi persona, ya que si algo bueno tengo es ser pulcro y
tratar de no molestar a nadie. Mi pensión y el modesto capital que logré
acumular me permitían antes de que ellos llegaran, tener la alacena y el
refrigerador bien surtidos, pero ya instalados ellos en la casa, apenas me
dejaban algo para comer y eso con malas caras cuando yo consumía lo que había
adquirido con mi dinero.
Varios años pasé y aunque a veces estaba
a punto de estallar los disculpaba argumentando que eran parte de mi propia
sangre… No obstante mi sufrimiento, logré que mis nietos obtuvieran un título,
pero no logré que fueran, si no agradecidos, siquiera respetuosos conmigo. En
los últimos tiempos habitaba yo en el cuarto de servicio, fuera de la casa,
lugar que me había destinado mi nuera.
En virtud que difícilmente podía caminar
hasta el banco para cobrar mi pensión o los retiros de dinero que yo
necesitaba, les pedía a ellos ya fuera que me acompañaran o les pedía que me
cambiaran algún cheque: para que me acompañaran tenía que pagarles, y de los
cheques me entregaban siempre cantidades menores a las retiradas.
El fracaso personal y la debilidad de
carácter de mi hijo convirtieron a aquella familia en un matriarcado. En una
ocasión en que me enfrenté a esa mujer y le reclamé su actitud y su injusticia
e incluso la amenacé con lanzarla de la casa en compañía de sus hijos, me
respondió que la propietaria de la casa era ella y que el que tenía que
largarse era yo… Mi hijo me rogó que no ingresara al asilo y a pesar de que
incluso débilmente me defendió ante ella, él estuvo también en peligro de ser
lanzado igual que yo de esta morada que yo construí con el trabajo de los
mejores años de mi juventud.
Estoy tranquilo: acá se me trata bien.
Me apena y me inquieta únicamente el que yo no pueda proyectar algo para el
mañana porque la organización de la institución está a cargo de las autoridades
de la misma… Aquí es uno completamente dependiente y aun cuando la mayoría de
los internos somos seniles y nuestro cerebro no tiene ya capacidad de juicio
claro, algunos que como yo (perdonando un juicio un tanto presuntuoso) tenemos
aún la mente lúcida, sufrimos porque nos tratan a todos igual y no se toman en
cuenta algunas opiniones sobre modificaciones y mejoras al sistema, que en
ocasiones respetuosamente sugerimos.
Ocasionalmente, más por interés que por
amor, viene a visitarme mi hijo y siempre lo ayudo. Sin embargo, he hecho las
diligencias necesarias para que el día que el Señor me llame, que creo que ya
será pronto, mi modesto capital y mi casa pasen a poder del fideicomiso que
maneja este asilo, donde yo y muchos como yo hemos venido a vivir en paz, a
refugiarnos en los últimos días de la vida.
Y a usted, que ha tenido la gentileza de
leer esta carta le digo: ¡Ayuden a los viejitos de los asilos! Si los jóvenes
nos ponemos a pensar que un día llegaremos al invierno de nuestras vidas y que
quizás estemos en una situación parecida a este relato, tal vez esto no pasaría
con tanta frecuencia. Debemos respetar a los ancianos, ya que ellos son un
manantial de sabiduría y experiencia…
¡Gracias y que Dios lo bendiga!
Unidos a María
Si es un gran consuelo saber que Dios
nos ha creado por amor, nos conserva en la existencia por amor y nos quiere en
el Cielo con Él por amor; también es una verdad muy consoladora el saber que la
Virgen nos ama con un amor ilimitado y también Ella nos quiere en el Paraíso
junto a sí y a su Dios. Si pensáramos más y meditáramos esta verdad de que
María nos ama tanto, ya no estaríamos inseguros y temerosos de nada, porque
estaríamos seguros de que esta Madre no nos dejará a las fauces de los
enemigos, sino que intervendrá cuando sea necesario como una loba en defensa de
sus cachorros. ¡Con María no hay nada que temer! ¡Sólo con invocarla en nuestro
auxilio y todo miedo desaparece y todo enemigo retrocede! Estamos contentos de
tener una madre en la tierra que nos ama y nos cuida, si es que por desgracia
no somos huérfanos; pero mucho más contentos debemos estar porque tenemos una
Madre en el Cielo que es toda bondad y nos ama y nos cuida a la perfección.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito
de todos-
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