PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2741
~ Jueves 23 de Julio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Sabemos que el motor que mueve a la
Iglesia no es otro que el amor.
Lo expresó bellamente Teresa de Lisieux
en sus Manuscritos autobiográficos: “Comprendí que la Iglesia tenía un corazón,
un corazón ardiente de Amor. Comprendí que sólo el Amor impulsa a la acción a
los miembros de la Iglesia y que, apagado este Amor, los Apóstoles ya no
habrían anunciado el Evangelio, los mártires no habrían vertido su sangre…
Comprendí que el Amor abrazaba en sí todas las vocaciones, que el Amor era
todo, que se extendía a todos los tiempos y a todos los lugares… en una
palabra, que el Amor es eterno”.
¡Buenos días!
La hormiga y la paloma
Ser
agradecidos es propio de corazones nobles. No es lo común. Cuando Jesús curó a
diez leprosos, sólo uno regresó a dar las gracias. El reconocimiento de los
favores recibidos hace quedar bien consigo mismo por haber hecho lo que es
justo y correcto. Desde luego, el que beneficia a alguien debe hacerlo por pura
bondad. Pero le es grato verse agradecido.
Obligada por la sed, una hormiga bajó a un
manantial, y arrastrada por la corriente, estaba a punto de ahogarse. Viéndola
en esta emergencia una paloma, desprendió de un árbol una ramita y la arrojó a
la corriente. Montó encima la hormiga salvándose. Mientras tanto un cazador de
pájaros se adelantó con su arma preparada para cazar a la paloma. Lo vio la
hormiga y lo picó en el talón, haciendo soltar al cazador su arma. Aprovechó el
momento la paloma para alzar el vuelo.
San
Pablo exhortaba a los cristianos de Colosas a “vivir dando gracias a Dios”.
Ejercítate y verás que te ayuda a vivir la relación con Dios de una forma
concreta y existencial, descubriendo con gozo los dones que te regala a cada
paso. Es una oración que ensancha el corazón y descansa la mente. Acostúmbrate
a practicarla. Hasta mañana.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, acercándose los
discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió:
«Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los
Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a
quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas,
porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la
profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no
veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus
oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos
oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.
»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque
ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y
justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que
vosotros oís, pero no lo oyeron». (Mt 13,10-17)
Comentario
Hoy, recordamos la "alabanza"
dirigida por Jesús a quienes se agrupaban junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos,
porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» (Mt 13,16). Y nos preguntamos: ¿Van
dirigidas también a nosotros estas palabras de Jesús, o son únicamente para
quienes lo vieron y escucharon directamente? Parece que los dichosos son ellos,
pues tuvieron la suerte de convivir con Jesús, de permanecer física y sensiblemente
a su lado. Mientras que nosotros nos contaríamos más bien entre los justos y
profetas -¡sin ser justos ni profetas!- que habríamos querido ver y oír.
No olvidemos, sin embargo, que el Señor
se refiere a los justos y profetas anteriores a su venida, a su revelación: «Os
aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no
lo vieron» (Mt 13,17). Con Él llega la plenitud de los tiempos, y nosotros
estamos en esta plenitud, estamos ya en el tiempo de Cristo, en el tiempo de la
salvación. Es verdad que no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero sí le
hemos conocido y le conocemos. Y no hemos escuchado su voz con nuestros oídos,
pero sí que hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la
fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en
contacto con la verdad y, por eso, nos da la felicidad y la alegría.
Agradezcamos nuestra fe cristiana,
estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y
no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que
le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del
presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba.
La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta
proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de
fe. «Recibe, pues, la imagen de Dios que perdiste por tus malas obras» (San
Agustín).
Rev. D. Manel MALLOL Pratginestós (Terrassa, Barcelona,
España)
Santoral Católico:
Santa Brígida
Religiosa y Fundadora
Nació en Suecia el año 1303. Desde la
infancia el Señor le concedió gracias especiales, con conocimiento
extraordinario de las realidades divinas y visiones. Siendo aún muy joven, contrajo
matrimonio y tuvo ocho hijos, entre ellos Santa Catalina de Suecia. Ingresó en
la Tercera Orden de San Francisco, y, aun viviendo en el mundo, a la muerte de
su marido abrazó una vida más religiosa y austera. Fundó después la Orden de
San Salvador. Trabajó incansablemente para que el Papa regresara de Aviñón a
Roma, donde ella pasó la última parte de su vida. Peregrinó por penitencia y
escribió numerosas obras, en las que expuso sus experiencias místicas, las
visiones y revelaciones que había recibido. Murió en Roma el 23 de julio de
1373. Juan Pablo II la nombró en 1999 co patrona de Europa.
Oración: Oh Dios, que guiaste a Santa
Brígida por los diversos senderos de la vida y, mediante la contemplación de la
Pasión de tu Hijo, le enseñaste de un modo admirable la sabiduría de la Cruz,
concédenos que, siguiendo fielmente tu llamada, sepamos buscarte de todo
corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
“Dios piensa en cada uno de nosotros y
piensa bien, nos quiere, sueña con nosotros. Sueña acerca de la alegría que
gozará con nosotros. Por esta razón el Señor quiere “re-crearnos”, y hacer
nuevo nuestro corazón, re-crear nuestro corazón para hacer que la alegría
triunfe”
Historias
verdaderas:
El Padre Pedro
Opeka
El Padre
Pedro Opeka nació en Argentina hace 67 años, pero cuando cumplió los 20 se fue
a vivir a Madagascar, uno de los países más pobres del planeta. Volvió para
ordenarse sacerdote en la basílica de Luján y entendió que su lugar en el mundo
era con los humildes en esa isla de África. Allí se instaló para siempre y
rescató a más de medio millón de personas que vivían en la basura, creó pueblos
y colegios y hoy es considerado como el “Albañil de Dios”.
Cuando
tenía 10 años ayudaba a su padre a levantar paredes en la construcción. A los
14 ya había leído la Biblia. A los 17 conoció lo que era la pobreza de los
Mapuches del Sur y les construyó una casa para que se resguardasen del frío. A
los 22 viajó a Madagascar, uno de los países más pobres de África, y se instaló
para siempre.
El Padre
Pedro tiene ojos celestes y barba blanca, de su cuello cuelga una cruz desde
hace 30 años. Gesticula, sonríe y algunas palabras se le patinan producto de
hablar cinco idiomas.
Nadie es
profeta en su tierra. En Argentina muy pocos lo conocen, pero en el mundo
circulan más de 10 libros sobre su obra y su trabajo quedó registrado en 7
documentales, incluido uno de Jacques Cousteau. También lo llaman “La Madre
Teresa con pantalones”, “Soldado de Dios”, “El Santo de Madagascar” o “El
apóstol de la basura”.
Siendo muy
joven la congregación de San Vicente de Paul le ofreció viajar a Madagascar, y
no dudó. En ese lugar conoció la miseria: “Cuando llegué a Antananarivo, la
capital, vi miles y miles de personas que vivían de uno de los basurales más
grandes del mundo. Esa noche no dormí y le pedí a Dios que me de fuerzas para
rescatarlos de ahí”.
Y eso
hizo. Volvió a Argentina para ordenarse sacerdote en Luján y marchó a su lugar
en el mundo con los humildes. Le tomó tiempo ganar la confianza del pueblo y
utilizó el fútbol para acercarse a la población y romper con el estigma de ser
el único blanco. En 1990, puso la primera piedra en Akamasoa (que significa
“Los buenos amigos” en el idioma malgache), un lugar para los pobres. Para
quedarse a vivir allí solo es necesario trabajar, enviar los hijos al colegio y
respetar las normas básicas de convivencia. Akamasoa se convirtió en una gran
ciudad, con 17 barrios y 25 mil personas; siendo el 60% menores de 15 años. Hay
5 guarderías, 4 escuelas, un liceo para mayores y 4 bibliotecas. En total, 10
mil los escolarizados.
Este año
el Padre Pedro fue propuesto como candidato al Nobel de la Paz, pero no olvida
ni Argentina ni políticos: “Los planes sociales son lo peor que se le puede
hacer a un pobre. El asistencialismo debe existir siempre con trabajo. El que
no trabaja que no coma”, asegura y opina: “El país lo veo estancado, sin haber
crecido. Argentina, que puede darle de comer a toda África, no puede tener
gente con hambre”. Opeka dice que no hay que sacar las villas, sino
embellecerlas: “Las personas que viven ahí sienten ese lugar como propio, se
debe fomentar la idea de que las casas son su hogar y que cuanto más lindas
estén de una manera más digna van a poder vivir”.
El Padre
Pedro Opeka nació en el partido General San Martín (provincia de Buenos Aires)
el 29 de junio de 1948 y ya ha sido propuesto para Premio Nobel de la paz.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Unidos a María
Un pastor
protestante, que se convirtió a la fe católica al descubrir el amor de la
Virgen María, cuenta, en una carta dirigida a un amigo:
“Me
preguntas si es verdad que tengo una devoción hacia la Virgen María. En enero
de 1998, hemos tenido, mi mujer y yo, una experiencia asombrosa del rol de
María en nuestras vidas. En aquel momento, tenía el deseo profundo de ser
liberado de todas las raíces de amargura de mi vida, y el Señor me enseñó que
la fuente de mi problema era el odio que tenía contra mi madre a la que nunca
conocí. Este odio se extendió a las madres en general.
Por
una revelación del Espíritu Santo, Jesús rompió mi corazón al enseñarme que
tenía odio contra su madre. Con mucha tristeza y un gran arrepentimiento, lloré
y Jesús hizo un milagro: arrancó de mi corazón las raíces de 51 años de
amargura. Me dio su palabra en la Cruz: “¡He aquí a tu madre!” Me enamoré de
María y “la llevé a casa”.
Nadie
me convenció sino el Espíritu Santo mismo. María vino a tocarnos a mi esposa D.
y a mí. Desde entonces, nuestras vidas han sido transformadas.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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