PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2731
~ Miércoles 8 de Julio de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Nos pasamos la mayor parte del día
alimentándonos de pensamientos y moviéndonos por impulsos sin darnos cuenta de
que realmente son ellos los que llevan el control de nuestras vidas y no
nosotros.
Continuamente nos olvidamos de que
vivimos en un cuerpo con sentidos, sentimientos, pensamientos, emociones e
ideas. Detenerse y prestar atención a lo que sentimos, a lo que nos está
pasando en cada momento es una forma de estar presente y sentir que estamos
vivos.
Cuando camines por la calle, siente que
caminas por la calle; cuando abras la puerta, siente que abres la puerta;
cuando comas, siente que comes; cuando respires, siente que respiras; de este
modo y solamente así te escucharás, aprenderás y podrás empezar a conocerte.
Entonces verás que eres una maravillosa
criatura de Dios…
¡Buenos días!
Cercanía de Dios
La
lectura meditada de la Biblia te llevará a la vivencia de la cercanía del
Señor. Te parecerá escucharlo y decirte con dulce voz: “Yo estoy contigo. Aquí
a tu lado me tienes. Ni por un momento te desamparo. Déjame el cuidado de todas
tus cosas y todo te irá mejor”. Hoy la Reina de la Paz te invita a crecer en la
firme convicción de que Dios está contigo y te ama.
“¡Queridos hijos! También hoy los invito a
tener más confianza en mí y en mi Hijo. Él ha vencido con su muerte y
resurrección y los llama, para que a través de mí, sean parte de su alegría.
Hijitos, ustedes no ven a Dios pero, si oran, sentirán su cercanía. Yo estoy
con ustedes e intercedo ante Dios por cada uno de ustedes. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamado!”
La
clave está en la oración que alcanza poco a poco la meta señalada por san
Pablo: “Vivan dando gracias a Dios”, también, “En cualquier circunstancia
recurran a la oración y a la súplica””, y además, “Perseveren en la oración,
velando siempre en ella con acción de gracias”. Santa Teresa hablando de la
oración dice, “Se trata de amar mucho”.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, llamando a sus doce
discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para
curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son
éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de
Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano;
Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo
que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas
instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de
samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id
proclamando que el Reino de los Cielos está cerca». (Mt 10,1-7)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos muestra a Jesús
enviando a sus discípulos en misión: «A éstos doce envió Jesús, después de
darles estas instrucciones» (Mt 10,5). Los doce discípulos forman el “Colegio
Apostólico”, es decir “misionero”; la Iglesia, en su peregrinación terrena, es
una comunidad misionera, pues tiene su origen en el cumplimiento de la misión
del Hijo y del Espíritu Santo según los designios de Dios Padre. Lo mismo que
Pedro y los demás Apóstoles constituyen un solo Colegio Apostólico por
institución del Señor, así el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los
Obispos, sucesores de los Apóstoles, forman un todo sobre el que recae el deber
de anunciar el Evangelio por toda la tierra.
Entre los discípulos enviados en misión
encontramos a aquellos a los que Cristo les ha conferido un lugar destacado y
una mayor responsabilidad, como Pedro; y a otros como Tadeo, del que casi no
tenemos noticias; ahora bien, los evangelios nos comunican la Buena Nueva, no
están hechos para satisfacer la curiosidad. Nosotros, por nuestra parte,
debemos orar por todos los obispos, por los célebres y por los no tan famosos,
y vivir en comunión con ellos: «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al
Padre, y al colegio de los ancianos como a los Apóstoles» (San Ignacio de
Antioquía). Jesús no buscó personas instruidas, sino simplemente disponibles,
capaces de seguirle hasta el final. Esto me enseña que yo, como cristiano,
también debo sentirme responsable de una parte de la obra de la salvación de
Jesús. ¿Alejo el mal?, ¿ayudo a mis hermanos?
Como la obra está en sus inicios, Jesús
se apresura a dar una consigna de limitación: «No toméis camino de gentiles ni
entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la
casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt
10,5-6). Hoy hay que hacer lo que se pueda, con la certeza de que Dios llamará
a todos los paganos y samaritanos en otra fase del trabajo misionero.
Rev. D. Fernando PERALES i Madueño (Terrassa,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Procopio de
Cesarea
Mártir
Información haciendo clic acá
© Catholic.net
La frase de hoy
“El mejor maestro es el tiempo:
sin la necesidad de que hagas preguntas,
te da las mejores respuestas”
Tema del día:
No le tengas miedo a Dios
Cristo
aparece en el Evangelio como el gran exorcista del miedo. Se hace hombre para
librarnos de él. Nos enseña con el ejemplo de su vida, luminosa y sin
angustias. Nos asegura que nuestra vida es preciosa a los ojos del Padre y que
ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo,
entonces? ¿Del mundo? Él lo ha vencido (Jn 16, 23). ¿A quiénes temer? ¿A los
que matan, hieren, injurian o roban? Tranquilos: no tienen poder para más; al
alma ningún daño le hacen (Mt 10, 28). ¿Al demonio? Cristo nos ha hecho fuertes
para resistirle (1 Pe 5, 8) ¿Quizás al lujurioso o al déspota latente en cada
uno de nosotros? Contamos con la fuerza de la gracia de Cristo, directamente
proporcional a nuestra miseria (2 Cor 12, 10).
En el
pasaje en el que camina sobre agua, Cristo avanza un paso más: tampoco debemos
tenerle miedo a Dios. Jesús se acercó caminando sobre las aguas a la barca de
los discípulos. ¿Para darles un susto o con la intención de asombrarles? No. Se
proponía solamente manifestarles su poder, la fuerza sobrenatural del Maestro
al que estaban siguiendo.
Pero su
milagro, en vez de suscitar una confianza ciega en el poderoso amigo, provoca
los gritos de los aterrados apóstoles. Es un fantasma -decían temblando y
corriendo seguramente al extremo de la barca-. San Pedro es el único que domina
su papel. Escucha la voz de Cristo: Soy yo, no temáis, comprende y aprovecha
para proponerle un reto inaudito: caminar él también sobre las aguas. Y de
lejos, traída por el fuerte viento, le llega claramente la inesperada
respuesta: Ven.
Muy
similar a aquella que todos los cristianos escuchamos en algunos momentos de
nuestra vida. Después de haber conocido un poco a Cristo -aun entre brumas-,
comenzamos a seguirle y, de repente, recibimos boquiabiertos la invitación de
Cristo: Ven.
Ven: sé consecuente, sé fiel a esa fe que profesas.
Ven: el mundo está esperando tu testimonio de
profesional cristiano.
Ven: tu hermano necesita tu ayuda, tu tiempo... tu
dinero.
Ven: tus conocidos desean, aunque no te lo pidan, que
les des razón de tu fe, de tu alegría.
Y la
petición de Cristo sobrepasa, como en el caso de Pedro, nuestra capacidad. No
vemos claramente la figura de Cristo. O dirigimos la mirada hacia otro sitio.
El viento sopla. Las dificultades se agigantan... y estamos a punto de
hundirnos o de regresar a la barca. Sentimos miedo de Cristo.
¡Miedo de Cristo! Sin atrevernos a
confesarlo abiertamente, ¿cuántas veces no lo hemos sentido?
¡Miedo de Cristo! Esa sensación de
quererse entregar pero sin abandonarse por temor al futuro...
¡Miedo de Cristo! Ese temor a afrontar
con generosidad mi pequeña cruz de cada día.
¡Miedo de Cristo! Esa fuente de desazón y
de intranquilidad porque, claro, el tiempo pasa, y ni realizo los planes de
Dios ni llevo a cabo los míos.
¿Cómo se
explica ese miedo de Dios? ¿Dónde puede estar nuestra vida y nuestro futuro más
seguros que en sus manos? ¿Es que la Bondad anda maquinándonos el mal cuando
nos pide algo? ¿Es que Él no es un Padre? ¿Por qué, entonces, le tememos? ¿De
dónde proviene ese miedo?
Sólo hay
una respuesta: de nosotros mismos. El miedo no es a Dios. Es a perdernos, a
morir en el surco. Amamos mucho la piel como para desgarrarla toda en el
seguimiento completo de Cristo. Y Cristo no es fácil. Duro para los amigos de
la vida cómoda y para quienes no entienden las duras paradojas del Evangelio:
morir para vivir, perder la vida para ganarla, salir de sí mismo para
encontrarse.
No todos
lo entienden. Se requiere sencillez, apertura de espíritu y, como Pedro, pedir
ayuda a Cristo.
Quiero confiar en Ti, Señor, para estar seguro de
que en Ti encontraré la plenitud y felicidad que tanto anhelo. Deseo esperar en
Ti, estar cierto de que en Ti hallaré la fuerza para llegar hasta el final del
camino, a pesar de todas las dificultades. Aumenta mi confianza para que esté
convencido de que Tú nunca me dejarás si yo no me aparto de Ti.
Autor: P. José Luis Richard
Nuevo vídeo
Hay un nuevo vídeo subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de
esta página.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Unidos a María
La corona
de María en el Cielo son los hijos que ha salvado por su misericordia. En este
mundo luchamos para obtener un buen puesto de trabajo, en la sociedad, en la
política; pero ¿por qué no buscamos obtener un buen puesto allá arriba junto a
la Virgen Santísima? ¿Por qué no tratamos de vivir de tal manera que formemos
parte de la corona de la Virgen por toda la eternidad? Porque la Virgen tiene
como corona en el Paraíso a todos los salvados por su mediación. Tal vez alguno
diga: “Yo soy muy pecador, estoy perdido, soy un demonio.” Perfectamente bien.
Pero María es la Reina de la Misericordia, y la Misericordia actúa donde hay
miseria que consumir. Entonces cuanto más miserables y pecadores seamos, más
derecho tenemos de ser socorridos por María y más gracias y dones recibiremos
de Ella, y así seremos joyas en su corona por toda la eternidad. Acudamos a
María sin miedo y obtendremos gracias inimaginables, una de ellas será la de
formar su séquito en el Cielo.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.