domingo, 30 de noviembre de 2014

Pequeñas Semillitas 2530

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2530 ~ Domingo 30 de Noviembre de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico, y lo hacemos con cuatro domingos que llamamos Adviento, dedicados a esperar la venida del Señor, tal como hemos venido publicando en varias ediciones recientes de “Pequeñas Semillitas” y como seguiremos meditando en estas semanas que nos llevan a la Navidad.
Pero además, hoy se inicia el “Año de la Vida Consagrada”, establecido por el Papa Francisco y que se extenderá hasta el 2 de febrero de 2016.
Las finalidades u objetivos son:
1. Dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada y especialmente por los cincuenta años de renovación de la misma según las enseñanzas del Concilio.
2. Abrazar el futuro con esperanza, confiados en el Señor, al cual los consagrados ofrecen toda su vida.
3. Vivir el presente con pasión, evangelizando la propia vocación y testimoniando al mundo la belleza del seguimiento de Cristo en las múltiples formas en las cuales se expresa la vida consagrada.
Con ocasión del Año de la Vida Consagrada, el Papa Francisco concederá indulgencia plenaria a todos los miembros de las instituciones de vida consagrada y a los demás fieles católicos. Para obtener la indulgencia, se debe cumplir primeramente con las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre. Así pues, los fieles católicos de todo el mundo podrán obtener las indulgencias para ellos mismos o para las almas del Purgatorio.

¡Buenos días!

Un pastor filósofo
“Acepto”. Esta es la actitud adecuada para recuperar la paz, para dejar de sufrir tanto ante las dificultades y los imprevistos que rompen tus planes. “Acepto” quiere decir que no te amargas ante lo inevitable, que no consumes tus energías con lamentos por lo que no puedes cambiar. Significa también que no te llenas inútilmente de nerviosismos…

Un individuo iba paseando por el campo y encontró un pastor. Por empezar una conversación con él, lo saludó y le preguntó:  —¿Qué tiempo cree usted que tendremos hoy, buen hombre? Y el pastor le contestó: —El tiempo que yo quiero. El otro, lógicamente, se quedó extrañado de la respuesta y le dijo: —¿Y cómo está tan seguro que hará el tiempo que usted quiere? Y aquí el pastor le explicó su teoría:  —Mire; cuando me di cuenta que no siempre puedo tener lo que quiero, aprendí una cosa que me ha sido muy útil: querer siempre lo que tengo. Por esto estoy tan seguro que hará el tiempo que yo quiero.

Hay una oración muy buena para recordar cuando te sucedan esas cosas desagradables que no pueden cambiarse: “Señor, concédeme fortaleza para solucionar lo que tiene solución; pero, valor para aceptar lo que ya no tiene vuelta; y sabiduría para reconocer la diferencia”. Es una sabia lección que se resume así: “Aceptar, olvidar, y seguir adelante”.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!». (Mc 13,33-37)

Comentario
Hoy, en este primer domingo de Adviento, la Iglesia comienza a recorrer un nuevo año litúrgico. Entramos, por tanto, en unos días de especial expectación, renovación y preparación.
Jesús advierte que ignoramos «cuándo será el momento» (Mc 13,33). Sí, en esta vida hay un momento decisivo. ¿Cuándo será? No lo sabemos. El Señor ni tan sólo quiso revelar el momento en que se habría de producir el final del mundo.
En fin, todo eso nos conduce hacia una actitud de expectación y de concienciación: «No sea que llegue (...) y os encuentre dormidos» (Mc 13,36). El tiempo en esta vida es tiempo para la entrega, para la maduración de nuestra capacidad de amar; no es un tiempo para el entretenimiento. Es un tiempo de “noviazgo” como preparación para el tiempo de las “bodas” en el más allá en comunión con Dios y con todos los santos.
Pero la vida es un constante comenzar y recomenzar. El hecho es que pasamos por muchos momentos decisivos: quizá cada día, cada hora y cada minuto han de convertirse en un tiempo decisivo. Muchos o pocos, pero —en definitiva— días, horas y minutos: es ahí, en el momento concreto, donde nos espera el Señor. «En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera —este momento único, que cada uno recuerda y en el cual uno hizo claramente aquello que el Señor nos pide— es importante; pero todavía son más importantes, y más difíciles, las sucesivas conversiones» (San Josemaría).
En este tiempo litúrgico nos preparamos para celebrar el gran “advenimiento”: la venida de Nuestro Amo. “Navidad”, “Nativitas”: ¡Ojalá que cada jornada de nuestra existencia sea un “nacimiento” a la vida de amor! Quizá resulte que hacer de nuestra vida una permanente “Navidad” sea la mejor manera de no dormir. ¡Nuestra Madre Santa María vela por nosotros!
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II

“Si Dios ‘viene’ al hombre,
lo hace porque en su ser humano
ha puesto una ‘dimensión de espera’
por cuyo medio el hombre puede acoger a Dios,
es capaz de hacerlo”
 
~San Juan Pablo II~

Tema del día:
Una Iglesia despierta

Las primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.

Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar, Cristo no nos encuentre dormidos».

La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Según Marcos, la orden de Jesús no es sólo para los discípulos que le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: Velad». No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.

Han pasado veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?

¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?

¿No hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta de que una Iglesia «dormida» a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida?

¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede despertar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?
José Antonio Pagola

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Un estímulo todos los días
Noviembre 30
Se va acercando la Navidad y estamos en un tiempo santo, tiempo de espera donde el corazón se va abriendo para recibir al Amado. En realidad siempre esperamos a Jesús. Esperamos que vuelva a renovarlo todo, a transformar el universo, a terminar con la injusticia y el dolor. No sabemos cuándo vendrá, pero lo esperamos.
Este tiempo de preparación para Navidad es una ocasión para alimentar ese espíritu de esperanza, para recordar que necesitamos a Jesús y que nos hace falta más de su presencia, más de su luz, más de su fortaleza. Por eso nunca creemos que ya estamos completos, nunca nos clausuramos en lo que ya hemos conseguido. Estamos abiertos a las promesas del Señor, que siempre nos abre nuevos horizontes.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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