sábado, 15 de noviembre de 2014

Pequeñas Semillitas 2515

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2515 ~ Sábado 15 de Noviembre de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
¿Sabías el hermoso significado de la señal de la cruz?
Es precioso por su historia, por su significado y por su poder. Es la señal de mi fe; muestra quién soy y lo que creo. Es el resumen del Credo. Es la señal de mi agradecimiento. Tengo que hacer con amor y emoción este gesto que me recuerda que Jesús ha muerto por mí. Es la señal de mi intención de obrar, no para la Tierra, sino para el Cielo. Al hacerla, y pronunciando estas misteriosas palabras "EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO" me comprometo a obrar:
• en el nombre del Padre que me ha creado,
• en el nombre del Hijo que me ha redimido,
• en el nombre del Espíritu Santo que me santifica.
En una palabra: a actuar como hija o hijo de Dios. Este signo es la señal de la consagración de toda mi persona. Al tocar mi frente ofrezco a Dios todos mis pensamientos. Al tocar mi pecho consagro a Dios todos los sentimientos de mi corazón. Al tocar mi hombro izquierdo le entrego todas mis penas y preocupaciones. Al tocar mi hombro derecho le consagro mis acciones. La señal de la Cruz es en sí misma fuente de grandes gracias. Debo considerarla como la mejor preparación a la oración, pero ya es en sí misma una oración, y de las más impresionantes. Es una bendición. Si me emociona ser bendecido por el Papa, por un Obispo, ¡Cuánto más ser bendecida por el mismo Dios! Señor, concédeme la gracia de hacer de mi señal de la cruz un "Heme aquí" motivador para la oración, para la acción, para mi día entero; así como una poderosa llamada de las bendiciones del cielo sobre mí.

¡Buenos días!

El picaflor enojado
La paciencia es una madurez. Vence la ira y los arrebatos de cólera Conseguirás la paciencia meditando en Jesús bondadoso, sufrido, servicial, y suplicándole vuelva tu corazón a semejanza del suyo, manso y humilde. Que el Señor te ayude a dar pasos para crecer en esta virtud tan necesaria.

Un joven picaflor solía visitar un jardín donde colocaron un gran espejo en forma de globo, para que en él se miraran las flores y las mariposas. Al día siguiente el picaflor entró como flecha en el jardín, pinchando aquí, pinchando allá a las flores que caían vencidas por los besos de su largo pico. De repente, vio relucir en el gran globo de cristal las flores de la planta que saqueaba. Seducido por sus deseos, fue a dar de picotazos al espejo. Como nunca había encontrado resistencia, se  encegueció por la ira y siguió picoteando hasta romperse el pico y caer moribundo por tierra, víctima de su locura (Daireaux).

¿No has comprobado que una palabra dura dicha en un acceso de ira te trajo semanas de amargura? Un refrán tibetano afirma: “la paciencia en un momento de enojo te evitará cien días de dolor”. Cada día pídele al Señor toda la paciencia que necesites. Dile “Concédeme hoy fortaleza, mucha paciencia y serenidad. Que nada ni nadie me perturbe”.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?». (Lc 18,1-8)

Comentario
Hoy, en los últimos días del año litúrgico, Jesús nos exhorta a orar, a dirigirnos a Dios. Podemos pensar cómo los padres y madres de familia esperan que —¡todos los días!— sus hijos les digan algo, que les muestren su afecto amoroso.
Dios, que es Padre de todos, también lo espera. Jesús nos lo dice muchas veces en el Evangelio, y sabemos que hablar con Dios es hacer oración. La oración es la voz de la fe, de nuestra creencia en Él, también de nuestra confianza, y ojalá fuera también siempre manifestación de nuestro amor.
A fin de que nuestra oración sea perseverante y confiada, dice san Lucas, que «Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Sabemos que la oración se puede hacer alabando al Señor o dando gracias, o reconociendo la propia debilidad humana —el pecado—, implorando la misericordia de Dios, pero la mayoría de las veces será de petición de alguna gracia o favor. Y, aunque no se consiga de momento lo que se pide, sólo el poder dirigirse a Dios, el hecho de poder contarle a ese Alguien la pena o la preocupación, ya será la consecución de algo, y seguramente —aunque no de inmediato, sino en el tiempo—, obtendrá respuesta, porque «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche?» (Lc 18,7).
San Juan Clímaco, a propósito de esta parábola evangélica, dice que «aquel juez que no temía a Dios, cede ante la insistencia de la viuda para no tener más la pesadez de escucharla. Dios hará justicia al alma, viuda de Él por el pecado, frente al cuerpo, su primer enemigo, y frente a los demonios, sus adversarios invisibles. El Divino Comerciante sabrá intercambiar bien nuestras buenas mercancías, poner a disposición sus grandes bienes con amorosa solicitud y estar pronto a acoger nuestras súplicas».
Perseverancia en orar, confianza en Dios. Decía Tertuliano que «sólo la oración vence a Dios».
Rev. D. Joan FARRÉS i Llarisó (Rubí, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Alberto Magno
Doctor de la Iglesia 
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

Palabras del Papa Francisco

“En la Eucaristía, nosotros encontramos a Jesús vivo y su fuerza,
y a través de Él entramos en comunión con nuestros hermanos en la fe:
aquellos que viven como nosotros aquí en la tierra
y aquellos que nos han precedido en la otra vida, la vida sin fin”
Papa Francisco

Tema del día:
Salir a la periferia
1) Para saber
En un artículo pasado considerábamos la respuesta que el Papa daba a los jóvenes sobre su secreto para la felicidad. Señalaba que su paz provenía de la confianza y el abandono que vivía en el Señor. Añadía que era preciso tener coraje en la oración y aguante para llevar las diversas incidencias de la jornada. Terminaba diciendo que le ayudaba además algo más: salir a la periferia.

¿Qué significa ese “salir a la periferia”? El Papa respondía que a él le ayuda no ver las cosas desde el centro, sino desde la periferia, porque se ven más claras: “Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús… La verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro… Eso a mí me ayuda”.

2) Para pensar
Y para poner un ejemplo y saber en qué consiste mirar las cosas desde la periferia, el Papa se refirió a que en esos días, hubo un gran encuentro mundial de penalistas en Roma. Estando hablando en privado con uno de ellos de sus experiencias, le decía al Papa que cuando va a la cárcel, él llora junto con el preso.

El Papa comentó: “Ahí tienes un ejemplo. Él ve la realidad, no solo del derecho, como juez penalista, sino desde la llaga que está allá. Y esta verdad la ve allá, la ve mejor y para mí es una de las cosa más lindas de estos días, que un juez te diga que tiene la gracia a veces de llorar con un preso. O sea ir a la periferia”.

San Juan de Dios, fundador de la Orden de Hospitalarios, tuvo en sus años jóvenes una vida azarosa. Sin embargo, se alistó en el ejército de Carlos V y acabó por dedicarse a la atención de los enfermos. Se cuenta que un día se encontró en la calle a un moribundo. Lo que hizo fue echárselo a la espalda y llevarlo al hospital. Allí lo acostó en una cama y le lavó los pies. Al ir a besárselos, vio con sorpresa que estaban heridos como los de Cristo y, levantando los ojos hacia el rostro del enfermo reconoció en él a Jesús que le miraba sonriente. Nuestro Señor le dijo: “Juan, todo lo que haces a los pobres, a Mí me lo haces. Sus llagas son mis llagas, ya Mí me lavas los pies cuando a ellos se los lavas”.

“Salir a la periferia” significa salir al encuentro de Cristo esté donde esté.

3) Para vivir
A veces “salir a la periferia” consistirá ir a un lugar donde se requiera nuestra ayuda: una familia necesitada, un hospital, la cárcel, etc. Pero en otras ocasiones no se necesitará desplazarnos porque a nuestro alrededor podremos encontrar gente que está padeciendo una necesidad o un sufrimiento, que podemos consolar o aliviar: una hermana, el cónyuge, un vecino…

Así pues, parte del secreto del por qué el Papa conserva esa paz y alegría en medio de un mundo difícil, se debe a que tiene la actitud de salir a la periferia, que es vivir siempre la caridad. Podemos imitarle y tener una actitud siempre despierta para acudir a quien lo necesite.
Pbro. José Martínez Colín

Humor

Una pareja va en camino a casarse y sufre un accidente fatal, terminando ante las puertas del Cielo. Cuando les toca el turno, le preguntan a San Pedro si habría posibilidad de realizar el matrimonio allí.
San Pedro les dice, "Pues no sé, es la primera vez que alguien pregunta eso. Déjenme ir a averiguar".
La parejita espera unos meses, y mientras pasa el tiempo, comienzan a tener dudas sobre lo del matrimonio, sobre todo con eso de la Eternidad. "Y si no funciona?", se preguntan, "nos tendremos que soportar para siempre?".
San Pedro regresa tres meses después, con aspecto de no haberlas pasado muy bien. "Sí", le informa a la pareja, "Se pueden casar aquí en el Cielo".
"¡Grandioso!", contesta la pareja, "pero, y si las cosas no funcionan, ¿podríamos también divorciarnos aquí en el Cielo?".
San Pedro, con la cara roja de molestia, tira su libreta de apuntes al suelo y exclama "¡Ah… no! Me tomó tres meses conseguir un cura aquí arriba. ¿Tienen alguna idea de cuánto me tomará conseguir un abogado?".
(con mucho respeto por los curas y por los abogados)

"Pequeñas Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío (moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com  con el título: “Suscripción a Pequeñas Semillitas”.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Un estímulo todos los días
Noviembre 15
Abrir el corazón a Dios es un regalo que él mismo nos hace. Es verdad que nosotros podemos rechazarlo y que, si nos cerramos, el amor de Dios no puede transformar nuestra vida. Pero también es verdad que nosotros no podemos abrir el corazón a un amor infinito si ese amor no nos capacita, si él no nos atrae, si él no nos estimula y nos eleva. Por eso decimos que la iniciativa siempre es de él.
Pero estamos muy acostumbrados a pensar que nosotros tenemos que hacerlo todo, que tenemos que comprar el afecto de los demás, que debemos merecer el amor de los demás.  Desde niños creemos que tenemos que hacer cosas para llegar a ser dignos de la atención y del cariño de nuestros padres. Por eso, en el fondo, también sentimos que tenemos que comprar el amor de Dios con nuestros esfuerzos, capacidades, logros y buenas acciones.
Pero ese amor infinito no se compra. Es completamente gratuito. Alégrate de que sea así. Hay un amor, el más grande y el más bello, que no se tiene que pagar, que no se tiene que merecer, que no se tiene que conquistar. Sólo hay que recibirlo, aceptarlo, gozarlo con un corazón agradecido.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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