PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2167 ~ Domingo
6 de Octubre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Jesús les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué
pequeña es vuestra fe!”. Los discípulos no protestan. Saben que tiene razón.
Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de
Dios; solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida de todos más
digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?
Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le
dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe es pequeña y débil.
Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien,
pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que
haga crecer su fe.
La crisis religiosa de nuestros días no respeta ni si
quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como
si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no
es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un creyente y un no
creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos hemos de
preguntar: ¿Somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo
amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida? Dios nos entiende. El despertará
nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de
nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para
sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él,
como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo
hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener una primera
experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día
percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por
Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de
él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor;
«Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza,
habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría
obedecido.
»¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando
y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No
le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que
haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que
agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros,
cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles;
hemos hecho lo que debíamos hacer’».
(Lc 17,5-10)
Comentario
Hoy, Cristo nos habla nuevamente de servicio. El
Evangelio insiste siempre en el espíritu de servicio. Nos ayuda a ello la
contemplación del Verbo de Dios encarnado —el siervo de Yavé, de Isaías— que
«se anonadó y tomó la condición de esclavo» (Flp 2,2-7). Cristo afirma también:
«Yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lc 22,27), pues «el Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por
todos» (Mt 20,28). En una ocasión, el ejemplo de Jesús se concretó realizando el
trabajo de un esclavo al lavar los pies de sus discípulos. Quería dejar así
bien claro, con este gesto, que sus seguidores debían servir, ayudar y amarse
unos a otros, como hermanos y servidores de todos, tal como propone la parábola
del buen samaritano.
Debemos vivir toda la vida cristiana con sentido de
servicio sin creer que estamos haciendo algo extraordinario. Toda la vida
familiar, profesional y social —en el mundo político, económico, etc.— ha de
estar impregnada de este espíritu. «Para servir, servir», afirmaba san
Josemaría Escrivá; él quería dar a entender que para “ser útil” es preciso
vivir una vida de servicio generoso sin buscar honores, glorias humanas o
aplausos.
Los antiguos afirmaban el “nolentes quaerimus” —«buscamos
para los cargos de gobierno a quienes no los ambicionan; a quienes no desean
figurar»— cuando había que hacer nombramientos jerárquicos. Ésta es la
intencionalidad propia de los buenos pastores dispuestos a servir a la Iglesia
como ella quiere ser servida: asumir la condición de siervos como Cristo.
Recordemos, según las conocidas palabras de san Agustín, cómo debe ejercerse
una función eclesial: «Non tam praeesse quam prodesse»; no tanto con el mando o
la presidencia sino, más bien, con la utilidad y el servicio.
+ Rev. D. Josep VALL i Mundó (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Bruno
Fundador de los Cartujos
San Bruno, presbítero, que, oriundo de Colonia, en
Lotaringia, enseñó ciencias eclesiásticas en la Galia, pero deseando llevar
vida solitaria, con algunos discípulos se instaló en el apartado valle de
Cartuja, en los Alpes, dando origen a una Orden que conjuga la soledad de los
eremitas con la vida común de los cenobitas. Llamado por el papa Urbano II a
Roma, para que le ayudase en las necesidades de la Iglesia, pasó los últimos
años de su vida como eremita en el cenobio de La Torre, en Calabria (1101).
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Gracias, Señor, por mis manos
Ningún trabajo es
insignificante o despreciable, cualquier ocupación merece que pongamos todas
nuestras fuerzas y nuestra creatividad en ella. “Si alguien está llamado a ser
barrendero, debería barrer las calles como Miguel Ángel pintaba, como Beethoven
componía música o como Shakespeare escribía versos”, (M. L. King). Aprecia y
agradece tus manos.
Gracias Señor, por mis manos. Gracias por las
dos. Por mi dedo pulgar, por el índice, por todos, gracias. Gracias, por todo
lo lindo que hice con ellas. Gracias, por lo bien que me obedecen, porque nunca
se me niegan. Gracias, cuando trabajan y se ensucian, cuando duelen, cuando
rezan, cuando acarician. Gracias por lo bien que se mueven y lo poco que
descansan. No me castigues en ellas, ni permitas que con ellas yo castigue a
nadie. Dale manos así a todos los niños, a todos los hombres, a quien las
necesite para servirte. Gracias todos los días, cada hora, cada minuto,
siempre. Gracias Señor, ¡gracias por mis manos!
El trabajo
honrado y responsable nos libera del aburrimiento, de entregarnos a los vicios,
y nos proporciona los recursos para remediar nuestras necesidades
fundamentales. Es una bendición de Dios. Trabaja con gusto y acabarás sintiendo
gusto por el trabajo. “El que no quiera trabajar, que no coma”, escribió san
Pablo a los de Tesalónica. Que tengas un día de acción.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“La fe en Cristo es libertad que nace de la conversión
personal
y abre a la
comunión con todos los hombres…
La fe conjuga justicia y oración,
y ésta es la actitud más adecuada para encontrar a
Emmanuel”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
La Fe
Hoy nos dice el
evangelio que le pidieron los apóstoles a Jesús: “Auméntanos la fe”. Y Jesús
con una gran franqueza les dice algo así: Lo que es fe de verdad no tenéis ni
un poquito. Quizá tenían un concepto de fe diferente de lo que Jesús les quería
enseñar y nos quiere enseñar hoy a todos. Los apóstoles acababan de escuchar de
labios de Jesús lo del perdón, que debían perdonar siempre y no acababan de
entenderlo. Quizá entonces le pidieron a Jesús mayor capacidad de entender. Hay
muchos que se quedan, al pensar en la fe, con este significado, que también
puede ser, de entender o al menos saber las verdades reveladas. Pero también
los demonios creen.
Hoy Jesús nos
dice que con un poco de fe podemos hacer maravillas. Y en cuanto a lo poco pone
el ejemplo de un grano de mostaza, que es una semilla muy pequeñita, pero que
tiene la fuerza de engendrar un árbol. Lo de arrojar un árbol al mar era un
ejemplo gráfico de las maravillas que puede hacer la fe. Quizá Jesús en ese
momento, al hablar del sicomoro, que era una higuera con muchas hojas y sin
frutos, quería representar al pueblo de Israel, con una fe engañosa. Pues hasta
esa manera de ser puede hacerse cambiar con fe. En el mundo hay muchas cosas
malas, y en la Iglesia muchas cosas que no funcionan bien. Para que cambien,
debemos comenzar haciendo que nuestra actitud sea muy diferente y mucho más
positiva. Esto será por medio de la fe.
Entonces… ¿Qué es
la fe? El Concilio Vaticano II dice que por la fe “el hombre se entrega entera
y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y
voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela”. No es sólo aceptación de verdades, sino que
es aceptación de la voluntad de Dios, es entrega de mi mente y de mi corazón a
lo que Dios quiere. La fe no es un sentimiento, sino una actitud de todo el
ser. La fe, como nos enseña Jesús, indica una total confianza en Dios Padre,
seguridad en su amor, en que todo lo hace bien, en que nos ama como a hijos muy
queridos y todo lo ordena para nuestro bien. Y esto a pesar de tantas
injusticias que hay en el mundo, hambre, violencia y dolor, de modo que parece
que Dios guarda silencio y hasta muchos le echan la culpa de los males. Pero el
creyente sabe que no puede echar la culpa a Dios de los males del mundo. La
persona que tiene fe no es fatalista, porque sabe que se puede vencer el mal
con el bien, el odio con amor. Esto es tener una nueva visión de la realidad;
algo así como un ciego de nacimiento que comience a ver.
La fe da sentido
a la vida en este caminar. La fe nos da alegría en medio de las dificultades.
La fe nos puede dar una respuesta adecuada a tantas injusticias. Por eso dice
el profeta Habacuc en la primera lectura de hoy: “El justo vive de la fe”. El
injusto, dice, “tiene el alma hinchada”. Por eso para tener fe hay que ser
sencillos, sin grandes pretensiones, como nos dice Jesús hoy en la última
parte: hacer lo que debemos hacer, que es cumplir la voluntad de Dios, que al
fin y al cabo es nuestra mayor felicidad. Es ponernos en las manos de Dios en
acto de servicio. Este “servicio” nos engrandece y da sentido a nuestra vida,
hasta ver que el mismo Dios se pone a servirnos.
Esta fe aparece esplendorosa
en la Virgen María, cuando dice: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi
según tu palabra”. Quizá tengamos sólo una fe infantil, inmadura e interesada,
pero debe crecer y ser adulta. Esta fe es un don de Dios. Por eso debemos
pedirla al Señor; y pedir como los apóstoles que nos la aumente.
P. Silverio Velasco (España)
Nuevo artículo en
“Juan Pablo
II inolvidable”
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Costa Rica nos agradecen las oraciones hechas por Ervin A. que ha conseguido una
estabilidad laboral, y por Tere C. U.
que ya maneja niveles de azúcar en su cuerpo dentro de la normalidad. Demos
gracias a Dios.
Desde Santa Tecla, El Salvador, Ana T. nos escribe y dice: “Hace unos meses pedí oración porque me
iba a someter a una operación de un tumor en el ovario. Hoy hace una semana que
me operaron y gracias a Dios todo salió excelente, alabo y bendigo al Señor por
este milagro recibido y gracias a todos los que oraron por mí”.
De Buenos Aires, Argentina, Liliana Z. nos escribe para agradecer a Dios y a quienes rezaron
por ella, ya que está tolerando bien la quimioterapia. Nos unimos en la oración
y lo hacemos también por su nieto Máximo, de 4 añitos, y por la unión de la
familia.
Desde Quito, Ecuador, Martha agradece a Dios y a María
Auxiliadora por haber ayudado a su sobrino Steven
Rafael a superar con bien los exámenes que tenía que dar par pasar al
siguiente año escolar.
“Intimidad Divina”
Domingo 27 del
Tiempo Ordinario
La Liturgia del día está enteramente centrada en el tema
de la fe. El profeta Habacuc se lamenta ante Dios de la situación desolada de
su pueblo. En lo interno iniquidad, porque Israel es infiel a su Dios, y en lo
externo, prepotencia y violencia, porque el país está sometido a la acción
devastadora de los enemigos, los cuales son instrumento de la justicia divina para
castigo de los judíos, pero no menos pecadores que éstos. Es el escándalo del
triunfo del mal que parece destruir el bien y envolver en su ruina a los mismos
buenos. Dios, al fin, responde a su profeta con una visión que quiere se
escriba con toda claridad para adoctrinamiento de cuantos vengan después;
exhorta ante todo a la constancia, porque se hará justicia, pero a su tiempo…
Esta enseñanza es para el israelita como para el cristiano, y para el creyente
de todos los tiempos; es válida en cualquier circunstancia de la vida de los
individuos, de los pueblos y de la Iglesia. Aun cuando todo se desarrolla como
si Dios no existiese o no lo viese, es preciso permanecer firmes en la fe. Dios
no puede tardar en intervenir, e intervendrá ciertamente a favor de los que creen en él y a él se
confían. “En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm
8, 28).
La segunda lectura desarrolla otro aspecto de la fe: como
testimonio valeroso de Cristo y del Evangelio. Escribe San Pablo a Timoteo: “No
tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma
parte de los duros trabajos del Evangelio según las fuerzas que Dios te dé”. El
Apóstol intrépido, que había afrontado luchas y riesgos innumerables por la fe
y tenía a gloria estar encadenado por Cristo, podría con todo derecho exhortar
a su discípulo y colaborador a no intimidarse por las dificultades, sino a
sufrir con él por el Evangelio. El cristiano que no está dispuesto a sufrir
algo por su fe, no podrá resistir los envites de los enemigos. Es humano que en
ciertas circunstancias broten de nuevo la timidez o el miedo, pero serán
vencidos con “la fuerza de dios” y “con la ayuda del Espíritu Santo que habita
en nosotros”. Pues el Espíritu ha sido dado a los fieles para sostener su
debilidad y para hacerlos capaces de confesar el nombre del Señor.
Tras estas reflexiones surge espontánea la plegaria que
se lee en el Evangelio: “Señor, auméntanos la fe” (Lc 17, 5-10). Para creer sin
titubear, para permanecer fieles a Dios en las adversidades o en las luchas
contra la fe, se precisa una fe sólida y robusta, como sólo Dios la puede dar.
A los Apóstoles que se la pedían un día les dijo Jesús: “Si tuvierais fe como
un grano de mostaza, dirías a esa morera ‘Arráncate de raíz y plántate en el
mar’ y os obedecería” (ib. 6). Lenguaje figurado que expresa la omnipotencia de
la fe. Jesús no pide mucho, pide un poquito de fe como el pequeñísimo grano de
mostaza, bastante menor que la cabeza de un alfiler; pero si es fe sincera,
viva, convencida, será capaz de cosas mucho mayores, inconcebibles desde un
punto de vista humano. Jesús quiere educar a sus discípulos en una fe sin
incertidumbres ni titubeos, en un una fe que apoyándose en la fuerza de Dios,
todo lo cree, todo lo espera, a todo se atreve y persevere invencible, aun en
las vicisitudes más ásperas y oscuras.
Dios todopoderoso y
eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te
suplican: derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra
conciencia de toda iniquidad y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a
pedir (Misal Romano, Colecta).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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