PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2163 ~
Miércoles 2 de Octubre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Leemos en el
portal de oración: Si estuviéramos solos frente al demonio, la lucha sería
desigual, porque el diablo, por ser un ángel, es superior en naturaleza a los
hombres. Entonces es que el Señor ha puesto a nuestro lado un Ángel Custodio, a
quien nosotros tenemos que invocar frecuentemente, porque él puede actuar en
tanto y en cuanto nosotros le invocamos.
Efectivamente
nuestro Ángel de la Guarda está muy condicionado para actuar a que nosotros lo
invoquemos, pues si no lo invocamos en nuestra ayuda, muy poco o nada puede
hacer por nosotros.
Por eso tenemos
que rezar todos los días, varias veces por día, una oración al Ángel de la
Guarda… Si hacemos así, entonces nunca el demonio nos podrá hacer ningún
verdadero mal, porque estaremos protegidos por nuestro Ángel Guardián.
En igual sentido,
San Francisco de Sales decía: “Familiarízate
con los ángeles y contémplalos con frecuencia en el espíritu; ya que, sin ser
vistos, están presentes a tu lado”.
Hoy, en el día en
que recordamos especialmente a los Ángeles Custodios, recordemos esa vieja
oración que nuestra mamá nos enseñó hace ya muchos años: “Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de
día”.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo:
«Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a
enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus
muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te
seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de
Dios».
(Lc 9,57-62)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad
y no menor insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento
radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué
simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la
vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten
excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones...
La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús.
Radical, no sólo porque toda su duración quiere estar bajo la guía del
Evangelio (porque comprende, pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre
todo- porque todos sus aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más
ordinarios- quieren ser y han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo
que nos anima. En efecto, desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una
persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el
Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes
vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana,
porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas
raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.
El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género
humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres
(...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas
más simples e inocentes. Por esto dice: Las zorras tienen guaridas, y las aves
del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza»
(San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el
Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos
crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu,
la fuente de toda humildad e inocencia.
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de
Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
Santoral Católico:
Los Ángeles Custodios
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y
facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a
este respecto San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una
de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su
custodia”.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada
hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma
y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al
Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de
cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo
momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte,
cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni
siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio
para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las
tentaciones que se presentan en la vida.
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
La Biblia te
ofrece la palabra sagrada, escrita por autores inspirados por Dios. Sabía él
muy bien en medio de qué tinieblas viviríamos sus hijos en los siglos
venideros, y por amor a nosotros asistió con sus dones a los escritores del
libro santo, para que consignaran todo y solo lo que él les inspiraba. Son
cartas de amor de Dios para ti. Debes leerlas pues con fe y amor.
En una de sus cartas, San Jerónimo, el máximo
doctor de la Sagrada Escritura, cuenta que era muy aficionado a leer autores
profanos; le encantaban los libros de Cicerón, Virgilio y Plauto. Pero un buen
día recibió una gracia singular: mientras dormía se vio transportado al
tribunal de Dios, que le preguntó con gran severidad quién era. "Soy
cristiano", respondió Jerónimo. Mientes —le replicó el soberano Juez—. Tú
eres ciceroniano, porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Y dio
orden que lo azotaran. "Comprendí muy bien, al despertar —continúa el
santo—, que aquello había sido más que un sueño, pues aún llevaba marcados en
mis espaldas los golpes del látigo que había recibido. Desde entonces comencé a
leer la Biblia con más entusiasmo que el que había puesto en la lectura de los
autores profanos”.
Al leer la
Palabra de Dios, no lo hagas como si leyeras un libro más. Empieza con la
invocación del Espíritu Santo para que su don de sabiduría disponga tu mente a
recibir el mensaje que Dios ha preparado especialmente para ti ese día. La
presencia de Dios en su Palabra es una realidad que hay que captar en la fe.
Que el Espíritu te guíe e ilumine.
Padre Natalio
La frase de hoy
“No vemos a los ángeles;
pero en las avenidas oscuras de la angustia,
se acercan y nos llaman…
¡Se parecen a ellos las personas queridas
y no son sino ángeles los seres que nos aman!”
Almafuerte
Tema del día:
Los ángeles del cielo
¿Qué son los ángeles? Espíritus que contemplan a Dios y
que viven en medio del misterio. Espíritus que participan de la alegría divina
y colaboran en sus planes sobre los hombres débiles y necesitados de ayuda y protección.
Por eso los ángeles sufrirán, de algún modo que no
podemos imaginar, al ver que hay corazones que se cierran al amor o pierden la
esperanza. O se alegrarán profundamente cuando vean que otros corazones lloran
por sus pecados e inician el camino del regreso al Amor de Dios.
El Evangelio nos habla de fiestas y gozo entre los
ángeles por cada pecador convertido. Cada vida es importante para Dios, es
observada por los ángeles, es bendecida de mil formas por compañeros celestes
que nos invitan a soñar en el cielo que nos espera.
Dios desea que algunos ángeles intervengan en nuestras
vidas. Por eso en la Biblia encontramos la narración de presencias angélicas.
Especialmente bella resulta la salida de san Pedro de la cárcel, guiado por un
ángel. Ya en la calle exclama fuera de sí: "Ahora
me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado
de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos"
(Hch 12,11).
Es muy conmovedora la historia de Tobit y de su hijo
Tobías, a los que Dios envió el arcángel Rafael. Sólo al final, cuando Tobías
ha podido contraer matrimonio con Sarra, y cuando Tobit ha recuperado la vista,
los dos descubren que habían sido ayudados por un ángel.
El mismo Rafael les explica cómo había intervenido en sus
vidas:
"Cuando tú y
Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía ante la Gloria del Señor
el memorial de vuestras peticiones. Y lo mismo hacía cuando enterrabas a los
muertos. Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando la comida, para
esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba. También ahora me
ha enviado Dios para curarte a ti y a tu nuera Sarra. Yo soy Rafael, uno de los
siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor"
(Tb 12,12-15).
Rafael añade inmediatamente, para tranquilizar a sus
amigos, estas palabras llenas de afecto: "No
temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre. Si he estado con
vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad
de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar. Os ha
parecido que yo comía, pero sólo era apariencia. Y ahora bendecid al Señor
sobre la tierra y confesad a Dios" (Tb 12,17-20).
Servidores de Dios y amigos de los hombres: así son los
ángeles. Las palabras de Rafael nos llenan de alegría y esperanza. Con la ayuda
angélica podemos descubrir el amor de Dios y recibir una fuerza concreta,
oportuna, en tantas pruebas de la vida.
Por eso hemos de sentirnos invitados a dar gracias a
Dios, porque no deja sin recompensa ningún gesto de amor que podamos ofrecer a
los hermanos nuestros más necesitados. Porque nos envía, en ocasiones
totalmente inesperadas, un ángel que rompa nuestras cadenas y nos lleve a
descubrir lo inmensamente bello que es el Amor del Padre de los cielos.
Autor: P. Fernando Pascual LC / Fuente: Catholic.net /
Imagen: Google
Poesía: Ángel
Mi alma despiertas, te necesito más que a las estrellas.
Eres mi torre y mi inmenso mar.
Mi universo es para ti, y las noches en que pienso en ti.
Si he de llorar tú estarás,
para acompañarme en mi soledad.
Me despierto y te pienso, me alegras el día,
aunque algo pase, tú me das la salida.
Bendito eres, por darme tu luz y enseñarme el camino
que conduce hacia Jesús.
Que nunca en mi vida me falte tu amor,
que tu inspiración siempre baje de los cielos
y que tu paz amanse mi esmero.
Que cada una de mis poesías sean bendiciones para ti
y para todo aquel que la lea sepan que siempre estarás
aquí.
Autora: Aisha Rosario Maysonet
Web: Las voces de los
ángeles
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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Ítalo
Francisco D., que vive en Guatemala, que será operado de cáncer de próstata,
rogando a Dios que le conceda la salud que necesita.
Pedimos oración por el descanso eterno del alma de la
señora Teresa O. F., fallecida hace
unos días en Colombia. Que el Señor la reciba en su seno y que su familia tenga
la paz espiritual confiando en la Vida Eterna que Jesús nos ha prometido.
Pedimos oración por dos personas de Costa Rica: por Nuria A., para que el Señor y la Virgen
le reparen un trabajo; y también por el embarazo de Fabiola M.C. para que todo transcurra bien y protegida por la Santísima
Virgen.
Pedimos oración por los exámenes que se va a realizar
Oscar D. M., en Nicaragua, para que por la gracia de Dios, todo salga bien.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
Espíritu de temor
“Saldrá un vástago del tronco de José… Reposará sobre él
el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Dios” (Is 11, 1-2).
Isaías presenta al futuro Mesías como aquel sobre quien se derramará la
plenitud del Espíritu de Dios con todos sus dones. Basándose en este texto, la
tradición católica habla de siete dones del Espíritu Santo, desdoblando el
último en dos –don de temor y de piedad–, dones otorgados en el bautismo a todo
creyente. Pero más útil que fijarse en la distinción de los dones, es
considerar su unidad, pues en sustancia no son sino un único don, que es al
mismo tiempo luz para la inteligencia, amor y fuerza para la voluntad, ciencia
y sabiduría, espíritu de adopción y de temor filial, y puede tomar matices y
aspectos infinitos según el beneplácito divino. “Todas estas cosas las obra un
mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su
voluntad” (1 Cr 12, 11). Esta unidad en los dones explica cómo el espíritu de
temor pueda juntarse con el de amor o adopción sin contradicción alguna. Pues
el don de temor de Dios, inspirado por el Espíritu Santo, no es propiamente
temo de castigo, sino sobre todo, temor reverencial a la majestad infinita de
Dios, el cual existía hasta en la humanidad sacratísima de Cristo.
En el hombre, expuesto siempre mientras vive en la tierra
a la triste posibilidad de pecar, el Espíritu Santo, junto con la reverencia a
dios y como consecuencia de ella, infunde el temor de ofender al Señor, Padre
amantísimo, de desagradarle y contristarle. Jesús no excluyó este santo temor
de la oración confidencial que enseñó a sus discípulos: “y no nos dejes caer en
la tentación, más líbranos del mal” (Mt 6, 13). No es concebible que tiente
Dios al hombre para inducirlo al pecado, porque como dice Santiago, “Dios no
tienta a nadie” (1, 13). Pero Dios permite las pruebas; la misma fe, exigiendo
fidelidad aun cuando el creer resulta duro y oscuro, implica una prueba. Por
otra parte están las tentaciones que provienen de las pasiones, del mundo y del
Maligno; según San Mateo, el texto original del Padre Nuestro, dice
propiamente: “líbranos del Maligno”. El espíritu de temor, don del Espíritu
Santo, desnuda al hombre de toda presunción y autosuficiencia y lo hace
humilde, consciente de su debilidad y por eso de su necesidad de recurrir a la
ayuda del Padre celestial, no tanto para ser liberado de las pruebas y
tentaciones de la vida, cuanto para ser protegido y no fallar en la fidelidad a
él.
¿Cómo no temer si en este destierro el pecado está
siempre al acecho y hay siempre peligro de perder a Dios y su amor? El temor
filial, con todo, no produce miedo o angustia, porque está siempre acompañado
de confianza plena en el Padre celestial. Su manifestación más propia es “una
verdadera determinación de no hacer cosa que entienda ser ofensa de Dios”, por
mínima que sea, “ni dejar de hacer lo que parece cosa de su servicio”; por eso
conduce a una gran delicadeza de conciencia inspirada en el amor. Santa Teresa
de Jesús escribe: “Tu deseo sea de ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu
dolor, que no le gozas, y tu gozo, de lo que te puede llevar allá” (A 69). El
temor filial va siempre unido al deseo y al amor de Dios, porque procede del
mismo y único espíritu de amor que es el Espíritu Santo.
Aunque más gustos y
prendas de amor el Señor os dé, nunca tanto andéis seguras, que dejéis de temer
podéis tornar a caer… Pues, Padre Eterno, ¿qué hemos de hacer sino acudir a Vos
y suplicaros no nos traigan estos contrarios nuestros en tentación? Cosas
públicas vengan, que con vuestro favor mejor nos libraremos; mas estas
traiciones, ¿quién las entenderá, Dios mío? Siempre hemos menester pediros
remedio. Decidnos, Señor, alguna cosa para que nos entendamos y aseguremos…
Pues, Buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo vivir sin mucho sobresalto
en guerra tan peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos dio Su Majestad, es
“amor y temor”; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir
mirando adonde ponemos los pies para no caer. (Santa Teresa de Jesús, Camino)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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