PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2428 ~ Domingo
10 de Agosto de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Mateo ha recogido el recuerdo de una tempestad vivida por
los discípulos en el mar de Galilea para invitar a sus lectores a escuchar, en medio
de las crisis y conflictos que se viven en las comunidades cristianas, la
llamada apremiante de Jesús a confiar en él.
La Iglesia puede atravesar situaciones muy críticas y
oscuras a lo largo de la historia, pero su verdadero drama comienza cuando su
corazón es incapaz de reconocer la presencia salvadora de Jesús en medio de la
crisis, y de escuchar su grito: «iÁnimo, soy yo, no tengáis miedo!».
El verdadero problema de la Iglesia no es la
secularización progresiva de la sociedad moderna, ni el final de la “sociedad
de cristiandad” en la que se ha sustentado durante siglos, sino nuestro miedo
secreto a fundamentar la fe sólo en la verdad de Jesucristo.
No nos atrevemos a escuchar los signos de estos tiempos a
la luz del Evangelio, pues no estamos dispuestos a escuchar ninguna llamada a
renovar nuestra manera de entender y de vivir nuestro seguimiento a Jesús. Sin
embargo, también hoy es él nuestra única esperanza. Donde comienza el miedo a
Jesús termina nuestra fe.
José Antonio Pagola
¡Buenos días!
El poder de las palabras
Una palabra
cualquiera puede ocasionar una discordia. Una palabra cruel puede destruir una
vida. Una palabra amarga puede crear odio. Una palabra brutal puede golpear y
matar. Una palabra agradable puede suavizar el camino. Una palabra a tiempo
puede ahorrar un esfuerzo. Una palabra alegre puede iluminar el día. Una
palabra con amor puede curar y bendecir.
Un rico mercader pensó dar un banquete.
Ordenó al esclavo que fuera a comprar la mejor comida. Trajo del mercado un
plato donde había una lengua preparada. —¿Lengua? ¿Es éste el plato más
delicioso? Sí, señor. Con la lengua Ud. consuela, hace amigos, reza a Dios,
canta y dice “yo te amo”. El mercader, no muy convencido, se propuso probar la
sabiduría de su esclavo. Le ordenó que volviera al mercado y que le trajera el
peor de los alimentos. Al volver el esclavo mostró el plato elegido. —¡Lengua
otra vez! —Sí, lengua. Con ella se provocan intrigas, celos, se blasfema, se
maldice, se engaña al hermano, se insulta a la madre y se ofende al padre… No
hay nada peor ni nada mejor que la lengua. Depende del uso que Ud. haga.
(Esopo)
“No profieran
palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas,
para que resulten edificantes oportunamente y hagan bien a aquellos que las
escuchan” (Efesios 4, 29). San Francisco de Sales escribió: “El trato cortés y
delicado es la crema de la caridad”. Que este mensaje oriente cada día tu
conducta. Hasta mañana.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus
discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla
mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al
monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la
barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua.
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo,
pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no
tengáis miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti
andando sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a
andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento,
le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». En seguida Jesús
extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?». En
cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante
Él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios». (Mt 14,22-33)
Comentario
Hoy, la experiencia de Pedro refleja situaciones que
hemos experimentado también nosotros más de una vez. ¿Quién no ha visto hacer
aguas sus proyectos y no ha experimentado la tentación del desánimo o de la
desesperación? En circunstancias así, debemos reavivar la fe y decir con el
salmista: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 85,8).
Para la mentalidad antigua, el mar era el lugar donde
habitaban las fuerzas del mal, el reino de la muerte, amenazador para el
hombre. Al “andar sobre el agua” (cf. Mt 14,25), Jesús nos indica que con su
muerte y resurrección triunfa sobre el poder del mal y de la muerte, que nos
amenaza y busca destrozarnos. Nuestra existencia, ¿no es también como una
frágil embarcación, sacudida por las olas, que atraviesa el mar de la vida y
que espera llegar a una meta que tenga sentido?
Pedro creía tener una fe clara y una fuerza muy
consistente, pero «empezó a hundirse» (Mt 14,30); Pedro había asegurado a Jesús
que estaba dispuesto a seguirlo hasta morir, pero su debilidad lo acobardó y
negó al Maestro en los hechos de la Pasión. ¿Por qué Pedro se hunde justo
cuando empieza a andar sobre el agua? Porque, en vez de mirar a Jesucristo,
miró al mar y eso le hizo perder fuerza y, a partir de ese instante, su confianza
en el Señor se debilitó y los pies no le respondieron. Pero, Jesús «le extendió
la mano [y] lo agarró» (Mt 14,31) y lo salvó.
Después de su resurrección, el Señor no permite que su
apóstol se hunda en el remordimiento y la desesperación y le devuelve la confianza
con su perdón generoso. ¿A quién miro yo en el combate de la vida? Cuando noto
que el peso de mis pecados y errores me arrastra y me hunde, ¿dejo que el buen
Jesús alargue su mano y me salve?
Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del Vallès,
Barcelona, España)
Palabras de San Juan Pablo II
"¡Hombres y mujeres del tercer milenio!
Dejadme que os repita:
¡Abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado,
que viene ofreciendo la paz!
Donde entra Cristo resucitado,
con Él entra la verdadera paz"
San Juan Pablo II
Tema del día:
La fe serena en el Señor
Jesús acababa de realizar el milagro de la multiplicación
de panes y peces. Hoy nos dice el evangelio que “obligó a sus discípulos a
marcharse en la barca mientras El despedía a la gente”. Este es un gesto severo
por parte de Jesús, que realiza cuando tiene alguna tentación. La tentación,
según nos cuenta el evangelista san Juan, era que la gente, después del
milagro, quería proclamar a Jesús como rey. No habían entendido el sentido
mesiánico de la vida de Jesús sufriente y servidor. Pensaban en un Mesías
triunfante, que, como entonces, les pudiera dar siempre de comer. Jesús sabía
que los apóstoles no estaban lejos de esas ideas y que se unirían a la idea de
proclamarlo rey material. Por eso les obliga a marcharse y con paciencia
procura tratar de convencer a la gente para que se vayan en paz. Jesús entonces
se retira al interior de aquel monte a orar. Pediría fuerzas a su Padre para
continuar en su misión.
Se nos habla después de la tormenta que se suscita en
torno a la barca donde iban los apóstoles. Según el modo oriental de escribir,
aquí de manera simbólica quiere hablar de varias tormentas. En primer lugar la
tormenta que había en el alma de los apóstoles. Luchaban con la idea que habían
aprendido siempre sobre el sentido de grandeza humana que se daba al Mesías y
lo que veían hacer y decir a Jesús. En su alma se mezclaba la fe con la duda.
También en nosotros hay fe y hay tempestades. El poder de Jesús no consiste en
que no se levanten tempestades, sino en que se haga sentir en medio de ellas.
Por eso Jesús se hace presente en medio de la tempestad.
Dice el evangelio que Jesús se acercó caminando sobre el
agua. El agua, según el lenguaje simbólico de la Biblia, representa muchas
veces las fuerzas del mal. Jesús siempre está por encima del mal para darnos la
paz en el bien. Dios siempre nos da la paz. Todo lo que produce intranquilidad
no es de Dios, sino del diablo. Los apóstoles creen que es un fantasma y
gritan; pero Pedro, que es el más voluntarioso, cuando ha escuchado la voz de
su Maestro, que les quiere dar confianza, le pide su permiso para caminar hacia
Él y Jesús le dice: “Ven”. En nuestra vida también hay momentos donde se nos
hace difícil tomar una decisión, porque nos parece que todo está en contra. Si
escuchamos la voz de Dios que nos dice: “ven”, vayamos con valentía. La fe
serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e
inseguridades.
Y san Pedro comenzó a hundirse. Su fe se tambaleó ante
las dificultades: Dejó de mirar a Jesús y se fijó más en las dificultades que
lo rodeaban. Pero gritó: “Señor, sálvame”. Este es el gran ejemplo para nuestra
vida. Habrá momentos en que todo parece que se hunde y aun las cosas que
creemos haber hecho para la gloria de Dios. En esos momentos tengamos al menos
la suficiente fe como para clamar a Dios: “Sálvame”. Y en verdad que sentiremos
la mano amorosa de Jesús que como a Pedro nos levanta. Quizá oigamos, como lo
oyó Pedro, la voz cariñosa que nos advierte: “¿Por qué has dudado?”. Nosotros
le digamos con amor: “Jesús, en ti confío”.
Y subiendo Jesús a la barca, se calmó el viento. A través
de los comentaristas más antiguos este
pasaje es símbolo de lo que pasa en la Iglesia. Quizá san Mateo lo escribía
pensando ya en lo que pasaba en su comunidad cristiana. A través de la historia
ha tenido y tiene la Iglesia muchas dificultades que provienen desde el
interior y del exterior de ella. Ha habido muchos escritores que han creído que
esa barca eclesial estaba ya a pique. Pero desconocían la fuerza de la
presencia de Jesús en ella. No es sólo una presencia simbólica y externa, como
puede ser representada en la jerarquía, que puede fallar o la pueden hacer
desaparecer por cierto tiempo, sino es una presencia real, positiva, que a veces
se deja sentir en medio de una gran tormenta o que a veces se presenta en ella
y en cada uno de nosotros de una manera suave como la brisa. Así se manifiesta
la presencia de Dios al profeta Elías en la primera lectura de hoy, cuando está
perseguido y cree que todo está hundido.
P. Silverio Velasco (España)
En el “Día del niño”:
Dame un corazón de niño
Virgen María, Madre de Dios,
dame un corazón de niño,
puro y transparente
como el agua de una fuente.
Dame un corazón sencillo
que no se goce
en la amargura de la tristezas.
Un corazón grande para darse
y tierno a la compasión.
Un corazón fiel y generoso
que no olvide ningún beneficio
ni guarde ningún rencor.
Dame un corazón manso y humilde,
que ame sin exigir ser amado,
que goce desapareciendo en otro corazón
y dispuesto a hacer la voluntad divina.
Dame un corazón grande y valiente
que no se cierre por ninguna ingratitud
ni se canse por ninguna indiferencia.
Dame un corazón
atormentado sólo por la gloria de Jesús,
herido por su Amor
con una herida que no se cierre
sino en la vida eterna.
-L. de Grandmaison-
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Un estímulo todos los días
Agosto 10
“Señor, a veces me siento débil en mi cuerpo, en mi
interior, en mi relación con los otros. Siento que cualquier persona o
cualquier cosa pueden hacerme daño o doblegarme. Pero la verdad es que tú estás
conmigo. Necesito que penetres con tu fuerza creadora todo mi ser.
Arranca de mí todo sentimiento negativo que me debilite
por dentro. Purifica mi interior de toda confusión que me haga sentir
íntimamente frágil. Llévate todas las cosas muertas que ocupan mi interior y no
me dejan entregarme a la vida.
Renuncio a todo lo que ya murió y me lanzo hacia adelante
con la pujanza del Espíritu Santo.
Señor, con esa potencia que creó todo lo que existe,
llena de vigor mi existencia, para que experimente tu poderío divino que me
protege y me fortalece cada día. Amén.”
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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