PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2432 ~ Jueves
14 de Agosto de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La felicidad no depende de lo que pasa a nuestro
alrededor… sino de lo que pasa dentro de nosotros.
La felicidad se mide por el espíritu con el cual nos
enfrentamos a los problemas de la vida.
La felicidad… ¡es un asunto de valentía!; es tan fácil
sentirse deprimido y desesperado…
La felicidad… ¡es un estado de ánimo!; no somos felices
en tanto no decidamos serlo.
La felicidad… ¡no consiste en hacer siempre lo que
queramos!; pero sí en querer todo lo que hagamos.
La felicidad nace de poner nuestro corazón en el trabajo…
y de hacerlo con alegría y entusiasmo.
La felicidad, no tiene recetas… cada quien la cocina con
el sazón de su propia meditación.
La felicidad… ¡no es una posada en el camino… sino una
forma de caminar por la vida!
Eliezer Caro Martínez
¡Buenos días!
El astrónomo
Es hermoso que
alimentes en el corazón grandes ideales para movilizar tus ocultas energías.
Pero, al mismo tiempo trata de ser realista cuidando los pequeños esfuerzos que
te conducirán al logro de tus sueños. Te ofrezco una fábula que puede ayudarte
a armonizar tus sueños y aspiraciones, con la a veces dura realidad de cada
día.
Tenía un astrónomo la costumbre de pasear
todas las noches estudiando los astros. Un día que vagaba por las afueras de la
ciudad, absorto en la contemplación del cielo, sin darse cuenta cayó en un
pozo. Estaba lamentándose y dando voces, cuando acertó a pasar un hombre que,
oyendo sus lamentos, se le acercó para saber el motivo; enterado de lo
sucedido, dijo: —Amigo mío, quieres ver lo que hay en el cielo y no ves lo que
hay en la tierra… Esopo.
Existen dos
clases de personas: las que pasan la vida soñando, y las que dan vida a sus
sueños. “Nada cura mejor las heridas que un bello sueño: ¿quién no arriesga la
vida por un bello sueño? ¿Qué sería de mí de ti sin un bello sueño? Pero no
olvides que hay una gran distancia entre tus sueños y la realidad”. También
ayuda darse un porrazo, si te has embriagado con sueños…
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas
veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete
veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar
cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le
debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese
vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: «Ten paciencia
conmigo, que todo te lo pagaré». Movido a compasión el señor de aquel siervo,
le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus
compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía:
«Paga lo que debes». Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: «Ten
paciencia conmigo, que ya te pagaré». Pero él no quiso, sino que fue y le echó
en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido,
se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su
señor entonces le mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné a ti
toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte
de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?». Y encolerizado su
señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto
mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno
a vuestro hermano».
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió
de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán. (Mt
18,21—19,1)
Comentario
Hoy, preguntar «¿cuántas veces tengo que perdonar las
ofensas que me haga mi hermano?» (Mt 18,21), puede significar: —Éstos a quienes
tanto amo, los veo también con manías y caprichos que me molestan, me
importunan cada dos por tres, no me hablan... Y esto un día y otro día. Señor,
¿hasta cuándo los he de aguantar?
Jesús contesta con la lección de la paciencia. En
realidad, los dos colegas coinciden cuando dicen: «Ten paciencia conmigo» (Mt
18,26.29). Mientras la intemperancia del malvado, que ahogaba al otro por poca
cosa, le ocasiona la ruina moral y económica, la paciencia del rey, a la vez
que salva al deudor, a la familia y sus bienes, engrandece la personalidad del
monarca y le genera la confianza de la corte. La reacción del rey, en labios de
Jesús, nos recuerda aquello del libro de los Salmos: «Mas el perdón se halla junto
a ti, para que seas temido» (Sal 130,4).
Está claro que nos hemos de oponer a la injusticia, y, si
es necesario, enérgicamente (soportar el mal sería un indicio de apatía o de
cobardía). Pero la indignación es sana cuando en ella no hay egoísmo, ni ira,
ni necedad, sino deseo recto de defender la verdad. La auténtica paciencia es
la que nos lleva a soportar misericordiosamente la contradicción, la debilidad,
las molestias, las faltas de oportunidad de las personas, de los
acontecimientos o de las cosas. Ser paciente equivale a dominarse a uno mismo.
Los seres susceptibles o violentos no pueden ser pacientes porque ni
reflexionan ni son amos de sí mismos.
La paciencia es una virtud cristiana porque forma parte
del mensaje del Reino de los cielos, y se forja en la experiencia de que todo
el mundo tenemos defectos. Si Pablo nos exhorta a soportarnos los unos a los
otros (cf. Col 3,12-13), Pedro nos recuerda que la paciencia del Señor nos da
la oportunidad de salvarnos (cf. 2Pe 3,15).
Ciertamente, ¡cuántas veces la paciencia del buen Dios
nos ha perdonado en el confesionario! ¿Siete veces? ¿Setenta veces siete?
¡Quizá más!
Rev. D. Joan BLADÉ i Piñol (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Maximiliano Kolbe
Presbítero y Mártir
Memoria de san Maximiliano María (Raimundo) Kolbe,
presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir, que fue
fundador de la Milicia de María Inmaculada. Deportado a diversos lugares de
cautiverio, finalmente, en el campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca
de Cracovia, en Polonia, se ofreció a los verdugos para salvar a otro cautivo,
considerando su ofrecimiento como un holocausto de caridad y un ejemplo de
fidelidad para con Dios y los hombres (1941). Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“No te rindas, por favor no cedas; aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay
fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo
también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora
y el mejor momento” Mario Benedetti
Tema del día:
Los tiempos de Dios
Tres tiempos ha pensado Dios para el desarrollo de la
historia de la humanidad, dentro del gran misterio que representa Su Plan para
nosotros.
Los primeros tiempos fueron los de la Creación, los
tiempos del Padre que con Su Pensamiento y Su Voluntad creó todo lo que nos
rodea. Y fueron también los tiempos de la Fe: Fe en la existencia de un Dios
único, omnipotente, lleno de amor por sus criaturas. Pero, fue el propio hombre
el que corrompió la perfección de esa creación, haciendo uso de su voluntad,
del libre albedrío que Dios le dio. Y fue utilizando mal ese libre albedrío que
el hombre volvió a caer, una vez más, olvidándose en forma creciente del Dios
Creador.
Dios Padre abrió entonces la puerta a los segundos
tiempos: los de la Redención, los tiempos de la Salvación, tiempos del Hijo. Y
sin dudas que estos tiempos fueron los de la Esperanza, ya que el Mesías nos
trajo el anuncio del Reino, la promesa de un futuro de felicidad. La llegada de
Cristo abrió las puertas del Cielo y también abrió nuestros corazones al Arca
en que Dios quiso resguardarnos de los males del mundo: María. ¿Acaso podía el
Padre elegir un modo imperfecto en el acto de dar Su naturaleza Humana al
Hombre Dios, a Su Hijo?. Los tiempos de la redención no pueden entenderse,
entonces, sin unir a Madre e Hijo, Redentor y Corredentora, en la Pasión,
Muerte y Resurrección que nos conducen a la esperanza de una vida de plenitud.
Y fue el mismo Jesús quien anunció la llegada del tercer
tiempo en la historia de la humanidad, al anticipar la venida del Espíritu
Santo, Espíritu de Santificación. Estos son, entonces, los tiempos de la
Santificación. Y son también los tiempos de la caridad, ya que el Espíritu
Santo es Espíritu de Amor, como Jesús nos lo enseñó con su nuevo y principal
mandamiento. De este modo, el Espíritu de Dios se derrama sobre el mundo,
buscando los corazones que le den acogida, que lo dejen actuar. Somos los
hombres los que debemos reconocer y facilitar su accionar, por el camino de la
humildad y el amor. En estos tiempos es el Espíritu Santo el que habla a través
de quienes Evangelizan y llevan el mensaje renovado (¡una vez más!) por obra
del Soplo Divino. Llevar a las almas a Dios es la caridad perfecta, es el amor
que difunde el mensaje de Salvación.
De este modo hemos visto una humanidad que ha recorrido
distintas etapas a lo largo de su historia:
Los tiempos del Padre, de la Creación, del Pensamiento
Divino que todo lo hizo. Fueron tiempos de Fe.
Los tiempos del Hijo, de la Redención, del amor del Padre
expresado en el Hombre Dios, nacido de la Nueva Eva, la Mujer Perfecta. Son los
tiempos de la Esperanza.
Y finalmente los tiempos del Espíritu Santo, de la
Santificación, del amor derramado sobre el mundo. Tiempos de Caridad.
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creación, Redención y
Santificación. Fe, Esperanza y Caridad.
Dios ha desarrollado su Plan de manera perfecta, dejando
que en cada tiempo se manifieste un aspecto nuevo y maravilloso de Su
Divinidad. Es un camino con un destino cierto, un destino de plenitud. Cuando se
haya alcanzado esa plenitud, cuando el plan esté completo, estaremos en
condiciones de presenciar el gran final que el Señor nos tiene preparados.
¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Solo Él lo sabe!
Oscar Schmidt
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Un estímulo todos los días
Agosto 14
“Dios mío, hoy quiero desprenderme de las personas que
amé y ya no están conmigo. Algunos dejaron este mundo, pero mi vida sigue
adelante.
Hoy estoy ante ti para presentarte a esos seres que ya
murieron. Porque con tu amor infinito les diste la vida, les hiciste conocer
esta tierra, y Jesús derramó su sangre para salvarlos. Estuviste a su lado en cada momento de su existencia.
Hoy te pido, Señor, que los purifiques con tu luz divina.
Concédeles que entren a tu banquete feliz en compañía de todos los santos, allí
donde ya no hay nada que temer, allí donde por fin encontramos la verdadera
felicidad.
Mira, Señor, todas sus obras buenas, sus mejores deseos,
las acciones generosas que puedan haber realizado. Porque tú sabes premiar todo
lo bueno. Tú que comprendes nuestras debilidades y eres infinita misericordia,
te pido que no tengas en cuenta sus imperfecciones. A los que murieron dales,
Señor, el descanso eterno y que brille para ellos la luz que no tiene fin.
Allí en tu gloria celestial hay pura alegría y belleza,
allí hay vida pura. Porque la felicidad perfecta sólo se halla en esa vida
contigo, en el lugar puro de la luz y de la paz, donde tú secas toda lágrima, y
curas para siempre todo dolor. Allí todas las inquietudes desaparecen, porque
tu divina presencia lo calma todo, lo invade todo con su hermosura. Por eso ya no quiero atar a ese ser querido
que se fue. Me libero de él y lo libero de mí. Enciéndelo con tu loco amor.
Te doy gracias por el tiempo que lo tuve a mi lado, y te
pido que me ayudes a continuar bien esta vida y a seguir viviendo en paz.
Amén.”
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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