domingo, 2 de marzo de 2008

Pequeñas Semillitas 0324

PEQUEÑAS SEMILLITAS



Número 0324 ~ Domingo 2 de Marzo de 2008
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)





Hola !!!
Al iniciar esta edición de "Pequeñas Semillitas" correspondiente al domingo cuarto de Cuaresma, he querido traer este breve relato del jesuita Anthony de Mello, que dice lo siguiente:
Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas, cuando lo vió el filósofo Aristipo, quien vivía confortablemente gracias a su hipocresía, adulando permanentemente al rey. Y le dijo Aristipo:
-Si aprendieras a ser más sumiso con el rey, no tendrías como cena éste plato de lentejas.
A lo que replicó Diógenes:
-Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que vender tu alma adulando al rey.




Evangelio de hoy



En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo». Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?». Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate’. Yo fui, me lavé y vi». Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?». El respondió: «No lo sé».
Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?». Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de Él, ya que te ha abierto los ojos?». Él respondió: «Que es un profeta».
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?». Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo». Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él».
Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?». Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?». Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es». El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?». Y le echaron fuera.
Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es». Él entonces dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante Él. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos». Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: ‘Vemos’ vuestro pecado permanece».
(Juan 9, 1-41)

Comentario
Hoy, cuarto domingo de Cuaresma —llamado domingo “alegraos”— toda la liturgia nos invita a experimentar una alegría profunda, un gran gozo por la proximidad de la Pascua.
Jesús fue causa de una gran alegría para aquel ciego de nacimiento a quien otorgó la vista corporal y la luz espiritual. El ciego creyó y recibió la luz de Cristo. En cambio, aquellos fariseos, que se creían en la sabiduría y en la luz, permanecieron ciegos por su dureza de corazón y por su pecado. De hecho, «No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista» (Jn 9,18).
¡Cuán necesaria nos es la luz de Cristo para ver la realidad en su verdadera dimensión! Sin la luz de la fe seríamos prácticamente ciegos. Nosotros hemos recibido la luz de Jesucristo y hace falta que toda nuestra vida sea iluminada por esta luz. Más aun, esta luz ha de resplandecer en la santidad de la vida para que atraiga a muchos que todavía la desconocen. Todo eso supone conversión y crecimiento en la caridad. Especialmente en este tiempo de Cuaresma y en esta última etapa. San León Magno nos exhorta: «Si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días de Cuaresma nos invitan a hacerlo de manera más urgente».
Sólo una cosa nos puede apartar de la luz y de la alegría que nos da Jesucristo, y esta cosa es el pecado, el querer vivir lejos de la luz del Señor. Desgraciadamente, muchos —a veces nosotros mismos— nos adentramos en este camino tenebroso y perdemos la luz y la paz. San Agustín, partiendo de su propia experiencia, afirmaba que no hay nada más infeliz que la felicidad de aquellos que pecan.
La Pascua está cerca y el Señor quiere comunicarnos toda la alegría de la Resurrección. Dispongámonos para acogerla y celebrarla. «Vete, lávate» (Jn 9,7), nos dice Jesús… ¡A lavarnos en las aguas purificadoras del sacramento de la Penitencia! Ahí encontraremos la luz y la alegría, y realizaremos la mejor preparación para la Pascua.
Rev. D. Joan Antoni Mateo i García (La Fuliola-Lleida, España)



Santoral y Efemérides


En el Santoral Católico hoy se conmemora a San Nicolás de Flue.

Otros santos del día:Los Mártires de los Lombardos.

Un cordial saludo para los amigos que llevan sus nombres.

Algunos de los hechos más importantes ocurridos en un día como hoy en la Historia fueron:

1561 - El capitán Pedro del Castillo funda la ciudad argentina de Mendoza.
1810 - Nace Joaquin Vicente Pecci, elegido Papa con el nombre de León XIII.
1855 - Muere el zar Nicolas I, de Rusia.
1876 - Nace Eugenio Pacelli, que fue Papa con el nombre de Pío XII.
1878 - Ignacio Veintemilla se proclama dictador de la República de Ecuador por segunda vez.
1891 - Celebración en España de las primeras elecciones legislativas por sufragio universal.
1917 - El Congreso de los Estados Unidos reforma el Acta Orgánica para que Puerto Rico pueda ser territorio de la Unión.
1931 - Nace Mijail Gorbachov, ex presidente de la URSS.
1939 - El cardenal Eugenio Pacelli es elegido Papa, con el nombre de Pío XII.
1946 - Ho Chi Minh es elegido presidente de Vietnam.
1956 - Marruecos adquiere el estatuto de nación independiente tras un acuerdo con Francia.
1967 - Muere José Martínez Ruiz, "Azorín", escritor español.
1970 - Rodesia del Sur, antigua colonia británica, se proclama República independiente.
1972 - Es lanzado al espacio el Pioner X llevando un mensaje de la humanidad destinado a los hipotéticos seres inteligentes de otros mundos.



Pensamiento



"La cruz ha venido a ser para nosotros la Cátedra suprema de la verdad de Dios y del hombre. Todos debemos ser alumnos de esta Cátedra. Entonces comprenderemos que la cruz es también cuna del hombre nuevo".
Juan Pablo II



Guías


Todos tenemos algo que guía nuestra vida.
Los diccionarios definen el verbo guiar como “mover, conducir o empujar”. Sea que conduzcas un automóvil, claves algo o golpees una pelota de golf, eres tú quien guía, empuja o mueves ese objeto en ese instante. ¿Qué es lo que guía tu vida?

Quizás lo que te guía en esos momentos sea un problema, un plazo o una exigencia. Puede que seas un mal recuerdo, un temor constante o una costumbre involuntaria. Hay cientos de circunstancias, razones y sentimientos que guían tu vida. A continuación te presento las cinco más comunes:

# A muchos los guía la culpa.

Se pasan toda la vida huyendo de sus errores y ocultando sus vergüenzas. Quienes cargan culpas son controlados por sus recuerdos. Permiten que su futuro sea controlado por su pasado. Sin darse cuenta, se castigan a sí mismos. Saboteando sus propios logros. Cuando Caín pecó su culpa lo separó de la presencia de Dios, y el Señor le dijo: “en el mundo serás un fugitivo errante” (Génesis 4:12)
Eso describe a la mayoría de la gente va por la vida sin propósito alguno. Somos el resultado de nuestro pasado, pero no tenemos que ser prisioneros del mismo. El propósito de Dios no esta sujeto a tu pasado.
Él, convirtió a Moisés en un líder y a Gedeón en un héroe valiente, también puede hacer cosas increíbles con lo que te queda de vida.
Dios es experto en dar borrón y cuenta nueva a la gente. La Biblia dice: “Feliz el hombre que sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo”. (Salmo 32:1)

# A muchos los guía la ira y el resentimiento.

Se aferran a heridas que nunca logran superar. En vez de sacarse el dolor por medio del perdón, lo repiten una y otra vez en sus mentes. Los que viven motivados por el resentimiento se “enclaustran” e interiorizan su ira; otros “estallan” y explotan ante los demás. Ambas reacciones son dañinas e inútiles.
El resentimiento siempre te daña más a ti que a la persona con la que estas resentido. Mientras la persona que te ofendió quizás olvide la ofensa y siga su vida, tú continúas hirviendo de dolor, perpetuando el pasado.
Escucha bien: los que te hicieron daño en el pasado no pueden seguir haciéndotelo a menos que te aferres al dolor mediante el resentimiento. ¡Lo pasado, pasado está! Nada lo podrá cambiar. Te estás haciendo daño a ti mismo con tu amargura. Por tu propio bien, aprende de todo eso y libérate. La Biblia dice: “Entregarse a la amargura o a la pasión es una necedad que lleva a la muerte” (Job 5:2)

# A muchos los guía el temor.

Sus temores pueden ser el resultado de una experiencia traumática, de falsas expectativas, de haber sido criados en un hogar de disciplina rígida o incluso de una predisposición genética. Cualquiera que fuere la causa, las personas condicionadas por el temor pierden oportunidades porque temen aventurarse a emprender cosas. Van a lo seguro, evitando riesgos y tratando de mantener el statu quo.
El temor es un tipo de cárcel que tu mismo te impones, impidiéndote llegar a ser lo que Dios.
Debes reaccionar contra eso con las armas de la fe y el amor. La Biblia dice: “La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor no hay temor. Al contrario, el verdadero amor quita el miedo. Si alguien tiene miedo de que Dios lo castigue, es porque no ha aprendido a amar”. (1 Juan 4:18)

# A muchos los guía el materialismo.

El deseo de adquirir se convierte en la meta principal de sus vidas. Este deseo de querer siempre más se basa en la idea equivocada de que cuanto más tengas serás más feliz, más importante y vivirás más seguro, pero los tres conceptos son erróneos. Las posesiones sólo proveen felicidad temporal. Como las cosas no cambian, tarde o temprano nos aburrimos de ellas, entonces queremos otras nuevas, más grandes y más modernas.
No deja de ser un mito eso que “Cuanto más tenga, más importante soy” Cuanto valemos como persona y cuanto valemos por lo que tenemos no es lo mismo. No se puede determinar cuánto vales por las cosas que posees y Dios dice que ¡las cosas más valiosas en la vida no son los bienes que posees!
El mito más común con respecto al dinero es que cuanto más tengas, más seguro estarás. No es así. Se pueden perder las riquezas por muchas razones que están fuera de tu control… La verdadera seguridad se fundamenta en algo que no te pueden quitar: tu relación con Dios.

# A muchos los guía la necesidad de ser aceptados.

Permiten que las expectativas de sus padres, cónyuges, profesores o amistades controlen sus vidas. Muchos adultos siguen tratando de ganarse la aceptación de sus padres, a quienes es imposible agradar.
A otros los guía la presión de los amigos, preocupándose siempre por el “que dirán”. Tristemente aquellos que siguen al mundo, por lo general se pierden en él. Desconozco todas las claves del éxito, pero tratar de agradar a todo el mundo es una de las claves del fracaso.
Ser influenciado por la opinión de los demás te garantiza perder los propósitos de Dios para tu vida. Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6:24)

Hay otras influencias que pueden guiar tu vida, pero todas terminan en un callejón sin salida. Por ejemplo potencial sin poder usarlo, estrés innecesario y una vida vacía. Esta jornada te enseña a llevar una vida con propósito, una vida guiada, controlada y dirigida por los propósitos de Dios. Nada es más importante que conocer los propósitos de Dios para tu vida y nada puede compensarte el no conocerlos; ni siquiera el éxito, la fama, la riquezas o los placeres. Sin un propósito, la vida es una marcha sin sentido, un movimiento sin dirección y sucesos sin motivos. La vida sin propósito es trivial, insignificante e inútil.

Del libro “Una vida con propósito”.
Autor: Rick Warren
Enviado por Cornelio Antonio Salazar Reyes





Biografías : Eugenio Pacelli (Pío XII)



Eugenio Pacelli nació en Roma el 2 de marzo de 1876. Perteneciente a una familia dedicada al servicio papal, tuvo como padre a un abogado muy prestigioso que trabajó toda su vida en función de los intereses de la Santa Sede. Eugenio hizo sus primeros estudios en una escuela católica privada, cuyo director Giuseppe Marchi, era un confeso antisemita que gustaba ilustrar a sus alumnos acerca de la “dureza” de corazón de los judíos. Las controvertidas actitudes que tendría Pío XII en relación a los judíos durante toda su vida quizás se las deba en gran parte al señor Marchi.

Eugenio Pacelli era alto y flaco, con una nariz aquilina, de constitución delicada y desde niño demostró una gran inteligencia y capacidad memorística. Era capaz de recordar libros enteros después de una sola leída. Le complacía el estudio de las lenguas, clásicas y modernas, tocaba el violín y el piano, era un excelente nadador y durante sus ratos libres gustaba montar a caballo. Eugenio fue durante toda su vida una persona solitaria y reservada, que ya desde su más temprana edad profesaba una devoción religiosa y un amor por el estudio poco comunes. Rara vez dejaba traslucir sus estados de ánimo y ninguna de las personas que estuvieron a su lado pudieron llegar a desentrañar su más íntimo pensamiento. Eugenio Pacelli fue ordenado sacerdote en el año 1899 cuando contaba apenas 23 años de edad. A partir de ese momento inicia una carrera meteórica hacia las altas jerarquías de la iglesia, indudablemente favorecido por los contactos que le establecía su prestigioso padre. A los 25 años ya trabajaba en la Secretaría de Estado del Vaticano. Habiendo culminado con éxito sus estudios en derecho eclesiástico y civil, en 1902 el Papa Pío X lo nombra miembro de la comisión encargada de revisar y establecer una nueva codificación de las leyes canónicas, con el objetivo de promulgar un nuevo Código de Derecho Canónico. En 1911 es nombrado subsecretario de la Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y, a partir de 1914, se convierte en secretario de la misma. En 1917 es elegido como Nuncio en Baviera, siendo consagrado por el papa Benedicto XV arzobispo titular de Sardes.

Desde Munich el nuncio Pacelli fue un estrecho colaborador del papa en sus esfuerzos por aliviar a las víctimas de la primera guerra mundial. Durante la guerra Pacelli demostró poseer un gran valor personal y en medio de las peores miserias humanas sus palabras de aliento y su acción caritativa aliviaron las penas de miles de heridos, huérfanos y viudas. Su prestigio pronto superó las fronteras de Baviera y en 1920 es nombrado primer Nuncio ante la nueva República de Weimar. En 1924 firma el Concordato de la Santa Sede con Baviera y en 1929 sus esfuerzos denodados culminaron con la histórica firma del Concordato entre Alemania y la Santa Sede.

Ese año es nombrado cardenal y antes de despedirse de Alemania advierte acerca del peligro que representaba el auge del nacionalsocialismo para el mantenimiento de la paz. Lamentablemente en esa ocasión su mensaje de advertencia no fue escuchado o su preocupación parecía exagerada para los líderes de su época. Durante sus años en Alemania el pensamiento de Pacelli con respecto al antisemitismo sufrió un cambio complejo. Por un lado su vida en una sociedad xenófoba afirmó su sentimiento de desprecio hacia los judíos en el sentido cristiano de culpar a los judíos por la muerte de Cristo. Pero Pacelli era absolutamente contrario a cualquier tipo de violencia y sentía repugnancia por la ideología alemana de entonces que abiertamente pedía el exterminio o la expulsión de los elementos judíos.

El fenómeno del nacionalsocialismo era una síntesis de los peores sentimientos del pueblo alemán, hábilmente explotados por Adolf Hitler y sus secuaces. Pero el antisemitismo y el odio por los extranjeros no eran un invento de Hitler sino un sentimiento ancestral del pueblo alemán. Cuando Pacelli llegó a Alemania en 1920, el partido de Hitler era uno más entre los cientos de movimientos racistas y nacionalistas que se extendían por todo el país favorecidos por la grave crisis social y económica que atravesaba Alemania. Pero en 1929 el nacionalsocialismo era ya uno de los partidos más importantes de Alemania y sus ideales abiertamente expresados en cuanto a una guerra de expansión (Lebensraum o espacio vital) y el aniquilamiento de los judíos constituían una clara amenaza para la paz no solo de Alemania sino de Europa.

La aversión de Pacelli con respecto a los judíos era probablemente de orden puramente teológico, en base a las enseñanzas recibidas en la niñez. La mayoría de los católicos crecieron y se formaron con la idea de que los judíos habían sido los responsables de la muerte de Cristo y cuya dureza de corazón les impedía abrazar la causa cristiana. Pacelli no fue la excepción pero su desprecio por lo judío nunca llegó a transformarse en un odio manifiesto ni en un deseo de aniquilarlos. La sociedad alemana, en cambio, veía al judío como el culpable de todos sus males y para colmo entendía por “judío” todo lo no alemán. Gitanos, polacos, italianos y cientos de grupos étnicos fueron víctimas en los campos de exterminio de la xenofobia alemana. Cuando se habla de antisemitismo o de holocausto judío se está circunscribiendo la tragedia en un grupo étnico en particular cuando, en realidad, hubo también millones de seres no judíos que fueron víctimas del odio alemán.

Eugenio Pacelli fue uno de los pocos en darse cuenta de esta diferencia y con su lenguaje, quizás excesivamente diplomático trató de advertirle al mundo acerca de la amenaza que se estaba incubando en el seno de la Alemania de Weimar. Pacelli, una vez en Roma, fue nombrado Secretario de Estado del Vaticano. Convertido en el hombre más importante de la Iglesia Católica, después del Papa, Pacelli dio inicio a una política que fue el fiel reflejo de sus contradicciones internas. La firma en 1933, como enviado de Pío XI, del Concordato con Austria y con la Alemania nazi es un claro ejemplo en ese sentido.

Por un lado Pacelli detestaba a Hitler y al nacionalsocialismo pero al mismo tiempo descreía de las democracias y del sistema parlamentario. Él suponía que el sistema de Concordatos era mejor establecerlos con gobiernos rígidos y dictatoriales, que según su punto de vista, eran una garantía contra el temido comunismo y a favor de la paz. Lamentablemente no advirtió que con esta política de concordatos legitimó a dictaduras sangrientas que ahora podían decir que estaban aprobadas por el Vaticano. De hecho, Goebbels y su equipo de propaganda apuntaron en ese sentido: la Santa Sede aprobaba la política nacionalsocialista. La rápida y ambigua respuesta de Pacelli negando ese propósito de poco sirvió para reparar semejante error diplomático que más tarde sería imposible de remediar.

En 1939, a la muerte del Papa Pío XI, Pacelli es elegido a la edad de 63 años como el nuevo pontífice de la Iglesia Católica. Su nombre sería el de Pío XII en una muestra del aprecio y la admiración que sentía por su antecesor. El inicio de su pontificado coincidió con el estallido de la segunda guerra mundial. Durante el conflicto, Pío XII nunca abandonó su lenguaje elevado y de escaso compromiso con los hechos concretos. Sus sermones, refinados y abstractos, nunca bajaban al mundo terrenal. Nunca una condena enérgica o un reproche explícito que pudiera intimidar a la política agresiva del Reich alemán.

Desde su asunción el 2 de marzo hasta la invasión de Polonia en el mes de setiembre, Pío XII hizo seguramente menos de lo que podía haber hecho desde su enorme sitial de poder. Su autorizada opinión, desde su elevada posición de Vicario de Cristo, quizás hubiese podido influir en el desarrollo de los acontecimientos de manera más incisiva y radical. Sus sondeos con Mussolini, Franco y el mismo Hitler, se limitaron a burdos intercambios de cortesías y sugerencias, siempre guardando las formas del buen gusto. Una vez más el diplomático prevalecía sobre el servidor de Cristo y fiel a la línea de su antecesor, pareció siempre más preocupado por la seguridad del Vaticano que por la suerte de Europa y del mundo.

Si Pío XI se deshacía en elogios hacia Mussolini (llegó a afirmar que era el hombre enviado por la Providencia), Pío XII más cauto y refinado en su lenguaje prefería no comprometerse con nadie. Hasta 1943 permaneció casi ajeno a la guerra merced a la inmunidad que gozaba Roma en su condición de ciudad abierta. Pero cuando empezaron a caer las primeras bombas en la mismísima Roma, Pío XII despertó de su letargo y pensando en la seguridad y preservación del Vaticano se apuró en declarar a Roma ciudad santa.

Sus apariciones públicas se hicieron cada vez más frecuentes e implorando al cielo, en medio de la multitud que observaba en estado de trance, el papa estiraba sus finos y largos brazos en un llamado dramático por la paz. En medio de la desolación y las bombas, la longilínea y delicada figura de Pío XII, parecía la imagen de una aparición con su voz de ultratumba que dejaba a sus desesperados oyentes en un estado de alucinación. En una Italia sumida en el caos, con tres gobiernos paralelos, Roma había sido abandonada por los miembros del gobierno e incluso por el Rey. Mussolini gobernaba desde el norte en Saló, Badoglio y el Rey estaban en el sur en Bari con los aliados y el resto de Italia estaba conociendo el rigor de los nazis que trataban a los italianos como traidores.

Roma que hasta 1943, había vivido la guerra en una isla, ahora padecía en carne propia el ruido de los aviones y el espantoso efecto de las bombas. Barrios enteros se transformaban en segundos en un cúmulo de desperdicios. Pío XII desde sus ventanas del Vaticano asistía horrorizado junto a la curia y las monjas de servicio a algo que hasta entonces había sido impensable. Los aliados no respetaban a Roma, la ciudad milenaria y cuna de la cristiandad. Si no se paraba esa locura el Vaticano también iba a ser víctima de las bombas aliadas o del saqueo nazi. Pío XII estaba en una encrucijada. No podía tratar con los aliados porque Roma estaba bajo el dominio alemán y la represión de los nazis hubiese sido terrible. Pero tampoco quería tratar con los alemanes porque las bombas aliadas iban a caer como respuesta sobre San Pedro.

En esas horas su actitud siguió siendo ambigua aunque esta vez con justos motivos. Sus contadas ayudas a los judíos italianos perseguidos por la Gestapo se hicieron cuidando de no irritar a los alemanes y con el preciso objetivo de salvaguardar su posición ante la historia. La derrota del Eje era casi un hecho y la rendición de cuentas ante los aliados debía contar con algunas “pruebas”. Algunos judíos se beneficiaron con esta ambigua política de Pío XII pero desgraciadamente más de mil judíos romanos fueron deportados por los alemanes sin que se supiera más nada de ellos.

Durante la posguerra la figura de Pío XII se difundió por primera vez a través de los canales de televisión y hasta el final de su vida mantuvo esa aureola de santidad que le permitió ser considerado como el papa entre los papas.

Murió en 1958 a los 83 años de edad.

Fuente: http://www.ajzanier.com.ar/pio12.htm




Reflexión diaria en Cuaresma



Día 26 . Domingo cuarto (2 de Marzo)

Dolor de los pecados. ¿Qué crimen tan brutal ha cometido este hombre, que ha tenido que pagarlo con una muerte tan horrorosa?, preguntó un mahometano a un sacerdote refiriéndose a un crucifijo que tenía en la mesa.
- Él no cometió ningún crimen -respondió éste-; era completamente inocente.
- Pues, ¿Quién lo clavó en este madero?
- Fuimos nosotros los hombres quienes lo hicimos con nuestros pecados -exclamó con tristeza el sacerdote.
- Ahora comprendo - añadió lleno de compasión el mahometano- por qué tienes siempre la imagen del crucificado.

¿Has pensado alguna vez que el pecado supone volver a crucificar al Señor? El Señor espera, una vez que nos ha redimido, que le amemos con obras. Y amar a Dios supone también decirle muchas veces: ¡lo siento! Procura, cuando vayas a preparar tu confesión, pedir mucho perdón a Jesús por los pecados, y también pídele que te dé dolor por ellos, dolor de amor.

Si tienes a mano un crucifijo ahora, pue des hablar con Jesús en la Cruz comentando esto: Jesús, que no me acostumbre a verte crucificado; cada vez que vea un crucifijo trataré de acordarme de decirte: ¡Te amo!

Coméntale a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.


Texto del P. José Pedro Manglano Castellary
Tomado del "Web Católico de Javier"
http://webcatolicodejavier.org




Los cinco minutos de María - por Alfonso Milagro



Todos tenemos nuestros gustos, a veces no del todo santos, no del todo acordes con los gustos de Dios y de nuestra Madre del cielo.
Cuando la tentación ronda a nuestro alrededor para hacernos caer; cuando la soberbia, el egoísmo, la comodidad pretenden avasallarnos, pensemos que es mucho mejor dejarnos guiar por nuestra Madre Santísima que encapricharnos en nuestros gustos personales. Y si al final de nuestra vida tenemos la conciencia de que hemos vivido tratando de dar gusto a la Virgen, estaremos seguros de nuestra salvación, pues los gustos de la Virgen son los gustos de Dios.

María, que respondiste con tu vida al plan de Dios, ilumina nuestro deseo para que vivamos respondiendo al mandamiento del amor.


Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-


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