jueves, 26 de diciembre de 2024

Pequeñas Semillitas 5851

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5851 ~ Jueves 26 de Diciembre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo que ha nacido!
Alabado seas Jesús, por tu sonrisa, por el cariño que pones en tu trato con nosotros.
Alabado seas por tu mirada que ilumina y serena, que alegra y acaricia.
Alabado seas por tus palabras que orientan y conducen, que enseñan el verdadero camino.
Alabado seas por tus manos que nos sanan, nos alivian y nos contienen.
Alabado seas por tu presencia constante, porque nunca te vas, porque jamás nos abandonas.
Alabado seas porque eres el viviente, que te levantaste victorioso de la muerte.
Alabado seas porque eres Dios, pero también quisiste ser uno de nosotros. Amén.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Hch 6, 8-10; 7, 54-60
 
Salmo: Sal 30, 3cd-4. 6 y 8ab. 16bc y 17
 
Santo Evangelio: Mt 10,17-22
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».
 
Comentario:
Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.
Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.
En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).
Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.
* Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net 
 
Santoral Católico:
San Esteban
Fue uno de los siete diáconos elegidos por los Apóstoles, poco después de la Ascensión, para el servicio de la comunidad de Jerusalén. Lleno de gracia y poder, realizaba en medio del pueblo grandes prodigios y signos. Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos y se pusieron a discutir con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. Amotinaron al pueblo, le prendieron y le condujeron al Sanedrín. Él les dirigió un discurso en el que defendió a la Iglesia, y concluyó diciendo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios». Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y diciendo esto expiró.
Oración: Concédenos, Señor, la gracia de imitar a tu mártir san Esteban y de amar a nuestros enemigos, ya que celebramos la muerte de quien supo orar por sus perseguidores. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – Cristovisión – Catholic.net)
 
Palabras del Santo Padre Pío
«Todas las fiestas de la Iglesia son hermosas; la Pascua, sí, es la glorificación… pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que me atrapa todo el corazón [...] Que el Niño Jesús te colme de sus divinos carismas, te haga probar las alegrías de los pastores y de los ángeles y te revista todo con el fuego de esa caridad por la que se hizo el más pequeño de nosotros, y te convierta en un niño pequeño lleno de amabilidad, sencillez y amor. Que el dulcísimo Niño Jesús os traiga todas las gracias, todas las bendiciones, todas las sonrisas que plazca a su infinita bondad. [...] Jesús llama a los pobres y sencillos pastores por medio de los ángeles para manifestarse a ellos. Llama a los sabios por medio de su misma ciencia. Y todos, movidos por el influjo interior de su gracia, corren hacia él para adorarle. Nos llama a todos con las inspiraciones divinas y se comunica a nosotros con su gracia. Pidamos al Niño divino que nos revista de humildad, porque sólo con esta virtud podemos gustar este misterio relleno de divinas ternuras»
 
Tema del día:
La verdadera Navidad
Hoy quisiera escribir sobre Belén y tomar unas palabras de Martín Descalzo como introducción:
 
“Es difícil, casi imposible, escribir sobre Belén. Porque ante esta historia de un Dios que se hace niño en un portal, los incrédulos dicen que es una bella fábula; y los creyentes lo viven como si lo fuera. Frente a este comienzo de la gran locura unos se defienden con su incredulidad, otros con toneladas de azúcar. Porque de eso se trata: de defenderse. Por un lado, sucede que —como señaló Van der Meersch— «todas las cosas de Dios son vertiginosas». Por otro, ocurre que el hombre no es capaz de soportar mucha realidad. Y, ante las cosas grandes, se defiende: negándolas o empequeñeciéndolas. Dios es como el sol: agradable mientras estamos lo suficientemente lejos de él para aprovechar su calorcillo y huir su quemadura. Pero ¿quién soportaría la proximidad del sol? ¿Quién podría resistir a este Dios que «sale de sus casillas» y se mete en la vida de los hombres?”.
 
Casi nunca nos ponemos a pensar en lo que sucedió después de que se fueron los pastores y los ángeles aquella noche de Navidad. Todo volvió a la normalidad.
 
Jesús, el Hijo de Dios, volvió a ser un niño casi desnudo como cualquier otro niño que nace pobre. La incertidumbre y la fe se apretujaban en el corazón de José y de María casi como dos remolinos con la misma fuerza.
 
Debieron haber pasado varias noches en vela tratando de dormir al niño, cubriéndolo del frío, alimentándolo y pensando qué harían después con aquella criatura; dónde vivirían, qué pasaría cuando todo el mundo se enterase que era el hijo de Dios, cómo sería su vida sabiendo que estaba con ellos el Altísimo en persona y que ellos eran una adolescente y un sencillo carpintero de un pueblo perdido de Palestina.
 
Y para completar, el bebé Jesús no tenía ningún rasgo de divinidad. Era un crío como todos los demás. ¿Cómo acostumbrase a la idea de que Él no era un niño cualquiera, que Él era Dios?
 
María y José solo podían adorar porque no entendían nada.
 
“¿Aquel bebé era el enviado para salvar el mundo? Dios era todopoderoso, el niño todo desvalido. El Hijo esperado era la Palabra; aquel bebé no sabía hablar. El Mesías sería “el camino”, pero éste no sabía andar. Sería la verdad omnisciente, mas esta criatura no sabía ni siquiera encontrar el seno de su madre para mamar. Iba a ser la vida; aunque se moriría si ella no lo alimentase. Era el creador del sol, pero tiritaba de frío y precisaba del aliento de un buey y una mula. Había cubierto de hierba los campos, pero estaba desnudo” (Martín Descalzo).
 
No entendían. Y, ¿cómo podían entenderlo? lo miraban y veían a un bebé lleno de fragilidad. Sus cabezas se llenaban de preguntas: si Dios quería venir al mundo, ¿por qué venir por la puerta trasera de la pobreza? Si venía a salvar a todos, ¿por qué nacía en esta terrible soledad?
 
Y sobre todo María se preguntaba, ¿por qué Dios la había elegido a ella, la más débil, la menos importante de las mujeres del país?
 
“No entendía nada, pero creía, sí. ¿Cómo iba a saber ella más que Dios? ¿Quién era ella para juzgar sus misteriosos caminos? Además, el niño estaba allí, como un torrente de alegría, infinitamente más verdadero que cualquier otra respuesta”. (Martín Descalzo).
 
Y si el misterio de la Navidad está tan lleno de una humanidad llena de ternura, ¿por qué nos da miedo vivirlo tal cual se nos muestra?
 
Porque vivir una Navidad frivolizada basada en los buenos deseos nos evita el riesgo de creer que ese bebé sea Dios y que al hacerse hombre nos pone la varilla alta de lo que significa para nosotros serlo.
 
Por eso la Navidad despierta en nosotros una gran alegría, pero también una profunda nostalgia. Porque su belleza está alimentada por los límites de la desproporción entre nuestra vida y la de ese pequeño niño.
 
Porque ese bebé nos recuerda que en la fragilidad puede brillar una luz que dura eternamente, y porque nos recuerda que, ese tiernísimo niño se ha abajado por cada uno de nosotros y ha mostrado un gesto tan grande que nos hace temblar: lo ha hecho para que nosotros seamos felices.
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© Luisa Restrepo, para Aleteia
 
Mensaje de María Reina de la Paz
  
Mensaje de María Reina de la Paz del 25 de diciembre de 2024
 
«¡Queridos hijos! Oren, oren, oren para que la paz reine en cada corazón y prevalezca sobre todo mal e inquietud. Gracias por haber respondido a mi llamado».
 
Difundan "Pequeñas Semillitas" 
Para los que leen diariamente “Pequeñas Semillitas” por correo electrónico o por el canal de WhatsApp, va este pedido: les pido por favor que las compartan con sus amigos y contactos, para que la alegría del Evangelio llegue a muchos corazones más en todo el mundo.
A la vez, les pueden transmitir que quedan todavía unos pocos lugares disponibles para inscribirse y recibirlas por email (pedirlas a feluzul@gmail.com) y un número ilimitado de plazas vacantes en el canal de WhatsApp al cual pueden acceder entrando en este link: https://whatsapp.com/channel/0029VablI734o7qTX6m58i2X y una vez allí tocan “ver canal” y a continuación “seguir”.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Viniste, Señor Jesús, y entraste de lleno en la historia humana. Llegaste con la intención de quedarte siempre con tus hermanos, los hombres y mujeres de la tierra. Decidiste compartir sus alegrías y fatigas e hiciste tuyos sus aciertos y fracasos. Ocupaste un puesto en la aventura humana y siendo uno más entre muchos ofreciste el Don de Dios a manos llenas.
Quienes te conocieron y recibieron se sintieron afortunados estando a tu lado. Ellos admiraron tu entrañable humanidad reflejada en la cercanía y el trato con todos. Quedaron sobrecogidos ante tu humildad y libertad, y prendados de tu amor verdadero.
Felices ellos pues te hospedaron en su casa y te acogieron como el Esperado de todos los tiempos. Y felices nosotros discípulos, apoyados en la fe por aquellos que te reconocieron Hijo del Hombre e Hijo del Altísimo, te decimos con anhelo sincero: «Ven a nuestra casa, Señor».
🌸
Antes de venida del Mesías, el mundo estaba sepultado en una noche tenebrosa de ignorancia y de pecados. Apenas el verdadero Dios era conocido en un solo ángulo de la tierra,  a saber, en Judea. En lo restante reinaba la más espantosa idolatría. Todo lo ocupaba la noche del pecado, el cual ciega a las almas y las llenas de vicios, y las priva de ver el miserable estado en que viven, enemigas de Dios,  condenadas al infierno; pudiendo decir con el Salmista: Pusiste tinieblas, y fue hecha la noche; en ella transitarán todas las bestias de la selva.
De estas tinieblas, pues, vino Jesús a libertar al mundo. Lo libró de la idolatría, dando a conocer al verdadero Dios, y lo libró del pecado con la luz de su doctrina y de sus divinos ejemplos; pues como dice san Juan: Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Predijo el profeta Jeremías, que Dios debía crear un nuevo niño, para ser el Redentor de los hombres.
Este nuevo niño fue Jesucristo; él es el Hijo de Dios, que enamora al paraíso, y es el amor del Padre, el cual habló de esta manera: Este es mi Hijo el amado, en quién yo mucho me he complacido.
Y este Hijo es aquel que se ha hecho niño, habiendo dado más gloria y honor en el primer momento que ha sido criado, que le han dado y estarán para darle todos los Ángeles y Santos juntos por toda una eternidad. Por esto en el nacimiento de Jesús cantaron los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas”. Ha dado, repito, a Dios más gloria Jesús aun niño, que le quitaron todos los hombres. 
Cobremos, pues ánimo nosotros pobres pecadores, ofrezcamos al eterno Padre este Infante, presentémosle las lágrimas, la obediencia, la humildad, la muerte y los méritos de Jesucristo, y recompensaremos a Dios las injurias que le hemos hecho con nuestras ofensas.
🌸
Contemplando la santa Iglesia este gran misterio y este gran prodigio de aparecer un Dios nacido en un establo, toda admirada exclama: ¡Oh grande misterio, y admirable Sacramento! que los animales viesen al Señor nacido recostado en un pesebre.
Para contemplar con ternura y amor el nacimiento de Jesús, debemos pedir al Señor que nos dé una fe viva; porque si entramos sin fe en la gruta de Belén, no experimentaremos más que un afecto de compasión, al ver un niño reducido a un estado tan pobre, que naciendo en el corazón de invierno, es reclinado en un pesebre de bestias, sin fuego y en medio de una fría cueva.
Pero si entramos con fe, y vamos considerando qué exceso de bondad y de amor ha sido el que un Dios haya querido reducirse a comparecer pequeñito infante, estrechando entre las fajas, colocado sobre la paja, que gime, que tiembla de frío, que no puede moverse, que tiene necesidad de leche para vivir, ¿cómo es posible que cada uno de nosotros no se sienta atraído, y dulcemente obligado a dar todos sus afectos a este Dios niño, que se ha reducido a tal estado para hacerse amar?  Dice San Lucas, que los pastores después de haber visitado a Jesús en el establo, se volvieron glorificando y loando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto (Lc. 2, 20) 
¿Que habían visto? No otro que un pobrecito niñito tiritando de frio, sobre unas pocas pajas; mas por cuanto estaban iluminados de la fe, reconocieron en aquel infante el exceso del amor divino; del cual inflamados iban después alabando y glorificando a Dios en la contemplación de haber tenido la suerte de ver un Dios anonadado y desmayado por amor de los hombres.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
26 de diciembre
Crece siempre y no te canses nunca de progresar en la que es la reina de todas las virtudes, la caridad cristiana. Piensa que nunca es demasiado el crecimiento en esta hermosísima virtud. Que te sea muy querida, más aún que las pupilas de tus ojos, porque es precisamente ella la más grata a nuestro Maestro divino, que con una frase totalmente divina suele llamarla «mi mandamiento». ¡Oh!, sí, tengamos en gran estima este mandamiento del Maestro divino y superaremos así todas las dificultades.
Es tan especialmente bella la virtud de la caridad, Raffaelina, que el Hijo de Dios, precisamente para encenderla en nuestros corazones, quiso descender desde el seno del Padre eterno y hacerse semejante a nosotros para enseñárnosla y facilitarnos, con los medios que nos dejó, la adquisición de esta preclarísima virtud.
Pidamos insistentemente a Jesús esta virtud y busquemos cada día con nuevas fuerzas crecer en ella. Pidámosla, repito, siempre y más que nunca en la fiesta de Jesús resucitado. Pídela también para mí, que la necesito mucho para no caer, para no volverme infiel a la bondad del Padre del cielo.
(30 de marzo de 1915, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 382)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
PÁGINAS DE FELIPE DE URCA:
 
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