martes, 24 de diciembre de 2024

Pequeñas Semillitas 5849

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5849 ~ Martes 24 de Diciembre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
“¡Salgan al encuentro del Señor que viene!” El Adviento es un tiempo de despertar si nos habíamos dormido, de avivar la fe. Es muy importante sin embargo recordar que éste no es un tiempo de amenazas. Decimos: “¡Viene el Señor!” Y algunos parece que lo dicen con espanto, como si viniera el desastre, como si hubiera que esconderse. Es al revés. ¡Viene el Señor, qué alegría! Dios está con nosotros, Dios es el Libertador.
¿Has tenido alguna vez la experiencia de ver amanecer? Es de noche y está oscuro, pero se adivina ya cierto resplandor más claro... Viene la luz, viene el sol, y nos sentimos bien, nos sentimos llenos de esperanza. Éste es el mensaje de Adviento: “Alégrate, porque llega tu Luz”.
(José Enrique  Ruiz de Galarreta)
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: 2 Sm 7, 1-5. 8-12. 14. 16
 
Salmo: Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
 
Santo Evangelio: Lc 1,67-79
En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
 
Comentario:
Hoy el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.
Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.
«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!
Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!
* Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net
 
Noche del nacimiento del Hijo de Dios 
«Alegrémonos todos en el Señor,
porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo.
Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz para nosotros»
(Antífona de Entrada)
 
La Iglesia en su misión de ir por todo el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad. En este tiempo los cristianos, por medio del Adviento, se preparan para recibir a Cristo, "luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la Semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la Pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo Hombre y habitó entre nosotros.
Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos su camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.
La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos.
Oración: Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
(EWTN)
 
Palabras de Benedicto XVI
aprendamos a vivir con Él
y a practicar también con Él la humildad»
 
Tema del día:
El cumpleaños de Jesús
Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños... faltan pocas horas... Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que este año sucederá lo mismo.
 
En estos días, la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión, y en todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.
 
La verdad: es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mí.
 
Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio, no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día, pocos saben para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.
 
Recuerdo que el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos, ¿pero sabes una cosa? A mí ni siquiera me invitaron....
 
Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme.
 
La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta...y yo quería compartir la mesa con ellos.
 
La verdad, no me sorprendió, porque en los últimos años todos me cierran la puerta.
 
Como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose, lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando jo-jo-jo. Parecía que había bebido de más; se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!
 
Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse. Yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y ¿sabes? nadie me abrazó... De repente, todos empezaron a repartirse los regalos. Uno a uno los fueron abriendo, hasta que todos se abrieron. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.
 
¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada?
 
Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta. Salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.
 
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda.
 
Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, quisiera que reconocieras que hace dos mil años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte.
 
Hoy solo quiero que tú creas esto con todo tu corazón.
 
Voy a contarte algo. He pensado que, como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular.
 
Todavía estoy haciendo los últimos preparativos, por lo que este año estoy enviando muchas invitaciones y en este día, hay una invitación para ti. Sólo quiero que me digas si quieres asistir y te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados.
 
Prepárate porque, cuando todo esté listo, daré la gran fiesta.
 
Hasta pronto... Tu amigo: Jesús
.
(Texto de Internet - Imagen de YouTube)
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Viene la Nochebuena. Nos acercamos a Belén.
Acerquémonos con el alma desasida de los fangos de la tierra. No los estrépitos mundanos con que nuestra torpeza suele desnaturalizar la Navidad y sus preludios, consumando la monstruosa paradoja de festejar la buena nueva de Jesús con la mala vejez del paganismo, sino el recogimiento luminoso, la encendida ternura, la espiritual alegría que renueve en nosotros la perdida diafanidad, y nos dé el sentido anunciador y divino de la fiesta.
Sólo de la pureza de María pudo Cristo nacer. Sólo la pureza es divinamente fecunda. Apercibámonos, pues, con amorosa purificación, para lograr que Cristo nazca en nosotros. Y entreguémonos en vehemente irradiación apostólica, cooperando a que Cristo nazca y viva también en nuestros hermanos, en nuestra patria, en la cabal anchura de la tierra.
¡Ah, la ambición divina de los sueños! ¿Veremos algún día esa universal Navidad, en que los himnos de los ángeles y las claridades de los cielos palpiten y fulguren sobre la totalidad del mundo, como sobre una inmensa gruta de Belén?...
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
24 de diciembre
Jesús Niño reine siempre en tu corazón y establezca y consolide su reino cada vez más dentro de ti. Estos y otros semejantes son los deseos que en estos días he presentado en tu favor al Niño de Belén.
Nuestro Señor te ama, hija mía, y te ama tiernamente; y, si Él no siempre te permite experimentar la dulzura de su amor, lo hace para conseguir que seas más humilde y despreciable a tus ojos. Pero no dejes por eso de recurrir con toda confianza a su santa benignidad, especialmente en el tiempo en que lo representamos como era, pequeño niño de Belén; porque, hija mía, ¿con qué otra finalidad toma Él esta dulce y amable condición de niño si no es la de estimularnos a amarlo confiadamente y a entregarnos amorosamente a Él?
(24 de diciembre de 1918, a Antonietta Vona, Ep. III, 881)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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