martes, 10 de diciembre de 2024

Pequeñas Semillitas 5835

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5835 ~ Martes 10 de Diciembre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Había una vez un mono que andaba saltando de árbol en árbol. Mientras saltaba vio un bello nogal. Tomó una nuez y la mordió. Como la cáscara estaba amarga, el mono la tiró y se quedó sin probar el rico bocado que tenía dentro.
En la vida sucede lo mismo. Existen personas que comienzan a realizar una actividad: aprender un oficio, tocar un instrumento, comenzar una escultura, etc. Estas personas, cuando tropiezan con las primeras dificultades, abandonan la tarea iniciada y, de ese modo, se quedan sin saborear las satisfacciones que les hubiera deparado el trabajo iniciado, una vez que hubieran superado las dificultades del comienzo.
Cuando tengas complicaciones, pide a Dios que te ayude a superarlas. Ten fe y confianza y no se te ocurra tirar la toalla cuando surjan las primeras dificultades para conseguir tu objetivo.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Is 40, 1-11
 
Salmo: Sal 95, 1-2. 3 y 10ac. 11-12. 13
 
Santo Evangelio: Mt 18,12-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».
 
Comentario:
Hoy, Jesús nos lanza un reto: «¿Qué os parece?» (Mt 18,12); ¿qué clase de misericordia practicas? Quizás nosotros, “católicos practicantes”, habiendo gustado muchas veces de la misericordia de Dios en sus sacramentos, estemos tentados a pensar que ya estamos justificados ante los ojos de Dios. Corremos el peligro de convertirnos inconscientemente en el fariseo que menosprecia al publicano (cf. Lc 18,9-14). Aunque no lo digamos en voz alta, quizás pensemos que estamos libres de culpa ante Dios. Algunos síntomas de que este orgullo farisaico echa raíces en nosotros pueden ser la impaciencia ante los defectos de los demás, o pensar que las advertencias nunca van para nosotros.
El “desobediente” profeta Jonás, un judío, se mantuvo inflexible cuando Dios mostró pena por los habitantes de Nínive. Yahvé reprochó la intolerancia de Jonás (cf. Jon 4,10-11). Aquella mirada humana ponía límites a la divina misericordia. ¿Acaso también nosotros ponemos límites a la misericordia de Dios? Hemos de prestar atención a la lección de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Con toda probabilidad, todavía nos queda un largo camino por recorrer para imitar la misericordia de Dios.
¿Cómo debiéramos entender la misericordia de nuestro Padre celestial? El Papa Francisco dijo que «Dios no perdona mediante un decreto, sino con un abrazo». El abrazo de Dios para con cada uno de nosotros se llama “Jesucristo”. Cristo manifiesta la misericordia paternal de Dios. En el capítulo cuarto del Evangelio de san Juan, Cristo no airea los pecados de la mujer samaritana. En lugar de ello, la divina misericordia cura a la Samaritana ayudándola a afrontar plenamente la realidad de su pecado. La misericordia de Dios es totalmente coherente con la verdad. La misericordia no es una excusa para tomarse rebajas morales. Sin embargo, Jesús debió haber provocado su arrepentimiento con mucha más ternura que la que sintió la mujer adúltera “herida por el amor” (cf. Jn 8,3-11). Nosotros también debemos aprender cómo ayudar a los demás a encararse con sus errores sin avergonzarles, con gran respeto hacia ellos como hermanos en Cristo, y con ternura. En nuestro caso, también con humildad, sabiendo que nosotros mismos somos “vasijas de barro”.
* Fr. Damien LIN Yuanheng (Singapore, Singapur) © Textos de Evangeli.net 
 
Santoral Católico:
Nuestra Señora de Loreto
Es tradición que, aun viviendo la Santísima Virgen en su casa de Nazareth, en donde había sido criada, y donde el Divino Verbo había bajado para tomar carne en sus purísimas entrañas, fue consagrada por San Pedro en Iglesia, y que en ella celebró Misa el Príncipe de los Apóstoles, por lo que es llama altar de San Pedro el que aún se venera en la Santa Casa de Loreto. Santa Elena, tres siglos después, engrandeció esta casa, llamada entonces de la Encarnación.
En el siglo XIII, apoderados los infieles de los Santos Lugares, el 9 de Mayo de1291, por ministerio de los ángeles o por un acto de la Divina Omnipotencia, fue arrancada de sus cimientos la Santa Casa y trasladada a Dalmacia.
Tres años después fue llevada de igual modo milagroso, el 10 de Diciembre del 1294, a la Xarca de Ancona, en Italia. La selva donde fue colocada continúa hoy mismo la Santa Casa era de una señora llamada Laureta, de donde vino el llamarse aquel famoso santuario de la Virgen con el nombre de Nuestra Señora de Loreto.
Para más información hacer clic acá.
(Mercabá – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«¿Dónde pastoreas, Pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para que yo, oveja tuya, escuche tu voz»
(SAN GREGORIO DE NISA)
 
Tema del día:
Cinco pasos para una buena confesión
Este tiempo de Adviento, es un momento propicio para que realicemos una buena confesión que nos prepare para recibir a Jesús con nuestras almas limpias y brillantes. Vamos a sugerir cinco pasos para lograr ese objetivo espiritual:
 
1) Examen de conciencia
 
Se ha de pensar en las faltas cometidas (pensamientos, palabras, obras y omisiones), especialmente las graves (los pecados mortales), a partir de la última confesión bien hecha. Se puede examinar la propia vida a la luz de los diez Mandamientos, del mandamiento del amor al prójimo, de los preceptos de la Iglesia, de los pecados capitales y de los deberes del propio estado (familia, profesión, etc.). Un consejo práctico es que las faltas se analicen fundamentalmente a la luz de los diez Mandamientos. En muchos misales, manuales o devocionarios se encuentran exámenes de conciencia que nos pueden ser muy útiles.
 
2) Dolor de los pecados cometidos
 
Tras realizarse el examen de conciencia, se ha de pedir a Dios la gracia de tener un vivo y profundo dolor de todos los pecados cometidos, sobre todo de los mortales que lo han ofendido. En seguida debemos realizar sinceramente ese acto de arrepentimiento. Para ello es aconsejable el rezo del "Acto de Contrición" o "Señor mío Jesucristo".
 
Tipos de dolor (arrepentimiento):
 
a) El dolor puede ser perfecto o contrición (llamado también contrición perfecta): es el dolor de los propios pecados cometidos, por amor a Dios y por constituir una ofensa a Él. El pecador se duele de haberlo ofendido por ser Dios quien es y se propone no pecar más. Este dolor que proviene específicamente del amor a Dios, unido a la voluntad de ir a confesarse cuanto antes en la primera ocasión, justifica al pecador: le concede la gracia santificante y, si muere, se salva aun antes de que se realice realmente la confesión sacramental. Pero tiene la obligación de manifestar al sacerdote confesor los pecados mortales cometidos. El dolor perfecto o contrición perfecta no es suficiente para acercarse a la Sagrada Comunión, pues para esto último se debe acudir antes al confesionario para acusar todos los pecados mortales. Los pecados veniales no obliga que sean confesados para poder comulgar.
 
b) El dolor puede ser imperfecto o atrición (llamado también contrición imperfecta): es el dolor que se tiene debido al temor a los justos castigos divinos que merecemos (eternos o temporales) por nuestros pecados; es suficiente para el perdón de los pecados en el sacramento de la penitencia, pero no lo es para alcanzarnos la gracia sin el sacramento de la confesión. Esto significa que, por sí mismo, no borra los pecados, sino sólo cuando se acude al confesionario.
 
3) Propósito de enmienda (de no pecar más)
 
Es una firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerla antes de confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: «Vete y no peques más» (Jn 8,11). Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: no quiero pecar más. Si no hay verdadero propósito, la confesión es inválida.
 
Este propósito debe ir aunado al arrepentimiento (o dolor de corazón). Ha de ser firme, eficaz y universal (que abarque a todos los pecados cometidos, sobre todo los mortales). Debe ser una intención nacida de un verdadero arrepentimiento; éste se consigue al tener conciencia de los males -de todo tipo- ocasionados por el pecado.
 
No significa que necesariamente el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer pecado, sino de la voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta estar seguro de que ahora no se quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.
 
Este propósito no debe ser solamente negativo: no hacer esto, no decir aquello... También hay que hacer propósitos positivos: rezaré con más atención, seré más amable con todos, hablaré bien de los demás, callaré cuando esté con ira, seré agradecido, veré sólo buenos programas en la televisión, hablaré con aquella persona que tanto me cuesta, etc.
 
4) Confesión (decir los pecados al confesor)
 
Obliga decir al sacerdote TODOS los pecados mortales cometidos después de la última confesión bien hecha. Debe decirse el número de veces que se cometió un tipo de pecado y los agravantes (es decir, las condiciones que hacen más grave un pecado mortal. Por ejemplo: robar a un pobre es más grave que a un rico). Conviene decir también los pecados veniales, aunque esto último no es obligatorio.
 
5) Satisfacción (cumplir la penitencia)
 
La satisfacción es la penitencia impuesta por el confesor al penitente para desagraviar, reparar y satisfacer por la culpa contraída al ofender a Dios. Debe haber voluntad de aceptar y cumplir la penitencia implicada en la confesión (pero si no se puede realizar por olvido inculpable, etc., el sacramento no deja de ser válido).
 
La restitución. En algunos pecados obliga la restitución. Así, por ejemplo, debemos restituir el dinero robado. O si hemos calumniado, debemos aclarar que no era verdad lo que divulgamos para restituir la fama del prójimo en un asunto grave. La restitución obliga en la medida de lo realmente posible, así que si alguien robó y no tiene los recursos para devolver lo robado, esta obligación queda en suspenso hasta que los tenga, pues nadie está obligado a lo imposible.  Si para restituir lo podemos hacer, de algún modo, sin delatarnos de ladrones o de calumniadores, esto es lícito siempre que sea sin mentir ni permitir que otra persona -alguien inocente- pueda ser acusada de nuestro pecado. Muchas veces es sólo asunto de emplear el criterio y la inteligencia. Para quien no tenga la verdadera intención de restituir lo robado -en cuanto esté en posibilidades de hacerlo- la confesión resulta inútil, pues es requisito para que sea válida.
 
Finalmente, es importante tener presente que es Dios mismo, a través del poder que otorgó a sus sacerdotes, quien perdona nuestros pecados cuando realizamos una confesión bien hecha. Cristo dejó este sacramento que es un signo sensible, como un juicio verdadero. El sacerdote, con el poder recibido de Cristo, juzga. Como instrumento de Dios, este juez -bajo pena de pecado mortal y excomunión- está obligado a guardar un silencio absoluto sobre la confesión. En ese juicio se retienen o se perdonan los pecados. 
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(Fuente: Catolicidad.com – Imagen: Info Vaticana)
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
La vida no florece sola, tienes que cuidar las raíces y convertirlas en tronco, el tronco en ramas, las ramas en flores... y exprimirte el corazón para dar perfume.
La vida no florece sola, tienes que colaborar en ella.
Las cosas no se te dan gratis, tienes que pagar lo que valen.
El fruto no se te da al paso, tienes que abonar y regar.
Los pozos no se llenan solos, tienes que calar hondo, buscar el agua, ver lo que les cabe... y sentarte a la sombra.
Los frutos no llegan por arte de magia, tiene que darles el sol, el agua el aire, tierra.
Tienes que cuidarles la semilla, espantar los pájaros, madurar la cáscara y luego probar si están a punto para dar sabor a la vida... y hacer jugoso el mundo.
Como ves, se te da todo, pero en materia prima... Lo elaborado y valioso lo tienes que hacer tú.
🌸
Selecciona bien tus últimos pensamientos antes de dormir. Insiste en centrar tu mente en algo positivo, en un objetivo que te gustaría alcanzar, por ejemplo, y no en lo mal que van tus cosas... De ese modo, una vez que tu cuerpo físico esté dormido, tu alma irá a buscar ideas mientras duermes, y no se quedará atrapada rumiando en “más de lo mismo”, cerca de esa mente perturbada por problemas supuestamente insolubles...
Imagina que tu mente es un ordenador y que le pidieras encontrar la solución a tus problemas con lo que tiene en su memoria. Sólo te podrá dar lo que tiene almacenado en ella. Y si se lo vuelves a pedir, una y otra vez, siempre te dará más y más de lo mismo, por más que le des vueltas toda la noche. Sin embargo, si conectas ese ordenador a Internet, seguro que encontrará nuevas posibilidades. El alma es igual que Internet, está conectada, y es parte del Todo. Si tu alma tiene una 'misión', es decir, si antes de dormir le pides humildemente que te ayude, ella encontrará las respuestas, atrayéndolas por vibrar en esa frecuencia. Cuanto más sueltas tu mente concreta, confiando, en paz, simplemente estando bien atento en tus asuntos diarios, mucho antes encontrarás tus repuestas, que vendrán vía tus intuiciones. Y entonces, verás con claridad tus oportunidades.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
10 de diciembre
Continuad, mis buenas hermanas e hijas, recordándome en el tesoro de vuestras oraciones, especialmente en este tiempo en que estoy pasando por una dura prueba; y estad seguras de que yo quiero vivamente y seguiré queriendo la salud espiritual más que la corporal, además de aquella gracia que ya conocéis.
En mis pobres, sí, pero también repetidas oraciones, no me olvidaré de vosotras ni de cuantas me hacen la misma caridad que me hacéis vosotras. Jesús y la Virgen santísima os concedan ser dignas de la gloria eterna. Con esta fe y esta esperanza os deseo todos los bienes del cielo.
Y ahora vayamos a vuestras necesidades espirituales. Esas perplejidades de espíritu que vais experimentando son artimañas malignas del tentador; y Dios las permite, no porque os odie, sino porque os ama. No es reprobable el sentimiento, sino el consentimiento. Y yo os animo en el dulcísimo Señor a estar tranquilas, ya que ni vosotras ofendéis en esto al Señor ni el Señor se esconde para castigar vuestras infidelidades, que, os declaro en nombre y en virtud de la santa obediencia, no se dan en vosotras, al menos hechas con plena advertencia y decidida voluntad.
(11 de diciembre de 1916, a las hermanas Ventrella, Ep. III, 548)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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1 comentario:

  1. Querido amigo del alma, gracias por vuestras oraciones. El Señor tiene la palabra. Buenas noches
    José Luis Sevillano - Salamanca -España

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